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Críticas 1.427
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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12 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
¿Que si a veces mi único argumento para ver una película, y más de protagonismo coral, son ELLAS? Pues dejad que examine este caso concreto. Meten en la misma cocina dos anzuelos sopranescos -Lorraine Bracco y Drea De Matteo-. Una estrella de Hollywood de quien veo lo que haga sin importarme de qué trate -Susan Sarandon-. A una estrella de mis recuerdos de la niñez a la que ni sé cuándo vi por última vez sin que fuese revisando las sagas de 'Rocky' o 'El Padrino': la eterna Adrian Balboa, la injubilable Talia Shire. Y vale, sé que no es su interpretación más recordada, pero Brenda Vaccaro siempre conserva el aura pícara de su reverso femenino de Ned Beatty en 'Supergirl' al lado de Faye Dunaway. Sigo sin entender que Linda Cardellini fuese la menos agraciada de la pandilla de Scooby por debajo de la Gellar, pero igual de bienvenida sea su presencia hasta en una comedia gastronómica y generacional de cajón.
Y supongo que Vince Vaughn siempre me resulta simpático bajo cualquier circunstancia porque casa con todo, especialmente en una feel good movie sobre jalar y mover el bigote y defender el legado familiar en un negocio de entrañables yayas cocineras.
Quién le iba a decir a Stephen Chbosky, un dire indie especializado en cuentos más o menos ácidos e iniciáticos ubicados en etapas infantiles ('Wonder'), adolescentes ('Dear Evan Hansen') o post ídem ('Las ventajas de ser un marginado') que daría con sus huesos en un dream team de protagonistas que suman más de 300 años como remos moviendo un vehículo de esos en los que un notas de mediana edad necesita reinventarse.
Un par de viejas que escupen por la rivalidad entre Bolonia y Sicilia en el suelo son amor. Joe Manganiello haciendo de gañán es amor -con este tío me pasa lo que con Jon Bernthal: siempre bordan a los antihéroes tragicómicos que no precisan de sus músculos corporales tanto como del interpretativo-. Los tópicos de Italia, su música y su cocina son amor. Y además a la señora Adrian Balboa siguen quedándole de fábula las gafas de ojos de gato: no es ninguna alusión gratuita, es que su Teresa hereda tantísimos rasgos de la parienta de Rocky que es imposible ignorarlos (por eso querrás abrazarla).
30 de abril de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Hay una norma tácita acerca de los rockeros de que cuanto más duros parecen son más cachos de pan que probablemente puede aplicarse también a los frikis cuanto mayor es su fachada de tipo raro. Como John Carpenter es ambas cosas, en el año de gracia palomitera de 1984 regresaba al espacio para traerse un caramelo alienígena de tez angelical -literal, es de L. A.-, espíritu de poeta asalvajado (incluso con el pelo corto, que nunca le ha quedado muy allá), mirada de niño inocente y abdominales esculpidos en piedra marciana. E. T. era un amigo sin derecho a roce rodeado de críos; a Karen Allen, sin Indiana Jones revoloteando cerca, le cae del cielo un chulazo medio reencarnado bajo la apariencia de su marido muerto.
Y ya que dejo caer lo del frikismo, no sé si traspasaría todas las barreras entre el ídem y la falta de sentido común tendiendo puentes entre pelis que no tienen aparentemente nada que ver, pero el romance estelar de Jeff Bridges y Karen Allen me trae a la cabeza a un acercamiento parejo al romanticismo scifi como el que Robert Wise puso al servicio, no muchos años antes, de Stephen Collins y Persis Khambatta. A 'Starman' no le faltan encuentros en la tercera fase del magreo con un amante difunto suplantado también por la sonda Voyager, ni le faltan estampas luminosas como esa "unión" al final de 'Star Trek: La película'. Pero ahí se acaban las similitudes, porque donde estén las camisas a cuadros, los baretos de camioneros y gasolineras, quítate de estaciones espaciales, puentes de mando o de uniformes monocromáticos.
A rey muerto, rey puesto que se suele decir. Y puesto que a Carpenter no le quedaba otra que aceptar el encargo después del traspiés en taquilla de 'La Cosa' y el moderado éxito de 'Christine', borda un cuento sobre la capacidad humana de sacar lo mejor de sí misma en los peores momentos y la superación del duelo con la esperanza que otorgan las segundas oportunidades, no para reanudar un amor imposible de recuperar sino para que puedas despedirte de él antes de que vuelva a marcharse.
