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Críticas 117
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
4 de enero de 2016 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
George A. Romero otorgó carta de natalicio al subgénero de zombis allá por 1968 con la seminal “La noche de los muertos vivientes”. Luego dirigió cinco secuelas más que metían en dedo en la llaga sobre diversos aspectos de la condición humana y sentaban cátedra.
Si en los 70, 80, e, incluso, los 90, uno decía que veía películas de zombis lo miraban como a un bicho raro, sin embargo, gracias a varios remakes sobre el cine de Romero (“El amanecer de los muertos”, 2004 o “El día de los muertos”, 2008) y, sobre todo, a la eclosión de la serie “The Walking Dead”, lo que era “underground” se ha convertido en “mainstream”. Y ahora, cada cierto tiempo, con mayor o menor fortuna llega a la pantalla algún título de zombis o su variante de seres infectados, que tanto han calado en la audiencia planetaria. La clave de su éxito hay que buscarla en que en este tipo de producciones subyace el miedo que los mortales tenemos al ineluctable encuentro con la parca.
Ahora llega “Maggie”, protagonizada por el inefable Arnold Schwarzenegger. Quien espere ver a Terminator aniquilando seres descerebrados a diestro y siniestro se llevará un monumental chasco, ya que esta ópera prima detiene su mirada en la relación de unos progenitores y su vástago y cómo afecta la infección de esta a la unidad familiar. Consecuentemente “Maggie” aboga por la contención, deteniéndose en el dolor, no el físico sino en el espiritual, el que cala en el alma cuando se siente la pérdida de un ser querido. En cierta manera, “Maggie” es la cara B de “28 semanas después” (2007), de Juan Carlos Fresnadillo, que preconizaba la acción sobre el diálogo.
En puridad “Maggie” es un drama familiar con algunas pinceladas de terror. La película dirigida por el debutante Henry Hobson hace hincapié en los lazos afectivos como lo ilustran la emotiva conversación entre padre e hija en la cocina o la despedida de la protagonista de su mejor amiga. A pesar de lo escrito, el planteamiento de “Maggie” no es del todo original ya que comparte ese viraje al drama con la serie británica “In the Flesh”. Algunos pensarán que “Maggie” es “lenta”, pero la película presenta el tempo adecuado para la historia que cuenta: la paulatina y progresiva conversión de una persona en zombi durante seis meses.
Aunque si por algo pasará esta película, que se pudo ver en la sección oficial del último Festival de Sitges, a la posteridad es por la convincente actuación de Arnold Schwarzenegger. Contra todo pronóstico, Schwarzenegger, al igual que Clint Eastwood en “Los puentes de Madison” (1994), muestra su lado más sensible, en la que probablemente sea su mejor actuación de toda su carrera. Cosas veré Sancho.
15 de diciembre de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El viaje de Arlo” es la nueva apuesta del binomio que conforman Disney y Pixar (conviene recordar que la primera compró a la segunda en 2006) y la moneda se decanta del lado de Disney, por lo que desde la escena inicial queda claro que el filme está dirigido exclusivamente a los infantes.
La historia de “El viaje de Arlo” es naif y repetitiva: la iniciación a la edad adulta, en la que los hijos deben de seguir su propio camino a través del aprendizaje que proporciona la propia vida. Aunque también es la historia de una enemistad que se torna en amistad. Todo en la cinta está concebido, desde el aspecto endeble y frágil de Arlo, para que el espectador se meta en la piel del entrañable dinosaurio. La historia es puro Disney (el fantasma de “Bambi” planea en todo el metraje) y la animación es Pixar.
Y precisamente ahí, en la animación radica el principal valor de “El viaje de Arlo”, cuyos paisajes deslumbrantes casi parecen reales. De hecho, la naturaleza es la gran protagonista de la película: el embravecido mar, las imponentes montañas, la impetuosa tormenta de arena… De tal manera que el impresionante paisaje desempeña un papel crucial en la historia ya que el filme catapulta a Arlo a un lugar salvaje que le obliga a enfrentarse a sus miedos atávicos (“a veces pequeño, solo resistiendo el miedo hallarás la belleza en el otro lado”, le espeta su progenitor al principio del metraje). Por el camino, Arlo se encontrará con personalidades muy distintas que contribuirán a su desarrollo personal, voluntariamente o no. La amistad con el niño humano Spot es la que más le influirá para enfrentarse a sus miedos, plasmados en las fuerzas de la naturaleza.
El equipo de animación ha capturado en toda su magnitud los parajes naturales del noroeste estadounidense, zona que atesora una gran variedad de paisajes que van de Jackson Valley y los Teton a los géiseres y cascadas de Yellowstone. Para lo cual emplearon la base de datos del Servicio Geológico de Estados y configuraron un programa informático para diferenciar los colores de los kilómetros de terreno. El derroche de belleza y fuerza arrolladora de la naturaleza ha servido de inspiración a los realizadores para convertirla en un protagonista más y no un simple escenario para la historia de Arlo y Spot. Otro detalle singular es que las nubes del filme son cien por cien volumétricas, lo que ha supuesto un cambio considerable en la técnica de Pixar.
“El viaje de Arlo” se sustenta además en la fascinación que crean los dinosaurios entre los infantes. Al margen del “apatosaurus” llamado Arlo, también veremos desfilar por la pantalla a una familia de T-Rex, inspirados en gran medida en una familia del noroeste estadounidense.
El mensaje de “El viaje de Arlo” es diáfano: si los churumbeles están sobreprotegidos y se educan en un entorno aséptico nunca se convertirán en adultos sino en “niños grandes”. Eso sí, títulos más aconsejables, y menos ñoños, sobre el proceso de aprendizaje los encontraremos en “El rey león” (1994, Disney) y “Buscando a Nemo” (2003, Pixar).
5
