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Críticas ordenadas por utilidad
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9
4 de noviembre de 2008
4 de noviembre de 2008
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco conocida película del maestro Huston. E injustamente, pienso yo, ya que se trata de un excelente film que recoge lo mejor de la tradición del cine negro y lo mejor del retrato psicológico desgarrado de las relaciones de pareja.
Aquí unos soberbios Marlon Brando (no me cansaré de decir que es el mejor actor de todos los tiempos), Elisabeth Taylor, Brian Keith y Julia Harris (especialmente convincente en el papel de esposa débil y neurótica) como dos parejas absolutamente a la deriva cuyos problemas emocionales y de personalidad trastocan el devenir de sus vidas.
A destacar el debut de un enigmático Robert Forsters (nominado al Oscar muchos años después por Jacky Brown de Tarantino), que tan sólo con su mirada (apenas habla su torturado personaje) consigue una interpretación sobresaliente.
En fin, retrato duro y despiadado del ser humano muy al estilo de obras como ¿Quién teme a Virginia Woolf? o De repente, el último verano, y que pone de manifiesto una vez más el absoluto dominio y versatilidad de Huston en todos los géneros cinematográficos.
Aquí unos soberbios Marlon Brando (no me cansaré de decir que es el mejor actor de todos los tiempos), Elisabeth Taylor, Brian Keith y Julia Harris (especialmente convincente en el papel de esposa débil y neurótica) como dos parejas absolutamente a la deriva cuyos problemas emocionales y de personalidad trastocan el devenir de sus vidas.
A destacar el debut de un enigmático Robert Forsters (nominado al Oscar muchos años después por Jacky Brown de Tarantino), que tan sólo con su mirada (apenas habla su torturado personaje) consigue una interpretación sobresaliente.
En fin, retrato duro y despiadado del ser humano muy al estilo de obras como ¿Quién teme a Virginia Woolf? o De repente, el último verano, y que pone de manifiesto una vez más el absoluto dominio y versatilidad de Huston en todos los géneros cinematográficos.

4,7
3.839
6
29 de julio de 2007
29 de julio de 2007
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista ahora, tanto tiempo después, la película resulta más que correcta. Es cierto que el guion no es nada del otro mundo, pero Lumet, viejo zorro, resuelve con eficacia, y hasta en ocasiones con oficio notable la puesta en escena de una peli previsible desde el minuto uno.
Rebeca de Mornay está espléndida y es una pena que no podamos disfrutar más de esa cara de mala malísima que pone siempre y que ya ahora ninguna actriz es capaz de hacer.
Atención a la banda sonora y al excelente trabajo secundario del gran Jack Warden. En fin obra menor de su director pero que vista hoy (tal y como está el patio) gana enteros.
Rebeca de Mornay está espléndida y es una pena que no podamos disfrutar más de esa cara de mala malísima que pone siempre y que ya ahora ninguna actriz es capaz de hacer.
Atención a la banda sonora y al excelente trabajo secundario del gran Jack Warden. En fin obra menor de su director pero que vista hoy (tal y como está el patio) gana enteros.

7,3
3.913
10
7 de septiembre de 2007
7 de septiembre de 2007
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante película de tensiones y gestos.
Desde el minuto uno, se palpa en el ambiente el temor y la desgracia que el maestro Chabrol sabe suministrar a cuentagotas hasta un final apoteósico. Una lucha constante de tensiones y envidias, de falsos profetas disfrazados de ordinarias dependientas de pueblo. Un manual de clases que brilla por su austeridad y concisión narrativa.
En fin, una obra de referencia que coloca a su director en la cumbre del (a veces) anodino cine francés.
Si la dirección es ejemplar y el guion perfecto, poco más se puede añadir de las dos protagonistas de la película: sublimes Sandrine Bonnaire e Isabelle Huppert, en, para mi, la mejor pareja femenina cinematográfica desde ¿Qué fue de Baby Jane?. Truculentas, maquiavélicas, impulsivas y espeluznantes, las actrices (y siento debilidad por la Huppert!) transmiten sensaciones con sólo plantarse ante la cámara.
