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5,9
14.014
3
16 de mayo de 2017
16 de mayo de 2017
35 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film reta a todo el cine fantástico que busque anhelar un arranque "realista" o una mirada irónica de esta vida posmoderna.
En el guión (es decir, en el papel) la historia habrá parecido original y divertida, pero en la pantalla grande... Padece de indudables dosis de ridiculez y de una falta de sentido que ya va más allá de la cotidiana tomadura de pelo de la que lamentablemente ya estamos acostumbrados...
En el guión (es decir, en el papel) la historia habrá parecido original y divertida, pero en la pantalla grande... Padece de indudables dosis de ridiculez y de una falta de sentido que ya va más allá de la cotidiana tomadura de pelo de la que lamentablemente ya estamos acostumbrados...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Reitero que las dosis de ridiculez de esta película se agrava por la "explicación" metereológica que sufren los personajes en su niñez... La historia hubiese sido más "creíble" al obviar esa secuencia.
Me sorprende que Hathaway se preste a este tipo de guiones. A lo mejor es una forma de reflejar ese sinsentido de la alcohólica desempleada que busca redimirse trabajando... en un bar.
Me sorprende que Hathaway se preste a este tipo de guiones. A lo mejor es una forma de reflejar ese sinsentido de la alcohólica desempleada que busca redimirse trabajando... en un bar.

7,0
48.423
5
13 de octubre de 2017
13 de octubre de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me animé a ir a la sala de cine el último fin de semana, sabiendo que el director de esta nueva secuela (acostumbrado ya a la lluvia y el furor de producir secuelas que últimamente saturan la cartelera global) era uno con una proyección interesante y algo prometedora (los tramos finales de “Arrival” me siguen sin convencer) y que Scott había tomado la decisión afortunada de no destruir su no poco legado cinematográfico (como hizo con “Alien Covenant”, una de las muchas terribles decepciones de este 2017).
Podremos discutir acerca de las libres y “arbitrarias” variaciones de las versiones de la Blade Runner ochentera. Quizá lo rescatable fue la aparición gloriosa del unicornio onírico en el Director’s Cut de 2007. ¿Qué tenemos aquí? Pues un sucedáneo... un torpe empleo alegórico de todas las figuras que desfilan en la obra maestra de 1982... Y lo peor de todo es su cacareada intención de ir “más allá”, de explorar terra incognita, nuevos personajes, etc. etc...
Desde la primera toma nos damos cuenta que se sirve de memorables secuencias del film de 1982. ¿Cómo varios apasionados críticos sugieren que esto es material nuevo, digno de ser parte de lo mejor de la sci-fi de esta década? Por cierto, cada una de estas secuencias están compuestas de manera lerdas (no lenta como en la misma “Blade Runner” de 1982, “Interstellar” o incluso “Silencio”), con una pretenciosidad vacía que busca simplemente una sonrisa cómplice y condescendiente de aquellos nostálgicos (en los cuales me incluyo irremediablemente).
Podremos discutir acerca de las libres y “arbitrarias” variaciones de las versiones de la Blade Runner ochentera. Quizá lo rescatable fue la aparición gloriosa del unicornio onírico en el Director’s Cut de 2007. ¿Qué tenemos aquí? Pues un sucedáneo... un torpe empleo alegórico de todas las figuras que desfilan en la obra maestra de 1982... Y lo peor de todo es su cacareada intención de ir “más allá”, de explorar terra incognita, nuevos personajes, etc. etc...
Desde la primera toma nos damos cuenta que se sirve de memorables secuencias del film de 1982. ¿Cómo varios apasionados críticos sugieren que esto es material nuevo, digno de ser parte de lo mejor de la sci-fi de esta década? Por cierto, cada una de estas secuencias están compuestas de manera lerdas (no lenta como en la misma “Blade Runner” de 1982, “Interstellar” o incluso “Silencio”), con una pretenciosidad vacía que busca simplemente una sonrisa cómplice y condescendiente de aquellos nostálgicos (en los cuales me incluyo irremediablemente).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Innecesarias las apariciones de James Olmos (sus 3 origamis originales y crípticos quedan reducidos ahora en una especie de toro que ¿refleja la persistencia y terquedad investigativa de K?), de la imagen digitalizada de Sean Young y del propio Ford, quien así completa su personal “trilogía de la autodestrucción” unida, claro está, por su increíble tendencia de permutar los guiones con sus líos familiares (sus hijos en Indiana Jones y en Star Wars).
