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España España · Salamanca
Críticas de La Maga
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Críticas 190
Críticas ordenadas por utilidad
4
11 de mayo de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con The Matrix Revolutions asistimos al fin de una trilogía que ya forma parte de los anales de la historia cinematográfica.
En primer lugar, algunas acotaciones, no vaya a ser que el hecho de haber influenciado tanto en la sociedad y el cine se identifique erróneamente con similares virtudes desde el punto de vista artístico. En efecto, ahora que ya he visto todo lo que los hermanos Wachowski tenían que decirme, me siento obligado a expresar mi frustración.
Todo principio tiene un final
La última entrega se trifurca en la defensa de Sión, el intento de Morfeo y compañía de llegar a tiempo para esa defensa, y el viaje a lo desconocido de Neo y Trinity Ya se sabe que toda épica se digiere mejor si es coronada por una gran gesta, pero lo que los hermanos Wachowski han acometido no se parece en nada a lo que nos enseñaron en la primera parte, a la que uno dirige nostálgicamente la mirada, ya sea en busca de puro entretenimiento visual y coreográfico, ya sea en busca de esa ambigüedad metafísica, mitológica, filosófica o religiosa con la que tanto nos fascinaron. Menos mal que parte de esta decepción ya podía intuirse en The Matrix Reloaded, pero incluso ahora, ésta parece más simpática que antes, pues ahora sí que supone un simple vehículo de transición hacia lo que, en definitiva, han perpetrado estos chicos: una traición, más dolorosa aún si cabe teniendo en cuenta que ellos son los principales responsables de que la historia que nos han presentado se estructure en tres dosis innecesarias, pretenciosas y decepcionantes.
De acuerdo, estos afortunados y millonarios visionarios acaban dando las respuestas, pero que cada uno las busque por sí mismo, pues ya no existe ningún placer en seguir comentándolas horas y horas con los amigos. El amor como impulsor energético de nuestras vidas, la inevitable y necesaria convivencia con el progreso, y la posibilidad de elegir siempre entre el bien y el mal son mis principales lecturas, pero se me antojan insuficientes e indiferentes tras las expectativas levantadas. Para colmo, se toman la libertad de dejar abierto un final con el que retornar, si lo desean, dentro de diez o veinte años.
La experiencia ha sido completa e insatisfactoria a partes iguales, pero uno siempre podrá acordarse de lo bien que lo pasó su primera vez, obviar lo indiferente de la segunda, y olvidar el fracaso de la tercera.
La Maga
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8
4 de enero de 2007
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Año 2027, tras la destrucción atómica de nuestro planeta, Londres se erige en único bastión posible de convivencia. Pero la desaparición de la raza humana es sólo cuestión de tiempo: una plaga de tintes apocalípticos ha convertido a las mujeres en estériles. Mientras el terrorismo se disfraza de guerrilla ecológica convirtiéndose en el único defensor de inmigrantes, parados, enfermos y hambrientos, el caos y la inmundicia conforman el estado natural de la ciudadanía, a salvo de la violencia sólo cuando se refugia bajo el discurso institucional, fascista y neoconservador con el que el gobierno pretende regir sus vidas. La desesperanza, el conformismo y el miedo se dan la mano para taparse los ojos de la conciencia.

Con este contexto, sacado de una novela de P.D. James, el mexicano Alfonso Cuarón, director de la extraordinaria road movie Y tu mamá también, realiza su mejor película desde que desembarcó en Hollywood. Emparentada con una ciencia-ficción (2001, Fahrenheit 451, 1984, Código 46, V de Vendetta, La guerra de los mundos, Terminator…) cuyo origen podría remontarse a la literatura de Julio Verne, narra sin destellos una odisea que abruma por su incierta y tenebrosa clarividencia. El trazo hiperrealista y profético con que ambienta el fatalismo de su fango (un uso de la steadycam sólo al alcance de muy pocos) le sirve fundamentalmente para dos cosas: pintar un cuadro desolador de nosotros mismos que no dista mucho del actual, y reivindicar el viaje como única vía de rescate y reencuentro espirituales. El antihéroe forzado en que se convierte el burócrata Clive Owen no dista mucho del humanista que todo espectador llevamos dentro.

