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Seychelles Seychelles · Vigo
Críticas de Duque
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
7
13 de junio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recorre el espinazo un extraño escalofrío, un vestigio de tiempos insondables, una era donde el terror se alzaba más allá del cuarto muro construido por una cámara encadenada. La sombra viaja rasgando el rayo de luz, tanteando, a través del proyector. Los rótulos invocan leyendas muertas encerradas en los Cárpatos rumanos. El ‘no muerto’ se alza, animado por la oscuridad que baña la sala. Nosferatu, yendo más allá de su plano de existencia, gana la inmortalidad gracias al trabajo de otro eterno, Murnau.

Los exteriores desolados del film imitan las pinturas del alemán Caspar David Friedrich, que rechazaba los iconos religiosos artificiales para buscar la divinidad en la propia naturaleza, de este modo el espectador siente un desasosiego producido por el poder y el acecho de los poderes ocultos tras los bosques y las montañas. Esta devastación e intranquilidad del alma humana se hacen visibles a través de los paisajes, en los que la naturaleza devora, con hojas y arena, los cimientos construidos por el ser humano, convertido en un ser diminuto e insignificante. De este romanticismo y de las ruinas del arte gótico nace Nosferatu, parte del cine expresionista, y se impone la estética que daría una base a posteriores trabajos sobre el vampiro de Stoker. A partir de este concepto visual Murnau idearía técnicas que aún siguen vigentes en la actualidad: la inversión de colores, el juego de sombras, el stop motion, la cámara rápida y la continuidad de la acción más allá del marco delimitado por la lente de la cámara, por no hablar de los movimientos de la propia cámara, un inquietud que se desatará a lo grande en El último

Los inicios del cine quedan grabados en esta tablilla animada, dando forma al lenguaje visual (luego audiovisual) y estableciendo las normas de un arte que va más allá del celuloide para dar vida a la fantasía y a las criaturas nocturnas que acechan en la sombra. ¿No es acaso el miedo el sentimiento que se marca con más fuerza en la psique humana? Los terrores de Murnau bien pudieron inspirar a las futuras generaciones de cineastas para seguir dando cuerpo a sueños y, sobre todo, pesadillas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Duque
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8
13 de junio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La filosofía de Eisenstein queda patente en uno de sus proyectos más ambiciosos: La celebración de la Revolución de Octubre de 1917. Convertido en uno de los artistas abanderados de la Unión Soviética, Sergei, con la ayuda de su compañero Grigori Alexandrov, dirigió el drama épico sobre ‘Los diez días que estremecieron el mundo’ –en referencia al título de la obra del desaparecido periodista John Reed- para culminar su estilo, inspirado en el movimiento de vanguardia ruso constructivista, que seguirían y llevarían más allá otros autores como Dziga Vertov (El hombre de la cámara, 1929). Como ya había hecho en La huelga (1925) y en El acorazado Potemkin (1925), Eisenstein vuelve a poner el celuloide al servicio del pueblo ruso y de la causa socialista de los bolcheviques trabajando tras la cámara, su fusil revolucionario, e inmerso en la sala de montaje, su arma secreta. Con estas herramientas, de conocimiento obligatorio para todo cineasta, creó un manifiesto visual a partir de fotogramas, planos, secuencias y escenas que en conjunto daban a conocer un concepto abstracto que no es otro que el ideal ruso de la revolución.

Las imágenes inolvidables quedan grabadas en la memoria con la fuerza de golpes secos y dramáticos directos al ojo del espectador. ¿Cómo olvidar la impresionante secuencia del levantamiento del puente, esa obsesión por el detalle llevada al extremo de inclinar la cámara y observar cada segundo del ascenso y luego caída del cuerpo sin vida del majestuoso caballo? Las exigencias del cine silente hacen que Eisenstein explote lo máximo posible el lenguaje del montaje: metáforas, símiles, contraposiciones y parábolas cruzan la pantalla a toda velocidad, marcando el ritmo solemne y acelerado de la marcha del proletariado hacia la soberanía prometida. La propaganda se convierte en arte, como confirmaría Leni Riefenstahl en el documental El Triunfo de la voluntad (1934).
[sigue en spoiler]
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Duque
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6
20 de junio de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apatía en tierras desoladas. La fe en Dios marca el día a día de los campesinos. Cada, uno con una visión diferente de su Dios, predica con las enseñanzas de su párroco. El rebaño sigue al pastor. El pastor dice seguir a Dios. Se vive una disputa interminable entre sectas nacidas a partir de la misma palabra divina. Un iluminado, un loco, dice ser la voz de Cristo. Todos hablan, todos gritan, pero nadie oye, ya nadie escucha.

Estamos en un páramo espiritual, donde la fe se ha retorcido hasta tal punto que todo cristiano es escéptico. Se dice que los milagros que abundaban en tiempos remotos son ahora absurdos e imposibilidades contrarias a las leyes físicas impuestas por el Todopoderoso. Johannes, un iluminado (un loco, jamás un profeta), se pasea por la casa de su padre Morten vaticinando que las desgracias venideras sólo serán enmendadas si creen en Jesucristo. Todos hacen oídos sordos a sus delirios, excepto los niños, las almas más inocentes y puras. Las diferentes ramas del cristianismo se enfrentan entre sí a pesar de compartir raíces comunes: La familia del granjero Morten ve la divinidad en la vida terrenal, mientras que en la casa del sastre Peters encuentran la Gracia de Dios en el más allá. Una unión, el amor entre Anne, hija del sastre, y Anders, hijo del granjero, es completamente imposible, no por mandato divino, sino por el orgullo personal de los dos patriarcas.