Hay unos vacíos y debilidades clamorosos en el guion. ¿Cuál es la señal verdadera que guía a K. a visitar el vertedero de Morgan (así es, el mismo que aparece en la serie TWD) y como saca rápidamente la conclusión de que la diseñadora de sueños es la hija “perdida” de Deckard? Bueno, ya que poco elenco femenino tenemos, pues pongamos a ella en el bolo de la fortuna de las coincidencias, ¿no?
¿Joe K.? ¿Por qué meter a Kafka en este bodrio? Aquí este K. no está luchando contra un sistema oculto y corrupto, que imparte injusticia a diestra y siniestra, sino contra una replicante más parecida a la villana robótica de Terminator 3...
La mayoría se quejó, en su momento, de la secuencia del unicornio en la versión del 2007 (que borraba de un zarpazo el misterio de la naturaleza no-humana de Deckard). Ahora no sólo se hace evidente, sino que ahora formaría parte de ese “milagro” que menciona el robusto replicante al inicio de la película... ¿Ahora sí lo aceptamos? Al terminar la película sólo cabe desplomarse en seco, como la pobre Rachel resucitada...
Al respecto, Ana de Armas aparece con mucha frescura... Pero no tiene el glamour neo-noir y la estatura actoral de Young. Se extrañó ese contrapeso en la figura anodina (pues es un replicante, claro está) de Gosling.
Una última cuestión, ¿Jared Leto es el heredero del mal? ¿Y qué pintan esas piedras flotantes? Risible.
Hay unos vacíos y debilidades clamorosos en el guion. ¿Cuál es la señal verdadera que guía a K. a visitar el vertedero de Morgan (así es, el mismo que aparece en la serie TWD) y como saca rápidamente la conclusión de que la diseñadora de sueños es la hija “perdida” de Deckard? Bueno, ya que poco elenco femenino tenemos, pues pongamos a ella en el bolo de la fortuna de las coincidencias, ¿no?
¿Joe K.? ¿Por qué meter a Kafka en este bodrio? Aquí este K. no está luchando contra un sistema oculto y corrupto, que imparte injusticia a diestra y siniestra, sino contra una replicante más parecida a la villana robótica de Terminator 3...
La mayoría se quejó, en su momento, de la secuencia del unicornio en la versión del 2007 (que borraba de un zarpazo el misterio de la naturaleza no-humana de Deckard). Ahora no sólo se hace evidente, sino que ahora formaría parte de ese “milagro” que menciona el robusto replicante al inicio de la película... ¿Ahora sí lo aceptamos? Al terminar la película sólo cabe desplomarse en seco, como la pobre Rachel resucitada...
Al respecto, Ana de Armas aparece con mucha frescura... Pero no tiene el glamour neo-noir y la estatura actoral de Young. Se extrañó ese contrapeso en la figura anodina (pues es un replicante, claro está) de Gosling.
Una última cuestión, ¿Jared Leto es el heredero del mal? ¿Y qué pintan esas piedras flotantes? Risible.

6,3
15.868
7
31 de octubre de 2019
31 de octubre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las últimas películas de Woody Allen (sobre todo desde “Vicky Cristina Barcelona”) tienen ciertos aires de decadencia, desgano, falta de ritmo, tal como sucedía con las últimas obras de Hitchcock de mediados de los setentas: trabajos con enmendaciones y parches evidentes, enhebrados con muchos apuros, con dificultades y retrasos en su exposición en salas, con historias hartamente consabidas que se desenvuelven por inercia, con remates que ponen a prueba la paciencia del espectador (viendo el póster sabemos con quien termina el protagonista).
