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Miniserie

7,1
6.127
5
8 de febrero de 2013
8 de febrero de 2013
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imaginad que después de mucho esperar, conseguís mesa al fin en uno de los restaurantes de moda, de esos que vienen recomendados en las principales guías de cocina del país.
Así que os ponéis vuestras mejores galas y con la mejor disposición posible, os presentáis allí llenos de expectación.
El servicio es amable y profesional y todo el local está decorado de una forma exquisita. No se ha reparado en gastos, la vajilla, la mantelería… todo está al mayor nivel de excelencia imaginable.
Después de una espera bastante larga -lo bueno se hace esperar, piensas-, te presentan el primer plato sobre la mesa. Los colores, las texturas, la disposición de los alimentos, todo parece perfecto y entonces lo pruebas y… descubres que aquello no funciona, que está insípido, que los alimentos no son de primera calidad, que no están bien cocinados, que no casan entre sí como deberían hacerlo.
Decides darles otra oportunidad, no es posible, -te repites-, no es posible que este restaurante, que este local que todo el mundo admira, que todos recomiendan… No es posible… Pero sí, es posible, llega el segundo plato -después de otra prolongada espera- y es más de lo mismo, la comida no está buena, no señor, no está buena y te da igual lo que digan todos los entendidos, Agamenón y su porquero…
Bueno, perdón por esta larga introducción, pero es que no se me ocurre otro modo de hablar de esta miniserie que empleando una metáfora. Pues no, no me ha gustado, es más, me he sentido engañado y eso me duele aun más que la calidad intrínseca del producto. Hay pelis que son malas, y eso salta a la vista, no pueden engañar a nadie. Luego hay otras que son comerciales, puro entreteniendo y tampoco engañan a nadie, pero que te vendan una miniserie como una especie de obra maestra de la televisión cuando no lo es en absoluto, esto me saca de quicio, lo confieso.
Trataré de explicarme. Kate Winslet es una magnífica actriz, de ésas que no se les nota que están actuando. Además, no va de chica playboy, no oculta sus imperfecciones físicas y, sin embargo, es muy sexy a pesar de todo. Guy Pearce es uno de mis actores favoritos, no solo por Memento, sino también por su inolvidable trabajo en Factory Girl interpretando de forma magistral a Andy Warhol, en uno de esos papeles que perduran para siempre. Evan Rachel Wood es una gran actriz y un bombón a pesar de esa belleza tan gélida y de ese rostro como enharinado en exceso (debo confesar que su desnudo integral es una de las mejores cosas de esta miniserie).
Bueno, está claro que el problema no son los actores. Tampoco tengo ninguna queja de la ambientación en la América posterior a la Gran Depresión, que está muy lograda. Los de HBO se han gastado mucho dinero y se nota. Como única queja me atrevería a apuntar que se nota demasiado que todas las paredes están recién pintadas en todos los interiores, lo cual resulta muy poco creíble. Cada uno no tiene más que mirar las de su propia casa.
La ambientación musical es también perfecta, la fotografía está muy bien… Entonces… ¿Dónde está el fallo?... Pues por simple eliminación el fallo solo puede estar en el guión, solo puede estar ahí… ¿Pero si el guión lo ha escrito Todd Haynes? Pues sí, lo ha adaptado Todd Haynes basado en una novela de James M. Cain que por desgracia desconozco y se ha equivocado. Eso es todo, se ha equivocado.
Señor Haynes, sus personajes no resultan creíbles, van del frío al calor sin que medie ningún indicio, la malvada hija es capaz de dedicar a la madre una canción en la opera para hacernos llorar a todos, y pocas escenas después jugársela descaradamente sin una sombra de culpabilidad. Guy Pearce juega al ‘la quiero, no la quiero’ con Kate de un modo tan aleatorio como improbable. Y la propia Mildred no sabemos si odia o idolatra a su hija, pues en cada escena sus sentimientos son antagónicos, no hay una progresión dramática en la historia, los clímax se conducen artificialmente hacia la conclusión de cada capítulo de modo premeditado, vacío, insustancial, efectista…
Bueno, pues eso, que no me ha gustado.
