A pesar de ser una película innecesaria, puesto que irrumpe la sensación de buen sabor de boca que deja la tercera entrega, 'Toy Story 4' logra imponer una nueva conclusión igual de válida, lógica y emocionante que en las anteriores. Es otro paso hacia la madurez, una visión de que 'cuando una puerta se cierra, se abre una ventana'. Da mucha nostalgia terminar la historia con la que has crecido y que tanto te ha hecho crecer. No es un 10 porque tiene tres hitos cinematográficos con los que competir pero, honoríficamente, sigue perteneciendo a la saga.

Aparte de ser bella y maravillosa visualmente, sigue siendo una de las historias más arrasadoras entre un amplísimo umbral de espectadores. El fallo es desvestirse de emociones que fueron fundamentales en el clásico animado para dar un mayor protagonismo a la imagen y el dominio del ordenador. Es un calco argumental pero nunca hará sentir del mismo modo que la original.

La película funciona cuando resulta ser un calco del clásico animado y deja de funcionar cuando le da por innovar. Los números musicales son buenos, los efectos especiales impactantes y Will Smith es sublime, por lo demás...se arrincona un poco en la indiferencia.

Aún creyendo que es totalmente necesaria, el mensaje se pierde un poco entre una narrativa arbitraria y forzada, donde los diálogos no combinan con los escenarios plagados de clichés ni con la emociones que trasladan los actores a sus personajes (con mucho talento, por cierto). Vamos, que el guión no funciona -cabiendo reconocer que las intenciones son buenas y que, desde luego, te parte el alma en más de una ocasión-. Y es que, habiendo todavía un eco bastante débil de protesta para esta realidad que afecta al 10% de los menores escolarizados, pues no me queda otra que recomendarla.

Cuando una serie se basa en un aclamado y casi épico 'bestseller' corre ciertos riesgos tales como aproximar, recortar o incluso inventar. En eso podemos respirar tranquilos; en diez capítulos se reconstruye con fidelidad la historia del joven escritor y su mentor Harry Quebert- en la piel de un estupendo Patrick Dempsey-. Sin embargo, no merece el 10 porque lo mágico del libro (y mira que las comparaciones son odiosas) son los diálogos maestro-profesor que propician una huida del thriller banal y estándar para que la historia cobre un sentido mucho más allá. En la novela, te fascina; no obstante, en una miniserie, no se podría explicar. Con todo, mantiene en vilo al espectador desde el principio hasta el final. Aunque no sepas nada del genio Joel Dicker, no te va a defraudar.