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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de diciembre de 2024
18 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según la RAE, un “remake” es una adaptación o nueva versión de una obra. Por ende, se entiende “remake” como la reimaginación o actualización de una creación pretérita, adaptada a los nuevos tiempos bajo la visión personal y única de su autor. En más de 100 años de historia del cine han existido gran cantidad de “remakes”. Muchos cayeron en el olvido, sepultados por el recuerdo de aquellas cintas cuyo éxito e influencia buscaban emular. Sólo unos pocos escaparon de la sombra, logrando reivindicar la idiosincrasia del medio cinematográfico como un arte flexible al paso del tiempo y al contexto histórico de cada era. No obstante, en la actualidad, la industria ha perdido su brújula creativa, y los que otrora fueron considerados autores se han convertido en chupopteros bajo las órdenes de la Disney de turno, reviviendo la nostalgia cadavérica de los clásicos de antaño. Nos han saturado con películas zombie, entregas numeradas de grandes sagas, refritos, “recuelas”, precuelas y toda esa vaina. Personalmente estoy harto de ver el nuevo live-action de Blancanieves (ahora “woke”), la cuarta parte del amigo y vecino Tom Holland (ahora sin amigos), u otras como la 4ª de Expediente Warren, la 3ª de Avatar (que nos hará flipar con la recreación en 4D del fuego), Saw 11 (¿¡11!?) ó Fast & Furious 25, 40, 50 (yo que sé, tiene más partes que temporadas tiene La que se avecina). Y la razón de que el calendario para el próximo año se haya convertido en un auténtico páramo os la sabéis tan bien como yo. A la gente le gusta comer mierda, y así seguiremos hasta que despertemos de nuestra propia ignorancia.

¿Pero qué carajos tienen que ver estos desvaríos con la nueva película de Robert Eggers?, os preguntaréis. Pues mucho, y al mismo tiempo, nada. Nosferatu es el segundo remake realizado por un director del mito de Drácula, originalmente llevado a la pantalla grande de manera apócrifa pero genuina por F.W. Murnau en los albores del expresionismo alemán. No hablaré aquí de la versión teatralizada de Bela Lugosi, ni tampoco de la saga vampírica de la Hammer. El conde “Orlok” sigue siendo la mejor representación cinematográfica de la leyenda literaria de Bram Stoker. Y punto. Sobre el papel que unge a Nosferatu en este brote psicótico y narcotizado de remakes es el del guía, un caso ejemplarizante cuyo título de excepción no hace más que confirmar la regla. Y es que he de decir que me encuentro más que satisfecho con el resultado. Todo mi ser está feliz y colmado de gracia por el virtuosismo, la finura y la inteligencia de Eggers a la hora de transmutar la imaginación y convertirla en una vorágine de imágenes aplastantes, pero aún así bellas, profundas y resonantes. Su reimaginación de Nosferatu es la de un cuento de terror gótico que reluce como leyenda macabra, siniestra y romántica, psicológica y demoníaca, telúrica y sobrenatural.

En alguna entrevista concedida durante la promoción de su cuarto largometraje, el director confirmaba su deseo, prolongado durante 10 largos años, de llevar al cine esta historia. Durante dicho lapso temporal Eggers ha tenido la oportunidad de curtirse, de experimentar los pormenores de una producción (tanto indie, en su etapa con A24, como multimillonaria, “a las órdenes” de Universal), así como de entender la dificultades por las que atraviesa todo creador para lograr que su idea permanezca incólume al resto de elementos que dan vida a cualquier guión. Así pues, su experimentada trayectoria reluce en la forma y en el fondo de una cinta que se nutre de la autenticidad histórica que imprime Eggers a todas sus obras, logrando una alquimia entre el folklore mitológico y el drama de época que provocan en mí un hechizo hipnótico, mágico e indescriptible. Es innegable que existe un legendarium “eggersiano”, un universo propio que se cimenta en el pasado para hablarnos del miedo a lo oculto y lo profano como antítesis de la fe y la creencia cristiana del bien. En Nosferatu se equilibran todos éstos ejes: la devoción de Anna Hardin y su marido Friedrich (interpretados por Emma Corrin y Aaron Taylor-Johnson respectivamente), el pragmatismo científico del Dr. Wilhelm Sievers (nuevamente Ralph Ineson), el discurso pseudocientífico del profesor Albin Eberhart vom Franz (maravilloso Willem Dafoe), y por supuesto el tradicionalismo tribal de los gitanos rumanos en los helados Cárpatos. Sobre el desempeño dramático de algunos de estos personajes hablaré en la zona de spoilers, pero quiero constatar aquí la forma en la que son introducidos en el relato para contrapuntear la trama central del Conde Orlok (irreconocible Bill Skarsgård) y la inocente pero maldita Ellen Hutter (Lily-Rose Depp). La actriz hace aquí un papel de esos que dividen al público, muy en la línea del que hiciera Isabelle Adjani en la denostada Possession, cinta con la que Nosferatu guarda más de una semejanza. Es precisamente en la relación del conde con la joven protagonista, así como en la inclusión del ocultismo o la predominancia de las lenguas eslavas —como la romaní—, donde Robert Eggers se aleja de Herzog y de Murnau. Su reinterpretación del mito está revestida con la savia de los nuevos tiempos, empero, se siente clásica en su puesta en escena, su banda sonora y su impecable fotografía. El trabajo de Jardin Blaschke es de esos que se te caen los huevos al suelo. El uso fuertemente contrastado de la luz dimensiona la narración y ambienta la historia como un presencia inefable y fantasmagórica, haciendo que la muerte conviva con la vida en una danza siniestra y truculenta. La BSO acompaña con melodías melancólicas y fatalistas, dejándonos algunos momentos que se incrustan en el cerebro y permanecen ahí durante horas.