Así que os ponéis vuestras mejores galas y con la mejor disposición posible, os presentáis allí llenos de expectación.
El servicio es amable y profesional y todo el local está decorado de una forma exquisita. No se ha reparado en gastos, la vajilla, la mantelería… todo está al mayor nivel de excelencia imaginable.
Después de una espera bastante larga -lo bueno se hace esperar, piensas-, te presentan el primer plato sobre la mesa. Los colores, las texturas, la disposición de los alimentos, todo parece perfecto y entonces lo pruebas y… descubres que aquello no funciona, que está insípido, que los alimentos no son de primera calidad, que no están bien cocinados, que no casan entre sí como deberían hacerlo.
Decides darles otra oportunidad, no es posible, -te repites-, no es posible que este restaurante, que este local que todo el mundo admira, que todos recomiendan… No es posible… Pero sí, es posible, llega el segundo plato -después de otra prolongada espera- y es más de lo mismo, la comida no está buena, no señor, no está buena y te da igual lo que digan todos los entendidos, Agamenón y su porquero…
Bueno, perdón por esta larga introducción, pero es que no se me ocurre otro modo de hablar de esta miniserie que empleando una metáfora. Pues no, no me ha gustado, es más, me he sentido engañado y eso me duele aun más que la calidad intrínseca del producto. Hay pelis que son malas, y eso salta a la vista, no pueden engañar a nadie. Luego hay otras que son comerciales, puro entreteniendo y tampoco engañan a nadie, pero que te vendan una miniserie como una especie de obra maestra de la televisión cuando no lo es en absoluto, esto me saca de quicio, lo confieso.
Trataré de explicarme. Kate Winslet es una magnífica actriz, de ésas que no se les nota que están actuando. Además, no va de chica playboy, no oculta sus imperfecciones físicas y, sin embargo, es muy sexy a pesar de todo. Guy Pearce es uno de mis actores favoritos, no solo por Memento, sino también por su inolvidable trabajo en Factory Girl interpretando de forma magistral a Andy Warhol, en uno de esos papeles que perduran para siempre. Evan Rachel Wood es una gran actriz y un bombón a pesar de esa belleza tan gélida y de ese rostro como enharinado en exceso (debo confesar que su desnudo integral es una de las mejores cosas de esta miniserie).
Bueno, está claro que el problema no son los actores. Tampoco tengo ninguna queja de la ambientación en la América posterior a la Gran Depresión, que está muy lograda. Los de HBO se han gastado mucho dinero y se nota. Como única queja me atrevería a apuntar que se nota demasiado que todas las paredes están recién pintadas en todos los interiores, lo cual resulta muy poco creíble. Cada uno no tiene más que mirar las de su propia casa.
La ambientación musical es también perfecta, la fotografía está muy bien… Entonces… ¿Dónde está el fallo?... Pues por simple eliminación el fallo solo puede estar en el guión, solo puede estar ahí… ¿Pero si el guión lo ha escrito Todd Haynes? Pues sí, lo ha adaptado Todd Haynes basado en una novela de James M. Cain que por desgracia desconozco y se ha equivocado. Eso es todo, se ha equivocado.
Señor Haynes, sus personajes no resultan creíbles, van del frío al calor sin que medie ningún indicio, la malvada hija es capaz de dedicar a la madre una canción en la opera para hacernos llorar a todos, y pocas escenas después jugársela descaradamente sin una sombra de culpabilidad. Guy Pearce juega al ‘la quiero, no la quiero’ con Kate de un modo tan aleatorio como improbable. Y la propia Mildred no sabemos si odia o idolatra a su hija, pues en cada escena sus sentimientos son antagónicos, no hay una progresión dramática en la historia, los clímax se conducen artificialmente hacia la conclusión de cada capítulo de modo premeditado, vacío, insustancial, efectista…
Bueno, pues eso, que no me ha gustado.

