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6,6
1.997
6
29 de noviembre de 2024
29 de noviembre de 2024
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una reflexión sobre identidades y apariencias, esta obra explora cómo lo externo define lo interno y viceversa. En el centro, un hombre marcado por la neurofibromatosis decide borrar su pasado tras un cambio físico milagroso. Pero su nueva vida choca con una obra teatral escrita por su vecina, que romantiza de forma superficial el sufrimiento que él intenta dejar atrás.
La película propone una dualidad perturbadora: el deseo de aceptación frente al daño que generan las representaciones idealizadas. Apoyada en un trío actoral sólido y una dirección que mezcla horror psicológico y sátira, la trama navega entre los dilemas de la autoimagen y el pasado que nunca se termina de enterrar. Sin embargo, el ritmo tambaleante y giros argumentales forzados debilitan su impacto, sobreexplicando temas en unos momentos e introduciendo abruptos giros difíciles de entender que merecen más explicación.
Dividida casi en dos mitades, el primer acto muestra el anhelo de una vida inaccesible debido a una condición física. En el segundo, el protagonista, tras reinventarse, observa cómo su antiguo yo se transforma en arte idealizado, desatando un conflicto entre el rechazo y la nostalgia por aquello que despreciaba. La aparición de un reflejo de su pasado que amenaza con suplantarlo culmina en una exploración sobre cómo las personas limitan su potencial al quedar atrapadas en sus percepciones más íntimas.
Pese a sus tropiezos narrativos, la película acierta al plantear una compleja mirada sobre las capas de la identidad y la lucha constante entre quiénes somos y cómo nos ven los demás.
La película propone una dualidad perturbadora: el deseo de aceptación frente al daño que generan las representaciones idealizadas. Apoyada en un trío actoral sólido y una dirección que mezcla horror psicológico y sátira, la trama navega entre los dilemas de la autoimagen y el pasado que nunca se termina de enterrar. Sin embargo, el ritmo tambaleante y giros argumentales forzados debilitan su impacto, sobreexplicando temas en unos momentos e introduciendo abruptos giros difíciles de entender que merecen más explicación.
Dividida casi en dos mitades, el primer acto muestra el anhelo de una vida inaccesible debido a una condición física. En el segundo, el protagonista, tras reinventarse, observa cómo su antiguo yo se transforma en arte idealizado, desatando un conflicto entre el rechazo y la nostalgia por aquello que despreciaba. La aparición de un reflejo de su pasado que amenaza con suplantarlo culmina en una exploración sobre cómo las personas limitan su potencial al quedar atrapadas en sus percepciones más íntimas.
Pese a sus tropiezos narrativos, la película acierta al plantear una compleja mirada sobre las capas de la identidad y la lucha constante entre quiénes somos y cómo nos ven los demás.

6,5
7.298
6
4 de enero de 2025
4 de enero de 2025
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación cinematográfica del aclamado musical de Broadway que reimagina la historia de El Mago de Oz desde la perspectiva de las brujas. El subtítulo "Parte 1" deja claro que se ha dividido en dos entregas, probablemente más por razones comerciales que artísticas. La trama explora la relación entre Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande), abordando temas como la amistad, la identidad y la tensión entre aceptación social y autenticidad.
La película bebe profundamente de la imaginería de la cinta de 1939, un guiño que encantará a los fans del clásico, pero puede dejar descolocados a quienes no lo conozcan. Aunque la narrativa es lo suficientemente clara para cualquier espectador, los desconocedores de Oz podrían percibir que algunos detalles pierden fuerza.
En lo temático, destaca su reflexión sobre los puntos de vista: ¿qué hace a alguien "malo"? La respuesta invita a la empatía, revelando cómo los gobernantes manipulan masas fabricando enemigos comunes. Lectura política sorprendentemente aguda. También se presenta una metáfora sobre las luchas de clases, con los animales representando a los diferentes y perseguidos, añadiendo profundidad emocional al relato. Otras reflexiones que desliza es la alienación social frente a las personas diferentes, y la necesidad de los diferentes en encajar en la sociedad sin perder su propia esencia.
