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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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18 de junio de 2013
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano no conoce sus límites. Los puede imaginar aunque siempre desde el peligro que supone la equivocación absoluta.
La zona gris es una película que explora esa zona tan desconocida para el ser humano. Puede parecer un disparate, pero si algo está fuera de control son los límites que podemos llegar a cruzar.
El realizador Tim Blake Nelson consigue entregar un producto bien estructurado que no quiere dejar cabos sueltos. La zona más oscura del ser humano existe y puede aparecer en cualquier momento o lugar; hay que mirar a la cara del mal para saber con qué nos enfrentamos; nadie está al margen de la maldad porque todos tenemos un precio. La novela del Dr. Miklos Nyiszli sirve de arranque para que Tim Blake Nelson escriba el guión de una de las películas más difíciles de ver que se recuerdan. Porque eso que cuenta ocurrió, porque eso que cuenta no se evitó por muchas personas que conocían la verdad de lo que sucedía en los campos de concentración alemanes, porque las respuestas a las preguntas que se formulan asustan.
Los sonderkommanders eran los judíos encargados (en el campo de exterminio alemán de Auschwitz-Birkenau) de hacer entrar a miles de personas en la cámara de gas, arrancarles los dientes de oro, despojarles de todo lo valioso, cortarles el pelo después de muertos, introducirles en un horno y tirar sus cenizas a un río. A cambio, esos judíos recibían comida, cierto trato de privilegio y una muerte un poco más allá de la fecha prevista. El penúltimo de esos sonderkommanders es en el que se centra la trama. Porque cuando sus integrantes saben que su propia muerte está próxima deciden rebelarse.
El color azul y gris predomina en todo el metraje. Tan sólo aparece un color vivo cuando la esperanza es cierta. Es decir, cuando llega la muerte. Un enfoque duro y catastrofista que permite tener al espectador un pequeño margen de maniobra ante lo que ve. Muy pequeño. La música multiplica este efecto de forma colosal. La escena en la que los judíos llegados en tren deben entrar en la cámara de gas mientras una orquesta formada por otros judíos (lo que queda de ellos) ameniza la acción es espeluznante. Y si falta la música se escucha el sonido de los hornos funcionando sin descanso, el del gas aniquilando personas. Es un sonido que se lleva puesto cualquiera que ve la película y que difícilmente olvidará. Vestuario, maquillaje y peluquería acompañan con corrección toda la trama.
La dirección actoral es notable. David Arquette, Steve Buscemi, Harvey Keitel, Natasha Lyonne, Mira Sorvino, Daniel Benzali, David Chandler y Allan Corduner se mueven por la pantalla dando vida a personajes sin alma, sin esperanza alguna. Ninguno de ellos las tienen. Sobresale David Arquette. Buscemi y Keitel tienen papeles más secundarios aunque defienden bien el trabajo.
El ritmo es el adecuado y tira del espectador desde el primer momento. Y el director cierra la narración con las pocas opciones que tiene. En ese sentido no se pueden poner pegas. Sin embargo, justo cuando acaba la película, se produce un cambio en el punto de vista que no termina de encajar bien. Con él aparece la poesía (?), una luz de esperanza. Innecesario, traído por los pelos. Estas cosas no suelen funcionar bien.
La zona gris es una buena película. Difícil de encajar, pero que todo el mundo debería ver. Las preguntas que asaltan son terribles y las respuestas que se pueden dar insuficientes. Porque nadie sabe poner precio a su propia vida ni a la de los demás; nadie sabe lo que sería capaz de hacer si.
inventodeldemonio.es/blog
9 de junio de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kika es una película de Almodóvar. Eso es decir bastante. Pero si añadimos que es una película gamberra, atrevida y que indaga en territorios prohibidos, cualquiera puede suponer que la pantalla nos hace transitar territorios difíciles, zonas oscuras que tratadas desde el humor no dejan de serlo.
