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Críticas ordenadas por utilidad
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7,2
108.149
3
8 de marzo de 2009
8 de marzo de 2009
16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El silencio de los corderos” (1991), de Jonathan Demme, y “Seven” (1995), con dirección de David Fincher, fueron películas que crearon un estilo y una manera de hacer cine de terror y de suspense al final del pasado siglo. A partir de guiones inteligentes y bien estructurados se nos contaban historias al límite pero con un alto grado de verosimilitud, de la mano de personajes también al límite, pero creíbles en su complejidad. En "Seven" los compases finales del guión y el brío cinematográfico son activos indiscutibles. En "El silencio... "los excesos de Hannibal Lecter son un prodigio de imaginación y de resolción práctica. Anthony Hopkins y Kevin Spacy estaban extraordinarios en su trabajo de creación de personajes con un alto grado de dificultad.
Es normal que estas películas que bordean la genialidad hayan creado efectos secundarios, secuelas. Ya pasó lo mismo con "La noche de los muertos vivientes", etc.
Siempre pensé que alguien cogería el rábano por las hojas y hasta ahora han sido varios. James Wan, a quien no tenía el gusto de conocer y voy a tener a partir de ahora el gusto de seguir desconociendo, acaba de ser incluido por mi parte en la nómina de plagiarios sin talento apreciable.
Sangre a raudales, excesos innecesarios, inverosimilitud permanente, falta de ingenio, trucos facilones y un final absurdo, que riza el rizo del despropósito. A los cinco minutos descubres las tripas del juguete y tienes dos opciones ante ti. Yo opté por terminarla para descubrir hasta donde llegaba la estupidez.
Es normal que estas películas que bordean la genialidad hayan creado efectos secundarios, secuelas. Ya pasó lo mismo con "La noche de los muertos vivientes", etc.
Siempre pensé que alguien cogería el rábano por las hojas y hasta ahora han sido varios. James Wan, a quien no tenía el gusto de conocer y voy a tener a partir de ahora el gusto de seguir desconociendo, acaba de ser incluido por mi parte en la nómina de plagiarios sin talento apreciable.
Sangre a raudales, excesos innecesarios, inverosimilitud permanente, falta de ingenio, trucos facilones y un final absurdo, que riza el rizo del despropósito. A los cinco minutos descubres las tripas del juguete y tienes dos opciones ante ti. Yo opté por terminarla para descubrir hasta donde llegaba la estupidez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dos tipos (fatalmente interpretados por dos actores pésimos) aparecen en una habitación encadenados. Toda la película intentan escapar sin conseguirlo. Usted, espectador, puede lograrlo. Basta con no ver la película.

8,2
46.161
6
30 de enero de 2009
30 de enero de 2009
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que esta película deslumbrara hace unos años y entiendo menos que lo siga haciendo ahora. Porque es eso precisamente: intenta apabullar, es esteticista hasta decir basta, y el guión es previsible.
Los elementos formales están bien, no cabe duda. La interpretación de Joseph Cotten es convincente y bastante menos la de Orson Welles, la fotografía es excelente y ganadora de un Oscar, las últimas escenas tienen pulso, etc. Nada que objetar, excepto que es aburrida, que la banda sonora es una tortura, que el final nos lo imaginamos desde la mitad de la película. Y algo más: esas caras siniestras, esos encuadres distorsionados quedan como apéndices, como algo impostado, como algo innecesario o perteneciente a otro tipo de cine.
Como el señor de los globitos… ¿Qué hace a esas horas por las calles desiertas de Viena?
Lo mejor: esas calles mojadas, esa Viena medio destruida, esos patios interiores y esas escaleras de caracol.
Ha envejecido. Mucho.
Los elementos formales están bien, no cabe duda. La interpretación de Joseph Cotten es convincente y bastante menos la de Orson Welles, la fotografía es excelente y ganadora de un Oscar, las últimas escenas tienen pulso, etc. Nada que objetar, excepto que es aburrida, que la banda sonora es una tortura, que el final nos lo imaginamos desde la mitad de la película. Y algo más: esas caras siniestras, esos encuadres distorsionados quedan como apéndices, como algo impostado, como algo innecesario o perteneciente a otro tipo de cine.
Como el señor de los globitos… ¿Qué hace a esas horas por las calles desiertas de Viena?
Lo mejor: esas calles mojadas, esa Viena medio destruida, esos patios interiores y esas escaleras de caracol.
Ha envejecido. Mucho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Joseph Cotten es un escritor de novelas que llega a Viena invitado por un amigo. Al llegar descubre que éste ha muerto, y se dedica a investigar las causas y las circunstancias de su muerte. Poco a poco va comprobando que su amigo es un tipo sin escrúpulos y que no está muerto. Finalmente él mismo contribuye de manera decisiva a que las autoridades lo capturen.

