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Críticas 347
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de julio de 2011
40 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y viendo esta película uno se da cuenta de la evolución que ha sufrido este país en las últimas décadas. Un progreso que llegó de la mano de la democracia y del que todos deberíamos sentirnos orgullosos. ‘El mundo sigue’ refleja a la perfección el retraso de la sociedad española durante la dictadura franquista. Especialmente complicada es la situación de la mujer, un tema recurrente en el cine de esa época y que denunciaron otras películas como la ‘La Tía Tula’ o ‘Calle Mayor’. En este caso el protagonismo se lo llevan dos hermanas que se profesan un odio basado en la envidia y el rencor. Una de ellas (Lina Canalejas) es honrada y trabajadora, pero lleva una vida mísera junto a un marido ludópata, irresponsable y maltratador (Fernando Fernán Gómez). La otra (Gemma Cuervo), ante un oscuro presente y un incierto futuro decide tomar el camino fácil vendiéndose al mejor postor.

Dos hermanas antagónicas, cuyo único objetivo es sobrevivir en una sociedad que situaba a la mujer en el último escalón. Por eso no se puede juzgar a ninguna, señalando que la una es mejor que la otra. En los primeros minutos se produce una brutal pelea entre ambas que ya adelanta lo que nos deparará la película. Mención especial para Lina Canalejas, que se convierte en una ‘Sofía Loren’ a la española repleta de carisma, fuerza y sensualidad. Cuando desaparece de la pantalla, la película se resiente y esa es la mejor muestra de la impresionante actuación de esta actriz. Gemma Cuervo, la inocente viejecilla de ‘Aquí no hay quién viva’ luce espectacular a los 27 años y da perfecta réplica a su hermana en sus múltiples enfrentamientos verbales y físicos.

Ver esta película es un privilegio, entre otras cosas porque en su momento tuvo un estreno restringido por obra y gracia de la censura, y desde entonces sus pases por televisión han sido escasos. Así se ha convertido en una película casi clandestina que muy pocos han visto. Su artífice, Fernando Fernán Gómez, casi se arruina con el objetivo de sacarla adelante. Finalmente lo consiguió, pero los problemas antes mencionados precipitaron su fracaso. En esa época rodar una obra tan atrevida como ‘El mundo sigue’ fue un acto de rebeldía y tenacidad de Fernán Gómez, seguramente uno de los españoles más brillantes del siglo XX. Ahí ha quedado su labor como actor, director, guionista, dramaturgo y escritor para corroborarlo. Una pena que muchos solo le recuerden por su famoso: “¡A la mierda!”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Se agradece que alguien como Fernán Gómez, que no hubiera tenido problemas en rodar insulsas comedias como las que se estilaban en España durante esos años, decidiera jugarse su prestigio y su dinero haciendo una película por ‘amor al arte’. Seguramente sabía que la censura destrozaría la vida comercial de la película, pero pasados los años nadie se acuerda de esas comedias y si de aquellas obras que se atrevieron a desafiar al régimen y mostrar su verdadera cara. En un momento de la película, alguien le dice al protagonista tras tocarle la Quiniela: “Esta era para entendidos y en España de otra cosa no, pero de toros y de futbol…” Esta frase define perfectamente a esa España ignorante que espero haya quedado atrás. Ahora tenemos libertad para saber, como no, de fútbol y de toros, pero también para acceder a conocimientos que los españoles de hace no tantos años tenían vetados y hay que aprovecharlo.
9 de marzo de 2011
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Costa-Gavras, un director siempre comprometido y autor de películas como ‘Z’ (crítica a la dictadura militar griega), ‘Missing’ (crítica al golpe de estado de Pinochet en Chile) o ‘Amén’ (crítica al silencio del Vaticano durante el Holocausto) pone su incisiva cámara a disposición de una historia sobre el cuarto poder en la más que interesante ‘Mad City’. El director franco-griego nos muestra hasta dónde puede llegar la prensa más sensacionalista en el tratamiento de una noticia. Describe una prensa completamente ajena al concepto de objetividad, sin ningún tipo de implicación emocional con los protagonistas de la noticia y que piensa exclusivamente en su propio beneficio.

‘Mad City’ es una película tremendamente pesimista sobre el mundo del periodismo, ya que casi ningún personaje muestra ningún rasgo noble. Los periodistas son presentados como personas interesadas, insensibles y egoístas, aunque algunos como el protagonista Max Brackett (Dustin Hoffman) evolucionan hacia una especie de redención, mientras otros como la ‘novata’ Laurie (Mia Kirshner) van pervirtiéndose influenciados por el ambiente que les rodea. Solo el más veterano, Lou Potts (Robert Prosky), mantiene su integridad aunque es ignorado por un mundo muy distinto al que él conociera en su juventud. Toda la historia está presentada de manera exagerada y quizás en ese punto esté su mayor defecto, al volverse demasiado evidente y poco creíble en determinados momentos. Otra pega es que la historia no es nueva, ya que Billy Wilder nos contó algo parecido en ‘El Gran Carnaval’.
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Si el mundo del periodismo queda en mal lugar, no es mucho mejor el cuadro que nos ofrece de la opinión pública, presentada como un mecanismo voluble, manejable y poco inteligente. La persuasión que los medios de comunicación ejercen sobre las personas queda reflejada en situaciones como el circo mediático que se forma alrededor del museo, con venta de ‘merchandising’ incluido. Al mismo tiempo los medios también se ven enormemente influidos por la opinión pública a través de las encuestas, que dictan sus estrategias futuras. Y la política tampoco se salva, ya que la policía está pendiente de la reacción de la opinión pública a la hora de actuar (o no) ante el delincuente (o héroe). En medio de todo ese maremágnum se encuentra el protagonista de la noticia, Sam Baily (John Travolta), un hombre que acaba de perder su trabajo y que casi sin darse cuenta secuestra un museo lleno de niños, convirtiéndose de la noche a la mañana en la persona más conocida de EE UU y en una marioneta en manos de la prensa.