Jeff Bridges es como Alf pero en guapo. O como el pequeño extraterrestre de Bud Spencer, pero más alto. Y John Carpenter un friki... un rockero sensible.
I can't get no, satisfaction!!
(SALUTACIÓN)
27 de abril de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Nápoles, fruto de la semilla de Parthenope, la sirena que no pudo arrastrar a Ulises y sus hombres y cuyo cuerpo fue a parar a la costa del pueblo al que dió nombre y se convertiría en la ciudad del Sur de Italia. Sorrentino no aboga por escudarse en mitos, y prefiere corporeizarla, humanizarla en la medida de lo posible.
El recorrido de la musa que rompe corazones y vuelve locos a los hombres salpica colateralmente al círculo antropológico y sementalizado de referencia en Sorrentino, repartido entre obsesiones incestuosas, estetas torturados -sosías de Gustav von Aschembach, alter ego de John Cheever, en ambos casos un traje a la medida de Gary Oldman-, de nuevo el hedonismo decadente, corrompido, y cuanto sea propenso a dejarse cegar con sangre hirviente bombeándole el pecho, u otras partes del cuerpo si Sorrentino, a veces, aparca preceptos estéticos fellinianos para ser un Tinto Brass de wellness & spa. O ambos cuando nos obsequia con una aristocrática sesión de peep show.
Un inciso breve, el tema no merece más: hasta para un ateo como lo soy yo mismo, lo de la religión metida en harina erótica empieza a estar más cerca de ser un cliché reincidente y burdo que de la provocación. Y ya.
Esta Parthenope es mortal, no es una extensión metafórica de la eterna juventud, sino literalmente un baño de luz y espuma, de lozanía imperecedera y belleza indisimuladamente recreada sobre la abrumadora adicción óptica provocada por Celeste Dalla Porta. Pero hay truco: su seguridad puede ser escurridiza, agujereada por el resentimiento de las masculinidades heridas.
Como si Valeria Golino, Aitana Sánchez Gijón y Eliza Dushku habitasen una carcasa compartida, la actriz que Porta esconde tras la fachada de su principal faceta como modelo -vaya, jamás lo habría sospechado- se antoja aún más fascinante cuando los mocos cuelgan de su nariz y su cara se inunda de lágrimas.
Por cierto, si te pasas la película creyendo que el personaje de Silvio Orlando es el mismo de 'Young Pope' pero sin hábitos, sin ninguna diferencia significativa, tal vez te caigas de culo de la butaca al final. Aunque... vale, sí son parecidos.
No creo que sea una de las mejores de Sorrentino dentro de 20 años. Pero puede conformarse con ser de lo mejor que trajo 2024 a la cartelera.
13 de abril de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Un cuarto de siglo repartiendo sus miradas entre el western y la acción (e incluso una comedia) debieron bastar para animar a Hill a atreverse con una del espacio sin que fuese porque su nombre apareciese acreditado por contrato (imagino, desconozco por qué) en todas las películas que se estrenaban del Alien xenomorfo... y sigue siendo así, por cierto.
Después de colaborar con él en 'Another 48 hrs' o 'Last Man Standing', el productor Ralph Singleton le encasquetó a su compinche Hill un libreto con argumento de William Malone ('House on Haunted Hill'), y Hill hizo lo que le dejaron o buenamente pudo, sin más alarde o pretensión que construir un producto solventemente turbio, violento y hasta divertidillo. Pero le tocó arrastrarse bajo una sombra reciente todavía, la de 'Event Horizon' (1997, Paul W. S. Anderson) y 'Lost in Space' (1998, Stephen Hopkins), y no cuajó entre el público, a lo que supongo contribuyó el mal fario de la espantada de Hill omitido bajo el pseudónimo Alan Smithee al demandar más presupuesto en un rodaje que se le antojaba rápido y le pilló de sopetón, con metraje añadido y secuencias completadas por Jack Sholder ('Pesadilla en Elm Street 2') o Francis Ford Coppola (¡¡!!). Puedo imaginarme a esta tripulación -Robert Forster, Angela Bassett, James Spader, Lou Diamond Philips, Robin Tunney o el futuro (pero muuuuuy futuro) médico trekkie Wilson Cruz antes de que le creciesen los músculos- con cara de no saber quién mandaba allí. Tomase quien tomase esa decisión, Spader, Tunney y Phillips son el principal motivo por el que resulta gratificante para muchos ojos que las cámaras de hibernación sean incompatibles con la ropa. La líbido del fandom de Peter Facinelli, aunque no actúe como Sam Neil o Gary Oldman, tampoco se quedan sin la oportunidad de masajearse las córneas. ¿Cómo no iba a derrochar mojo una peli del espacio en la que el ordenador de la nave -voz de Vanessa Marshall- se llama "encanto"?