5,5
2.340
8
21 de marzo de 2013
21 de marzo de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la actualidad, tengo algo más de mil películas, la mayor parte de ellas compradas de segunda mano. Cada semana, hago la ruta de las distintas tiendas de mi ciudad en busca de algún tesoro escondido. Muchas veces me llevo algunas buenas películas; otras, no lo oculto, meto la pata y me llevo algún que otro bodrio, y unas pocas veces, muy pocas, encuentro ese tesoro que esperaba durante tanto tiempo. Entonces, para qué engañaros, soy feliz, eso está claro.
Ayer, tuve esa suerte, compré a ciegas una película de la que jamás había oído hablar por mera intuición y me llevé el premio gordo. Me gustaría explicar cuáles son a mi juicio los logros de este clásico moderno.
La película está muy lograda en su aspecto formal, esto es algo que incluso reconocen los que no les ha gustado. La fotografía en tonos sepia hace que te sumerjas en la historia sin apenas esfuerzo y cuando la protagonista accede al nivel superior, el shock visual que produce el contraste con la fotografía de corte realista es difícil de describir por escrito. Los encuadres son de una gran belleza plástica, parecen páginas de un cómic, y la puesta en escena es también muy bella.
Otro punto fuerte es la música, recuerda un poco a la de Preisner o Kilar, la canción de Avalon te pone la carne de gallina con esa voz de soprano, por no hablar de los momentos corales, siempre dispuestos a subrayar situaciones concretas de la película.
Algo que también me ha gustado mucho es la parquedad de los diálogos, cada día tengo más claro que las personas hablamos demasiado, que sobra el 80% de lo que la gente dice a lo largo del día. Y aquí es como si se hubieran destilado los diálogos de una película ordinaria y se hubiera quedado solo lo esencial.
Además, ¿quién necesita diálogos cuando cuenta con una de las miradas más subyugadoras de la historia del cine? Sin duda, esta película no sería la misma de no ser por la espléndida actriz polaca que encarna a la protagonista de la historia. Hay una escena en particular que no voy a ser capaz de olvidar en mucho tiempo. La chica está en la sala de espera antes de comenzar el concierto, y la cámara se embelesa con su mirada manteniendo durante unos largos segundos ese plano, consiguiendo que la tensión crezca más y más. ¿Qué diálogo podría expresar, sugerir o describir más que eso?
Pero claro, la forma sin fondo, no es más que puro artificio. Me sorprende que esta película tenga una nota tan baja en FilmAffinity y que la gente se escude que en que la historia es floja o incluso en que no se entiende. ¿Alguien entendió el final de la saga Matrix? Pues que venga y me lo explique. Desde luego, a mí no me parece que el final sea tan oscuro, pero no creo que ésa sea una causa para descalificar la película.
A mí me ha parecido una historia muy lograda, con esos mundos paralelos que se cruzan entre sí, con esas realidades virtuales que acaban siendo más reales que las otras. Me parece una metáfora muy plausible de nuestra sociedad contemporánea, donde la gente trata de buscar fuera del mundo real aquello que la realidad hace ya tiempo dejó de ofrecerles. Ésa es al menos una de las razones de mi afición al cine. Y apostaría a que no soy el único por aquí.
En fin, siempre he pensado que solo la creación artística nos ayuda a escapar de las mezquindades de nuestra condición humana. Está claro que Mamoru Oshii lo ha conseguido con la coherencia y la calidad de su obra. Los demás deberemos esperar a una próxima reencarnación.
Ayer, tuve esa suerte, compré a ciegas una película de la que jamás había oído hablar por mera intuición y me llevé el premio gordo. Me gustaría explicar cuáles son a mi juicio los logros de este clásico moderno.
La película está muy lograda en su aspecto formal, esto es algo que incluso reconocen los que no les ha gustado. La fotografía en tonos sepia hace que te sumerjas en la historia sin apenas esfuerzo y cuando la protagonista accede al nivel superior, el shock visual que produce el contraste con la fotografía de corte realista es difícil de describir por escrito. Los encuadres son de una gran belleza plástica, parecen páginas de un cómic, y la puesta en escena es también muy bella.
