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6,7
20.941
7
11 de mayo de 2016
11 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agosto es una película cuyo principal atractivo a priori es su imponente reparto: Julia Roberts, Ewan Mc Gregor, Chirs Cooper...y, sobre todo, una Mery Streep en permanente estado de gracia, son el reclamo de este interesante título.
Trata del tema, tan recurrente que podemos empezar a considerarlo un subgénero, de El ventilador y la mierda. Esto es, familias bien, cuyos miembros han perdido el contacto, pero que, reagrupados por un acontecimiento extraordinario, aprovechan la ocasión para abrir la caja de Pandora. Somos testigos de como en una atmósfera hermética, va aflorando conforme se desarrolla el film toda la podredumbre fruto de relaciones insanas. Los reproches mutuos van mostrándonos la realidad oculta, motivo de la diáspora familiar. Una especie de maldición de la que nadie puede librarse, una epidemia de la que cada uno de los personajes es víctima y portador, trasmitiendo la infamia de los antepasados generación a generación.
La principal tara de la película es que es predecible. Desde el primer minuto, intuimos que asistiremos a una concatenación de situaciones escabrosas, en las que cada una de ellas sólo es preámbulo de otra, en una escala que imaginamos nos llevará a un final catártico. Por otra parte, el ambiente caluroso del Agosto de Oklahoma, capaz de matar periquitos y que debería ser tan importante como para justificar el título de la película, no está reflejado más que en algunas escenas aisladas. No se trasmite esa atmósfera opresiva que debería ser agobiante. El guión alterna momentos de brillantez, en concreto en la secuencia de la comida, con otros de excesiva artificiosidad, como en algunos diálogos entre Roberts y Mc Gregor.
No obstante, el impresionante elenco de actores está a la altura de las expectativas, ofreciéndonos un espectáculo coral de diversos registros interpretativos que secundan a una Streep grandiosa y a una Roberts que le aguanta el pulso. Consiguen atarnos al sofá, mientras reflexionamos sobre cuál es la savia que nos llega a cada uno de nosotros desde las raíces más profundas de nuestro árbol genealógico.
Trata del tema, tan recurrente que podemos empezar a considerarlo un subgénero, de El ventilador y la mierda. Esto es, familias bien, cuyos miembros han perdido el contacto, pero que, reagrupados por un acontecimiento extraordinario, aprovechan la ocasión para abrir la caja de Pandora. Somos testigos de como en una atmósfera hermética, va aflorando conforme se desarrolla el film toda la podredumbre fruto de relaciones insanas. Los reproches mutuos van mostrándonos la realidad oculta, motivo de la diáspora familiar. Una especie de maldición de la que nadie puede librarse, una epidemia de la que cada uno de los personajes es víctima y portador, trasmitiendo la infamia de los antepasados generación a generación.
La principal tara de la película es que es predecible. Desde el primer minuto, intuimos que asistiremos a una concatenación de situaciones escabrosas, en las que cada una de ellas sólo es preámbulo de otra, en una escala que imaginamos nos llevará a un final catártico. Por otra parte, el ambiente caluroso del Agosto de Oklahoma, capaz de matar periquitos y que debería ser tan importante como para justificar el título de la película, no está reflejado más que en algunas escenas aisladas. No se trasmite esa atmósfera opresiva que debería ser agobiante. El guión alterna momentos de brillantez, en concreto en la secuencia de la comida, con otros de excesiva artificiosidad, como en algunos diálogos entre Roberts y Mc Gregor.
No obstante, el impresionante elenco de actores está a la altura de las expectativas, ofreciéndonos un espectáculo coral de diversos registros interpretativos que secundan a una Streep grandiosa y a una Roberts que le aguanta el pulso. Consiguen atarnos al sofá, mientras reflexionamos sobre cuál es la savia que nos llega a cada uno de nosotros desde las raíces más profundas de nuestro árbol genealógico.