Sin embargo, la decisión de dividir la historia afecta al ritmo. Al limitarse a la mitad del relato, esta entrega se siente alargada, y por momentos aburrida.
Visualmente, es un espectáculo grandilocuente de tonos pastel y escenarios mágicos, aunque la dirección, demasiado funcional, que permite demostrar la gran inversión que es la película, pero también impide que la película tenga personalidad propia. Sin embargo, el carisma y la química entre Cynthia Erivo y Ariana Grande son el ancla que sostiene el conjunto, logrando brillar ellas entre tanta brillantina y lograr no ser devoradas ante tanta saturación visual.
En definitiva, esta primera parte deja sensaciones encontradas: es tan interesante como poco reveladora, tan entretenida como funcional. Aunque los problemas de ritmo y el exceso de confianza en las referencias le restan impacto, el cierre climático logra cumplir con lo prometido, dejando la puerta abierta para una conclusión que, esperemos, esté a la altura de su ambición temática.
La película bebe profundamente de la imaginería de la cinta de 1939, un guiño que encantará a los fans del clásico, pero puede dejar descolocados a quienes no lo conozcan. Aunque la narrativa es lo suficientemente clara para cualquier espectador, los desconocedores de Oz podrían percibir que algunos detalles pierden fuerza.
En lo temático, destaca su reflexión sobre los puntos de vista: ¿qué hace a alguien "malo"? La respuesta invita a la empatía, revelando cómo los gobernantes manipulan masas fabricando enemigos comunes. Lectura política sorprendentemente aguda. También se presenta una metáfora sobre las luchas de clases, con los animales representando a los diferentes y perseguidos, añadiendo profundidad emocional al relato. Otras reflexiones que desliza es la alienación social frente a las personas diferentes, y la necesidad de los diferentes en encajar en la sociedad sin perder su propia esencia.
Sin embargo, la decisión de dividir la historia afecta al ritmo. Al limitarse a la mitad del relato, esta entrega se siente alargada, y por momentos aburrida.
Visualmente, es un espectáculo grandilocuente de tonos pastel y escenarios mágicos, aunque la dirección, demasiado funcional, que permite demostrar la gran inversión que es la película, pero también impide que la película tenga personalidad propia. Sin embargo, el carisma y la química entre Cynthia Erivo y Ariana Grande son el ancla que sostiene el conjunto, logrando brillar ellas entre tanta brillantina y lograr no ser devoradas ante tanta saturación visual.
En definitiva, esta primera parte deja sensaciones encontradas: es tan interesante como poco reveladora, tan entretenida como funcional. Aunque los problemas de ritmo y el exceso de confianza en las referencias le restan impacto, el cierre climático logra cumplir con lo prometido, dejando la puerta abierta para una conclusión que, esperemos, esté a la altura de su ambición temática.

8,7
73.432
6
4 de diciembre de 2024
4 de diciembre de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un sofocante cuarto de jurados, doce hombres deciden el destino de un joven acusado de asesinato. Lo que parece una deliberación rápida se transforma en una batalla de prejuicios, convicciones y emociones. Con un guion en tiempo real y un único escenario, la película revela la fragilidad de la justicia a través de quienes la ejercen.
La puesta en escena, aparentemente limitada, se convierte en un recurso magistral. Las tomas cerradas, los encuadres que se estrechan y la iluminación que intensifica las tensiones logran que el espacio reducido se vuelva asfixiante. Sidney Lumet sitúa el drama en las palabras y los rostros, pero el aire teatral se ve afectado por interpretaciones que rozan el histrionismo, reduciendo en ocasiones la sutileza emocional.
Los personajes no son individuos complejos, sino arquetipos que encarnan prejuicios y dilemas éticos con una pureza que simplifica el conflicto. Esta abstracción, aunque didáctica, permite que el mensaje trascienda lo particular y aborde temas universales sobre la moral y la justicia, pero indudablemente le quita realismo a la película dándole un tono moralista que roza el sermón. Al mismo tiempo, subraya con precisión cómo la mayoría no siempre tiene la razón y cómo las verdades asumidas socialmente pueden ser falacias disfrazadas de consenso.
