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Críticas 170
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4 de marzo de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando fui a ver Trainspotting, hace veinte años, yo ya sabía que había películas que habían superado a la obra literaria de la que provenían, así que no me sorprendió ver la magnífica película que Danny Boyle había construido partiendo de la novela homónima de Irvine Welsh.
En la novela de manera salvaje, imaginativa, iconoclasta y desvergonzada se narraba la trayectoria descontrolada de unos drogadictos por las calles de Edimburgo que sólo tenían un objetivo: Comprar droga y colocarse con ella.
La familia, las novias, los novios, los amigos, la propia vida, los bebés, todo es secundario. Desfila por las páginas de la novela una sensación de fatalismo escalofriante, escenas surrealistas y reflexiones que si fueran desencantadas serían optimistas.
O sea, para temblar sólo de pensar que se podía llevar a la pantalla. Pero cuando algo está tocado por la autenticidad y el talento nada parece imposible.
Y así nace Trainspotting “La película”. Una hora y media de escenas gozosas de principio a fin. Unos personajes interpretados magníficamente, con un Robert Carlyle haciendo un personaje impagable. Es el único que no se droga porque siempre está colocado en el lado violento de la vida, buscando que alguien a su altura lo ponga bien a hostias.
Pero la historia no sólo trata de jóvenes drogadictos, también va de familias desestructuradas e indiferentes, drogadas con la televisión, a los avatares de sus hijos, a los que ven entrar y salir de casa como si fuesen huéspedes.
También va de un Estado, de unos servicios sociales, de una sociedad que no es capaz de salir de su perezoso mecanismo para enfrentar unos tiempos que paradójicamente ellos han ocasionado, obviando los valores humanos y la cultura y costumbres propias del lugar. Magnífico el alegato del personaje que interpreta Ewan McGregor contra los ingleses y contra su propia identidad de escocés. Así pues no queda más que el yo, tú, y eso la droga lo aclara muy bien.
Me quedaría de las muchas escenas cargadas de contenido que hay en el film, y de guiños a otras películas, esa del buceo en la mierda a la búsqueda de la píldora de la felicidad.
Y ahora veinte años después se hace la segunda parte, que mirando lo que he escrito me doy cuenta de que no voy a tener espacio para hablar de ella, aunque bien mirado igual ya lo he hecho.
De todas formas, si no lo han hecho, cómprense el libro y después vayan a ver la primera parte y “yastá”
Como decía el personaje interpretado por Robert Carlyle en una escena fusilada en esta segunda parte: “De aquí no sale nadie hasta que salga el que ha tenido la idea de hacer la segunda parte”
Una cosa es cine y otra es industria.
17 de mayo de 2016 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas las resonancias de la palabra mustang le vienen bien a nuestras protagonistas. Pequeñas y escurridizas, difíciles de domesticar y propiedad de unos dueños que saben de la riqueza que tienen siendo sus dueños…..si las venden bien.
Porque ese el tema de la película. Tema manido: La represión de la mujer, en general, y en el mundo musulmán en particular. Y sin embargo de gran éxito. ¿Por qué? Seguramente por su acertada puesta en escena.
La narración de podía resumir simbólicamente de la siguiente manera: Cinco flores hermosas y rebosantes de salud y ganas de vivir crecen en un jardín pleno de malas yerbas y ramaje constrictor. Vemos como unas perecen, otras se tornan mustias y otras consiguen trasplantarse a otros, al menos, más esperanzadores climas. Esa es la trama de la historia.
Los rostros de las jóvenes actrices, virginales, amables, puros, su inocencia, son grabados con una intención, recogidos implacablemente en sus manifestaciones, perversa: Poner en evidencia el miedo de los adultos a la libertad. Porque al fin y al cabo ese eso. El eterno dilema de vivir bajo el techo de las normas porque asusta el amplio panorama y la perspectiva infinita de no tener más regla que la que tu corazón te imponga. Como si este órgano tan traído y llevado fuese un delincuente habitual al que hay que vigilar de cerca.
Esa inocente escena inicial de chicos y chicas disfrutando de un día de verano en la playa se va oscureciendo hasta encuadrarnos en un mundo donde nadie es feliz pero todos luchan por aguantar dentro de lo ortodoxo.
Y es esta inocente y veraniega escena la que da la clave del acertado ritmo que durante toda la proyección va a seguir la historia. Simple y cotidiano transcurrir de la vida de estas adolescentes, contado con diálogos familiares en medio de fiestas familiares en casas y jardines familiares, rodeadas de vecinos y vecinas de toda la vida, sin dejar traslucir el horror que se podía extraer de los acontecimientos que van surgiendo. Porque es así como pasa en la realidad.
Un día tu madre te abraza y a la semana siguiente te está llevando a Nigeria o a Senegal a que te amputen el clítoris. O tu madre te hace una comida excelente por tu cumpleaños y el mes que viene junto con tu padre acuerda tu casamiento con un hombre que te lleva treinta años de diferencia. O, salvando al diferencia, un día va a comprar contigo un vestido precioso y unas toallas y sábanas para cuando te cases “por la Iglesia”, como Dios manda.