El robot asistente de la nave disfrazado con casco y ropa de aviador con tembleque no sé qué pinta ahí, pero es muy gracioso el jodío.
A la Supernova fabricada a seis manos le fue un poco mejor (creo) que a la Supernova con Marta Sánchez, y en el acabado final al menos quedó un zumbón y loco pastiche azulado de tensiones sexuales resueltas, posesiones alienígenas, horror cósmico afrodisiaco y expediciones de rescate en el espacio profundo.
Ni tan mal la cosa. Alan Smithee, Thomas Lee o como sea que llamasen a Hill, Coppola y Sholder son un poco la Carmen Mola de los gatillazos de Hollywood mejores de lo que aparentan ser.
12 de abril de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Entre Eastwood, Kubrick, Stone y blockbusters de acción con mimbres para la evasión, en la segunda mitad de los 80 todavía -o sobre todo, más bien- se mantenía abierta la veda de Vietnam y sus secuelas en la pantalla, así que no encontraría mejor forma de afrontarlo de cara, aunque no es la primera vez, al menos de manera alusiva, cómica o indirecta, para que De Palma se revolcara entre el barro de la jungla... vale no, lo de De Niro grabando nuddie films a vietnamitas sueltecillas no cuenta. Esta vez tira a prácticas más extremas y tan poco dadas a la mofa como las violaciones constantes que soportan campesinas vietnamitas y una en concreto, Thy Thu Le, en el doble papel referido y el de una mujer idéntica a ella a la que Fox encuentra en el bus al regresar a casa. Lástima que tener la capacidad de hacerte un nudo en la garganta cada vez que llora o grita (y qué partido le saca Morricone) no impidiese que tomase la desafortunada decisión de dejar de actuar: ese momento en el puente no tiene nada, absolutamente nada que envidiarle al de Willem Dafoe en el suelo arrodillado y de brazos abiertos.
Casi como si el destino quisiese que dos futuras estrellas de 'Spin City' -Fox y Sheen- encabezasen un diptico temático casi coetáneo, acompañados cada uno de sus propios pelotones de la muerte de zanganos (para el que nos ocupa: John Leguizamo, John Reilly y Don Harvey) el yerno de America al que ya habían sacado al fango Paul Schrader o James Bridges en 'Light of Day' o 'Bright lights, Big city' se retozaba sin dejar (del todo) de ser el hijo perfecto para alentar el remordimiento del exterminio y destapar tanto las violaciones de derechos humanos como las carnales y lavar de forma retrospectiva -vía flashback o en el tribunal de guerra- conciencias después de una guerra, con más razón si cabe, feroz, cruel e injustificada, y sin más florituras que algún plano secuencia de factura casi documental atravesando el rastro de las explosiones y la devastación, incluso más destructivo que la sed de infligir dolor, humillación y muertes que carcome a un entregadísimo para la causa psicótica Sean Penn, revelándose como un previsible robaescenas de la función frente a G. I. Marty McFly. No sé, creo que a Fox le sobran uno o dos speech de solemnidad sobreactuada de esos de los que tanto se choteaba Ben Stiller en 'Tropic Thunder', luciéndose bastante más cuando es como un ratón perseguido por sus ex camaradas.
No, 'Scarface' no es el único De Palma que a ratos creerás que es de Oliver Stone. Y no, 'Casualties of war' no es la más popular pero la prefiero de calle, y es mucho más salvaje sin dar coba a interludios de horterez 80's. Plomo sí, eso lo comparten: de hecho aquí hay más a pesar de que, en ocasiones, parezca una torture porn.
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