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6,7
22.545
9
17 de marzo de 2020
17 de marzo de 2020
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Ron Kovic nació el 4 de julio de 1946, día en que se conmemora la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Como si fuera cosa del destino, Ron creció con un sentido de patriotismo muy fuerte, influenciado principalmente por su madre, una ferviente cristiana. Participa de la guerra de Vietnam como voluntario, cumpliendo su sueño de servir a su país, pero una vez allí, se da cuenta de las atrocidades del conflicto. Allí van a ocurrir tres hechos que cambiarán su vida para siempre: primero, su pelotón ataca a una vivienda vietnamita donde solo se encuentran civiles, matando a varios inocentes, incluso niños; luego, durante un enfrentamiento confuso, dispara y mata por error a un soldado de su propio pelotón; y por último, en otro combate, resulta herido por dos disparos que lo dejan parapléjico.
A partir de la autobiografía escrita por el propio Kovic, Oliver Stone dirige esta cruda película, una de las mejores de su filmografía sin duda alguna. Stone también nació en 1946 y también participó de la Guerra de Vietnam, por eso es una voz más que autorizada para contar esta historia. Es la segunda película en la que el director trata este conflicto bélico -la trilogía se completa con Platoon (1986) y Heaven & Earth (1993)- y también podemos ver la visión crítica de Stone ante una guerra que para muchos fue un infierno sin sentido.
La película comienza con el sol brillando entre los árboles y el relato en off de Kovic, quien recuerda su infancia donde jugaban con sus vecinos a ser soldados de guerra, y soñando que algún día serían “hombres”. De niño, Ron observa fascinado el desfile de 4 de julio y a los veteranos de guerra que desfilan; además, se puede notar su condición de atleta. Stone contextualiza las escenas mediante hechos históricos, por ejemplo, cuando asume John F. Kennedy. La familia Kovic está reunida mirando el discurso del nuevo presidente, donde exclama: “Compatriotas, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, sino qué pueden hacer ustedes por su país”. Ron, con catorce años, se encuentra inmerso en eso, en cumplir con su país. En esa misma escena su madre, orgullosa, le confiesa que tuvo un sueño en el que él le hablaba a una multitud diciendo “grandes cosas”, al igual que Kennedy. Esta frase será fundamental hacia el final de la película, pero en una situación que su madre jamás hubiese imaginado.
A partir de la autobiografía escrita por el propio Kovic, Oliver Stone dirige esta cruda película, una de las mejores de su filmografía sin duda alguna. Stone también nació en 1946 y también participó de la Guerra de Vietnam, por eso es una voz más que autorizada para contar esta historia. Es la segunda película en la que el director trata este conflicto bélico -la trilogía se completa con Platoon (1986) y Heaven & Earth (1993)- y también podemos ver la visión crítica de Stone ante una guerra que para muchos fue un infierno sin sentido.
La película comienza con el sol brillando entre los árboles y el relato en off de Kovic, quien recuerda su infancia donde jugaban con sus vecinos a ser soldados de guerra, y soñando que algún día serían “hombres”. De niño, Ron observa fascinado el desfile de 4 de julio y a los veteranos de guerra que desfilan; además, se puede notar su condición de atleta. Stone contextualiza las escenas mediante hechos históricos, por ejemplo, cuando asume John F. Kennedy. La familia Kovic está reunida mirando el discurso del nuevo presidente, donde exclama: “Compatriotas, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, sino qué pueden hacer ustedes por su país”. Ron, con catorce años, se encuentra inmerso en eso, en cumplir con su país. En esa misma escena su madre, orgullosa, le confiesa que tuvo un sueño en el que él le hablaba a una multitud diciendo “grandes cosas”, al igual que Kennedy. Esta frase será fundamental hacia el final de la película, pero en una situación que su madre jamás hubiese imaginado.
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spoiler:
Durante el primer acto vemos el crecimiento del protagonista, y podemos llegar a entender su decisión de servir como voluntario para el ejército. Pero luego que él desembarca en Vietnam, todo cambia. Los horrores de la guerra son narrados perfectamente por Stone, el manejo de los silencios y de la cámara lenta es perfecto en esas escenas -y en todo el largometraje en general-, y también los movimientos de cámara, que nos hacen empatizar constantemente con el protagonista, utilizando varias veces planos subjetivos para que nos sintamos como él. Todo lo que Ron había soñado desde niño se ve desplomado ante la cruda realidad que viven las víctimas del conflicto bélico. La luz blanca del sol radiante que aparece al comienzo de la película, cuando él juega con sus vecinos a ser soldados, se contrapone con la luz naranja que provoca que le dispare a su propio compañero, sin poder distinguirlo bien. La guerra ya no es un juego, y Ron se da cuenta de eso. El llanto del bebé que dejan abandonado en una vivienda luego de haber matado a toda una familia lo atormentará el resto de su vida, al igual que los ruidos de helicópteros y los estruendos de las bombas.