Dreyer llama con este cuento, adaptado a partir de la obra de teatro de Kaj Munk, a todo cristiano de bien para que se involucre realmente en su credo, porque sólo así la Gracia de Dios llegará a la Tierra. La doctrina de Cristo y el amor al prójimo, en definitiva, llevados a la práctica pueden acercarnos más al Reino de los Cielos o, en otras palabras, a un mundo mejor. Los milagros son posibles siempre y cuando creamos en ellos. La filosofía que cimienta la historia de Ordet, a pesar de tener una forma muy religiosa, puede interpretarse de tal manera que hasta los no creyentes encuentren un mensaje de esperanza en él, pues cada cual tiene sus dioses, sus ideales. Los personajes del film se muestran apáticos, sin emoción, hasta que la muerte y el milagro, dos uniones a los Cielos, se cruzan en sus vidas para recordarles que las promesas de Cristo están cerca.
Al estar basada en una obra dramática, Ordet presenta un número muy limitado de localidades, gran parte de ellas grabadas en estudios bien iluminados y construidos a partir de tres paredes. La mirada de la cámara pone en movimiento a los personajes, como si de un ojo divino se tratase. La fotografía más lograda siempre está al servicio de los momentos en los que se siente la presencia divina: al igual que en La pasión de Juana de Arco (1928), los primeros planos iluminados con un rayo de luz celestial aportan dramatismo, religiosidad y belleza. Estos planos tan cargados de emoción son más que memorables por contrastar con la sobriedad general que marca gran parte de las escenas.
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Duque
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4
28 de agosto de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
... Resucite dinosaurios. Los críos amenazarán con matar al pez de colores si no reservan la entrada inmediatamente después del fin del trailer.
Así que los mamuts están extintos pero los lagartos antediluvianos aún viven bajo una capa de hielo a finales de la era glacial, ¿eh? Genial.

Sólo resta decir:
¿"El origen de los dinoraurios"? ¡Falacias!
Gran falta de imaginación por parte del equipo de guionistas: en busca del amigo perdido, padres primerizos, unidad familiar, más griteríos en la montaña rusa improvisada y un suspense inútil ("¡No! No tengo ni idea de lo que saldrá de esos enormes huevos tuyos, Sid". Jis, jis...) son elementos muy sobados. Sólo se lucen en momentos puntuales (la batalla aérea). Por eso sólo me quedo con la primera parte.
Una película de animación por ordenador sólo tiene gracia si no te dedicas a repetir los mismos modelos una y otra vez durante tres largos. En serio, es cutrérrimo. Sin embargo la soltura de la animación es fenomenal.
No vale hacer una copia de Jurassic Park III, ya mala de por sí. Se nota a leguas que repiten el tema del "dinosaurio aún más malo".
Lo único que se libra de tirarlo a la pira es el entrañable, violento, psicótico, delirante, mutilado, pesimista y peludo personaje nuevo. ¡Yo quiero una garduña/comadreja/hurón con complejo de John Rambo!

Y menos mal que no me costó un duro verla (guiño, guiño). ¡A mí la SGAE!
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Duque
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7
22 de agosto de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allen ha conseguido que saque su polvoriento VHS del estante por mera curiosidad. Ansias tenía de desmitificar la sobrevalorada obra del tipo. Se me cayó el alma al suelo en el primer minuto de película. El cabrón sí se merece el mérito por esta.
Música maestra y las postales más bonitas de Nueva York como secundarios de la tragicomedia en la que se sumergen los realistas personajes, todos listillos adinerados bastante irreflexivos, cínicos, egoístas y patéticos. La historia me hace suponer cierto desprecio de Allen hacia la clase alta -cito textualmente- "pseudointelectualoide" con la que seguramente suele codearse en fiestas privadas. Tristemente es un retrato de la realidad de todo aquel que alguna vez se haya emborrachado de más con el cubata del amor informal. Logra, con buena nota, que nos identifiquemos con estos precursores de gafapastas sexualmente hiperactivos.
Entre chistes fáciles de psicoanalistas, drogas legales, divorcios múltiples, sexo, cáncer, judaísmo, neurosis, literatura, la caja tonta, cineastas, músicos y demás sarcasmos audaces me sentí muy cómodo admirando las luces y sombras de los habitantes de la Gran Manzana a través de los exquisitos planos estáticos, casi teatrales, sostenidos por el trípode inamovible. No es una genialidad de guión (más bien es una excusa en forma de culebrón flojo para vendernos una serie de estampas de la ciudad), pero sí ingeniosa, elegante, sutil y sincera.

Preciosa, simple y corta. La volvería a ver cien veces más sólo por las siluetas a contraluz del planetario y el omnipresente perfil de neón de Manhattan.
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Duque
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