Otro punto fuerte es la música, recuerda un poco a la de Preisner o Kilar, la canción de Avalon te pone la carne de gallina con esa voz de soprano, por no hablar de los momentos corales, siempre dispuestos a subrayar situaciones concretas de la película.
Algo que también me ha gustado mucho es la parquedad de los diálogos, cada día tengo más claro que las personas hablamos demasiado, que sobra el 80% de lo que la gente dice a lo largo del día. Y aquí es como si se hubieran destilado los diálogos de una película ordinaria y se hubiera quedado solo lo esencial.
Además, ¿quién necesita diálogos cuando cuenta con una de las miradas más subyugadoras de la historia del cine? Sin duda, esta película no sería la misma de no ser por la espléndida actriz polaca que encarna a la protagonista de la historia. Hay una escena en particular que no voy a ser capaz de olvidar en mucho tiempo. La chica está en la sala de espera antes de comenzar el concierto, y la cámara se embelesa con su mirada manteniendo durante unos largos segundos ese plano, consiguiendo que la tensión crezca más y más. ¿Qué diálogo podría expresar, sugerir o describir más que eso?
Pero claro, la forma sin fondo, no es más que puro artificio. Me sorprende que esta película tenga una nota tan baja en FilmAffinity y que la gente se escude que en que la historia es floja o incluso en que no se entiende. ¿Alguien entendió el final de la saga Matrix? Pues que venga y me lo explique. Desde luego, a mí no me parece que el final sea tan oscuro, pero no creo que ésa sea una causa para descalificar la película.
A mí me ha parecido una historia muy lograda, con esos mundos paralelos que se cruzan entre sí, con esas realidades virtuales que acaban siendo más reales que las otras. Me parece una metáfora muy plausible de nuestra sociedad contemporánea, donde la gente trata de buscar fuera del mundo real aquello que la realidad hace ya tiempo dejó de ofrecerles. Ésa es al menos una de las razones de mi afición al cine. Y apostaría a que no soy el único por aquí.
En fin, siempre he pensado que solo la creación artística nos ayuda a escapar de las mezquindades de nuestra condición humana. Está claro que Mamoru Oshii lo ha conseguido con la coherencia y la calidad de su obra. Los demás deberemos esperar a una próxima reencarnación.
27 de febrero de 2020
27 de febrero de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película no es perfecta, pero el mero hecho de descubrir que la novela “Orlando” de Virginia Woolf está dedicada e inspirada en su por entonces amante Vita Sackville-West, es razón suficiente para justificar su visión.
En un principio, ambas mujeres tenían pocas cosas en común para que su relación pudiera prosperar. Virginia era una escritora perteneciente al llamado “círculo de Bloomsbury”, un grupo de intelectuales ingleses de clase alta que a principios del siglo XX vivían al margen de todos los convencionalismos de la puritana sociedad inglesa postvictoriana. Virginia arrastraba consigo algunos problemas mentales desde hacía años (descritos de forma muy poética en la película, aunque dudo que Virginia los viviera con tanta belleza), era una persona retraída y poco sociable y bastante reprimida sexualmente. Vita, al contrario, era una mujer con una personalidad arrolladora (espléndida, como siempre, la magnífica Gemma Arterton), bisexual, promiscua y a la que le gustaba exprimir la vida al máximo (la típica coleccionadora de sensaciones). También era una escritora de éxito, a diferencia de Virginia que estaba empezando a ser conocida por un público minoritario y selecto.
El estilo visual de la película me ha recordado al cine de Jane Campion. Hay una deliberada búsqueda de la belleza en cada plano que a mí me ha agradado mucho. Especial mención merece el diseño de vestuario. También me ha gustado la calidad de los diálogos, de verdadera altura literaria e intelectual y me atrevería a afirmar que buena parte de ellos están tomados de la correspondencia publicada póstumamente entre ambas. Sin embargo, en cuanto a la narración de la historia, la película delata su origen teatral a veces, y las motivaciones y conductas de los personajes resultan un tanto oscuras y precipitadas en ocasiones.