Por falta de espacio, el resto de la crítica continúa en la zona spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Quiero aprovechar este espacio para dejar claro que no todo en la película es sobresaliente. Si bien la interpretación de Lily-Rose Depp o la caracterización de Bill Skarsgård resultan escalofriantes y terroríficas, como cinta de género no escapa de un uso reiterado del condenado jumpscare, el dichoso golpe de efecto sonoro cuyo único propósito en la historia es provocar el susto forzado en el espectador. Si bien no llega al nivel de James Wan en sagas como Insidious o Expediente Warren, me resulta demasiado cargante y redundante. Asimismo, y esto sí me parece algo más severo, es el ritmo asincrónico e irregular de la historia. No es que éste tenga un problema estructural (es literalmente la misma cadena de sucesos que tenía la película de 1922), sino que mientras la contemplaba tenía la sensación persistente de que cada escena se construía como un clímax visual in crescendo, sin escalas ni zonas valle que permitan organizar los pensamientos sobre lo acontecido con anterioridad. No obstante, más allá de lo comentado y de alguna pequeña cosa más, el conjunto es notable, admirable y asombroso. Es una película de terror magnífica que posee un enorme respeto por sus personajes, que está escrita con inteligencia y un profuso proceso de investigación, logrando salir indemne de la comparación con el legado de Murnau y su Nosferatu.

Sobre el desarrollo de los personajes — ¡¡aviso de spoilers a partir de aquí!!—, destacar el conflicto emocional y psicológico que permea la dinámica entre Ellen Hutter y el decrépito Conde Orlok. La motivación de ella, como angustia existencial y melancolía vital, son la razón del despertar del vampiro, quien acude a su llamada como la misma parca. La sublimación de esta trama explota como un acto de redención de la vida sobre la muerte a través de un gesto de amor honesto. En esencia es lo mismo que sucedía en el film de Murnau, pero aquí no hay desvanecimiento, el vampiro, víctima de un maldición se revela a la luz del sol como una criatura decrépita, un no muerto condenado a vivir en la oscuridad, prisionero de la misma vida. El último plano es cuanto menos revelador e impactante (a decir verdad, el final en su totalidad — montaje, dirección, fotografía, etc — es acojonante). Por otro lado, el personaje de Thomas Hutter, con más peso aquí que en adaptaciones anteriores, se presenta bajo el rol de anclaje para los delirios de Ellen, y simultáneamente, refuerza la idea controladora del relato, que no es otra que la lucha de la luz (amor) contra la oscuridad (soledad) — fin de los spoilers —. Si bien desconozco la recepción que tendrá mi review, llegados a este punto me gustaría dejar constancia de un pensamiento interior que lleva tiempo rumiándome. Estoy atónito por cómo son recibidas las cintas de Eggers en esta red social. Claro que cada uno tiene su opinión, yo lo respeto, pero es flipante que la media de sus primeras 3 pelis sea 6,4. Es casi insultante hasta qué punto se ha abotargado la capacidad crítica de muchas personas, para las cuales Endgame es un 7,3 y El Faro 6,6. Reitero lo que dije en mi crítica de The Northman: yo no me bajo del barco de Robert Eggers, y aquí seguiré hasta que el capitán pierda de vista su horizonte.

