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Críticas 1.430
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4 de octubre de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
¡Ni Pasolini, ni Pasolino! Si lo que andas buscando es una antología para verdes eruditos de cuentos eróticofestivos mejor déjate de neorrealistas y pregunta por Don Mariano. No necesitas ir al lejano oriente, ni al medievo anglosajón o al transalpino para encontrar líos de faldas, granujismos varios, matrimonios no consumados (eso tiene solución) cuando los tramposos, pendencieros y buscavidas con patente quevediana se congregan en un villorrio castellano de nombre Sacedón del Río, durante el año de gracia de 1571.
Un puñado de pesos pesados del vodevil cómico y la revista (Antonio Ozores, Tomás Zori, Pedro Osinaga, José Sazatornil, Emilio Fornet -y su inconfundible carraspeo- o, a la cabeza del reparto, el actor y cantante Manolo Otero poniendo la picardía.
Un puñado de 'pesas pesadas' del vodevil cómico y las revistas (Bárbara Rey, África Pratt, Mirta Miller y Helga Liné), por contra, se quitan el picardías... emm perdón, el corsé.
Carmen Platero, no obstante, es quien ostenta el mérito añadido de ser la actriz con la presencia más imponente al desnudo incluso cuando se aguanta la risa en las escenas "de sexo" con Tomás Zori.
Tip y Coll hacen un poco lo de siempre: enriquecer dotando de un brillante sinsentido todo lo que tocan patrullando al acecho de los felones y adúlteras de la villa.
Que sí decamerones, que si el canterbury y las mil y una noches... ¡Pero hombre, no me seas tan lechuguino! Esto sí que es una antología en condiciones para deshacer la cama... o preferiblemente el pajar:
"- Pero es que me váis a dejar así, en plena calentura de amor??
- ¡Mojaos la perdiz, que es más sano!"
31 de julio de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Pactos con el diablo, brujería, sadomasoquismo y morbo malsano... ¿qué ingredientes podrían ser más propicios para el debut -¡por fin!- en la dirección de Paul Naschy? Y por ende me refiero a estos como unos elementos tradicionalmente adscritos al subgbénero erótico -y a ratos, terrorífico- de torturas inquisitoriales en mazmorras con la ex Miss Italia (vista en una buena ristra de explotaciones y spaghettis italianos) Daniela Giordano, la musa en la filmografía naschyana Julia Saly y otra todoterreno, Monica Randall, que van repartiéndose los riesgos de doncella amenazada frente a un Naschy libidinoso y ávido de castigo purificador en la hoguera con ayuda del resentidillo Antonio Iranzo.
Previamente hay tiempo hasta para una subtrama de folletín romántico con Juan Luis Galiardo pretendiendo a la más vengativa de las damnificadas.
Ojo, que la brujería y el demonio como tales están presentes pese a que no siempre se señale con dedos acusatorios en la dirección correcta. No todo iba a ser tomate, armatostes de empotramiento y cuerpos sudados. El mal no sólo existe en la figura corpórea de Naschy y sus secuaces con capirotes, dejándole espacio argumental al genuino horror de pedigrí sobrenatural que, no obstante, no es necesariamente más cruel e intimidatorio que una salvaje capacidad para, sin filtros -se estrenó en 1977-, practicar mutilaciones, desgarros y vejaciones sexuales -a las brujas más jóvenes, con la más madura los castigos y las torturas únicamente se mencionan-.
Una explotación de brujas "indefensas" e inquisidores sanguinarios -entre estos, Tony Isbert o Ricardo Merino escudando a Paul Naschy- deseosos de descubrir a quienes tienen copulación con el maligno.
Y por si quedaba algún atisbo de dudas, de serie B esto no tiene un pelo, y así lo atestigua una sobresaliente resolución de las cenas pandemónicas que emparentan estrechamente a Naschy como actor, como guionista y como director con José Mojica Marins.
Una ópera prima definitoria.
15 de junio de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
De las adaptaciones teatrales y literarias con un sesgo proliferante en la picaresca de tradición ibérica pobló sus primeros pasos dirigiendo, y mismamente así toca a su fin. Y como es identitario en el grueso de su obra -y en concreto del monólogo propio que adapta, basado en 'Lazarillo de Tormes'-, Fernán Gómez recurre por última vez, como en innumerables trabajos precedentes de su carrera, a la muleta narrativa del protagonista -Rafael Álvarez 'el Brujo', abordando a un personaje que se conoce al dedillo- exponiendo los hechos que en el transcurso de su azarosa vida le han empujado a comparecer en un tribunal ante el que intenta plasmar las vivencias que, desde su niñez, lo convirtieron en un buscavidas.