El museo y sus alrededores se convierten en un microcosmos de la sociedad actual en el que cada uno vela por sus propios intereses, olvidándose del prójimo y su sufrimiento. Así surgen oportunistas impulsados por el poder de la imagen y la influencia de la televisión, en busca de los 15 minutos de gloria de los que hablara Andy Warhol. Este medio es descrito como un hábitat terriblemente competitivo en el que cuanto menos escrúpulos, mejor. Esto lo personifican Kevin Hollander, el presentador estrella interpretado por Alan Alda y los jóvenes directivos de la televisión, que desde la sombra mueven los hilos totalmente ajenos a las implicaciones de la noticia. En definitiva una película sobre las perversiones del periodismo y que sirve de toque de atención para todos aquellos que se dedican o piensan dedicarse a dicha profesión.
6 de agosto de 2010
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso cómo funciona la memoria y esto es lo que nos viene a demostrar Carlos Saura en esta película. Cada persona recuerda una misma situación del pasado de manera distinta. En esta película es el personaje de José Luis López Vázquez (sobresaliente), el que rememora su infancia al volver al pueblo dónde convivió con una familia, que en el fondo no era la suya, tras el traumático estallido de la guerra civil española. La separación de sus padres republicanos, el amor por su prima Angélica, el miedo que infunde la religión, todo eso vuelve a él tras su regreso.
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Y Saura nos lo muestra de la mejor manera posible. Luis (López Vázquez), se convierte en ‘Luisito’ cuándo rememora el pasado, pero manteniendo su apariencia actual. El padre falangista de Angélica (Fernando Delgado) es en la actualidad su marido, asociando Luis la misma apariencia a las dos personas que le alejaron de su prima Angélica, tanto en el pasado como en el presente. El pasado ha marcado y perseguido al bueno de Luis, cuya existencia seguramente ya nunca será feliz.

Atención a la pesadilla con la monja (gusano, candado y estigmas como protagonistas) que asustaría a cualquiera y a la presentación como ‘malo’ de la película de un falangista en el año 1973. Habiendo visto escasas cuatro películas de la filmografía de Saura, uno se percata de un rasgo de su cine, el cuidado a la hora de elegir a las niñas protagonistas y su afición por ponerlas a bailar con éxitos de la época. Ana Torrent y sus hermanas en “Cria Cuervos”, Yohana Cobo y sus hermanas en “El Séptimo Día y María Clara Fernández de Loaysa con Angélica y Luis, mientras el marido duerme en el coche en esta gran película.
18 de noviembre de 2011
32 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Debería cambiar Robert De Niro de representante? Después de ver su última película la única respuesta posible es… Sí. ¿Cómo puede el mítico intérprete de títulos como El Padrino II, Novecento, Taxi Driver, El Cazador, Toro Salvaje, Erase una vez en América, La Misión, Los Intocables de Elliot Ness, Despertares, Uno de los Nuestros, Casino, Una Historia del Bronx o Heat meterse en proyectos como este? ¿Dinero, aburrimiento, desinterés,...? Asesinos de Élite es una mala película, pero es que también lo eran otras anteriores como Sin Límites, Stone o Asesinato Justo. De Niro interpreta con el piloto automático, poniendo su carismático rostro al servicio de la nada.

Lo mismo podríamos decir de Clive Owen, cuyos últimos estrenos no han estado a la altura de su talento. Aquí interpreta a un personaje plano, del que no sabemos nada y, en consecuencia, nos preguntamos continuamente qué motivaciones le empujan a hacer lo que hace. Al menos, Jason Statham cumple repartiendo puñetazos, patadas y balas compulsivamente, pero es que a este no podemos exigirle más. La única sorpresa agradable es el televisivo Dominic Purcell (Prison Break), que parece disfrutar interpretando su papel.