7 de mayo de 2016
7 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La escafandra y la mariposa es un nombre hermoso para una hermosa película. Un título lleno de poesía, que anticipa y resume con belleza el espíritu del film con la compleja sencillez de un buen verso. La angustia de la incomunicación, la esperanza que nos eleva.
El director no sólo nos cuenta la experiencia de este triunfador, algo frívolo, que afronta las consecuencias de un accidente cardiovascular que transformará todos sus valores, sino que pretende hacerlo desde dentro de su escafandra, trasmitirnos cuáles son sus angustias y sus esperanzas. Nos hace compartir para ello durante los primeros cuarenta minutos no sólo el campo de visión del protagonista, sino también los sonidos que percibe y hasta sus pensamientos. A la vez que Jean Dominique acepta con dignidad sus circunstancias vitales, el director nos muestra por primera vez ese OJO hiperexpresivo, ventana y puerta de un rico mundo interior. Finalmente, se nos volverá a hacer sentir parte de la historia retomando el recurso de la cámara subjetiva. Se alternarán además diversas escenas simbólicas que en mi opinión sólo sirven para subrayar demasiado el mensaje.
Por otra parte, la historia es un relato vitalista, quizá demasiado simplista, en la que se nos presentan una serie de valores a los que anclarnos en cualquier circunstancia, los rasgos que nos dan nuestra dignidad como personas. Como dictaba Woody Allen a su magnetofón en Manhattan, cosas por las que merece la pena vivir:
Esperanza, Belleza, Amor, Humor, Palabra, Imaginación y Memoria. Aunque hay que saber cuidarlas, son valores intrínsecos a nuestra humanidad, aunque, paradójicamente se vean mejor con un sólo ojo. Cuando tenemos plenos todos nuestros sentidos, se ensombrecen por sucedáneos absurdos.
El director no sólo nos cuenta la experiencia de este triunfador, algo frívolo, que afronta las consecuencias de un accidente cardiovascular que transformará todos sus valores, sino que pretende hacerlo desde dentro de su escafandra, trasmitirnos cuáles son sus angustias y sus esperanzas. Nos hace compartir para ello durante los primeros cuarenta minutos no sólo el campo de visión del protagonista, sino también los sonidos que percibe y hasta sus pensamientos. A la vez que Jean Dominique acepta con dignidad sus circunstancias vitales, el director nos muestra por primera vez ese OJO hiperexpresivo, ventana y puerta de un rico mundo interior. Finalmente, se nos volverá a hacer sentir parte de la historia retomando el recurso de la cámara subjetiva. Se alternarán además diversas escenas simbólicas que en mi opinión sólo sirven para subrayar demasiado el mensaje.
Por otra parte, la historia es un relato vitalista, quizá demasiado simplista, en la que se nos presentan una serie de valores a los que anclarnos en cualquier circunstancia, los rasgos que nos dan nuestra dignidad como personas. Como dictaba Woody Allen a su magnetofón en Manhattan, cosas por las que merece la pena vivir:
Esperanza, Belleza, Amor, Humor, Palabra, Imaginación y Memoria. Aunque hay que saber cuidarlas, son valores intrínsecos a nuestra humanidad, aunque, paradójicamente se vean mejor con un sólo ojo. Cuando tenemos plenos todos nuestros sentidos, se ensombrecen por sucedáneos absurdos.

