Se suelen dar ciertas licencias a las coproducciones internacionales. Quizá se otorguen para mantener la tradición "artística" del cine europeo, de modo que un director como Van Dormael pueda exponer su alma en cada secuencia. Pero un buen presupuesto, cuando se trata de exponer el alma, puede resultar muy peligroso y somnoliento. Demasiadas tramas cruzadas, demasiada estética, demasiada filosofía barata, probablemente desarrollada en conversaciones insomnes, y en resumen: demasiada alma.
Concomitancias con la ciencia ficción de Robert Heinlein, una interpretación efectiva de Jared Leto, y un tratamiento cariñoso de los planos, pero con un argumento intrincado, pedante y lioso. Quizá requiera de un nivel de concentración que ya no doy a cualquiera, pero para mi, ver este tipo de experimento a día de hoy, es tan divertido como ver a una mujer comerse su propia placenta.

Cuando era niño vi Suspiria casualmente, creo que en televisión. Las imágenes quedaron incrustadas en mi mente, y no sólo por el terror que me provocó el film, sino por el ambiente, los colores e imágenes. Ya a mis 32 años decido volver a ver la película, siendo consciente de que el cine de Argento no tiene un gran nivel en las interpretaciones ni en los diálogos. Curiosamente, vuelvo a ver, desde mi perspectiva adulta (supongo) que Suspiria tiene planos maravillosos, un ritmo sensacional y unos decorados increíbles.
¿Qué es lo que falla?: unos diálogos mediocres, interpretaciones pobres (estas incluyen a un Miguel Bosé muy jovencito), y una serie de tópicos en el argumento. Aún así, no me arrepiento de volver a verla, porque ese edificio, esa academia de baile demoníaca, es tan alucinante... Y esos planos que extraen inquietud de cualquier cosa... Esa puerta mecánica del aeropuerto, esa vidriera, esa plaza romana en penumbra... Son, en definitiva, algunas de las imágenes más inquietantes que haya visto.