La película empieza con peleas, tiros y explosiones, continúa con más peleas, tiros y explosiones y acaba con más peleas, tiros y explosiones. Entre medias, diálogos en los que la palabra más utilizada es “mierda”, flashbacks metidos con calzador y una historia de amor intrascendente. Gary McKendry (nominado al Oscar en 2004 por su corto Everything in This Country Must) se pasa al largo con pobres resultados. Cuando la gente acude al cine a ver Asesinos de Élite espera encontrarse con escenas de acción espectaculares, pero es que ni siquiera eso ofrece la película. Es cierto que la saga Bourne ha dejado el listón muy alto, mezclando acción y cerebro a partes iguales, pero nadie le pedía al novel director algo de ese nivel. Hubiera bastado con algo parecido a La Sombra del Reino de Peter Berg.
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La película está inspirada en hechos reales y adapta un libro de Ranulph Fiennes titulado The Feather Man. No tiene nada que ver por tanto con la homónima película de Sam Peckinpah. El argumento gira alrededor de Danny (Statham), un mercenario retirado que se ve obligado a aceptar una misión casi suicida para conseguir la liberación de su mentor, Hunter (De Niro), retenido por un vengativo jeque. Para ello tendrá que enfrentarse a una de las unidades militares más temibles que existen, el SAS británico y a su líder, Spike (Owen). ¿Quién no recuerda el aspecto de Bruce Willis al final de La Jungla de Cristal 3? Sudoroso, sucio, herido y agotado, pero sin perder el ingenio… Pues en Asesinos de Élite, Statham ni sangra. La conclusión es que los héroes de acción de los 90 eran más humanos y a mí me gustaban mucho más.

Lo mejor: Los 30 segundos en los que suena I Fought the Law de The Clash.

Lo peor: Ni entretiene.
19 de noviembre de 2010
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado 13 de noviembre fallecía en su domicilio de Madrid, Luis García Berlanga. Tras las muertes de Juan Antonio Bardem (2002), Agustín González (2005), Fernando Fernán Gómez (2007), Rafael Azcona (2008), José Luis López Vázquez (2009), Manuel Alexandre (2010), el director valenciano cierra con su muerte a los 89 años una década triste para el cine español, en el que han ido desapareciendo todas sus grandes figuras. Casi nueve décadas de vida que dieron para mucho, entre otras cosas para filmar varias de las mejores películas del cine español. Dos días antes de su adiós había visto “Los Jueves, Milagro”, cuando acabó la película fui directamente al ordenador y es que algo no me cuadraba. La primera mitad de la película era Berlanga, ironía, mala leche, humor negro; pero la segunda (desde que aparece en escena Richard Basehart) parecía obra de otro director. Todo el mensaje inicial desaparecía y la crítica social tan propia del cine de Berlanga, se convertía en una especie de parábola religiosa, que poco tenía que ver con lo visto anteriormente.

Informándome por la red, descubrí la intrahistoria de esta película. A Berlanga le contrató el productor Ángel Martínez para el rodaje de la obra, pero en pleno proceso de escritura del guión, Martínez decidió vender la productora a una empresa ligada al Opus Dei. ¡Con la iglesia hemos topado! Los nuevos ‘mecenas’ y la censura acabaron metiendo mano en la película. El Padre Garau escribió los cambios que debían ser introducidos en la historia, de ahí que Berlanga propusiera que el religioso apareciera en los títulos de crédito como guionista. Incluso se llegaron a rodar escenas adicionales sin la participación de Berlanga, de las que se encargó el director Jorge Grau. Finalmente la película se convirtió en el mayor fracaso de taquilla de Berlanga. Ahora entendía mejor que había pasado y solo me quedaba resignarme a puntuar con un 7 una película que seguramente hubiera merecido más, si la censura no hubiera hecho de las suyas. (en spoiler por falta de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Berlanga tuvo que aprender a convivir con la censura y lo consiguió, pero no plegándose a sus ridículas exigencias, sino sabiendo burlarse de ella. Y para ello contó con la inestimable ayuda de otro genio, Rafael Azcona. “El Verdugo” y “Plácido” son los mejores ejemplos de cómo contar lo que uno quiere, por muy crítico que se fuera con el poder, sin que los ‘lumbreras’ de la censura se dieran cuenta. Lo primero que vi de Berlanga fue “Bienvenido Mister Marshall”, uno siempre tiene en mente la famosa canción (“Americanos, os recibimos con alegría…) y empieza a verla pensando que no es más que una comedia española más de aquella época. ¡Bendita ignorancia!, cuando uno se da cuenta de que detrás de ese recibimiento hay un pueblo deprimido por la miseria y los sueños rotos. Luego llegaron sus obras maestras, “Plácido” y “El Verdugo”, que quizá le costaron poder rodar más películas durante el franquismo. También llegó “Calabuch”, ese maravilloso cuento pacifista. Y la cosa no se quedó ahí porque llegaron las películas en democracia, “Patrimonio Nacional” y “La Vaquilla”. Es cierto que en libertad, Berlanga perdió la sutileza que tuvo que auto imponerse durante el franquismo, dando rienda suelta a algunas de sus obsesiones, como el sexo, que hasta entonces habían quedado guardadas. Y finalmente, como anunciando su final, llegó “Los jueves, milagro”. Ahora que se ha ido, yo seguiré viendo sus obras y todavía queda mucho y bueno. (“La Escopeta Nacional, “Novio a la Vista”, “Todos a la Cárcel”,…)

G R A C I A S. (En plano secuencia).
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