7,9
145.652
6
8 de octubre de 2012
8 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que a la película le ha faltado trabajo por parte del equipo de producción. Sé que algunos me dirán que estoy loco, que se necesitan no se cuantas horas de ordenatas de última generación quemándose para que nos llegue cada minuto de película...Y en el aspecto técnico, estoy totalmente de acuerdo. Es más, parece una película que se adelanta al fenómeno 3d. Muy bien hecha. Pero si digo que le falta curro es porque, después del impresionante primer cuarto de hora, todo un homenaje al cine mudo que después corroboraría Wall-E y más recientemente The Artist o Blancanieves, parece que la historia se presenta de cualquier manera, sin preocuparse lo más mínimo en pulir las formas, en cuidar los detalles. En plan trapalón. "Así mismo...", "tírale...", "que mas da...", "de todas maneras...", "¿quién va a caer en eso...?, "si es de dibujitos...".Me explico. Se va a contar algo increíble: Un abuelito artrítico se quiere plantar en algún lugar de sudamérica, con la casa y tos sus avíos, dirigiéndola con cientos de globos de helio. Nada en contra. Es más, me parece muy original y valiente el planteamiento. Pero por favor, afinen un poco. No vale que el abuelete sea capaz de sujetarlo todo con un hilito, como si fuera el nota que en Semana Santa nos vende los del Pokemon, sin que se caiga la casa, y sin que él salga volando... Y no cuela que llegue, con lo grande que es el mundo por lo visto, justo donde tiene que llegar. Y la lucha final ya es una guasa... Que la película sea de animación, y fantástica, no da licencia para que nos tomen por tontos. Y el hecho de que vaya dirigida a los niños, tampoco justifica esa posición, y mucho menos si comienza de una manera tan adulta e inteligente como lo hace. Un personaje tan agradable, interesante y bien dibujado como el abuelito sieso pero simpático, merecía otro marco, otros compañeros de viaje, otros enemigos. Nunca un principio tan ejemplar tuvo peor desarrollo. Nunca un escalón tan definido en la calidad de un film. (10+2)/2=6

7,6
187.952
8
4 de abril de 2012
4 de abril de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda de que Tarantino es un director polémico. En el vasto panorama cinéfilo, encotraremos con la misma facilidad fervientes admiradores como apasionados detractores. Nos costará mucho más dar con algún espectador que se quede indiferente ante su obra. Algunos apreciamos sus guiones, con sus vivos diálogos, la música con la que enriquece sus películas, la manera de contarnos la historia, despreciando la secuencia lineal de los acontecimientos para hacernos ir y volver en el espacio y en el tiempo, o su estética pop, continuo homenaje al cine de la serie B de la que el director estadounidense se considera fiel seguidor. Pero hay quien considera que Tarantino no es más que un snob que lo único que hace es despertar en nosotros un morbo insano con sus películas ultraviolentas, en las que los personajes mueren y matan sin consecuencia alguna, en una explosión de crueldad gratuita que desprecia los cánones básicos del cine convencional. Yo, que me cuento entre sus admiradores, no dejo de admitir que en ninguna película como en esta que nos ocupa, sus detractores encontrarán más argumentos para justificar su opinión. Y quizá sea la película en la que más desapercibidas pasen sus virtudes de buen director. Pero a mí, Kill Bill vol. 1, me gusta mucho.
Y digo que me gusta mucho, sin atreverme a aseverar que sea una buena película, porque mi opinión, más que nunca, se basa en componentes totalmente subjetivos, que no obstante intentaré argumentar.
Kill Bill vol. 1 ha sabido indagar en mi subconsciente, para rescatar desde los oscuros rincones olvidados de mi memoria una forma de ver cine que había olvidado. Ahora, mientras disfruto de una buena película, me dedico a estudiar cada plano, para intentar encontrar el mensaje implícito, y analizo la forma de contar la historia del director, mientras valoro el crisol de elementos que conforman la obra, y que se reúnen en mi mente racional. Pero no acabo creyéndome el protagonista, capaz de matar a todos los malos. Ya no salgo del cine pegando patadas. Sin embargo, después de ver esta película primaria, con un argumento tan simple como el ansia obsesiva de venganza de una mujer letal que se lía a mamporros con medio mundo, no sólo soy capaz de valorar su cuidada estética, su buena música o la presencia de elementos tan originales como el relato hentai o la presencia de la niña en medio de una pelea a muerte, si no que, sobre todo, tengo la impresión de que si la hubiera visto con mi hermano, hubieramos empezado a pelear como dos cachorros de león, como hace más de 20 años. Cine primario, que me ha tocado la fibra.
Y digo que me gusta mucho, sin atreverme a aseverar que sea una buena película, porque mi opinión, más que nunca, se basa en componentes totalmente subjetivos, que no obstante intentaré argumentar.