7,4
6.379
7
27 de junio de 2010
27 de junio de 2010
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si “Un tranvía llamado deseo” (1951), de Elia Kazan, como película me parece una maravilla, el lenguaje que nos plantea John Huston para filmar “La noche de la iguana” no me lo parece. Creo que desmerece la calidad dramática del texto teatral, del ambiente dramático y de los personajes que en él se dibujan, no es el adecuado. Y no es por falta de calidad: Rochard Burton, Ava Gardner, Deborah Kerr, Sue Lyon… y un largo etcétera. Algo así debieron pensar en la Academia cuando la película solo recibió en 1964 el Oscar al mejor vestuario y una nominación para Grayson Hall, como actriz de reparto, interpretando muy bien a una fanática intransigente y reaccionaria.
John Huston a sus cincuenta y nueve años era ya un maestro, pero aquí se equivoca. Se equivoca en el guión, que escribe junto a Anthony Weiller, y que comienza casi como una película de locas aventuras y que ya desde el principio, en mi opinión, traza un personaje de Shannon, el pastor anglicano, completamente deshilachado y estúpidamente excéntrico, desprovisto de la carga existencial que en el texto original posee, a pesar de una introducción soberbia de Richard Burton encaramado a su púlpito y echando pestes sobre los desconcertados feligreses de su parroquia.
No me gusta la película: ni su ritmo, ni la manera de exponer, o de ocultar, el sentido profundo de la obra, que, como todas las piezas dramáticas de Tenesse Williams nos remite a la compleja relación que ciertos individuos (perdedores, desequilibrados, soñadores, etc.) tienen con la sociedad represiva y con algunos de sus miembros más representativos. En este sentido hay como una apuesta por convertir la tragedia en algo más digerible, en algo híbrido y difícil de definir, pero que se acerca peligrosamente a la caricatura.
A pesar de eso, como es evidente y no podía ser de otra manera, la película tiene valores y curiosidades. Una de las mayores ver a la diosa Ava Gardner con unos añitos, cuarenta y dos para se exactos, bella todavía y excéntrica. Y a la joven Sue Lyon, en plena sazón física a sus dieciocho, dos después de haber obtenido el resonante éxito por su intervención en la Lolita de Stanley Kubrik.
Poco más que decir. Tal vez lamentar que Richard Burton, que objetivamente era el actor adecuado, por razones técnicas e incluso biográficas, no logre una interpretación totalmente convincente por razones de las que él no es el único culpable.
John Huston a sus cincuenta y nueve años era ya un maestro, pero aquí se equivoca. Se equivoca en el guión, que escribe junto a Anthony Weiller, y que comienza casi como una película de locas aventuras y que ya desde el principio, en mi opinión, traza un personaje de Shannon, el pastor anglicano, completamente deshilachado y estúpidamente excéntrico, desprovisto de la carga existencial que en el texto original posee, a pesar de una introducción soberbia de Richard Burton encaramado a su púlpito y echando pestes sobre los desconcertados feligreses de su parroquia.
No me gusta la película: ni su ritmo, ni la manera de exponer, o de ocultar, el sentido profundo de la obra, que, como todas las piezas dramáticas de Tenesse Williams nos remite a la compleja relación que ciertos individuos (perdedores, desequilibrados, soñadores, etc.) tienen con la sociedad represiva y con algunos de sus miembros más representativos. En este sentido hay como una apuesta por convertir la tragedia en algo más digerible, en algo híbrido y difícil de definir, pero que se acerca peligrosamente a la caricatura.
A pesar de eso, como es evidente y no podía ser de otra manera, la película tiene valores y curiosidades. Una de las mayores ver a la diosa Ava Gardner con unos añitos, cuarenta y dos para se exactos, bella todavía y excéntrica. Y a la joven Sue Lyon, en plena sazón física a sus dieciocho, dos después de haber obtenido el resonante éxito por su intervención en la Lolita de Stanley Kubrik.
Poco más que decir. Tal vez lamentar que Richard Burton, que objetivamente era el actor adecuado, por razones técnicas e incluso biográficas, no logre una interpretación totalmente convincente por razones de las que él no es el único culpable.
24 de julio de 2009
24 de julio de 2009
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a hacer lo contrario de lo que se supone que se debe hacer: ahora voy a leer la novela de la que parte esta película, y que arrasa en las librerías de todo el mundo.
He leído críticas de la película: “Si, pero no”, “No le llega a la novela a la cintura…”, etc. Tal vez, si yo la hubiera leído, estaría diciendo las mismas cosas. No sé.