Un crítico severo y riguroso aseveraría, tras ver el film, que lo más recordable de todo el metraje son las deleitosas secuencias de la ciudad que nunca duerme, a modo de visionado nostálgico (¿final?) del escenario que fue protagonista de las recordadas cintas del propio Allen de los setentas. Sin embargo, hay algunos aspectos que subrayar de esta nueva entrega.
¿De la trama? Sólo podemos encontrar una que otra herencia de argumentos que aparecen indistintamente en “To Rome with love”, “Blue Jasmine”, “Magic in the moonlight”, “Irrational man” y sobre todo en “Medianoche en París” (2011). De esta última toma muchos aspectos de la trama, como el clásico triángulo amoroso, el novio sensible resignado ante las maneras de su novia antipática, anhelando en todo momento la llegada de alguien mejor que lo redima; pero en esta ocasión administrado de un modo más terrenal, más contemporáneo y juvenil, acorde con los tiempos digitales y de hipermediatización.
Un crítico severo y riguroso aseveraría, tras ver el film, que lo más recordable de todo el metraje son las deleitosas secuencias de la ciudad que nunca duerme, a modo de visionado nostálgico (¿final?) del escenario que fue protagonista de las recordadas cintas del propio Allen de los setentas. Sin embargo, hay algunos aspectos que subrayar de esta nueva entrega.
¿De la trama? Sólo podemos encontrar una que otra herencia de argumentos que aparecen indistintamente en “To Rome with love”, “Blue Jasmine”, “Magic in the moonlight”, “Irrational man” y sobre todo en “Medianoche en París” (2011). De esta última toma muchos aspectos de la trama, como el clásico triángulo amoroso, el novio sensible resignado ante las maneras de su novia antipática, anhelando en todo momento la llegada de alguien mejor que lo redima; pero en esta ocasión administrado de un modo más terrenal, más contemporáneo y juvenil, acorde con los tiempos digitales y de hipermediatización.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Definitivamente el protagonista principal, Timothée Chalamet (quien apareció fugazmente en “Interestelar” y que encarna al medieval Enrique V de Inglaterra en “El Rey”, por Netflix), no tiene el carisma de Owen Wilson ni tiene las argucias de un guion astuto para poder viajar por el tiempo y darse cuenta de sus propios tropiezos y errores. Empero, se agradecen las referencias literarias (comenzando por su nombre, Gatsby) y su figura de "dandy posmo", sin ocultar que es un sofisticado ludópata y apostador, un neoyorkino urbano hasta el tuétano (“necesito monóxido de carbono para sobrevivir”) que reniega de su familia adinerada, aunque luego se concilia con esta tras la revelación de un gran secreto de su madre.
Elle Fanning rememora a la también rubia Rachel McAdams en París, dentro de un papel que la comprime y la encasilla, pese a gozar de varias secuencias con un veterano Liev Schreiber, en su búsqueda de conocimiento por las calles de Manhattan. Si bien irradia ingenuidad, cierta pretenciosidad provinciana y una falsa intelectualidad, su encanto termina volviéndose una rutina exasperante, sobre todo durante sus “entrevistas”, donde se revela a una Ashleigh incapaz de sostener una conversación culta: la referencia errada de Shakespeare fue el detonante final para que Gatsby decidiera dar un paso al costado.
Quizá la sorpresa de todo el film es la presencia de Selena Gómez, aunque ahora no funge como la imponentemente exótica Marion Cotillard que callejea con Wilson en París, sino como la entrañable Gabrielle que encarnó Léa Seydoux: una especie de salvavidas al personaje principal, que inicialmente aparece de forma intermitente y casi accidental, para luego rescatar del vacío y de la angustia a Chalamet tras su ruptura amorosa, en pleno Central Park. La locuacidad y la ironía de Gómez suele robarse muchas de las secuencias: la del beso inicial en una película neo-noir, su forma cortante y burlona de pedirle a Gatsby que deje de hablar incesantemente de su novia en el taxi y casi toda la visita en el MET.