De vuelta en su hogar, parapléjico, él solo quiere “volver a ser hombre”, como había deseado desde niño. Pero nada será igual, y no logra encontrarle un sentido a su vida. Luego de un viaje a México, en donde se encuentra con otros veteranos de guerra, regresa a su país con otra visión, con una ideología completamente distinta a la que creció, vuelve para convertirse en uno de los principales activistas antiguerra. Los desfiles que él admiraba ver el día de su cumpleaños ahora fueron reemplazados por marchas de protesta exigiendo el fin de la guerra, junto a otros veteranos que volvieron de Vietnam. Entre una multitud de activistas que marchan se encuentra Ron en su silla de ruedas, portando la bandera de los Estados Unidos dada vuelta -en forma de protesta-, algo de lo que tantas veces él se había quejado. “Si no amas a América, lárgate”, esa frase fue repetida varias veces por el mismo Ron, y ahora comprende que no necesariamente por estar en contra de la guerra no ames a tu país, sino que se está en contra de una guerra que no tiene sentido.
La película cuestiona los valores patrióticos de los Estados Unidos. Stone nos revela por un lado la hipocresía del nacionalismo enfermizo que posee gran parte de la población estadounidense, y por otro nos muestra la otra cara del país, la de las banderas quemadas, la de la represión a las protestas por el fin de la guerra, y la de los soldados que vuelven sin brazos o sin piernas a su casa, con problemas psiquiátricos y psicológicos de por medio. Al final, Ron termina cumpliendo el sueño de su madre, hablándole a una multitud diciendo “grandes cosas”, en marco de la Convención Nacional Demócrata de 1976, ya con la Guerra de Vietnam terminada. Las luces que lo abruman camino al escenario donde dará el discurso son blancas -flashes de cámaras que le toman fotos-, al igual que en su niñez cuando jugaba en el bosque con sus vecinos, ahora parece haber encontrado su rumbo, como un importante activista.
De vuelta en su hogar, parapléjico, él solo quiere “volver a ser hombre”, como había deseado desde niño. Pero nada será igual, y no logra encontrarle un sentido a su vida. Luego de un viaje a México, en donde se encuentra con otros veteranos de guerra, regresa a su país con otra visión, con una ideología completamente distinta a la que creció, vuelve para convertirse en uno de los principales activistas antiguerra. Los desfiles que él admiraba ver el día de su cumpleaños ahora fueron reemplazados por marchas de protesta exigiendo el fin de la guerra, junto a otros veteranos que volvieron de Vietnam. Entre una multitud de activistas que marchan se encuentra Ron en su silla de ruedas, portando la bandera de los Estados Unidos dada vuelta -en forma de protesta-, algo de lo que tantas veces él se había quejado. “Si no amas a América, lárgate”, esa frase fue repetida varias veces por el mismo Ron, y ahora comprende que no necesariamente por estar en contra de la guerra no ames a tu país, sino que se está en contra de una guerra que no tiene sentido.
La película cuestiona los valores patrióticos de los Estados Unidos. Stone nos revela por un lado la hipocresía del nacionalismo enfermizo que posee gran parte de la población estadounidense, y por otro nos muestra la otra cara del país, la de las banderas quemadas, la de la represión a las protestas por el fin de la guerra, y la de los soldados que vuelven sin brazos o sin piernas a su casa, con problemas psiquiátricos y psicológicos de por medio. Al final, Ron termina cumpliendo el sueño de su madre, hablándole a una multitud diciendo “grandes cosas”, en marco de la Convención Nacional Demócrata de 1976, ya con la Guerra de Vietnam terminada. Las luces que lo abruman camino al escenario donde dará el discurso son blancas -flashes de cámaras que le toman fotos-, al igual que en su niñez cuando jugaba en el bosque con sus vecinos, ahora parece haber encontrado su rumbo, como un importante activista.
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