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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
17 de noviembre de 2007
39 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡3 locazas increíbles! Correcher un ligón pedante, Mollá un sátiro místico, y el Pepón un epiléptico consentido. El culo de Lucas enloquece a todo el puterío, ya sea masculino o femenino. La detective Lucina Gil anda de los nervios, y vomita escorpiones por la boca, aparte de algún que otro flujo. La Pujalte, embutida en un traje de boda, parece una apetitosa morcilla malagueña. Y Esperanza Roy nos ofrece un recital lingüístico que a Berlanga le habría sabido a pirulí de fresa. Es una película loca, loca, loca, loca... Tan divertida y redonda, que puedes pasarte toda la semana saboreándola sin cansarte. Antidepresiva total. Mas que visible.
16 de noviembre de 2007
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué tendrá este "Free Cinema Inglés" que se atrevió a poner en solfa usos y costumbres, mojigatería e ira, de una Gran Bretaña gris, sucia, lluviosa, entre fabriles ciudades humeantes, proletarias hasta el infortunio neorrealista; y que, tras pergeñar definitivos retratos de conciudadanos europeos que gritan su rabia a los cuatro vientos, aún hoy se permite el lujo (¡y qué lujo!) de convencernos con sus razones y corrientes defensivas? A la inteligencia no la mueven las modas. El Free Cinema sigue fiel a sus ideas, a los conocimientos comprobables de nuestra existencia de cada día. John Osborne creó su sustento, Tony Richardson fomentó su sinceridad, y Richard Burton (¡espécimen perfecto de los "angry young men"!) nos demostró que el hombre fue y sigue siendo un lobo para el hombre. Burton es cínico y mordaz, utiliza su intelecto y su verborrea privilegiada para amar trifulcas con quienes necesitan de su calor y afecto. No se acepta a si mismo, le oprimen las estructuras de todo lo humano. La convivencia con él se hace imposible. Parece haber puesto en marcha su autodestrucción. Su mujercita (ante semejante egocéntrico, tan "antisocial" como malhablado) decide abandonarlo. Pero como el destino siempre reparte sus misteriosas cartas, aparece otro ser extraño, de acusada personalidad, más acorde con el "espinoso joven desengañado". Sus punzadas de soledad y de morboso deseo la conminarán a aceptar las mascaradas de insatisfacción del airado Burton (que también pudo ser Finney, Harris, Courtenay, o Bates) ¡Los arquetipos son perfectos! Mary Ure, la mujercita maltratada, tiene cara de gatita de peluche, es mona, pero parece tonta (su papel es así), cumple con corrección, pero no nos cae bien. Fue una estrella fugaz en el firmamento inglés. Claire Bloom es una magnífica "young angry woman". Sus airados actos (primero en defensa de la Ure, luego atraída por el desenfreno verborréico y animaloide del Burton) la someten a esa otra medida de loba hambrienta, que augura su oculto fuego libidinoso. Es una actriz maravillosa. Una auténtica "zarza ardiente" frente a los dialécticos desmanes mesiánicos que el Osborne, a través de Richardson, pone en boca del más espléndido y genial pupilo de esa generación de desheredados de la fortuna que compuso para nuestro deleite el gran Richard Burton. ¡El condimento es mucho más exquisito si se saborea en inglés!
17 de noviembre de 2007
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La demoledora eficacia crítica y cómica de Luis García Berlanga no tiene parangón con el de ningún otro cineasta español. Su mundo está hecho de "incorporaciones masivas" de selectos planteles humanos, que, en sus prolíficas manos, evidencian una eficacia única para remover los posos críticos, desenfadados, frívolos, caóticos, grotescos, raquíticos, o nostálgicos, de un panorama fílmico, puramente ibérico, que Berlanga establece en nuestra cinematografía como si instaurara una nueva ordenación jurídica en lo que a la pantalla grande respecta: "su cine coral". El punto de partida de este colosal "Moros y cristianos" es el turrón de Jijona. Que, por supuesto, no forma parte de una hecatombe tremebunda en la que menudean sus americanos que no llegan nunca, sus verdugos, sus letras de cambio, sus pobres muertos de hambre y de frío entre calamitosas caridades puestas en solfa por una burguesía beatona e hipócrita, o sus falsificadas apariciones de santos, que escenificaron una época, para dar paso después a sus políticos corruptos y lujuriosos, sus marqueses mezquinos y egocéntricos con hijos masturbadores y algo retrasados mentales. Pero, como en la viña del señor Berlanga siempre ha habido y habrá un poquito de todo ello, disfrutemos con el mejor patriarca Jijonés "jamás parido" que es el malhumurado y genialísimo Fernando Fernán Gómez, con sus egocéntricos y mezquinos hijos que son el Pedrito Ruiz y el inolvidable Agustín González, con una aspirante a ministra, siempre al borde de la histeria "que está que se sale de bien" y que es Rosa Maria Sardá, con una Verónica Forqué "regia" por su acento argentino y porque es una cómica sublime, con un magnífico Andrés Pajares retrasado mental y que parece Alberto Sordi, con un torbellino publicitario personificado por un extraordinario José Luís López Vázquez, que es capaz de engatusar al mismísimo Padre Celestial y que además padece aerofagia y lleva coleta, y con una enloquecida, pintarraqueada y cachonda ex-cantante de ópera, "ilustre" María Luisa Ponte, aparte de otras muchas "glorias" vitaminadas por la genialidad Berlanguiana. Y ahí queda esa especie de cóctel patricio, a galope con los encontronazos patológicos de todo quisqui, con el que podría ser el lema del SR.LUIS: "de todo un poco, ¡y mucho!" (El repaso fotográfico que José Luís López Vázquez lleva a cabo ante los ojos atónitos y la sobresaliente dentadura de Rosa María Sardá de la familia Planchadell y Calabuig es de los que hacen historia) ¡Yo no me lo habría perdido por nada del mundo! ¡Ni tampoco el resto de la película, por supuesto!