Kika es una película de Almodóvar que cosechó críticas terribles, muy negativas. Si añadimos, que en 1993, España seguía bebiendo ideales ultrareligiosos, más que conservadores, que cualquier novedad en el cine se miraba con recelo, que España se parecía a la España más mostrenca y mojigata; no es de extrañar que el trabajo de Almodóvar pareciese (a muchos) una acumulación de extravagancias sin sentido, una búsqueda insensata de ir un poco más allá llevado a cabo por un descerebrado.
Kika es una película que hay que volver a ver. Y es una película que acumula grandezas y errores, lo bueno y lo malo de Almodóvar. Algunas escenas son excelentes, divertidas. Otras son algo deslucidas. Algunos hilos argumentales se quedan en nada cuando requerían cierto recorrido y otras sirven de anclaje para que los personajes crezcan y desarrollen su psicología. Esto hace que la película se llene de claros y de oscuros. Más de claros que de oscuros.
Quedan cosas sin explicar que hubieran mejorado mucho el resultado final. ¿Qué pasa con el actor porno huido de la cárcel? ¿Cómo termina esa historia? ¿Por qué uno de los personajes sufre desmayos eternos y nadie da una sola explicación? ¿Por qué narrar desde el flash forward el principio del relato si no aporta nada el recurso? Y los arcos dramáticos de los personajes son muy limitados salvo en el caso de Kika (aunque la pelícua tiene como base única al personaje principal y el director trata de construir secundarios actantes para iluminar al principal, hubiera sido necesario profundizar más en alguno de ellos). Por aquí hace aguas la películas. pero abundan los claros. La escena de la violación es divertidísima y está rodada de forma magistral (y no pasa nada por frivolizar sobre algunas cosas); la entrevista al escritor es surrealista, transgresora hasta más no poder; el desenlace de la trama principal es sensato y coherente (desde el principio, Almodóvar deja pistas como para que no quepa un desenlace distinto); el colorido construye una atmósfera ideal para lo que se quiere contar (los colores cálidos siempre con Kika; los más oscuros y violentos siempre con Andrea Caracortada; y Alfredo Mayo, director de fotografía, pilotando como garantía total); el movimiento de la cámara buscando encuadres y planos diferentes, el uso de vídeos, de fotografías; todo abunda en la composición de un gran collage como los que adornan los decorados de esta película.
Kika es una película en la que se critica la televisión dedicada a husmear en lo privado, en el dolor, en lo más sucio de las personas. Viendo la película hoy, es sorprendente lo adelantado que estaba el director al mirar este asunto desde la crítica feroz. Lo que pareció en 1993 una extravagancia absurda, hoy es una realidad. Esa sí que es absurda y consentida por muchos de los que vieron la película y se llevaron las manos a la cabeza denunciando frivolidad a espuertas.
Verónica Forqué hace un papel maravilloso. Arrastra con ella todo el peso narrativo, todo el humorístico, todo el peso trágico. Es el personaje que mejor se dibuja sin lugar a dudas, el que más crece (tal vez el único de toda la película). De hecho, a partir de la escena de la violación (la de Kika) el relato se estructura de forma distinta. Hay un antes y un después en la película porque hay un antes y un depués en el personaje. Algunos entendieron muy mal el significado de esta escena. Kika modifica su relación con el resto de personajes, con el mundo entero. Pero no es la violación en sí la que provoca este cambio. Es la mentira, la traición de los cercanos lo que le destroza. Por esta razón es por la que la escena se trata desde el humor. Los diálogos en los que interviene Kika son los más jugosos, los más gamberros, los menos correctos para un moralista llegado desde tiempos difíciles. Rossy de Palma interpreta un papel divertidísimo. Y lo hace como si lo hubiera estado haciendo toda la vida. Espléndida. El personaje que acumula toda la zona oscura del guión es el que defiende Victoria Abril. Se le acusó, en su momento, de sobreactuar. Algo insólito porque resulta que Andrea Caracortada vive de sobreactuar. La única forma de hacer creíble al personaje era hacer lo que la actriz hizo. Está muy bien en su trabajo. Lo mismo de bien que Anabel Alonso. Graciosa aunque interpretando un papel muy secundario, un papel con un recorrido muy limitado. Peter Coyote, sin embargo, es la apatía personificada. Con él en pantalla se viven los momentos más anodinos de la película. Y Alex Casanovas aparece soso, muy justito.