Nota final: 7,9/10
22 de diciembre de 2019
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado casi 3 años desde que se anunciara la producción de una serie de televisión sobre el universo literario de Andrew Sapkowski. Una aventura repleta de grandes historias, con ensoñadores relatos llenos de magia y hechicería, que se pliegan frente a una estadía política de confrontación y desolación ideológica. Entre todo ello se encuentra un brujo, su nombre es por todos conocido: Geralt de Rivia, el Lobo Blanco, el Carnicero de Blaviken. De rostro adusto y carácter temperamental, siempre se halla dispuesto para matar. Es ante todo un mutante, un repudiado social que no conoce de bandos, guiado únicamente por un rígido código moral y una vida de itinerancia incomprendida y solitaria. A su vera dos espadas, una para los humanos, la de acero, otra para los monstruos, la de plata, y a sus hombros la carga de una promesa pretérita, un destino que decidirá el futuro del mundo y del Continente. Con esta premisa, inumerables veces comparada con la de Juego de Tronos (mal, porque nada tiene que ver), postulaba Netflix su ambiciosa obra, una que contaría entre sus filas con el escritor que dio vida a la cosmología ficticia de su universo. Nada podría salir mal, pero...

Antes de nada, no se me echen a la yugular señores, no busco ofender a nadie, tan sólo pongo mi humilde opinión al servicio del pueblo, esperando ansioso a que alguien se sirva de ella y encuentre la satisfacción que busca. Pero dejémonos de remilgos, ¿que tal está The Witcher? Pues mirad, existen dos series, la primera (de los capítulos 1-4) nos hablan desde la perspectiva general de un mundo desolado y éticamente moribundo, centrando su mirada en unos personajes que evolucionan desde los abnegados sentimientos de la culpa y la desgracia social. Henry Cavill resulta ser una verdadera sopresa, un Geraldo de Rivia a la altura de las circunsatacias, desacreditando así a todos aquellos que lo etiquetaba como el hombre de acero con peluca y sin barba. La ambientación es cojunuda, y mas aún la banda sonora, una versión orquestal con reminiscencias al folclore polaco y escandinavo, bastante similar a la del juego por cierto. La conexión entre personsjes es en todo momento acertada, muy bien hilada por ambas partes, y que en ningún momento se muestra pretenciosa o pastelosa. Pero...

Luego esta la otra parte, esa que muchos intentarán ocultar, pero de la cual es necesario hablar. La historia de Ciri, "la leoncilla de Cintra", es la piedra angular de la trama, el nexo que en teoria debería unificar todas las demás. Después esta la travesía de Geralt, que como seguramente hallaís descifrado aquellos que con tanta destreza desmenuzais la serie, se nos narra desde una perspectiva pasada, 10-12 años antes de la huida de Cirilla, para ser exactos. Esta metodología, si bien se adscribe a los canones literarios establecidos en la obra de su autor, en pantalla redundan en una mescolanza de sinsentidos narrativos que provocan desconcierto y una terrible falta de comprensión (principalmente para los no lectores). Con ello llegan los problemas, preguntas sin respuesta (más en la zona spoilers), personajes que sobrevuelan la pantalla como la luz en una neblina nocturna, e historias que requieren de un contexto, pero que en vez de eso terminan resolviendo sus conflictos de forma discontinua y anticlimática. Antes de entrar en detalles más explícitos me veo en la necesidad de hablar del doblaje. Si, me la he visto doblada, y bueno las voces no están mal, el casting elegido para dicho fin podía haber sido mejor, pero en ningún momento desentonan o desacreditan las distintas y variadas personalidades a las que dan vida. En contra, he de decir que de nuevo Netflix vuelve a optar (igual que hicieran con Evangelion) por trasladar el lenguaje ligeramente vulgar pero súbitamente propio de las novelas al argot popular de la actualidad: palabras como look, sexy, spa, y liarse no se decían entonces, y su uso ex profeso produce desincronía y falta de hilaridad histórica, una aprensión vergonzosamente deslucida.

NOTA IMPORTANTE tras ver la 2DA TEMPORADA:

-Los que seáis amantes de los libros: HUID. Alejaós de esta infame adaptación. No merece vuestro tiempo ni vuestra paciencia. Me lo agradeceréis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Existen infinidad de momentos sin sentido, escenas insustancialente escritas y pobremente actuadas, o mas bien sobreactuadas. He aquí una PEQUEÑA lista de incongruencia, agujeros de guión, fumadas de alguien que no se ha leído los libros... Llamadlo como quierais

-El personaje de Fringilla está gloridicado en exceso. Goza de un protagonismo que en ningún momento se justifica. La ponen como la villana, pero por que?¿Porque se adhiere a los ideales nilfgaardiano en contra de su maestra? Una personalidad superficial y sin sentido. Veremos a ver como acaba.