Las apariciones de Jude Law, Diego Luna y otros actores (encarnando figuras muy pintorescas) también retrotraen mucho a los escritores, músicos y pintores que surgían por borbotones en “Medianoche en París”. ¿Qué nos queda entonces por concluir? A diferencia de Tarantino, Allen no evoca el pasado con la escenografía ni el vestuario, sino con el devenir de sus personajes, la clásica locuacidad de algunos, así como la cómica y exasperante sinrazón de otros (la angustia del hermano de Gatsby, quien no soporta la risa de su prometida). En todo caso, atrás quedó la imborrable sensación que nos dejó “Match Point” (2005), que dicho sea de paso, fue precisamente el punto final a una brillante carrera cinematográfica.
Elle Fanning rememora a la también rubia Rachel McAdams en París, dentro de un papel que la comprime y la encasilla, pese a gozar de varias secuencias con un veterano Liev Schreiber, en su búsqueda de conocimiento por las calles de Manhattan. Si bien irradia ingenuidad, cierta pretenciosidad provinciana y una falsa intelectualidad, su encanto termina volviéndose una rutina exasperante, sobre todo durante sus “entrevistas”, donde se revela a una Ashleigh incapaz de sostener una conversación culta: la referencia errada de Shakespeare fue el detonante final para que Gatsby decidiera dar un paso al costado.
Quizá la sorpresa de todo el film es la presencia de Selena Gómez, aunque ahora no funge como la imponentemente exótica Marion Cotillard que callejea con Wilson en París, sino como la entrañable Gabrielle que encarnó Léa Seydoux: una especie de salvavidas al personaje principal, que inicialmente aparece de forma intermitente y casi accidental, para luego rescatar del vacío y de la angustia a Chalamet tras su ruptura amorosa, en pleno Central Park. La locuacidad y la ironía de Gómez suele robarse muchas de las secuencias: la del beso inicial en una película neo-noir, su forma cortante y burlona de pedirle a Gatsby que deje de hablar incesantemente de su novia en el taxi y casi toda la visita en el MET.
Las apariciones de Jude Law, Diego Luna y otros actores (encarnando figuras muy pintorescas) también retrotraen mucho a los escritores, músicos y pintores que surgían por borbotones en “Medianoche en París”. ¿Qué nos queda entonces por concluir? A diferencia de Tarantino, Allen no evoca el pasado con la escenografía ni el vestuario, sino con el devenir de sus personajes, la clásica locuacidad de algunos, así como la cómica y exasperante sinrazón de otros (la angustia del hermano de Gatsby, quien no soporta la risa de su prometida). En todo caso, atrás quedó la imborrable sensación que nos dejó “Match Point” (2005), que dicho sea de paso, fue precisamente el punto final a una brillante carrera cinematográfica.
8
12 de octubre de 2019
12 de octubre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género “espacial” ha tenido, en los últimos años, a “Gravity” e “Interstellar” como referencias principales (ambas nutridas bajo el largo brazo de Kubrick) para establecer drama y dosis de realismo tecnológico serio, sin apelar a las consabidas fórmulas palomiteras de “Star Wars” y sus insufribles variantes mainstream.
Si el film de Cuarón buscaba plantear una poesía visual alrededor de la órbita terrestre, Nolan nos lleva más allá del sistema solar, nos adentra un par de veces por “agujeros de gusano” y exploramos otros mundos para abandonar nuestro arruinado planeta, al borde de la extinción.
Similar a esa premisa, Ad Astra (frase en latín que precisamente apunta a las estrellas) parte de una situación crítica que pone en jaque a la humanidad entera y también se apoya en el drama familiar. Sin embargo, a diferencia de “Interstellar”, ya no se establece la dinámica “padre-hija”, sino “padre-hijo”.
Así, no encontramos figuras juveniles como Murphy o robots con inteligencia artificial, sino al mismísimo Brad Pitt, quien hace poco daba palizas (a diestra y siniestra) y conducía plácidamente por las calles californianas en los sesentas, bajo la dirección de Tarantino.