El ritmo, impecable, crece con cada confrontación. Pero el verdadero logro de la película está en cómo convierte una deliberación judicial en una reflexión sobre las predisposiciones humanas y la peligrosa comodidad de nuestras certezas. Más allá del sistema judicial, nos recuerda la importancia de cuestionar aquello que damos por sentado, incluso cuando desafía al pensamiento dominante o nos pone en contra de lo establecido.
La puesta en escena, aparentemente limitada, se convierte en un recurso magistral. Las tomas cerradas, los encuadres que se estrechan y la iluminación que intensifica las tensiones logran que el espacio reducido se vuelva asfixiante. Sidney Lumet sitúa el drama en las palabras y los rostros, pero el aire teatral se ve afectado por interpretaciones que rozan el histrionismo, reduciendo en ocasiones la sutileza emocional.
Los personajes no son individuos complejos, sino arquetipos que encarnan prejuicios y dilemas éticos con una pureza que simplifica el conflicto. Esta abstracción, aunque didáctica, permite que el mensaje trascienda lo particular y aborde temas universales sobre la moral y la justicia, pero indudablemente le quita realismo a la película dándole un tono moralista que roza el sermón. Al mismo tiempo, subraya con precisión cómo la mayoría no siempre tiene la razón y cómo las verdades asumidas socialmente pueden ser falacias disfrazadas de consenso.
El ritmo, impecable, crece con cada confrontación. Pero el verdadero logro de la película está en cómo convierte una deliberación judicial en una reflexión sobre las predisposiciones humanas y la peligrosa comodidad de nuestras certezas. Más allá del sistema judicial, nos recuerda la importancia de cuestionar aquello que damos por sentado, incluso cuando desafía al pensamiento dominante o nos pone en contra de lo establecido.

8,4
111.367
10
23 de diciembre de 2024
23 de diciembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que desafían las expectativas, y esta es una de las más emblemáticas. Lo que comienza como una historia de suspense aparentemente convencional se transforma de manera sorprendente, cambiando varias veces su enfoque narrativo, sus puntos de vista y hasta su género. Cada giro no solo desconcierta, sino que construye una atmósfera de incertidumbre en la que parece que cualquier cosa puede suceder.
Detrás de esta obra maestra está Hitchcock; un director que orquesta cada elemento con precisión quirúrgica. La secuencia de créditos, diseñada por Saul Bass, marca desde el principio un tono perturbador, con líneas fragmentadas que evocan tanto la fragmentación psicológica como la tensión que atravesará toda la película. La música de Bernard Herrmann, con sus icónicos violines, no solo acompaña la acción, sino que la intensifica hasta un punto de casi insostenible nerviosismo.
Un detalle fascinante es cómo se construyó el misterio alrededor del estreno: una campaña publicitaria que pedía al público no revelar nada y, sobre todo, evitar llegar tarde. Esta estrategia no solo alimentó el interés, sino que consolidó su aura de enigma. Desgraciadamente, la fama de ciertas escenas las ha hecho tan icónicas que es difícil ver la película hoy sin conocer de antemano algunos de sus momentos más impactantes. Aunque eso no resta mérito a su capacidad para mantenerte en vilo.
¿Es perfecta? Probablemente no. Los personajes secundarios carecen de la profundidad que se le otorga al protagonista, y el epílogo, con su explicación psicológica, se siente innecesario al verbalizar algo que ya había quedado claro visualmente. Pero nada de esto impide que sea una obra maestra que redefinió el cine de suspense y el terror psicológico.
La sensación de peligro constante, la maestría visual y sonora, y su audaz estructura narrativa hacen de esta película una experiencia imprescindible. Aún hoy, logra que miremos con otros ojos lo cotidiano, recordándonos que bajo la superficie de lo más común puede esconderse lo más aterrador.
Detrás de esta obra maestra está Hitchcock; un director que orquesta cada elemento con precisión quirúrgica. La secuencia de créditos, diseñada por Saul Bass, marca desde el principio un tono perturbador, con líneas fragmentadas que evocan tanto la fragmentación psicológica como la tensión que atravesará toda la película. La música de Bernard Herrmann, con sus icónicos violines, no solo acompaña la acción, sino que la intensifica hasta un punto de casi insostenible nerviosismo.