En fin, una obra maestra sin igual a la altura de los mejores títulos franceses de siempre.
Desde el minuto uno, se palpa en el ambiente el temor y la desgracia que el maestro Chabrol sabe suministrar a cuentagotas hasta un final apoteósico. Una lucha constante de tensiones y envidias, de falsos profetas disfrazados de ordinarias dependientas de pueblo. Un manual de clases que brilla por su austeridad y concisión narrativa.
En fin, una obra de referencia que coloca a su director en la cumbre del (a veces) anodino cine francés.
Si la dirección es ejemplar y el guion perfecto, poco más se puede añadir de las dos protagonistas de la película: sublimes Sandrine Bonnaire e Isabelle Huppert, en, para mi, la mejor pareja femenina cinematográfica desde ¿Qué fue de Baby Jane?. Truculentas, maquiavélicas, impulsivas y espeluznantes, las actrices (y siento debilidad por la Huppert!) transmiten sensaciones con sólo plantarse ante la cámara.
En fin, una obra maestra sin igual a la altura de los mejores títulos franceses de siempre.

6,4
20.291
9
26 de septiembre de 2007
26 de septiembre de 2007
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En palabras del propio Polanski, "El pianista" lo dejó tan exhausto física y emocionalmente que cualquier proyecto posterior tendría que ser una historia total-mente alejada de la conciencia judía y de los temas habituales de su abultada filmografía. Es decir, el director polaco quería evitar el thriller (Frenético), el terror psicológico (La semilla del diablo), el dramón de postín (Tess) o el análisis de las pasiones carnales más incofesables (Lunas de hiel), para centrarse en una historia universal (las miserias del ser humano), capaz de redimir la angustia holocáustica.
Y Polanski apuesta sobre seguro en esta revisitación del clásico de Dickens en su momento obra maestra de la mano del inmenso David Lean (Oliver Twist de 1948) y notable musical bajo la batuta del no menos imprescindible Carol Reed (Oliver! de 1968). Cabría preguntarse si la versión de Polanski aporta algo nuevo al per-sonaje dickesiano o si por el contrario se limita a servir unos cuantos millones de dólares (50 para ser exactos) en bandeja de plata y cabría incluso preguntarse el porqué de una nueva versión de esta obra en un autor siempre innovador y diferente, alejado del patrón hollywoodense puro y duro.
Pues bien, este nuevo Oliver Twist sirve para, por un lado, curar las heridas de un maltrecho Polanski, porque la humanidad de la película lo redime de las pro-fundas cicatrices de una infancia de miedo y hambre (al igual que el personaje de Oliver, el polaco anduvo kilómetros para huir de los nazis, aquí representados por los malvados burócratas del orfanato) y por otro lado sirve para que el direc-tor vuelva a darnos (así como quien no quiere la cosa), otra lección magistral de cine en estado puro. Porque Oliver Twist bebe del grandísimo Lean sin plagio, porque relata con mano firme y dolorosa el devenir de un personaje maldito que encuentra en la casualidad del realismo mágico la salvación y el consuelo y porque Polanski aplica su infinita sabiduría cinematográfica a mayor gloria de una obra inmortal y vieja, muy vieja que en sus manos se revitaliza como por arte de
magia.
Y como viene siendo habitual en su obra, el director nos invita a sumergirnos en unos paisajes grises, oscuros pero llenos de belleza (el viaje hacia Londres de Oliver es un canto a los paisajes de Turner pero sin el mar de fondo), en una Londres nunca tan fielmente retratada (ni un oscar sería suficiente) y un retrato de personajes sencillamente magistral.
Así, que Ben Kingsley viva una segunda edad de oro, nadie lo pone en duda, pero que a estas alturas nos regale un Figgins como el que él solito ha hecho no tiene precio, demostrando que su generación de actores (Wilkinson, Caine, Hurt, McKellen) es una de las más brillantes en el grisáceo mundo del celuloide actual. Imposible acabar estas notas sin hacer mención a la soberbia actuación del niño Barney Clark y a la intensa y apropiada música de la oscarizada compositora Rachel Portman.