6 de julio de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace cinco años se estrenó “Gru, mi villano favorito”, una inteligente y divertida crítica al capitalismo salvaje, en la que el protagonista era un banquero, furibundo capitalismo que ha llevado, por ejemplo, a Grecia , un país de la zona euro. En 2013 se estrenó una secuela inferior y ahora llega el “spin off” “Los Minions”, en la que los subalternos de Gru se erigen en los protagonistas absolutos. Algo habitual en el cine reciente de Hollywood, ya ocurrió con los Ewoks, que de aparecer en “El retorno del Jedi” (1983) pasaron a ser los protagónicos de “La aventura de los Ewoks” (1984) y “La batalla del planeta de los Ewoks” (1985); y ha sucedido recientemente con la oveja Shaun, que vimos por vez primera en 1995 en un cortometraje de Wallace y Gromit y que en abril de este año se ha estrenado el largometraje “La oveja Shaun”.
Los simpáticos personajes amarillos de reducida estatura que emiten sonidos guturales se hacen notar desde el logo inicial de la Universal, tarareando la conocida sintonía de la “mayor” y ya no dejarán de aparecer en pantalla hasta los títulos de créditos finales. Lo mejor de “Los Minions” es su prólogo, en el que estos organismos unicelulares que han evolucionado a lo largo del tiempo han sido testigos de algunos de los episodios más memorables de la historia, desde la época de los dinosaurios hasta la actualidad, pasando por la Prehistoria, el Egipto antiguo o la Edad Media, en la que han sido esbirros de célebres villanos como Drácula o Napoleón. El resto del metraje se limita a poner a estas mascotas del mal en todo tipo de situaciones: juegan al balompié, bailan y cantan, practican lucha libre, navegan en un témpano de hielo, se cuelan en el cuento de “Los tres cerditos”, emulan a Los Lemings (un videojuego de Amiga de principios de los 90) o satirizan la portada “Abbey Road”, de The Beatles. Situaciones que van acompañadas de música reconocible por el común de los mortales, desde “Happy Together”, de The Turtles a “Break on Through”, de The Doors, pasando por “My Generation”, de The Who.
“Los Minions” está concebida como un entretenimiento familiar que hará las delicias de los más pequeños, pero lo que era un sano y necesario ejercicio crítico sobre la maldad se ha convertido en un mero pasatiempo audiovisual, en una especie de emoticonos animados. A priori, más interesantes parecen los venideros estrenos de cine de animación de “Del revés” (17 de julio) y “Atrapa la bandera” (28 de agosto). A ver cuando “se animan” a rodar un “spin off” de los Umpa Lumpa de “Charlie y la fábrica de chocolate” (2004).
21 de abril de 2015 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Festival Internacional de Cine de la Naturaleza y el Hombre de La Laguna (Naturman) clausura mañana su tercera edición con una gala en la sala 2 del Espacio Cultural Aguere, a las 20:30 horas, en la que se darán a conocer los ganadores de la sección oficial de largometrajes y documentales.
En la primera categoría es firme candidata “El último lobo”, del cineasta francés Jean-Jacques Annaud. Compite con otros cuatro títulos, entre los que destaca “La sal de la tierra”, de Win Wenders y Juliano Ribeiro Salgado. Completan la terna “Kon-tiki”, “Slimane” y “Bestias del sur salvaje”.
Al margen de las 47 proyecciones cinematográficas desarrolladas entre el 20 y 26 de abril, Naturman ha acogido diversas actividades relacionadas con la protección del medio ambiente como las visitas guiadas a espacios como el Instituto Tecnológico y de Energías Renovables (ITER) de Granadilla de Abona o la Planta Insular de Residuos Sólidos (PIRS) de Arona. Asimismo ha programado para mañana 25 de abril una ruta de senderismo entre el caserío de Chamorga y Roque Bermejo de 9 kilómetros, y para el domingo 26 otra ruta por la laurisilva de Las Mercedes.
En lo que concierne a “El último lobo”, en líneas generales cumplirá las expectativas de los cinéfilos conocedores del cine del cineasta francés, artífice de conocidos títulos como “En busca del fuego” (1981) “El nombre de la rosa” (1986) o “El oso” (1988). Con una lacónica filmografía de doce títulos, Annaud ha conseguido un gran impacto mediático gracias al éxito comercial de los tres títulos anteriormente reseñados. El gran tema del cine de Annaud es la relación de los seres humanos con la naturaleza y el resto de seres vivos. Aquí ahonda en la relación entre los lobos esteparios y los mongoles, que le sirve de excusa argumental para mostrar preciosistas imágenes de la naturaleza: verdes prados, nevadas estepas y espectaculares crepúsculos. Para Annaud la verdadera maravilla de China no es la muralla china sino su naturaleza.
Tras su epopeya en el desierto con “Oro negro” (2011), Annaud ha decidido centrarse en la ancestral cultura de los mongoles y su cruda relación con el entorno natural que le sirve para mostrar vibrantes escenas de persecución donde el ciclo de la vida es exhibido sin edulcoramientos. No obstante, aunque alejada del uso de la prosopopeya de “El oso”, en la que atribuía cualidades humanas a un osezno, en “El último lobo” emplea a un lobezno para enternecer al espectador cuando le interesa. Asimismo, la épica banda sonora de James Horner conduce al espectador a un estado de emotividad que no termina de cuajar del todo.
“El último lobo” resulta más telúrica que la fantasía vacua de “La vida de Pi” (2012), de Ang Lee, y es más emotiva que la bizarría que representa “Fitzcarraldo” (1982), de Werner Herzog; sin embargo, sigo pensando que la mejor película de Jean-Jacques Annaud es “Enemigo a las puertas” (2001), un filme alejado de los presupuestos estéticos del entorno natural y que se centra en la naturaleza humana, concretamente en la relación entre dos francotiradores de dos bandos enemigos en la célebre batalla de Stalingrado. Cine en estado puro.
3 de julio de 2017 Sé el primero en valorar esta crítica
Este viernes se reestrena en más de 70 cines de España "Pulp Fiction". Una buena excusa para volver a verla y comentarla.