Un detalle fascinante es cómo se construyó el misterio alrededor del estreno: una campaña publicitaria que pedía al público no revelar nada y, sobre todo, evitar llegar tarde. Esta estrategia no solo alimentó el interés, sino que consolidó su aura de enigma. Desgraciadamente, la fama de ciertas escenas las ha hecho tan icónicas que es difícil ver la película hoy sin conocer de antemano algunos de sus momentos más impactantes. Aunque eso no resta mérito a su capacidad para mantenerte en vilo.
¿Es perfecta? Probablemente no. Los personajes secundarios carecen de la profundidad que se le otorga al protagonista, y el epílogo, con su explicación psicológica, se siente innecesario al verbalizar algo que ya había quedado claro visualmente. Pero nada de esto impide que sea una obra maestra que redefinió el cine de suspense y el terror psicológico.
La sensación de peligro constante, la maestría visual y sonora, y su audaz estructura narrativa hacen de esta película una experiencia imprescindible. Aún hoy, logra que miremos con otros ojos lo cotidiano, recordándonos que bajo la superficie de lo más común puede esconderse lo más aterrador.
8
24 de noviembre de 2024
24 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es un relato que camina entre la devoción, la duda y lo imposible, explorando cómo las creencias pueden moldear nuestras vidas y relaciones. En el corazón de la historia, una familia dividida por distintas formas de entender la fe enfrenta tensiones que van más allá de lo terrenal. La trama no solo plantea preguntas sobre la religión, sino también sobre el poder de las convicciones y su impacto en lo cotidiano.
La narración se mueve con una austeridad que resulta hipnótica. Los planos son pausados, contenidos y llenos de significado. Aunque el ritmo es calmado y parece invitar a la contemplación, la película no deja de lanzar ideas y plantear cuestiones de forma constante. La puesta en escena refleja el alma de los personajes, despojándose de todo exceso y reduciéndose a lo esencial. Esto no solo refuerza la intensidad emocional de la historia, sino que invita a la reflexión.
Lo más fascinante es cómo evita dar respuestas fáciles. La historia no sermonea ni toma partido; en lugar de eso, abre un espacio para la duda. ¿Qué es aquello en lo que creemos: un acto divino, el poder humano de la fe o algo más abstracto? Al final, su verdadero tema no es la religión en sí, sino el impacto transformador de nuestras creencias, capaces de construir o destruir con la misma intensidad.
Es una obra que no se permite el lujo de buscar el entretenimiento fácil, y ahí reside tanto su virtud como su desafío. Una película magnífica, aunque exige paciencia y disposición para conectar con su ritmo y profundidad. No es una experiencia para todos, pero para quienes estén dispuestos a entregarse a su propuesta, es una cumbre del cine capaz de conmover y desafiar de maneras únicas.
La narración se mueve con una austeridad que resulta hipnótica. Los planos son pausados, contenidos y llenos de significado. Aunque el ritmo es calmado y parece invitar a la contemplación, la película no deja de lanzar ideas y plantear cuestiones de forma constante. La puesta en escena refleja el alma de los personajes, despojándose de todo exceso y reduciéndose a lo esencial. Esto no solo refuerza la intensidad emocional de la historia, sino que invita a la reflexión.
Lo más fascinante es cómo evita dar respuestas fáciles. La historia no sermonea ni toma partido; en lugar de eso, abre un espacio para la duda. ¿Qué es aquello en lo que creemos: un acto divino, el poder humano de la fe o algo más abstracto? Al final, su verdadero tema no es la religión en sí, sino el impacto transformador de nuestras creencias, capaces de construir o destruir con la misma intensidad.
Es una obra que no se permite el lujo de buscar el entretenimiento fácil, y ahí reside tanto su virtud como su desafío. Una película magnífica, aunque exige paciencia y disposición para conectar con su ritmo y profundidad. No es una experiencia para todos, pero para quienes estén dispuestos a entregarse a su propuesta, es una cumbre del cine capaz de conmover y desafiar de maneras únicas.
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