Y Polanski apuesta sobre seguro en esta revisitación del clásico de Dickens en su momento obra maestra de la mano del inmenso David Lean (Oliver Twist de 1948) y notable musical bajo la batuta del no menos imprescindible Carol Reed (Oliver! de 1968). Cabría preguntarse si la versión de Polanski aporta algo nuevo al per-sonaje dickesiano o si por el contrario se limita a servir unos cuantos millones de dólares (50 para ser exactos) en bandeja de plata y cabría incluso preguntarse el porqué de una nueva versión de esta obra en un autor siempre innovador y diferente, alejado del patrón hollywoodense puro y duro.
Pues bien, este nuevo Oliver Twist sirve para, por un lado, curar las heridas de un maltrecho Polanski, porque la humanidad de la película lo redime de las pro-fundas cicatrices de una infancia de miedo y hambre (al igual que el personaje de Oliver, el polaco anduvo kilómetros para huir de los nazis, aquí representados por los malvados burócratas del orfanato) y por otro lado sirve para que el direc-tor vuelva a darnos (así como quien no quiere la cosa), otra lección magistral de cine en estado puro. Porque Oliver Twist bebe del grandísimo Lean sin plagio, porque relata con mano firme y dolorosa el devenir de un personaje maldito que encuentra en la casualidad del realismo mágico la salvación y el consuelo y porque Polanski aplica su infinita sabiduría cinematográfica a mayor gloria de una obra inmortal y vieja, muy vieja que en sus manos se revitaliza como por arte de
magia.
Y como viene siendo habitual en su obra, el director nos invita a sumergirnos en unos paisajes grises, oscuros pero llenos de belleza (el viaje hacia Londres de Oliver es un canto a los paisajes de Turner pero sin el mar de fondo), en una Londres nunca tan fielmente retratada (ni un oscar sería suficiente) y un retrato de personajes sencillamente magistral.
Así, que Ben Kingsley viva una segunda edad de oro, nadie lo pone en duda, pero que a estas alturas nos regale un Figgins como el que él solito ha hecho no tiene precio, demostrando que su generación de actores (Wilkinson, Caine, Hurt, McKellen) es una de las más brillantes en el grisáceo mundo del celuloide actual. Imposible acabar estas notas sin hacer mención a la soberbia actuación del niño Barney Clark y a la intensa y apropiada música de la oscarizada compositora Rachel Portman.

4,6
3.813
8
27 de septiembre de 2024
27 de septiembre de 2024
30 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un nuevo film de Coppola siempre es un acontecimiento. Un director de su nivel con tantas obras maestras a sus espaldas creo que tiene el derecho más que merecido a hacer un film libre y caótico como Megalópolis largamente ansiado.
En él están muchas de las constantes de su cine más reciente (tampoco especialmente bien tratado por la crítica como muestra el cinco pelado que alcanzan juntas El hombre sin edad, Tetro y Twixt en esta misma web) en cuanto a estructura narrativa y admiración por lo fantástico -aquí ya distopía de ciencia ficción llevada al límite.
Se ha hecho mucho énfasis desde Cannes en la seriedad y solemnidad del proyecto, en la propia megalomanía del director que muchos consideran arrogancia y egocentrismo. Puede ser. Pero creo que también se ha pasado de puntillas por ese punto más cínico, irónico y que casi llega al humor negro que desprende Megalópolis. Vista así, a mí me ha parecido un film entretenidísimo, con una historia esquemática fácil de seguir sin que su supuesta trascendencia -que para mí no la tiene- sea un obstáculo para su disfrute.
En cierto modo me ha recordado a esas películas locas que hizo Fellini en su momento como el Satiricon o Il casanova por todos los excesos formales y visuales que la pueblan. Historias donde el texto casi que pasa a un segundo plano para concentrar su fuerza en su poderío visual y artístico. Escenas multitudinarias, con gusto por el detalle, llenas de personajes secundarios excéntricos y grotescos, con perlas desperdigadas aquí y allá que tienen un componente hipnótico muy logrado. ¿Qué por momentos rozan lo ridículo? Sí, ¿Qué hay actores que sobreactúan sin venir a cuento? Pues también. Pero en todo ese caos, yo he encontrado cierto equilibrio y sentido.