La actriz que interpreta a Virginia, Elizabeth Debicki, parece un poco fría al principio, pero curiosamente a medida que su personaje va venciendo sus represiones, ella misma va creciendo en intensidad emocional, hasta llegar a esa escena final verdaderamente prodigiosa en la que las dos actrices están soberbias. Esa reflexión última acerca del ocaso de un amor es, sin duda, lo mejor de la película.
En definitiva, una película hermosa, que entretiene y emociona, hablándonos del amor imposible entre dos seres diametralmente opuestos, pero del que quedará para siempre una obra de arte de la literatura como testimonio imborrable de esa pasión.
En un principio, ambas mujeres tenían pocas cosas en común para que su relación pudiera prosperar. Virginia era una escritora perteneciente al llamado “círculo de Bloomsbury”, un grupo de intelectuales ingleses de clase alta que a principios del siglo XX vivían al margen de todos los convencionalismos de la puritana sociedad inglesa postvictoriana. Virginia arrastraba consigo algunos problemas mentales desde hacía años (descritos de forma muy poética en la película, aunque dudo que Virginia los viviera con tanta belleza), era una persona retraída y poco sociable y bastante reprimida sexualmente. Vita, al contrario, era una mujer con una personalidad arrolladora (espléndida, como siempre, la magnífica Gemma Arterton), bisexual, promiscua y a la que le gustaba exprimir la vida al máximo (la típica coleccionadora de sensaciones). También era una escritora de éxito, a diferencia de Virginia que estaba empezando a ser conocida por un público minoritario y selecto.
El estilo visual de la película me ha recordado al cine de Jane Campion. Hay una deliberada búsqueda de la belleza en cada plano que a mí me ha agradado mucho. Especial mención merece el diseño de vestuario. También me ha gustado la calidad de los diálogos, de verdadera altura literaria e intelectual y me atrevería a afirmar que buena parte de ellos están tomados de la correspondencia publicada póstumamente entre ambas. Sin embargo, en cuanto a la narración de la historia, la película delata su origen teatral a veces, y las motivaciones y conductas de los personajes resultan un tanto oscuras y precipitadas en ocasiones.
La actriz que interpreta a Virginia, Elizabeth Debicki, parece un poco fría al principio, pero curiosamente a medida que su personaje va venciendo sus represiones, ella misma va creciendo en intensidad emocional, hasta llegar a esa escena final verdaderamente prodigiosa en la que las dos actrices están soberbias. Esa reflexión última acerca del ocaso de un amor es, sin duda, lo mejor de la película.
En definitiva, una película hermosa, que entretiene y emociona, hablándonos del amor imposible entre dos seres diametralmente opuestos, pero del que quedará para siempre una obra de arte de la literatura como testimonio imborrable de esa pasión.

5,6
233
10
23 de noviembre de 2018
23 de noviembre de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay ciertas obras de arte que marcan y jalonan nuestras vidas. Por alguna desconocida razón, nos conmueven no solo intelectualmente sino emocionalmente y este impacto nos acompaña para siempre. Algo así me ha sucedido hoy con esta película. Desde el primer minuto en que las dos hermanas se reencuentran y se crea esa especial química entre las dos (no sabemos nada de sus vidas, ni sabemos adónde se dirigen), la historia me atrapó y me llevó consigo hasta ese impresionante clímax final.
Me gustaría destacar la precisión y la inteligencia del guión, con sus acertadas elipsis, con la excelente elección de cada personaje secundario, con ese crescendo narrativo que nos conduce hacia esa conclusión inapelable. En cierto modo, todos somos un poco como el personaje de Alicia Vikander, vamos descubriendo poco a poco de qué va esto de la vida, primero con rebeldía, luego con incredulidad, hasta llegar a la aceptación final. La película consigue hablarnos de la vida, hablándonos de la muerte (o viceversa). La película trata del sentido de la vida, de lo importante que es reconciliarnos con el pasado, saldar las cuentas pendientes, y cerrar las heridas antes de partir. Y todo ello lo consigue prescindiendo de toda envoltura filosófica o religiosa, simplemente mostrando las dudas, las miradas, los silencios y las conductas de sus personajes, sin subrayar nada, sin tomar partido o aleccionar al espectador. Ése es también otro de sus logros.