Es verdad que Kika no es lo mejor de Almodóvar. Pero no es cierto que sea un desastre. Ni mucho menos. El director se reafirmaba en ese momento en una forma de ver la realidad, tendía a exagerar en sus guiones, aún no había descubierto que el mundo es inmenso y que un genio debe echar un vistazo a todo el conjunto.
Kika es una película de Almodóvar en estado puro. Es una película que hay que volver a ver. Porque el paso del tiempo pone todo en su justo lugar.
inventodeldemonio.es/blog
10 de junio de 2013
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La peor de las películas de Woody Allen tiene más cine en una sola secuencia que cien baratijas de las que nos sueltan por las salas de proyección últimamente.
Es verdad que Un final made in Hollywood es una obra menor dentro de la filmografía de Allen. Ni tiene el carisma de otros trabajos, ni es un guión bien rematado (el final se precipita entre justificaciones algo incoherentes). Los diálogos son más planos que otras veces aunque algunos son, muy, muy divertidos. Y el reparto se defiende bien aunque sin grandes alharacas por su parte.
Pero Allen sabe de esto. Cada cosa que hace sobresale sobre los demás. En Un final made in Hollywood, Allen busca una comedia ligera en la que deja clara su postura respecto al mundo del cine; lo inexplicable de ser poco entendido en su país de origen y aclamado en Europa; la mirada absurda del mercado cinematográfico (por eso la ceguera del personaje) que sólo busca taquilla y grandes números siendo estéril por completo. Y, cómo no, todo se soporta sobre las relaciones de pareja y su propia hipocondria sumada a una clara propensión a la inestabilidad emocional. Todo es una burla y un enorme disparate.
Tea Leoni es, con seguridad, la que mejor hace las cosas. Además, se la ve guapa de verdad. Radiante (el fotógrafo logra un trabajo espectacular). Aunque Debra Messing, Treat Williams, George Hamilton o Mark Ridell están más que correctos. El propio Allen, en su línea, se fabrica un papel a la medida y funciona de maravilla (atiendan a la escena en la que su personaje, Val Waxman, cae desde el decorado al suelo; es delirante y divertidísima).
No es lo mejor de Allen, pero si tomásemos de un sombrero cien papelitos al azar con el nombre de películas y una de ellas fuera Un final made in Hollywood, es posible que fuera de las mejores.
inventodeldemonio.es/blog
18 de junio de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los norteamericanos tienen una clara tendencia hacia la exaltación de lo propio. De igual potencia que cuando se trata de dibujar a sus enemigos (reales o imaginarios) como monstruos tenebrosos. Y el cine, casi siempre lo han utilizado como vehículo difusor de esas tendencias tan patrióticas. A pesar de todo, alguna vez, y con esta premisa por delante, han logrado películas muy meritorias e inolvidables.
Objetivo: Birmania (Objective, Burma!) es una de esas cintas sobre las que se puede volver sabiendo que el disfrute está asegurado.
Es importante echar un vistazo a la película en versión original. La traducción que se realizó en España es espantosa. No sólo los diálogos se modificaron de forma absurda; la banda sonora perdió calidad en cada nota de la partitura y los efectos de sonido se diluyeron e incluso desaparecieron sin dejar rastro. Habrá que pensar que la censura fue radical y torpe, que el traductor era experto en latín y griego o algo así.
Objetivo: Birmania es una película bélica. Pero fue rodada en 1945. Eso significa que es más inocente que maliciosa o dura o violenta. Inocente en todos su ángulos, casi infantil en algunos aspectos. Ni gota de sangre, ni una sola escena en la que podamos ver algo horrible. Muchos muertos, eso sí. Matanzas en toda regla que, entre otras cosas, comienzan con una realizada por el ejército de EEUU. Lo que ocurre es que se ve compensada con otra mucho más brutal y sangrienta por parte del ejército japonés. En esta película se enfrenta la bondad, heroicidad y glamour de los soldados norteamericanos con la cara de mal genio, los gritos terribles (hasta para dar las gracias) y la maldad de los japoneses. La lealtad ciega, el patriotismo o la valentía de unos queda bien clara. El salvajismo, fealdad y traición de otros es patente.