Fernán-Gómez congrega a un apelotonamiento de lo más granado del cine, teatro y la televisión española -y de sus propias películas, por descontado- para colocarle el broche de oro a una despedida que firma al alimón -al igual que en su ópera prima con Luis María Delgado, aunque en esta ocasión se debió a razones de salud- suponiéndole un soporte tan afín a él por coetáneo como por serle parejo en planteamientos estilísticos y temáticos (incluso en algunas décadas de la carrera de ambos) como José Luís García Sánchez.
Ahora sí, por cierto, y sin que me importe el tiempo que pudiesen llegar a trabajar juntos en esta película, sí que estamos ante un pretexto apropiado para meter -aunque fuese de forma tan puntual como Nuria Gallardo- a Beatriz Rico en el mismo saco de musas (la que podría haber seguido siendo) que trabajaron para Fernán-Gómez, con un papel a la misma altura que los que Analia Gadé, Lina Canalejas o Emma Cohen desempeñaron antes.
No sería ésta la última película en la que actuase Francisco Rabal, aunque afortunadamente tampoco iba a serlo 'Dagon: La secta del mar' (2001, Stuart Gordon).
Un cierre perfecto, idóneo y digno para la más que reivindicable trayectoria de Fernán-Gómez dirigiendo desde 1954 con un paréntesis cualitativo (en cine) de los años 90.
12 de mayo de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Si existe un experimento fílmico -pese a todo sigue siéndolo- al que se pueda atribuir la facultad de retroalimentar tanto a su director como a su reparto es éste. Si para Selena Gómez ('Los Magos de Waverly Place'), Ashley Benson ('Pretty Little Liars') o una Vannesa Hudgens recién salida de 'High School Musical' y con algo más de recorrido -no mucho más- en pro de su emancipación de los productos para adolescentes era un salto de fe ponerse a las ordenes del responsable de 'Trash Humpers' en una convencionalización de sus códigos cinematográficos, para el también responsable de 'Gummo' o 'Julien Donkey-Boy' esta reinterpretación en clave gangsta de una premisa de comedia surfera, con cuatro amiguitas estudiantes desparramando y gozándolo en sus vacaciones hasta acabar con sus estupendos culos en la cárcel, supone el intento más reconocible de Harmony Korine por ir aproximándose a más público.
Es como si los Korine -tanto Harmony como su esposa Rachel, a la que acopla para que generosamente sea la segunda en abandonar el nido para atenuar la rajada de la primera espantada- se metiesen en la parte de la piscina donde el agua cubre menos de lo habitual mientras que para la mayor parte del resto del reparto es justamente al revés.
Si la santa inquisición antimisógina decide apartar a Franco de la carátula en alguna hipotética reedición doméstica para celebrar su 10° aniversario no seré yo quien asienta en conformidad. Aunque lo cierto es que en el poster sí veo a alguien que no hace méritos para encabezar los créditos.
Una travesura tan carnal en parte de su contenido como inesperadamente bien resuelta en su equilibrio entre trazos de provocación y comercialidad.
Podría haber ido peor.
17 de abril de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Esto es lo que pasa cuando sientas catedra como
comediógrafo -¿aún se usa ese termino?-, lo que no es para menos cuando tu carrera se forja fogueándose -tanto la de Billy Wilder como la de su habitual Charles Brackett- al guión para Lubitsch ('Ninotchka', 'La octava mujer de Barbazul'): no hay terrenos vetados para el enredo romántico, ni siquiera dentro de la Alemania occidental de postguerra... la ocupada ampliamente por aliados europeo y estadounidenses. No obstante, el más caldeado de los frentes de batalla en el desarrollo de su rodaje fue el de apagar fuegos y limar las asperezas de una soliviantada rivalidad entre la ex estrella (Jean Arthur) semiretirada en su penúltimo trabajo y la ex estrella (Marlene Dietrich) que se encamina al albor de su crepúsculo profesional como una cantante de cabaret investigada por su presunta confraternización con nazis. Y lo cierto es que, en comparativa, es Arthur la que se lleva el gato al agua bordando el papel de una adorable Ninotchka de Iowa.
Entre la cabaretera Dietrich y la congresista norteamericana de Arthur a la que se le encomienda un informe sobre el estado de ánimo de las tropas, le corresponde a John Lund desempeñar de forma ladina el rol de entrometerse en fuego cruzado.
'Berlín Occidente' (1948, Billy Wilder) es un ejemplo formidable de cómo en la primera mitad del pasado siglo, desde cualquier premisa argumental, convertir en oro un triángulo amoroso era tan natural como respirar.
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