Liv Tyler (“Armageddon”) es casi una figura fantasmal que recorre la mente y los recuerdos de Roy McBride, un astronauta torturado por su pasado familiar: la “carga” que hace eco en todo el film se debe a la filosofía competitiva in extremis de su padre, interpretado por un sorprendente Tommy Lee Jones. Junto con Donald Sutherland (quienes hicieron tándem en la entrañable “Space Cowboys”) forman parte de un antiguo programa espacial, a la búsqueda de vida extraterrestre que se truncó en la órbita de Neptuno.
El casi desconocido director James Gray (que hace honor a su apellido por su gris, aunque apreciable filmografía) ofrece una historia que bebe de muchas fuentes: la ardua tarea de “search & destroy” a un agente aparentemente enloquecido, escondido en un lugar lejano, rememora a “Apocalypse Now”; los planos que rodean las naves y estaciones espaciales, así como las dinámicas con los impulsos en la gravedad cero, son muy similares a las que vemos en “Gravity” (sobre todo la escena, que roza con la fantasía, en la que Brad Pitt atraviesa los anillos neptunianos aferrado a un pedazo de latón, al estilo del “Náufrago”); de “Interstellar”, los austeros y planos interiores de las cabinas, así como los oscuros y lastimeros videos testimoniales que observan los personajes: los encuadres de Tommy Lee Jones resultan sobrecogedores y subrayan su nueva apuesta por papeles más dramáticos.
Cabe destacar también los guiños a “2001 Space Odyssey”: desde el primer plano con el rostro cuasi angelical de Roy mirando la Tierra; la apariencia lunar de la Tycho Base y las formas cilíndricas de las naves. Quizá también ciertas secuencias contemplativas, especialmente cuando Roy aprecia la redentora luz solar desde Neptuno (quien escribe cree ver el monolito otra vez).
En todo caso, Gray ofrece nuevas formas y escenas impactantes, como la caída libre inicial de Roy desde la estratósfera (no se recuerda una secuencia así de extensa), transmitiendo la desesperación estoica del protagonista principal, aunque sin llegar a los lindes del Armstrong de Ryan Gosling. Se disfruta el juego colorimétrico de los tonos grises y plateados de la luna con lo rojizo decadente de Marte. En un ejercicio de inocente exageración, la podredumbre y escasez de dichos escenarios remiten a “Total Recall”.
Brad Pitt pone a prueba sus dotes de conductor en plena superficie lunar (acabando con unos forajidos que atacan su caravana) y de avezado piloto al aterrizar con éxito en Marte. Esto puede sonar a un concierto gratuito de acción, pero logra reflejar las miserias de la humanidad y los alcances “terrenales” de la tecnología: no se logra la “terraformación” completa ni en la Luna ni en Marte: solo colonias pequeñas, cuasi amuralladas, que tienen que enfrentar a “piratas” y acostumbrarse a convivir en zonas en conflicto y en disputa, como si fuera el Viejo Oeste.
La vena dramática lo pone el monólogo interior de Brad Pitt: desde el inicio hasta el final, la conciencia de Roy recorre la acción, cuestiona las reacciones de los personajes secundarios, juzga y evalúa las consecuencias de las decisiones. Si bien se utiliza en demasía este recurso, el ritmo sosegado de la película ayuda en su integración con las escenas y no se vuelve innecesario o tedioso.
Así, Ad Astra es una buena excusa para regresar a las salas de cine y ver una atractiva epopeya espacial.
Si el film de Cuarón buscaba plantear una poesía visual alrededor de la órbita terrestre, Nolan nos lleva más allá del sistema solar, nos adentra un par de veces por “agujeros de gusano” y exploramos otros mundos para abandonar nuestro arruinado planeta, al borde de la extinción.
Similar a esa premisa, Ad Astra (frase en latín que precisamente apunta a las estrellas) parte de una situación crítica que pone en jaque a la humanidad entera y también se apoya en el drama familiar. Sin embargo, a diferencia de “Interstellar”, ya no se establece la dinámica “padre-hija”, sino “padre-hijo”.