Así de frágiles somos verdugos y víctimas, ambos atrapados en el galimatías de nuestras costumbres… por muy sanguinarias y crueles que sean.
Dejando de lado que las adolescentes son las victimas diría que la abuela de esta película es la que vive en el infierno.
Todo dirigido, contado, explicitado de la misma manera que se podía contar un día de playa. Porque es justamente así como sucede. La banalidad del mal que decía Hannah Arendt.
No sé si llegó la directora a sentir la tentación de llamar a la película “Mujercitas”, en un último giro de sarcástico y desesperado cinismo. A veces le humor ante el horror es la última claudicación.
7 de septiembre de 2015 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película que tiene varios defectos, descompensada e irregular, merece la pena ser vista. Por la sencilla razón de que es muy ambiciosa. Trata de explicar lo inexplicable. Cuando se quiere contar lo incomprensible, de ahí quizás el surrealismo y lo ilógico de algunas escenas, suele suceder que como geiseres surgen atisbos, fragmentos de lo que se desea narrar pero no se consigue hilar una historia dónde quede plasmada esa explicación en toda su extensión. Quizás porque no la hay. Y es que el ser humano es cotidiano y aburrido. La búsqueda y prolongación de la magia que a veces nos asalta puede dejarnos enganchados para toda la vida. Quizás ésta era una narración para la página y no para la pantalla.
Cuando uno ha experimentado la magia en la vida……… no sé, una mirada, un pensamiento, un instante de comunión con la naturaleza, cuando uno siente que la vida puede ser intensa siempre ya no se conformará jamás con menos y la vida cotidiana se convierte así en una rutina agotadora y decepcionante. Aunque casi todos nos resignamos y esperamos, sin dejar por eso de vivir.
En esta película se nos cuenta cómo un hombre ya viejo, con su vida casi gastada, a la deriva, coge el último autobús a la cotidianidad y da por perdida la magia, aunque haya ese guiño final del mimo que parece darnos algo de esperanza. O quitárnosla, indicándonos que si queremos siempre magia hay que ir al circo, a ver magos…..o mimos, pero no esperarla de la vida, al menos a todas horas.
Ese hombre viejo y decrepito, el director quiere remarcarlo, es el Sr. Mangelhorn, que no vive la vida que va sucediendo. Se ha comprometido con unos principios férreos, esperando a Clara, su paraíso perdido. Su hijo multimillonario, su ex-esposa, su nieta a la que adora pero que no le llena, su conocida del banco, su gata…todo conforma una estación de espera a la que no llega el autobús deseado… y se desespera…en vano. La vida es así. Al final, como he dicho, claudica.
Ésta es la historia en sí. En cuanto a lo propiamente cinematográfico, las escenas están articuladas sin ritmo, sin conexión a veces y con detalles que se quedan en promesas que no cuajan. Remarcar que cuando se trabaja con un actor como Al Pacino se corre un serio peligro del que es muy difícil salir airoso. El actor se puede comer la película, que es lo que pasa aquí. Un actor grandioso en una película no grandiosa es como una farola en un escenario oscuro, se ve la farola pero queda desdibujado el resto. Para un actor grandioso se necesita un escenario que esté a su altura. Nunca olvidaré unas escenas de “El último tango en París”, otra historia de hombre a la deriva, con el rostro de Marlon Brando en primer plano. Jamás el cine ha plasmado como en ese fragmento la desesperanza, la desilusión y la amargura de la vida infeliz. Pero es que la peli de Bertolucci estaba a la altura de Marlon Brandon. Toda la película lucia clara y diáfana. La luz que despedía Brandon sólo contribuía a enriquecerla en matices. En ésta, demasiado actor para una película con muy buena intención pero que no acaba de cuajar. Aún así hay que ir a verla. Por Al Pacino y por los destellos de gran película que tiene.
No he dicho nada de Holly Hunter porque, correcta y equilibrada, en la penumbra bastante tiene con sobrevivir, cinematográficamente hablando.
6 de agosto de 2015 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un momento álgido en la película y una tesis permanente durante su desarrollo. Son dos aspectos del film que lo nutren de sustancia y de algo más que entretenimiento, que puro entretenimiento.
Cuando la vida de las personas está en tus manos, decidir quién vive y quién no, es un momento de poder absoluto que a las personas compasivas y humildes pone en una situación insostenible, en la que normalmente se suelen venir abajo. No quieren saber nada de tamaña responsabilidad. Esto trae como consecuencia que normalmente nos dirija gente capaz de sobrevolar lo que es la vida de un ser humano para contemplar ese concepto tan ajeno a nosotros que se llama “La vida humana”, aunque parezca una contradicción. “La vida humana” no es la vida de tu vecino o de tu hijo o de tu esposa o de tu amigo. Es un concepto que tranquilamente permite a algunos seres humanos lanzar bombas sobre ciudades pobladas, enviar ejércitos a muertes seguras y aprobar recortes que arruinaran las vidas de muchos seres humanos pero seguir adelante con “La vida humana”. Peliaguda cuestión que acerca a los grandes genocidas y los grandes estadistas. Algunas veces confundibles. Sólo hay que hacer el esfuerzo, pequeño, de pensar quién hubiera sido el genocida y quién el estadista, si la Segunda Guerra Mundial la hubiese ganado Alemania.
