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Críticas 458
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de agosto de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia absolutamente delirante y disparatada, paradigmática del cine de Kusturica. Es difícil encontrar un hueco libre en la pantalla a lo largo de las más de dos horas de diversión absoluta que nos entrega el genio de Sarajevo: hay una batiburrillo visual de objetos, personajes, cosas que aparecen en los planos principal y secundario de la pantalla, todo ello animado por la magnífica música firmada por Nelle Karajlic. La acción es un esperpento puro y duro, dosis de humor surrealista en un momento en el que la situación en los Balcanes distaba mucho de ser feliz.
Inolvidables personajes van desfilando delante de nuestros ojos: el perdedor Matko, al cual no se le dan muy bien sus chanchullos, viéndose inevitablemente abocado a ser estafado y timado por otros sinvergüenzas más capaces; luego los abuelos, Grga y Zarije, amigos infatigables, y patriarcas de las dos familias que protagonizan la historia; los jóvenes Ida y Zare, que tendrán que sortear numerosas dificultades para llevar adelante su historia de amor; el peculiar "gángster" Dadan Karambolo, aficionado a las drogas, al chunda chunda y al que casar a su hermana Afrodita le trae por la calle de la amargura. En fin, un universo de lo más particular, que irá desarrollando una historia "in crescendo", desde un inicio más o menos calmado hasta el disparate absoluto.
Debemos agradecerle a Kusturica el divertimento que nos ha proporcionado, esa sobredosis de energia a través de distintos "palos" de la comedia, entre el humor negro, el grueso, el romántico y el surrealista.
14 de abril de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante debut en el largo del francés Laurent Cantet (que luego desarrollaría una carrera más que notable, culminada con la espléndida La Clase); en esta ocasión, a pesar de unas hechuras que denotan cierto amateurismo, vemos presente la vocación docudramática del realizador, rodeándose de actores no profesionales, e implicándose en una historia que cualquier trabajador, sea galo, europeo o de cualquier sitio, puede sentir como cercana.
Me gusta especialmente la dialéctica que se desarrolla en la narración entre el mundo laboral y el familiar, ejemplificada en la relación entre el protagonista, Frank, y su padre, Jean Claude. El primero vuelve a casa tras culminar sus estudios en París, pagados gracias al esfuerzo de sus progenitores, convertido en un becario en prácticas en la empresa donde trabaja su viejo, al igual que su hermana y parece que la mayor parte del pueblo. Pero ese chico ya viene con algo distinto que parece que le separa de la conciencia de la clase trabajadora a la que pertenece; a pesar de que venga con ciertas ansias renovadoras, defendiendo la jornada de 35 horas semanales, se ve en la tesitura de hallarse entre dos bandos casi irreconciliables: por un lado, el de los patrones y jefecillos varios, que tiran hacia la empresa, y por el otro, los currantes; entre estos últimos tampoco hay demasiada unión, ya que entre los sindicalistas irredentos, los trabajadores completamente alienados en su papel de engranajes de la cadena de producción, y aquellos sin demasiada conciencia política, hay una diversidad considerable.
Pronto veremos que Frank empieza a ser consciente de que no todo es blanco o negro, sino que la realidad se empeña en mostrarse como una infinita gama de grises por la que es complicado moverse.
Me encanta cómo se resiente la relación entre el padre y el hijo, cómo, a pesar de que se intuye un profundo amor entre ellos, se estropea cuando las relaciones laborales se entrometen en su vida; todo lo que rodea a este leit-motiv principal no carece de interés, pero ya nos suena a demasiado visto, a una crítica socioeconómica de izquierdas tratada ampliamente en otras películas.
30 de diciembre de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de descubrir por qué el dúo de "creadores" con menos talento de la Historia del Cine, Seltzer & Friedberg, lleva más de una década vomitando pelis como churros, todas cortadas por el mismo patrón, el de la pseudoparodia cinematográfica sin asomo de chispa: resulta que se han colado por un agujero de gusano, término que, para el que no esté muy ducho en la física cuántica de cuerdas, hace referencia a la posibilidad de que otros universos paralelos interactúen con el nuestro. Parece ser que en ese otro mundo, más allá de la antimateria, estos dos tipos son unos auténticos genios, porque si no, no se explica que nadie vea ni una sola de esta sarta de imbecilidades unineuronales.