Norteamérica se dibuja como la gran nación que salva al mundo. Tanto es así que la película se prohibió en el Reino Unido tras el estreno. Los británicos se sintieron insultados al comprobar que, según este guión, sólo el ejército de EEUU recuperó Birmania o eso podía parecer.
La película se presenta sobre la base de un espléndido montaje en el que se elimina lo superfluo y convierte la trama (lineal de principio a fin) en algo perfectamente comprensible y atractivo.
El guión busca desarrollar las psicologías de los personajes aunque no deja cabos sueltos al centrarse en la misión militar. En conjunto es un trabajo minucioso, ofrece una gran cantidad de información y deja sugerido todo lo que puede herir sensibilidades.
Objetivo: Birmania se rodó en las marismas de Orange County (California) y, algunas cosas, en el Jardín Botánico de Los Ángeles. Los escenarios están muy bien conseguidos y el tratamiento del fotógrafo James Wong Howe es extraordinario. Wong saca todo el jugo posible a un blanco y negro que resalta lo frondoso de esa vegetación haciendo creer al espectador que se trata de una jungla verdadera. Se intercalan secuencias aéreas reales que refuerzan la idea de credibilidad escénica. Son muy destacables los efectos sonoros que incluyen cantos de aves, movimientos de agua o ruidos procedentes de la jungla mezclados inteligentemente.
Entre unas cosas y otras, la sensación de verdad es total. Se suma una partitura extraordinaria firmada por Franz Waxman que incide con ímpetu en los picos de tensión o aporta continuidad a las secuencias que muestran el penoso movimiento de los militares.
Pues, con todo esto, el realizador Raoul Walsh, logró una cinta que podría ser una de las tres mejores rodadas inmediatamente después de finalizar la Segunda Guerra Mundial.
La película está bien narrada y muy bien dirigida; astutamente dosificado el material. El trabajo con los actores es espléndido. George Tobias, William Prince o Henry Hull, por ejemplo, defienden sus papeles con solvencia. Pero, claro, es Errol Flynn, con su papel de Capitán Nelson, el que acapara toda la atención. Su personaje condensa el grueso de los valores que se defienden en la película. Es buen jefe, es bondadoso, no duda en llorar si es necesario, es buen estratega, duro en el combate. Todo lo que representa el ejército de los EEUU para los norteamericános. Flynn hace un buen trabajo. Además, cuentan las crónicas que era estupendo trabajar a su lado. Sólo si estaba de buen humor.
La película contiene buenas dosis de moralina. El mal menor antes que un desastre; el fin justificando los medios; pero tratado desde el patriotismo más radical, desde los buenos muy buenos y los malos perversos hasta más no poder. Y eso convierte cualquier idea moral en moralina pura.
El que escribe pudo ver esta película hace muchísimos años, siendo un crío. Resultó inolvidable. A pesar de las pegas descubiertas más tarde, de algún cambio en el punto de vista imposible; a pesar de todo, sigue siendo una película difícil de aparcar para siempre. Debe ser que la atracción de la violencia disfrazada de inocencia funciona.
Prueben. Merece la pena.
inventodeldemonio.es/blog
8 de junio de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano es, además de un cuerpo, la suma de todas las características que le perfilan. Esto, dicho así, puede parecer una perogrullada que sobra en cualquier discurso serio. Es verdad. Pero, en realidad, ¿cuándo nos preguntamos sobre esto? ¿Quién hace balance de lo que es? ¿Hay alguien que sea honesto al enumerar cada característica propia? Creo yo que, en realidad, no sabemos lo que somos y no queremos saberlo. A nadie le gusta asumir un carro de defectos. Nos quedamos en que somos maravillosos. Y ya. Igual la condición de perogrullada no lo es tanto y, tan sólo, es una afirmación que nadie quiere hacer avanzar.