Lo que sí sé es que la película me atrapó desde el principio hasta el final y que de eso buena parte de culpa la tenía un guión que a mi me pareció excelente. Que las imágenes son poderosas, y, en muchos momentos, hermosas. Que los personajes estaban magníficamente interpretados, especialmente por Noomi Rapace y por Michael Nyqvist. Y que, por todo eso, merece la pena invertir dos horas en verla.
Sospecho que por ahí debajo se perdió densidad literaria, introspección en los personajes, detallismo descriptivo. Bien perdido está, si el resultado es éste: cine.
He leído críticas de la película: “Si, pero no”, “No le llega a la novela a la cintura…”, etc. Tal vez, si yo la hubiera leído, estaría diciendo las mismas cosas. No sé.
Lo que sí sé es que la película me atrapó desde el principio hasta el final y que de eso buena parte de culpa la tenía un guión que a mi me pareció excelente. Que las imágenes son poderosas, y, en muchos momentos, hermosas. Que los personajes estaban magníficamente interpretados, especialmente por Noomi Rapace y por Michael Nyqvist. Y que, por todo eso, merece la pena invertir dos horas en verla.
Sospecho que por ahí debajo se perdió densidad literaria, introspección en los personajes, detallismo descriptivo. Bien perdido está, si el resultado es éste: cine.

7,0
39.318
9
6 de octubre de 2009
6 de octubre de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que funciona en esta película es su aparente sencillez. Aparente: porque, ¿no me digan que no es complejo juntar de esta manera los mundos de unos personajes que, una vez se conocen por casualidad, cambian sus vidas y sus personalidades dan un giro de 180 grados?
Esa sencillez es la consecuencia del inmenso talento, la experiencia y el oficio de uno de los artistas más preclaros que ha dado el siglo XX y que hace que a sus 74 años no solo lo conserve sino que lo demuestre de este modo.
Sabe dirigir actores como nadie. Todos están magníficos: sus personajes les entran como guantes y ellos no desaprovechan esta oportunidad. Pero Evan Rachel Word merece una mención aparte porque, aunque había dado muestras de gran solidez interpretativa y de una precocidad magnífica, hace aquí el papel de su vida. Hará otros después –sus 22 años se lo permitirán con creces-, pero jamás olvidará esta lección interpretativa que Woody Allen le ha dado de manera generosa, un director que a lo largo de su carrera se ha distinguido por su exquisita manera de dirigir actrices y enamorarse de algunas de ellas.
Allen y su equipo han construido una pequeña maravilla, rebosante de sentido del humor, de inteligente autocrítica, de lucidez filosófica. Desde el guión, obra del director, hasta la dirección artística de Santo Loquasto, fiel entre los fieles, que es, en mi opinión, una de las herramientas de su éxito.
Y, por encima de todo, ahí está el mensaje diáfano: que cada cual haga lo que tenga que hacer y esté con quien quiera estar para ser feliz, a pesar de profetas, parlanchines, políticos, consejeros, hechiceros, sacerdotes y el vecino del tercero, un pedazo de cabrón sin vida propia, empeñado en que nosotros tampoco disfrutemos de la nuestra.
Los fundamentalistas de cualquier signo deberían realizar una cura de desintoxicación viendo varias veces esta magnífica película.
Esa sencillez es la consecuencia del inmenso talento, la experiencia y el oficio de uno de los artistas más preclaros que ha dado el siglo XX y que hace que a sus 74 años no solo lo conserve sino que lo demuestre de este modo.
Sabe dirigir actores como nadie. Todos están magníficos: sus personajes les entran como guantes y ellos no desaprovechan esta oportunidad. Pero Evan Rachel Word merece una mención aparte porque, aunque había dado muestras de gran solidez interpretativa y de una precocidad magnífica, hace aquí el papel de su vida. Hará otros después –sus 22 años se lo permitirán con creces-, pero jamás olvidará esta lección interpretativa que Woody Allen le ha dado de manera generosa, un director que a lo largo de su carrera se ha distinguido por su exquisita manera de dirigir actrices y enamorarse de algunas de ellas.
Allen y su equipo han construido una pequeña maravilla, rebosante de sentido del humor, de inteligente autocrítica, de lucidez filosófica. Desde el guión, obra del director, hasta la dirección artística de Santo Loquasto, fiel entre los fieles, que es, en mi opinión, una de las herramientas de su éxito.
Y, por encima de todo, ahí está el mensaje diáfano: que cada cual haga lo que tenga que hacer y esté con quien quiera estar para ser feliz, a pesar de profetas, parlanchines, políticos, consejeros, hechiceros, sacerdotes y el vecino del tercero, un pedazo de cabrón sin vida propia, empeñado en que nosotros tampoco disfrutemos de la nuestra.
Los fundamentalistas de cualquier signo deberían realizar una cura de desintoxicación viendo varias veces esta magnífica película.
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