“Todo el mundo quieto. Esto es un atraco”. “Y como algún jodido capullo se mueva, me cago en la leche, me voy a cargar hasta el último de vosotros”. Espetan dos atracadores en un “seven eleven” a plena luz del sol. A continuación suena el tema instrumental “Misirlou”. De esta manera comienza “Pulp Fiction” (1994), la obra maestra de Quentin Tarantino, el apóstol de la violencia cinematográfica moderno.

Tras ver con 7 años “Grupo Salvaje” (1969) y “Defensa” (1970) estaba predestinado a recoger el testigo de los estetas de la violencia de los 70, entre los que descollaba Sam Peckinpah. Su posterior paso por un videoclub forjó la batidora visual que se vierte en su cine, que además se sustenta en sus lecturas y cultura musical.

“Pulp Fiction”, desde su título, se impregna de la literatura impresa en papel de cebolla, y, en concreto, de la revista “Black Mask”, en la que escribieron Dashiel Hammett o Jim Thomspon. Acusado de plagiador, en realidad Tarantino ofrece una mirada que distorsiona los modelos canónicos, pervirtiendo los códigos. En su segundo largometraje, hay referencias explícitas a “Psicosis” ( 1960), “La naranja mecánica” (1971) o “Las tres caras del miedo” (1963), pero en las que les otorga su sello personal. Asimismo, una de las características más reconocibles de su cine es la certera selección de temas musicales preexistentes, que en el filme crean una determinada atmósfera. El cine de Tarantino se ha convertido en un fenómeno social y varias escenas y canciones de “Pulp Fiction” ya forman parte de la cultura pop. El espectador ya asocia indefectiblemente “You´ll Be A Woman Soon”, tema de Neil Diamond interpretado por Urge Overkill, a esta película. Así como “You Never Can´T Tell” de Chuck Berry.

“Pulp Fiction” está dividida en cuatro grandes secuencias que no siguen un orden cronológico y que propicia que sea el espectador el que tenga que “hacer” el montaje el final en su cabeza. El hecho de que comience y concluya con la escena de la cafetería propicia que esta adquiera el carácter de bisagra a partir de la cual se despliegan sucesivos “flashback” y “forwards” (saltos cronológicos hacia atrás y hacia adelante).
Este acierto, que despista a muchos espectadores (acostumbrados a la linealidad de Hollywood), no fue óbice para que el filme fuera un tremebundo éxito, gracias a sus escenas icónicas como la del baile de Vincent Vega (encarnado por el resucitado John Travolta) y Mia Wallace (Uma Thurman) o la de la reanimación de Mia con la inyección intracardíaca de adrenalina, en la que se palpa que antepone las leyes de la dramaturgia a cualquier atisbo de realidad.

A ello hay que añadir unos diálogos personalísimos, trufados de tacos, que revelan la forma de hablar del propio Tarantino, en los que conjuga violencia y humor. Por último, “Pulp Fiction” revela uno de los grandes temas del cine de Tarantino: la dialéctica entre la lealtad y la traición.
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