19 de noviembre de 2007
32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alfred Hitchcock engrana un suspense sin pretensiones excesivas. Conocemos al criminal desde el principio. Un secreto de confesión convierte en principal sospechoso a un joven sacerdote. Anne Baxter, que pese a su belleza, al fulgor de sus miradas, y a su mágica expresividad cuando el idioma de Shakespeare fluye de su exquisita boca, no fue plato de gusto para el intrigante Hicthcock, nos desvela su amor por el cura entre secuencias de inolvidable romanticismo... Montgomery Clift hechiza con su mirada. Sus actos carecen de aspavientos, no hay terror en sus ojos, sino un misticismo que abarca todos los matices del amor. En la escena cumbre, tras el juicio, frente a una multitud que lo acusa, Monty Clift ¡divino! ¡Es un film imprescindible!... ¡¡Jamás perdonaremos a la Academia de Hollywood que le negara un Oscar, más que merecido, al gran Monty!! Y en cuanto a las injusticias con Hitchcock ¡mejor no hablar!
17 de noviembre de 2007
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las auténticas obras maestras del gran William A. Wellman. Una caravana pasional retratada al viento desafiante de los grandes espacios del Western de toda la vida. Esas mujeres maravillosas, sentimiento y pasión en celuloide, que parten en busca, no de oro, sino de su particularísimo Shangri-La del amor, no por más desconocido, menos deseado, enfrentándose a múltiples peligros, acabarán, irremediablemente, por destripar nuestras entrañas, después de una hora y pico de impactos vivenciales, tan impresionantes como la Odisea de Ulises (bien que menos mitológicos) ¡Cuántos nudos en la garganta, frente a ese tierno apostolado pasional, que ilustra a la perfección la creciente voluntad femenina cuando se deja prender por el secreto acto de sus más íntimas emancipaciones, y que, por supuesto, significaba un bocado demasiado indigesto para aquellas beatitudes reinantes en el coto cerrado (a la mujer) del durísimo Oeste Norteamericano! Ese gigantesco "women´s convoy" será así capaz, ante los ojos asombrados del super macho Taylor, de dar vida a un orden personal nuevo, férreo, y obsesivamente fetichista en cuanto se refiere a sus sueños domésticos. Mujeres que se enfrentan a la pirueta milagrosa de una búsqueda voluptuosa en el puritano siglo del revólver, pétreo como Mr. Taylor, desprovisto de tonos lastimeros, y en las que, pese a las arenas movedizas de un paisaje aterrador, sobre el que gravita un sol que cae a plomo, la muerte (ataques indios incluídos), y todo el horror de una Naturaleza, tantas veces fantasmal y cruel, persistirán hasta el fin en el factor esencial a que las arrastra esa imparable y valiente sensación física (también anímica) que promueve el deseo de ser amado. Todo lo asume Wellman con una gran honestidad y pocos medios. Hay un rincón para cada protagonista enfrentado a sus problemas personales. Un durísimo Robert Taylor, quizás en uno de su mejores papeles. Una arrebatadora Denise Darcel que sería ave de paso en el cine yanqui ("Veracruz" y alguna más que no recuerdo), y una inolvidable, gigantesca (en todos los sentidos) Hope Emerson que amortiguará los efectos devastadores de gran parte del tremendo viaje (o via crucis). El resto del elenco femenino es igualmente sensacional. Yo creo que es uno de esos Westerns inclasificablemente magníficos que alegraron nuestra infancia a través de aquel mundo fantástico de las "sesiones dobles de los sábados por la tarde en nuestros cines de barrio". Y que, aunque me repita, es una de las más brillantes "misiones imposibles" jamás filmadas. ¡¡Gloriosa a todas luces en nuestro recuerdo de cinéfilos y en nuestro corazón "celulóideco"!! ¡¡Mil veces brillante su trabajo Mr. Super William A. Wellman!!
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