En un momento de su vida en el que lógicamente ya no espera nadie que ruede otro Padrino u otro Apocalipsis Now, una película tan libérrima, anti comercial y diferente a todo lo que se hace hoy en día (también será porque pocos tienen acceso a más de 120 millones propios para rodar lo que quieran) merece como mínimo un visionado tranquilo. Que un director octogenario se tire a la piscina rodando lo que ha querido sin dejarse llevar por las modas imperantes no es lo habitual ahora.
No estará Coppola en los Oscars, no. Como tampoco estuvo en el palmarés de Cannes. Y quizás incluso, en este mundo loco que vivimos, acabe colándose en los Razzies, pero a mí me parece que saltar sin red de vez en cuando y esperar a que tu película se la comprenda en 20 años como una obra de culto (¿Dune de David Lynch?) es de una valentía aplaudible (que sí, que para muchos se trata de una soberana estupidez sin pies ni cabeza y parte de razón tienen).
A mí me ha asombrado como todavía hay en su cine momentos de gran belleza (o asco) plástica como en su día en la no menos incomprendida (y fascinante) Corazonada y como esa manera de rodar -de nuevo caótica y libre- sea su manera de decir: aquí sigo. Para mí es un sí!
En él están muchas de las constantes de su cine más reciente (tampoco especialmente bien tratado por la crítica como muestra el cinco pelado que alcanzan juntas El hombre sin edad, Tetro y Twixt en esta misma web) en cuanto a estructura narrativa y admiración por lo fantástico -aquí ya distopía de ciencia ficción llevada al límite.
Se ha hecho mucho énfasis desde Cannes en la seriedad y solemnidad del proyecto, en la propia megalomanía del director que muchos consideran arrogancia y egocentrismo. Puede ser. Pero creo que también se ha pasado de puntillas por ese punto más cínico, irónico y que casi llega al humor negro que desprende Megalópolis. Vista así, a mí me ha parecido un film entretenidísimo, con una historia esquemática fácil de seguir sin que su supuesta trascendencia -que para mí no la tiene- sea un obstáculo para su disfrute.
En cierto modo me ha recordado a esas películas locas que hizo Fellini en su momento como el Satiricon o Il casanova por todos los excesos formales y visuales que la pueblan. Historias donde el texto casi que pasa a un segundo plano para concentrar su fuerza en su poderío visual y artístico. Escenas multitudinarias, con gusto por el detalle, llenas de personajes secundarios excéntricos y grotescos, con perlas desperdigadas aquí y allá que tienen un componente hipnótico muy logrado. ¿Qué por momentos rozan lo ridículo? Sí, ¿Qué hay actores que sobreactúan sin venir a cuento? Pues también. Pero en todo ese caos, yo he encontrado cierto equilibrio y sentido.
En un momento de su vida en el que lógicamente ya no espera nadie que ruede otro Padrino u otro Apocalipsis Now, una película tan libérrima, anti comercial y diferente a todo lo que se hace hoy en día (también será porque pocos tienen acceso a más de 120 millones propios para rodar lo que quieran) merece como mínimo un visionado tranquilo. Que un director octogenario se tire a la piscina rodando lo que ha querido sin dejarse llevar por las modas imperantes no es lo habitual ahora.
No estará Coppola en los Oscars, no. Como tampoco estuvo en el palmarés de Cannes. Y quizás incluso, en este mundo loco que vivimos, acabe colándose en los Razzies, pero a mí me parece que saltar sin red de vez en cuando y esperar a que tu película se la comprenda en 20 años como una obra de culto (¿Dune de David Lynch?) es de una valentía aplaudible (que sí, que para muchos se trata de una soberana estupidez sin pies ni cabeza y parte de razón tienen).
A mí me ha asombrado como todavía hay en su cine momentos de gran belleza (o asco) plástica como en su día en la no menos incomprendida (y fascinante) Corazonada y como esa manera de rodar -de nuevo caótica y libre- sea su manera de decir: aquí sigo. Para mí es un sí!
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