Kill Bill vol. 1 ha sabido indagar en mi subconsciente, para rescatar desde los oscuros rincones olvidados de mi memoria una forma de ver cine que había olvidado. Ahora, mientras disfruto de una buena película, me dedico a estudiar cada plano, para intentar encontrar el mensaje implícito, y analizo la forma de contar la historia del director, mientras valoro el crisol de elementos que conforman la obra, y que se reúnen en mi mente racional. Pero no acabo creyéndome el protagonista, capaz de matar a todos los malos. Ya no salgo del cine pegando patadas. Sin embargo, después de ver esta película primaria, con un argumento tan simple como el ansia obsesiva de venganza de una mujer letal que se lía a mamporros con medio mundo, no sólo soy capaz de valorar su cuidada estética, su buena música o la presencia de elementos tan originales como el relato hentai o la presencia de la niña en medio de una pelea a muerte, si no que, sobre todo, tengo la impresión de que si la hubiera visto con mi hermano, hubieramos empezado a pelear como dos cachorros de león, como hace más de 20 años. Cine primario, que me ha tocado la fibra.

7,8
159.014
8
23 de marzo de 2012
23 de marzo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tres años ya desde que Quentin presentó su última película, Malditos Bastardos, rodada guardando total fidelidad al estilo genuino que ha convertido al estadounidense en director de culto. Aquí encontraremos diálogos profundos e inteligentes, violencia, música, buenas interpretaciones, relato en capítulos, flashbacks... Tarantino puro.
Pero esta vez, a diferencia de en sus obras anteriores, que reflejaban personajes marginales, ya fueran bandas de atracadores urbanos o crueles mafiosos, Tarantino juega con la Historia, para presentarnos su historia, que se desarrolla en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial. Pero no encontraremos aquí el arquetípico oficial nazi frío e insensible, obsesionado por su ideología, sino que nos encontraremos personajes ridículos, infantiles y vulnerables, cobardes, mercenarios, y, aunque astutos, finalmente frágiles. Nos ofrece Tarantino una imagen del Tercer Reitch igualmente deleznable de la que el cine refleja tradicionalmente, pero radicalmente distinta. Y no sé si más alejado de la realidad. Es este poder de el Cine, de elemento modulador de la Historia, que, si bien no puede cambiarla, permite al menos jugar con ella, soñar con lo que pudo haber sido, el mensaje que nos quiere trasmitir Quentin. Por eso desarrolla el final de su relato en una sala de proyección, enseñándonos un poco de como se realiza el montaje, en lo que es considerado un auténtico genio.
Malditos bastardos es algo más que una magnífica película, que nos entretiene durante más de dos horas. Es el homenaje de un cinéfilo reconocido al medio que lo ha hecho grande, y que nos encanta... El Cine.
Pero esta vez, a diferencia de en sus obras anteriores, que reflejaban personajes marginales, ya fueran bandas de atracadores urbanos o crueles mafiosos, Tarantino juega con la Historia, para presentarnos su historia, que se desarrolla en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial. Pero no encontraremos aquí el arquetípico oficial nazi frío e insensible, obsesionado por su ideología, sino que nos encontraremos personajes ridículos, infantiles y vulnerables, cobardes, mercenarios, y, aunque astutos, finalmente frágiles. Nos ofrece Tarantino una imagen del Tercer Reitch igualmente deleznable de la que el cine refleja tradicionalmente, pero radicalmente distinta. Y no sé si más alejado de la realidad. Es este poder de el Cine, de elemento modulador de la Historia, que, si bien no puede cambiarla, permite al menos jugar con ella, soñar con lo que pudo haber sido, el mensaje que nos quiere trasmitir Quentin. Por eso desarrolla el final de su relato en una sala de proyección, enseñándonos un poco de como se realiza el montaje, en lo que es considerado un auténtico genio.
Malditos bastardos es algo más que una magnífica película, que nos entretiene durante más de dos horas. Es el homenaje de un cinéfilo reconocido al medio que lo ha hecho grande, y que nos encanta... El Cine.
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