-La escena de la batalla de Sodden es innecesaria y vilmente forzada. ¿Porque quieres, mi querida The Witcher, ser Juego de Tronos con un presupuesto tres veces menor y en tu primera temporada?. En GOT la primera gran batalla no salió hasta el 2x09.

-¿Quién diablos era el sujeto extraño que asesina al bebé y persigue a Yennifer? Porque la persigue? Y realmente la persigue a ella?

-¿Porque al principio se nos da a entender que Ciri no conoce a Geralt pero luego al final si que lo reconoce nada más verle? ¿Es que ha soñado con el? ¿En los libros ya se conocían de antes?

-¿Porque demonios las driadas de Brokilon, además de ser abanderadas de un empoderamiento femenino mal llevado, permiten el paso sin restricciones a la peña, y más aún, a un viejo que se supone debería estar muerto?

-¿Como es biológica y anatomicamente posible que Fringilla pueda, desde el putrefacto cadáver de la reina Calanthe, cortarla a esta un trozo de carne, dárselo de comer a un pavo que estaba ahí sólo para tragarselo, y en una digestión de menos de un minuto abrirle las tripas, y... voila!!! Descubrir que Ciri esta en Brokilon??? Que coño!!!! Y no me puedes decir que la sangre de Ciri corre por las venas de Clanthe de igual forma a como lo hacía con Pavetta, ya que durante el banquete en honor a esta última queda bien claro que el poder sólo lo tiene Pavetta, Calanthe es tan solo una mujer que se niega a prosternarse frente al yugo de cualquier hombre que ose desafiarla. Que personaje más forzado.

-¿Porque durante el Consejo de hechiceros en Aretuza dejan que Fringilla este presente aún sabiendo que es del bando enemigo?

-¿Porque demonios unos brujos/as ultra poderosos, que saben abrir portales, deciden ir hasta la cima del monte de Sodden en... canoas? ¿Pero que? Y luego se preocupan por la emboscada, maldita seas eres un brujo, aprovechalo no?

No soy ningún hater, ni pretendo ser desaprensivo e irracional hacia la obra. De hecho me encandila el universo ideado por Sapkowski, me maravillan sus historias, la dualidad que envuelve al hado de sus leyendas, las guerras entre reinos... Pero Netflix ha basado su idea de adaptación al significado ad hoc de la palabra, buscando contentar ha todos y fallando estrepitosamente. En busca de una explicación comprensible, sus personalidades van y vienen sin una premisa clara, en una difusa narrativa que por momentos tambalea sus tramas en una carrera a destiempo. Mi recomendación: para aquellos que aún no se han adentrado en la inmensidad ficticia y literal de los libros pueden elegir, si como yo la procrastinación y la falta de tiempo resultan un impedimento realista, leerse el libro El mundo de The Witcher (Compendio del Videojuego) de Norma Editorial, el cual plantea un somero y acertado acercamiento a la obra del escritor polaco. O si no, una lectura de los libros acorde a la serie no podria ir mal, aunque yo siempre seré de los pocos que piensan que ir a sabiendas de todo no termina nada bien.

Nota final: 5,8/10
12 de julio de 2021
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seamos sinceros gente, no hay mucho donde rascar. La cinta es una nueva remesa de la factoría cinematográfica Marvel, cuya identidad no pasa del simple espectáculo palomitero. Y eso es en apariencia Viuda Negra, espectáculo y nada más, un constante e infatigable muestrario de escenas de acción bombásticas y coreografías estúpidas que, y para colmo de males, en esta ocasión dejan mucho que desear (aunque créanme si les digo que este no es el verdadero lastre de la cinta). Por todo ello creo que las expectativas deben mantenerse bajo mínimos. Aquí se viene a lo que se viene. Al menos eso es lo que yo pensaba al principio, cuando, y tras 40 minutos de metraje, la película parecía recorrer esos registros tonales y estéticos propios del epónimo personaje principal, presentado ya hace más de 10 años. Sin embargo, una vez concluido el primer acto, los siguientes dos son fuego de artificio, diálogos expositivos y conversaciones vacías, un montaje métrico horroroso (odio cuando la narrativa está al servicio de la música y la acción, ¡debería ser al revés!), aglomeración excesiva de clichés y monólogos algo ñoños y sin subtexto sobre la familia y el sentido de la identidad, un popurrí de tramas y subtramas mal desarrolladas, antagonistas áridos, baldíos y de nulo protagonismo, así como una recurrente falta de cohesión interna que oscila entre la comedia y el drama.