Asistir a este "espectáculo" y reírse sólo es posible mediante una ingesta desmesurada de drogas psicotrópicas, o porque te haya tocado el gordo de la lotería que te haya dejado en tal estado de euforia que te impida razonar con una mediana objetividad. Reconozco que tal vez pueda resultar gracioso parodiar otras películas, como hacen muchos aficionados en youtube, y como hizo otra gente más dotada para ello en otros tiempos, aunque me parece complicado que, fuera de los EEUU, a alguien le induzca al descojone una burla de elementos tan yankis a la par que de breve coyuntura temporal como Hanna Montana, High School "nosecuantos" o Justin Timberlake, por no hablar de la parodia de films que en sí mismos parecen una parodia, como Monstruoso o Jumper, por mencionar dos de las tropecientas fuentes de las que bebe la cosa ésta.
Ah, y Carmen Electra ya está pasadita de años para hacer de tía buenorra, pobrecilla.
29 de octubre de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un placer ventilarse cada cierto tiempo una dosis de la prolífica carrera de Takashi Miike, que para nuestros occidentales ojos es una flipada un tanto exótica, aunque los japoneses llevan décadas haciendo estas cosillas. En esta ocasión estamos ante uno de sus productos más "fáciles", en el sentido de exportables, ya que se trata de una adaptación del manga superventas Kurôzu zero, de Hiroshi Takahashi.
El de Yao hace una revisión visualmente potentísima del cómic, que no deja de ser una apología de la ultraviolencia ambientada en el instituto más chungo del Japón, el Suzuran, donde a falta de clases, profesores o cultivar florecillas, los nenes se dedican a darse estopa a diestro y siniestro, pero eso sí, unos mamporros de lo más "cool", y encima contando una historia que tiene su interés, la lucha por el poder en esa "institución educativa", a la que llega el chico nuevo, Genji Takaya, para poner patas arriba todo el tinglado que tenía montado el líder vigente, Tamao Serizawa. Para ello ambos bandos irán ganando posiciones, buscando aliados e implicando a los restantes "estudiantes", hasta llegar a la batalla final donde se decidirá (o no) todo el mondongo.
La dirección artística es excelente (como en todo el cine de Miike), a cargo de Yuji Takahashi, al igual que la foto, de Takumi Furuya, contribuyendo a que el disparate continuo que es la trama sea una absoluta preciosidad, musicalizada por Naoki Otsubo, a pesar de que ciertos insertos de canciones de ese absurdo punk-rock japonés distraigan bastante de la dinámica general de la peli.
El reparto es acertadisimo, con Takayuki Yamada y Shun Oguri interpretando de manera excelsa a los dos cabecillas de la movida.
En definitiva, un entretenimiento muy bien realizado y disfrutable para todo aquel que se acerque sin prejuicios ante este tipo de cine.
3 de octubre de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de reconocer o, mejor, confesar, que me gusta Ben Stiller; llevo como diez años riéndome con las tonterías que hace. Creo que no se le puede juzgar como un actor que compita en la categoría de los grandes, sino que es mejor compararlo con otros como Adam Sandler (al que supera por muchas cabezas).
La peli es cachondilla, con un comienzo desternillante, con los falsos trailers en los que se nos presentan a esos actores que coincidirán en el rodaje de Tropic Thunder: la estrella de acción que quiere reciclarse como intérprete de cosas de más calidad, el multioscarizado australiano de talento casi mimético (lástima de doblaje, que nos escamotea el magnífico trabajo de Robert Downey Jr. intentando, con acento aussie, dar voz a un afroamericano), el cantante rap metido actor, o el gordo yonki aficionado en exceso a todo tipo de drogas.
Pero, como siempre, los actores no son nadie si no hay un director (el novato que no sabe controlar a tantas estrellas), un productor (muy bien Tom Cruise en el papel del despiadado Les Grossman) o el agente que va a muerte con su representado (McConaughey, quizás el más soso de la peli).
Todo ello no es más que una sátira divertidilla con puntos de brillantez (y otros de humor grueso) sobre la parafernalia del cine de Hollywood, sin mayores pretensiones, y que logra lo que pretende, hacer pasar un buen rato y que uno se eche unas cuantas risas sin parecer demasiado imbécil.
Lo mejor: el surrealista Kirk Lazarus y sus frases, casi siempre tronchantes: "yo no leo el guión, el guión me lee a mí". Es políticamente muy incorrecta, lo que se agradece.
Lo peor: el doblaje que sin duda hace perderse muchos de los gags de la peli; Jack Black nunca me ha resultado gracioso, aunque aquí tiene ciertos momentos "chisposos".
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