Tal vez la mesiánica historia del milagro de una embarazada no aguante la comparación con su envoltorio y se diluya a cuentagotas. Pero al fin y al cabo, ésta no es más que un perfecto mcguffin del que se vale Cuarón para construir un cine tan hipnotizante, como raro y necesario en nuestros días. Con un logrado y opresivo equilibrio entre mensaje y espectáculo, Hijos de los hombres acaba convirtiéndose en una crónica de terror que interpela y evoca con la intensidad y la pureza del cine eterno la evocación de nuestro compromiso más humano.
La Maga
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8
28 de diciembre de 2006
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siete candidatos, siete arquetipos sociales, siete ratas de laboratorio disfrazadas que mostrarán la ferocidad que habita en nosotros, la máxima de Humme (el hombre es un lobo para el hombre): el pijo triunfador; la ambiciosa, turbia y calculadora; el agresivo, el macho ibérico que juega al facha con ironía y sarcasmo, un cínico sin escrúpulos; el indeciso y enteradillo pelota; el honrado y moral; la insegura de apariencia tranquila; y el topo, el infiltrado. Son lobos cultivados y hambrientos que, alejados de la felicidad, mantienen contrapuestos (juventud-madurez, sofisticación-tradicionalismo, humor-seriedad, honestidad-traición…), individuos cualificados, inconformistas e insatisfechos con la vida que llevan. Un ambiente claustrofóbico los sume en un pesimismo sin alternativas ni soluciones. Tal vez a Piñeyro le falte mayor compromiso social, esperanza, una mirada más antropológica, pero su radiografía social es ciega, y aunque las conclusiones sociológicas no estén claras del todo, los contrastes del mundo actual quedan resaltados con la relación de lo que pasa en el interior de la oficina con lo que está ocurriendo en la calle, donde todos aquellos en contra del sistema, de una globalización injusta muestran su compromiso y apuntalan el discurso. Con barniz sofisticado y frío, no descuida su mensaje en este psicodrama intelectual y cosmopolita de unos tipos que son víctimas de las relaciones de poder que quieren conquistar. Poseen distintas formas de entender el éxito o aceptar el fracaso, y están dispuestos a la humillación si hace falta. Todo vale, el relevo generacional viene pisando fuerte, excesivamente preparado, pero con una ambición mal entendida. Mientras, la tecnología despersonaliza las relaciones, favorece el trabajo sucio, y con la dinámica de grupos como motor del relato, padecemos el clima opresivo de su paranoia, pasando de la predisposición a las dudas y el desconcierto. Apoyado en el registro natural de un reparto de lujo donde es obligatorio destacar a unos inmensos Eduard Fernández y Ernesto Alterio, todo gira en torno a una pregunta: ¿hasta dónde estarías dispuesto para conseguir un puesto de trabajo? Dos referentes: Doce hombres sin piedad y Smoking Room. La cercana y trepidante cámara de Piñeyro extrema la tensión con planos-contraplanos, juega al humor, al suspense, la intriga y el enredo (¿inverosímil?), revela poco a poco sus verdaderas emociones que se ocultan tras la máscara social. Con el diálogo como acción y un único escenario, El método revela la agresividad y carnicería del mundo laboral, nos suministra una visión esclarecedora de la competitividad, una instantánea del mundo contemporáneo, del alma humana y su alienación social. Es una metáfora mayúscula de la globalización tecnocrática, una propuesta muy fuerte que hurga en las heridas ajenas, olfatea el sudor de los otros buscando el rastro de sangre de su debilidad, y demuestra la decadencia humana, la ética y miseria humanas en el mundo de la corbata.
La Maga
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9
19 de junio de 2007
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia, unida, jamás será vencida.

Toy Story 1 y 2, Bichos, Monstruos S.A. y Buscando a Nemo. Cinco películas, 2.500 millones de dólares, convierten a Pixar Animation Studios en la productora de moda. El hijo de Disney reclama su derecho al desarrollo intelectual propio y presenta su candidatura firme al liderazgo del cine de animación. Con Los increíbles, Pixar vuelve a superarse así misma. La conclusión es evidente. O Walt Disney renueva su contrato con creces, o su digno y merecido heredero echará a volar (y uno se pregunta hasta qué alturas) encargándose ella misma de la distribución.
Los increíbles rememora y fusiona las películas de superhéroes y las de espías tipo Bond, pero lo hace sin desmarcarse de su personalísimo sello digital. Desde las texturas de la ropa o la piel, hasta cualquiera de los elementos que componen el macrocosmos de la ciudad (trabajo, tráfico, familia, hogar…) engrandecen un producto que funciona simultáneamente como entretenidísima aventura para los más infantiles, y punzante disección y reflexión para los más adultos. Y ésta es principalmente la clave de su éxito, heredada del cine anime japonés. Se acabó aquello de que los personajes se pongan a cantar a la mínima oportunidad. La gente no suele comportarse de esa manera. Es necesario retratar a los personajes de la manera más humana posible.
Los increíbles es un punto y aparte en la evolución (revolución) de Pixar. Que el protagonismo haya recaído al fin en los humanos abre nuevas posibilidades de guión, plantea nuevos retos de diseño y atrae más aún el interés del espectador, que percibe más verdad, y responde por ello con mayor complicidad. Esta panda de superhéroes, inmersa en la década de los 50, cuando el modelo de familia capitalista comenzaba a asentarse en el mundo occidental, nos llama la atención porque nos es cotidiana, y todas sus acciones, gestos e inquietudes golpean nuestras conciencias con un efecto atronador, sobre todo durante la primera hora.
Disney, como la Iglesia, pierde a sus fieles seguidores debido a su incapacidad para saber amoldarse a los tiempos. No así Pixar, que sabe poner el dedo en la llaga sin perder un ápice de su mordiente acidez y actualidad. De lo que se deduce de Mr. Increíble y su entorno es que todos tenemos un álter ego, dos caras o una doble moral, como ustedes quieran llamarlo. Que los niños dicen menos tonterías de lo que parece, y que no debemos abandonarnos al conformismo, pues en esta sociedad en la que vivimos acaba convirtiéndose en sinónimo de mediocridad. Hay que potenciar las peculiaridades y facultades de cada sujeto y no tratar de insertarlos en el paquete de la mayoría. Y si la vocación es artística, no mirar al otro lado, sino ayudar a desarrollar ese talento desde el primer entorno posible, la familia. En definitiva, valores que se desmarcan de los ya machacados principios universales, y que intentan profundizar con mayor atrevimiento en la complejidad del sistema capitalista.
La Maga
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6
21 de junio de 2007
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a las últimas técnicas digitales, Sky Captain recrea un futuro apocalíptico recurriendo al pasado visual y estético del cómic y a las heroínas de los años 30 y 40, la saga Indiana Jones, y otros clásicos como Ultimátum a la tierra, La guerra de los mundos o Jurassic Park. Del infantilismo del guión, mejor no hablar.
La Maga
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