Pero aún con todo, sigo pensando que el mayor error de la película no es algo que podamos escarbar hurgando en sus entrañas. Su constitución como producto audiovisual en términos de composición y fotografía son mediocres e industrialmente modelados. Eso es así y punto. No, el verdadero error es que llega tarde. Llega tarde porque Viuda Negra ya tuvo su clímax, ya tuvo su momento de despedida que, por otra parte, es en sí más vergonzoso de lo que está película será jamás. Siendo Black Widow el adiós definitivo (eso espero) de Scarlet Johansson a este personaje, su desenlace resulta harto anticlimático. Hemos llegado a ese punto muerto. Cuando las dos horas y pico de película concluyen, la escena postcréditos parece decirme que todo lo que he visto es simple y llanamente un puente hacia algo más grande. Una bisagra hacia la próxima Endgame/Infinity War, o si se quiere, una historia que ves pasar hasta que llega la siguiente, y la siguiente y así ad infinitum. Y es que esto es Black Widow, un paisaje efímero, un pasatiempo al que ni siquiera la propia Marvel ha tenido el decoro de darle la trascendencia y emoción, la resolución dramática que un personaje como este merecía. El poso que queda es otro ejercicio de marketing donde la escala de lo cualitativo y lo cuantitativo rompe el saco de la mediocridad artística, donde remar a favor de la fórmula supone el riesgo mínimo y las carteras llenas. La ley del mínimo esfuerzo señores.

Por lo pronto, parece que el único lugar donde la esperanza halla cobijo es en la caja tonta, en esas series de corta duración (Wandavision, Loki) que sin hacer mucho ruido están abriendo paso a historias con mayor sustancia y enjundia. Tengamos fe en ello. Porque en los cines lo que es en los cines... poco cine veo yo.
12 de junio de 2019
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos deseaban ver algo como Chernobyl, pero nadie creía que hoy en día eso fuera posible. En esta sociedad en donde la mercadotecnia y el engrosé multimillonario financia producto acartonados y continuistas, ¿quien pensaba que una miniserie de apenas 5 episodios podría transgredir todas esas políticas que delimitan el realismo y la cruda realidad en pos de lo políticamente correcto?

HBO lleva ofreciendo calidad desde 1997. Considero que la buena calidad es aquello que desvirtúa los estigmas modernos y profundiza en un mensaje humano y pesimista sin ningún resquicio de redención. En Chernobyl todo es LO QUE PARECE, porque todo lo que parece ES. El realismo y la veracidad de su idea cala en la sociedad cuando todo lo demás resulta indigestivo. Podría explayarme hablando sobre su magnífica ambientación, su pulcra fotografía o su excelente guíon, pero es importante entender que es la concomitancia de todas sus partes lo que la hace brillar por encima del resto. Es la forma del mensaje lo que encandila. Cuando David Simon creó The Wire no pensó en si esta resistiría la acogida del público o si resultaría entretenida para la mole popular. Cuando sientes la necesidad de expresar un sentimiento, lo demás queda en un segundo plano, y entonces surge la magia. Chernobyl es tan buena porque es distinta, es real, es injusta. Chernobyl no es la mejor serie de la historia, pues no es eso lo que pretende, la misión por la que fue creada se ha cumplido, nuestra búsqueda de la verdad choca de frente contra un enorme muro de mentiras cuyos intersticios dejan entrever una historia sepultada por el tiempo y el engaño.
8 de junio de 2021 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy enamorado. Enamorado de una mujer que no conozco, pero que sin embargo frecuenta mis más suaves sueños. Una mujer cuyo rostro y figura parecen desprenderse del tiempo y el espacio, sostenida únicamente por los marcos de un simple cuadro, anclado a la pared de una habitación cualquiera. Desde allí, admirado y conmovido (igual que nuestro protagonista) busco las infinitas formas de poseerla, de volver a enamorarme una última vez, como si fuera la primera. Quizás ahora, en esta vida. El director Otto Preminger, sabedor de la innata belleza de su actriz principal, Gene Tierney, la filmó igual que se pinta a una musa, diosa y objeto de deseo de todo gen masculino (sobre Laura no hay blanco o negro, pues su pureza es angelical, no deja lugar a dudas). Pero claro, ésta romántica visión tiene trampa. Es el engaño perfecto, aunque también el más cruel. Igual que la femme fatale del cine negro, la tragedia y la muerte perfuma su aura mística hasta el más recóndito de sus poros. Buscamos acercarmos más, pero cuanto menor es la distancia física mayor es el peligro que corremos (pero, ¿porqué nos sigue atrayendo?). En definitiva, es, tal y como nos insinúa su comienzo, una fantasía, que está ahí, existe en tanto la observamos, pero cuya verdad nos es esquiva, clava su aguijón en lo mas íntimo de nuestro sentir.