Así, no encontramos figuras juveniles como Murphy o robots con inteligencia artificial, sino al mismísimo Brad Pitt, quien hace poco daba palizas (a diestra y siniestra) y conducía plácidamente por las calles californianas en los sesentas, bajo la dirección de Tarantino.
Liv Tyler (“Armageddon”) es casi una figura fantasmal que recorre la mente y los recuerdos de Roy McBride, un astronauta torturado por su pasado familiar: la “carga” que hace eco en todo el film se debe a la filosofía competitiva in extremis de su padre, interpretado por un sorprendente Tommy Lee Jones. Junto con Donald Sutherland (quienes hicieron tándem en la entrañable “Space Cowboys”) forman parte de un antiguo programa espacial, a la búsqueda de vida extraterrestre que se truncó en la órbita de Neptuno.
El casi desconocido director James Gray (que hace honor a su apellido por su gris, aunque apreciable filmografía) ofrece una historia que bebe de muchas fuentes: la ardua tarea de “search & destroy” a un agente aparentemente enloquecido, escondido en un lugar lejano, rememora a “Apocalypse Now”; los planos que rodean las naves y estaciones espaciales, así como las dinámicas con los impulsos en la gravedad cero, son muy similares a las que vemos en “Gravity” (sobre todo la escena, que roza con la fantasía, en la que Brad Pitt atraviesa los anillos neptunianos aferrado a un pedazo de latón, al estilo del “Náufrago”); de “Interstellar”, los austeros y planos interiores de las cabinas, así como los oscuros y lastimeros videos testimoniales que observan los personajes: los encuadres de Tommy Lee Jones resultan sobrecogedores y subrayan su nueva apuesta por papeles más dramáticos.
Cabe destacar también los guiños a “2001 Space Odyssey”: desde el primer plano con el rostro cuasi angelical de Roy mirando la Tierra; la apariencia lunar de la Tycho Base y las formas cilíndricas de las naves. Quizá también ciertas secuencias contemplativas, especialmente cuando Roy aprecia la redentora luz solar desde Neptuno (quien escribe cree ver el monolito otra vez).
En todo caso, Gray ofrece nuevas formas y escenas impactantes, como la caída libre inicial de Roy desde la estratósfera (no se recuerda una secuencia así de extensa), transmitiendo la desesperación estoica del protagonista principal, aunque sin llegar a los lindes del Armstrong de Ryan Gosling. Se disfruta el juego colorimétrico de los tonos grises y plateados de la luna con lo rojizo decadente de Marte. En un ejercicio de inocente exageración, la podredumbre y escasez de dichos escenarios remiten a “Total Recall”.
Brad Pitt pone a prueba sus dotes de conductor en plena superficie lunar (acabando con unos forajidos que atacan su caravana) y de avezado piloto al aterrizar con éxito en Marte. Esto puede sonar a un concierto gratuito de acción, pero logra reflejar las miserias de la humanidad y los alcances “terrenales” de la tecnología: no se logra la “terraformación” completa ni en la Luna ni en Marte: solo colonias pequeñas, cuasi amuralladas, que tienen que enfrentar a “piratas” y acostumbrarse a convivir en zonas en conflicto y en disputa, como si fuera el Viejo Oeste.
La vena dramática lo pone el monólogo interior de Brad Pitt: desde el inicio hasta el final, la conciencia de Roy recorre la acción, cuestiona las reacciones de los personajes secundarios, juzga y evalúa las consecuencias de las decisiones. Si bien se utiliza en demasía este recurso, el ritmo sosegado de la película ayuda en su integración con las escenas y no se vuelve innecesario o tedioso.
Así, Ad Astra es una buena excusa para regresar a las salas de cine y ver una atractiva epopeya espacial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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No hay robots, pero sí evaluaciones psicológicas automatizadas y constantes a los miembros de la tripulación. Aquí sí se resalta trágicamente el “error humano” y los defectos intrínsecos de la mente al estar constantemente atosigada de presión, de estrés y, sobre todo, al ver que los resultados del trabajo de una vida entera no son lo que uno espera: eso desequilibra la conciencia del padre de Roy y trata de prolongar el “Programa Lima” sin escrúpulos, provocando la muerte del resto de la tripulación.