¿Qué cómo se soluciona, si no, estas situaciones? Pues probablemente no llegando a ellas. Con la prevención.
Este es el punto álgido de esta película y que resuelve el hombre sobre el cual recae la tesis de la que hablaba al principio. Un hombre al que la sociedad, cuando era un niño, arrojó de su seno y maltrató por el hecho de ser diferente, lo que le obligó a buscarse los medios de sobrevivir, lo que le trajo un fortalecimiento y el desarrollo de unas capacidades que “a posteriori” contribuyeron a que la sociedad recurriera a él y momentáneamente lo volviera a admitir para después, una vez servido de él, volver a arrojarlo de su seno, esta vez definitivamente.
Una muestra de cómo funciona el rebaño que llamamos sociedad. Te ofrece protección, cobijo y hasta estímulo. A cambio hay que cumplir unas normas implacables y variables a lo largo del tiempo. Unas normas, cuyo incumplimiento, en una época te llevan al suicidio o la marginación social y en otras, ese incumplimiento es contemplado como mera travesuras o incluso te puede dar prestigio. Un lio. Si no fuese por lo trágico que es. Ahí está Giordano Bruno, quemado vivo por decir que la Tierra era redonda y giraba alrededor del Sol. Que hoy lo dice mi sobrino de seis años y uno exclama,
-¡Que niño más listo!
O la persecución que en países como Rusia sufren los homosexuales actualmente. O ese empecinamiento en condenar a las putas por vender su cuerpo en una sociedad en la que parece que se puede vender de todo menos lo que es más tuyo que parece que es de todos. ¿Y que me dicen de ser impuro si comes cerdo allí, perro allá o conejo en el otro lado?
Me he ido del cine. Vuelvo.
Indican los créditos que es una película de producción británico-estadounidense y dirigida por un noruego pero la factura es netamente inglesa. En cada fotograma del film se respira la sobriedad que ha hecho famoso al cine inglés: El detallismo en los decorados y la contención de los actores, el actor protagonista tenía campo para sobrepasarse y sin embargo se mantiene en un equilibrio que le da toda la veracidad posible.
El discurrir de la historia, acompañada de unos “flashback” teñidos de ese rememorar que todos sufrimos cuando nos dejamos en el pasado asuntos pendientes o dolorosos, está al servicio de un causa muy concreta: Explicar como un individuo con un corazón “desviado” y una mente privilegiada en pleno siglo XX sufrió por ambas cosas la incomprensión y el desprecio, a pesar de haber sido el artífice de una maquina que dio paso a los ordenadores y permitió descubrir los movimientos de los nazis en la segunda guerra mundial.
Una excelente película a la que no le encuentro más que virtudes y ningún defecto. Para disfrutar aprendiendo y reflexionando. Espero.
26 de junio de 2015 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo único que salva a este thriller ambientado en la Rusia de Stalin es el planteamiento que parece sugerir y que no es otro que siempre hay un paso más allá a la hora de mostrar la maldad que somos capaces de generar. Si esa era la intención queda perdonado el maniqueísmo y el trato panfletario que el estalinismo sufre.
Hay más de sociedad apocalíptica orwelliana en esta cinta que de lección histórica toda vez que refleja unos hechos acaecidos realmente y que aunque de indudable terror y represión todo parecido con la complejidad de los mismos, más o menos imparcial y metódico, es pura coincidencia.
El estalinismo es llevado a su grado más extremo para mostrar una sociedad donde la delación, la traición, la cobardía, el servilismo y el fanatismo son lo cotidiano y acostumbrado. Una vez sentada esa base y en otra vuelta de tuerca aparece aún un grado más de maldad: Por sobre ese presente aniquilador de toda posibilidad de humanidad un asesino en serie parece despertar a los personajes y evidenciarles el horror en el que viven.
Un guión desigual en el que tanto el desarrollo de la acción como los personajes no parecen cuajar en una clara inclinación sobre dónde quieren poner el foco, si en la historia del psicópata o si en la historia de la Rusia estalinista, convierten la película en un atisbo de algo que queda a merced de la interpretación del espectador. Para unos será un film de psicópatas y para otros uno sobre la horrible y satánica Rusia estalinista.
Ni tan siquiera el guión es capaz de evidenciar que el niño 44 es el claro motor que desencadena toda la trama y que obliga al protagonista a poner en duda el sistema en el que vive y que hasta ese momento ha considerado justo y ¿paradisiaco? Todo lo debe ir cosiendo el espectador pues todo está hilvanado. Quizás porque había demasiada tela que cortar. O que coser.
A destacar las conmovedoras escenas finales, las únicas donde la intensidad de lo que se cuenta se siente.
Y si el guión no era claro y preciso y la labor de dirección no enmendaba el asunto pues los actores poco podían hacer, aunque se les ve con más recorrido y posibilidades. No sé a quién pero a alguien o a varios la película le ha venido grande. No a la fotografía y el decorado que me ha parecido sobresaliente.
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