Esta serie de brillantes contradicciones, entre el querer-tener y no poder poseer, entre el amor y la tragedia, hacen de Laura uno de los relatos mas románticos jamás filmados por un artista, cuya fuerza expresiva, unido a sus bucólicas melodías y un montaje sumamente lírico, toma el impulso narrativo de un vívido torbellino de emociones. Al final del segundo acto estamos a su merced. El suspense y las maniobras del guion han sustituido nuestra anodina vida ("el cine es una metáfora de la vida", dice McKee en el Guion) por la magia de lo imposible. Nuestra mente está literalmente sumida en el devenir de los acontecimientos, y solamente cuando estos finalizan nos aborda el éxtasis, y poco después la añoranza por el objeto amado. En nuestra mente brota un único pensamiento: volver, perdernos una vez más, y otra, y otra. Igual que si el tiempo se rompiera en mil pedazos. Entonces, cuando el último fotograma alcanza su clímax, lo único que importa es resucitar su imagen, revivir aquella experiencia (cinematográfica y emocional) que nos tocó tan hondo, repoblar sus memorias para hacerla real, tangible, aún a sabiendas de que en ningún sitio podrá ser tan bella como lo fue en la pantalla grande, ese cuadro que es la lente de una cámara, donde las estrellas nunca mueren. Ahora sólo anhelo revivirla, hacerla mía. Una última primera vez. A ella.

A LAURA. 

"Goodbye, Laura. Goodbye, my love".
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spoiler:
Una de las grandezas del film deviene de sus cualidades para abordar múltiples géneros sin degenerar ni malograrse por el camino. Su identidad no queda dañada. Laura es y será siempre Laura. Igual que la bella protagonista, Preminger hace que su película sea el resultado de un hechizo lanzado hacia el espectador en el maravilloso ejercicio de ver y oír. La iluminación sale de la nada para resaltar una cruz sobre el pecho de la sirvienta, o para desnudar los malévolos planes del inolvidable Waldo antes de morir, así como para cegar a la joven a fin de que ésta, aturdida, caiga rendida al heroísmo del enamorado teniente McPherson. Los instrumentos musicales escogidos también realzan el aura fatalista del relato (suaves melodías de piano se aúnan con graves tonos que generan duda, y que parecen advertir: "la tentación está ligada a la tragedia"). La estructura y el diseño por su parte están delineados a la medida de un film "hitchcockiano" (de hecho no son pocas las semejanzas temáticas con su obra maestra, "Vértigo") enarbolando el suspense como bandera y el tono ambiguo de sus formas como carta de presentación a un universo de estética noir. Sin embargo, si algo destaco de Laura es la forma en que está narrada, las variadas voces que utiliza su director para contarnos unos hechos que forman parte ya de nuestra vida. Y es que la historia va y viene, saltando del presente al pasado mediante los recuerdos de aquellos que "conocían" a Laura. Así, gracias a esta fragmentación temporal en la narración, Preminger convierte su obra en un fugaz recuerdo que adopta multitud de estados. Laura está muerta, pero en realidad no lo está. Parece ser que era una santa, la belleza reencarnada, sin embargo cerca del tercer acto se insinúa que urdió el asesinato junto a su prometido, y por tanto es declarada culpable. Finalmente parece ser que no, que Laura es inocente. Empero, en una reveladora declaración admite que sí, que en el fondo de su ser siente la culpabilidad del criminal. La pregunta de quién es Laura sobrevuela constantemente la película, aunque jamás obtenemos respuesta alguna. Así pues, en el limbo de su metraje la película y la protagonista resultan ser un enigma, una extrañeza que nos invita a seguir explorando, a buscar en las profundas simas de sus diálogos y escenas, mientras la aguda belleza de su trágico romanticismo nos enreda, ahogándonos hasta dejarnos sin aliento. Una obra maestra total.
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