Sin embargo, la búsqueda del padre ausente obliga a Roy a romper los protocolos y los procedimientos... incluso llegando a equiparar la insania de su padre, pero se redime y busca la manera no sólo de destruir la fuente de antimateria (que estaba provocando las temibles descargas electromagnéticas que afectaban la Tierra), sino de salvar a su padre. Al perderlo nuevamente, pareciera que cae en el vacío existencial, pero recuerda que la raza humana está sola en el inmenso universo y eso implica arraigo, unión, reconectarse con los demás. Por eso decide regresar.
Sin embargo, la búsqueda del padre ausente obliga a Roy a romper los protocolos y los procedimientos... incluso llegando a equiparar la insania de su padre, pero se redime y busca la manera no sólo de destruir la fuente de antimateria (que estaba provocando las temibles descargas electromagnéticas que afectaban la Tierra), sino de salvar a su padre. Al perderlo nuevamente, pareciera que cae en el vacío existencial, pero recuerda que la raza humana está sola en el inmenso universo y eso implica arraigo, unión, reconectarse con los demás. Por eso decide regresar.

5,3
24.597
4
14 de diciembre de 2017
14 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente las megaproducciones "chicle" de superhéroes son el boom no del momento, sino desde la década pasada, gracias a los efectos especiales y a la disponibilidad de actores que buscan hacerse un nicho en este tipo de películas donde más importa la recaudación que la calidad (salvo algunas excepciones como Watchmen o El caballero de la noche).
Así que asumo la responsabilidad de haber asistido al cine (junto con familiares más jóvenes) para contemplar esta propuesta "en conjunto" de una serie de superhéroes que por azares de un guion veleidoso los junta para servir al ultraconocido fin mayor: salvar a la tierra y a la agradecida humanidad.
Se mezcla deidades con tecnología, extraterrestres humanoides con vigilantes y demás....
Tras los 10 primeros minutos no dejaba de ver el reloj...
Así que asumo la responsabilidad de haber asistido al cine (junto con familiares más jóvenes) para contemplar esta propuesta "en conjunto" de una serie de superhéroes que por azares de un guion veleidoso los junta para servir al ultraconocido fin mayor: salvar a la tierra y a la agradecida humanidad.
Se mezcla deidades con tecnología, extraterrestres humanoides con vigilantes y demás....
Tras los 10 primeros minutos no dejaba de ver el reloj...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Fue un terrible preámbulo para ver la última entrega de Star Wars.
El guion hace agua con Aquaman. ¿Nos rebajamos a la clásica parodia de los Simpsons cuando muestra un episodio de la "Lancha fantástica"? Aparece este señor y debe mostrarse una playa, un río, alcantarillas, puertos... En el tramo final resulta que casi puede volar y saltar demasiado alto.
A pedido de las fans, Superman sale ligero de ropa (memento de Adam Driver al comunicarse, ¿por la fuerza?, con la chica-aprendiz de Luke.
Flash parece excesivamente torpe, pese a ser uno de los más rápidos y ágiles del grupo.
Superman resulta ser el primer zombie superhéroe de las películas, pero sin demacrarse claro. Además es el deus ex machina, que resuelve todo de un plumazo.
El guion hace agua con Aquaman. ¿Nos rebajamos a la clásica parodia de los Simpsons cuando muestra un episodio de la "Lancha fantástica"? Aparece este señor y debe mostrarse una playa, un río, alcantarillas, puertos... En el tramo final resulta que casi puede volar y saltar demasiado alto.
A pedido de las fans, Superman sale ligero de ropa (memento de Adam Driver al comunicarse, ¿por la fuerza?, con la chica-aprendiz de Luke.
Flash parece excesivamente torpe, pese a ser uno de los más rápidos y ágiles del grupo.
Superman resulta ser el primer zombie superhéroe de las películas, pero sin demacrarse claro. Además es el deus ex machina, que resuelve todo de un plumazo.
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