Hay muchas escenas que destacaría, probablemente todas las de Charlotte Rampling, con esa serenidad que transmite su rostro devastado por la edad y sin embargo, bello. ¡Qué bien se lee en sus ojos la sabiduría de los años y con qué pocas líneas de diálogo lo consigue! También me gustaría destacar la interpretación de Eva Green. Hasta ahora había sido para mí una especie de encarnación de la sensualidad femenina, pero en esta película consigue prescindir por completo de los recursos de su belleza y ofrecer una interpretación tremendamente conmovedora. Sin excesos, sin grandes gestos, basada en un sentimiento interiorizado, contenido y lleno de matices. De hecho, todos los actores parecen en estado de gracia, imagino que esto se debe a la grandeza de la historia, la precisión del guión y el saber hacer de la directora.
Por último, decir que incluso la baja puntuación de esta película en Filmaffinity me satisface. Siempre he vivido un poco a contracorriente y espero también morir así. Cualquier otra opción sería traicionarme a mí mismo.
PD: La escena final de Eva Green está para mí ya en la Historia del Cine.
Me gustaría destacar la precisión y la inteligencia del guión, con sus acertadas elipsis, con la excelente elección de cada personaje secundario, con ese crescendo narrativo que nos conduce hacia esa conclusión inapelable. En cierto modo, todos somos un poco como el personaje de Alicia Vikander, vamos descubriendo poco a poco de qué va esto de la vida, primero con rebeldía, luego con incredulidad, hasta llegar a la aceptación final. La película consigue hablarnos de la vida, hablándonos de la muerte (o viceversa). La película trata del sentido de la vida, de lo importante que es reconciliarnos con el pasado, saldar las cuentas pendientes, y cerrar las heridas antes de partir. Y todo ello lo consigue prescindiendo de toda envoltura filosófica o religiosa, simplemente mostrando las dudas, las miradas, los silencios y las conductas de sus personajes, sin subrayar nada, sin tomar partido o aleccionar al espectador. Ése es también otro de sus logros.
Hay muchas escenas que destacaría, probablemente todas las de Charlotte Rampling, con esa serenidad que transmite su rostro devastado por la edad y sin embargo, bello. ¡Qué bien se lee en sus ojos la sabiduría de los años y con qué pocas líneas de diálogo lo consigue! También me gustaría destacar la interpretación de Eva Green. Hasta ahora había sido para mí una especie de encarnación de la sensualidad femenina, pero en esta película consigue prescindir por completo de los recursos de su belleza y ofrecer una interpretación tremendamente conmovedora. Sin excesos, sin grandes gestos, basada en un sentimiento interiorizado, contenido y lleno de matices. De hecho, todos los actores parecen en estado de gracia, imagino que esto se debe a la grandeza de la historia, la precisión del guión y el saber hacer de la directora.
Por último, decir que incluso la baja puntuación de esta película en Filmaffinity me satisface. Siempre he vivido un poco a contracorriente y espero también morir así. Cualquier otra opción sería traicionarme a mí mismo.
PD: La escena final de Eva Green está para mí ya en la Historia del Cine.
7 de enero de 2020
7 de enero de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy muy dado a los ejercicios de estilo, generalmente suelen caer en el artificio, pero cuando una forma muy original se supedita al fondo de una buena historia pueden crearse obras de arte como ésta.
Esta película es fascinante. Por su fondo y por su forma. Todo el metraje de la película (y digo todo) está rodado con cámara subjetiva. Es decir, que en todo momento vemos en primera persona lo que observa el actor protagonista (que también es director y guionista). Este recurso, que en manos poco expertas podría llegar a ser tedioso, resulta sin embargo sorprendente y funcional, pues está en todo momento supeditado a relatar el romance de los protagonistas.