Cuando el año 1.997 premiaron en el Festival de Toronto la película Cube pocos tendrían claro que se convertiría en un fenómeno de gran importancia encuadrado en el cine de terror. Su director, Vincenzo Natali, había conseguido filmar una película impactante, opresiva, inquietante. Una obra excelente que rebosa, todo hay que decirlo, literatura de la buena, de la que firmó Philip K. Dick. El que ha leído Laberinto de Muerte sabe que eso es cierto. Lo que no sé es si el director de Cube lo ha reconocido alguna vez. No lo sé y no importa gran cosa porque la película es una bomba de relojería que se instala en el cerebro del espectador por sí misma, sin la ayuda del libro. Además, el presupuesto que manejó Natali era más bien modesto y consiguió una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. En taquilla se comportó bastante bien, no se vendieron millones de camisetas porque no se hicieron pero, aún hoy, las copias en formato doméstico se venden a buen ritmo. Todo un logro. No le faltaron premios. Aquí, en Sitges, se llevó los gordos.
La película puede verse de muchas formas. Ha de verse de muchas formas. Si el espectador lo que quiere es pasar hora y media frente a la pantalla sin hacer grandes análisis, se encontrará con un clima hostil (para mi gusto el peor de los escenarios posibles), momentos de horror extremo (horror que no terror), con una trama inteligente que desgrana con lentitud lo que pasa, con final inesperado. Pasará un rato espantoso e inolvidable. Pero esto, que no deja de ser una opción como otra cualquiera, impide que el que mira pueda paladear lo exquisito de Cube.
Otra forma de ver la película es intentando intervenir desde la butaca, tomando posiciones que (ya les advierto) no sirven de nada. He dicho un millón de veces que eso no le toca a nadie que no sea el director, el guionista o los actores (quizás, estos últimos con más limitaciones de lo que podemos pensar). Sobre todo, porque dejamos de ver lo que nos cuentan y nos creamos nuestra propia historia. El peor filtro en cine es el que nos imponemos comiendo palomitas. Es una fórmula infalible para conseguir no enterarse de nada.
Soy de los que trata de encontrar las claves sin ir más allá de la secuencia que veo. Sin inventar, ni especular. Un director elige mostrar eso que aparece en pantalla. Ni más ni menos. Hay que intentar comprender pegado a lo que se dice, a lo que se muestra, a los silencios o al foco de la acción. La película es un todo. En Cube, los personajes van apareciendo poco a poco. Cada uno presenta y representa una característica muy acusada. Salvo el primer personaje que vive su experiencia en solitario, todos lo hacen en compañía de otros.
Despiertan en un habitáculo con forma de cubo. En cada cara de ese cubo (en el centro geométrico) hay una puerta que comunica con otro cubo de dimensiones similares y distinto color. Aunque pasar de un cubo a otro puede resultar mortal. En algunos hay trampas terribles. En otros no. Se trata de descubrir el camino de salida (si es que lo hay) pasando de uno a otro.
La ignorancia de ese primer personaje que mencionaba, el que no ve a otros personajes, es lo que le lleva a la muerte. La ignorancia es la primera de las características que nos ponen delante. Un aviso claro. Veremos a un policía violento que trata de organizar el grupo para lograr la salvación, a un escapista conocido en el mundo entero para salir de cualquier lugar. Ingenioso e intuitivo. Una joven experta en cálculo que representará la técnica; podremos valorar la sensatez de una científica; la desidia y la mentira será otro de ellos; la bondad. Distintas características. La suma de ellas es la forma de lograr un objetivo. Pero ellos no lo ven. Un espectador distraído tampoco. La suma de todos ellos es igual a la perfección humana que contiene lo bueno y lo malo, que no puede prescindir de ninguna de sus características. Aunque la propuesta de Natali es tan luminosa como la secuencia final. Es la bondad lo que ordena todo, es la única salida.
Tendrán que pensar mientras la trama avance, tendrán que pensar en lo que son ustedes, sobre lo que suma y lo que resta, sobre eso que ocultan.
Excelente película, de las buenas de verdad. Reserven ochenta y seis minutos de tranquilidad. Tomen asiento, esperen unos minutos y estarán dentro del cubo que les ordenará algunas cositas. Buena suerte.
inventodeldemonio.es/blog
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