¡Y vaya protagonistas! De él solo vemos su rostro unos breves segundos cuando se mira en un espejo, pero su voz está presente todo el tiempo: cuando habla por teléfono con ella, cuando trata de seducirla con todo tipo de argumentos, cuando discuten, cuando se aman... Ese tono de voz, decidido y cortante, es difícil de olvidar (por supuesto, en versión original).
Y qué decir de Isabelle Carré. Debo confesar que llegué a esta película gracias a ella. Hace poco la descubrí en otra película y me enamoró por completo, así que rápidamente consulté su filmografía aquí y me puse en modo busca y captura. Dado que durante toda la película vemos lo que él ve, nos pasamos casi todo el metraje contemplando su belleza juvenil y sin aditivos, las múltiples oscilaciones de su rostro tan expresivo, su impúdica desnudez, sus enfados, sus chantajes emocionales...
Me ha gustado muchísimo el juego de seducción entre los dos, cómo se conocen, cómo él la persigue hasta conseguirla, cómo ella se resiste, sus debates dialécticos sobre el adulterio, la entrega total de los enamorados, la pasión irracional que nos lleva a arriesgarlo todo, los celos por lo que pueda hacer el otro, esa especie de crueldad que aparece en las parejas cuando uno siente que está entregando más que el otro y se pone a la defensiva para protegerse... Todas las etapas del enamoramiento están aquí, desde el auge hasta la caída.
Me quedo con una escena. El hablando por teléfono con ella a las tantas de la madrugada mientras observa (observamos) una panorámica de la ciudad de París en plena noche. El diálogo es apasionado, íntimo, profundo, pero todo lo que vemos es una hermosa postal de las luces de París en la noche.
Os la recomiendo sin duda a todos los que hayáis vivido una historia de amor. No os arrepentiréis.
Esta película es fascinante. Por su fondo y por su forma. Todo el metraje de la película (y digo todo) está rodado con cámara subjetiva. Es decir, que en todo momento vemos en primera persona lo que observa el actor protagonista (que también es director y guionista). Este recurso, que en manos poco expertas podría llegar a ser tedioso, resulta sin embargo sorprendente y funcional, pues está en todo momento supeditado a relatar el romance de los protagonistas.
¡Y vaya protagonistas! De él solo vemos su rostro unos breves segundos cuando se mira en un espejo, pero su voz está presente todo el tiempo: cuando habla por teléfono con ella, cuando trata de seducirla con todo tipo de argumentos, cuando discuten, cuando se aman... Ese tono de voz, decidido y cortante, es difícil de olvidar (por supuesto, en versión original).
Y qué decir de Isabelle Carré. Debo confesar que llegué a esta película gracias a ella. Hace poco la descubrí en otra película y me enamoró por completo, así que rápidamente consulté su filmografía aquí y me puse en modo busca y captura. Dado que durante toda la película vemos lo que él ve, nos pasamos casi todo el metraje contemplando su belleza juvenil y sin aditivos, las múltiples oscilaciones de su rostro tan expresivo, su impúdica desnudez, sus enfados, sus chantajes emocionales...
Me ha gustado muchísimo el juego de seducción entre los dos, cómo se conocen, cómo él la persigue hasta conseguirla, cómo ella se resiste, sus debates dialécticos sobre el adulterio, la entrega total de los enamorados, la pasión irracional que nos lleva a arriesgarlo todo, los celos por lo que pueda hacer el otro, esa especie de crueldad que aparece en las parejas cuando uno siente que está entregando más que el otro y se pone a la defensiva para protegerse... Todas las etapas del enamoramiento están aquí, desde el auge hasta la caída.
Me quedo con una escena. El hablando por teléfono con ella a las tantas de la madrugada mientras observa (observamos) una panorámica de la ciudad de París en plena noche. El diálogo es apasionado, íntimo, profundo, pero todo lo que vemos es una hermosa postal de las luces de París en la noche.
Os la recomiendo sin duda a todos los que hayáis vivido una historia de amor. No os arrepentiréis.
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