"Por favor permitirme que me presente, soy un hombre rico y con clase, he estado por aquí durante mucho, mucho tiempo, he robado el alma y la fe de muchos hombres. Estaba cerca cuando Jesucristo tuvo su momento de duda y dolor, me aseguré de que Pilatos se lavara las manos y sellara su destino.

Encantado de conocerte, espero que adivines mi nombre, pero lo que no logras entender es la naturaleza de mi juego.

Me quedé a ver que pasaba en San Petesburgo, cuando vi que era la hora del cambio. Maté al Zar y a sus ministros, Anastasia gritó en vano. Montaba un tanque, ostentaba el rango de general, cuando estalló la guerra relámpago y los cuerpos apestaban.
Miraba con regocijo mientras vuestros reyes y reinas lucharon durante 10 décadas por los dioses que ellos mismos crearon. Grité: ¿Quién mató a los Kennedy?, cuando después de todo fuimos tu y yo.
Deja que me presente, soy un hombre rico y con clase, tendí trampas a los trovadores que murieron antes de llegar a Bombay.
Como cada policía es un criminal y todos los pecadores son santos, como la cara (de una moneda) es la cruz, llámame simplemente Lucifer.
Si me encuentras ten un poco de cortesía y usa toda tu bien aprendida educación o haré que tu alma se pudra.

Encantado de conocerte, espero que adivines mi nombre, pero lo que no logras entender, es la naturaleza de mi juego."

Esto es una traducción de la canción "Sympathy for the devil" de los Rolling Stones, que sirve de inspiración para la historia de la película. Y a su vez, la canción esta inspirada en la novela "El maestro y Margarita" de Mijail Bulgákov, en la que el demonio visita Moscú.

Fallen es un thriller de temática fantástica en la que un detective de homicidios debe enfrentarse a un asesino en serie, pero cuando creía que había acabado con él, verá que no va a ser tan fácil. La dirección mantiene la tensión, el casting es muy acertado, y la fotografía y música le aportan un estilo y personalidad muy curiosas.

Un relato sobre los hechos ocurridos en Oklahoma en los años 20 con la nación indígena de los Osage, que tras ser privados de sus tierras, tuvieron la fortuna o maldición de encontrar petróleo al ser desplazados, lo que originó una serie de acontecimientos gravísimos.

Sin duda la historia denuncia estos hechos y toma consciencia de lo importante que es la memoria, pero lo hace, y esto es impresión personal por supuesto, poniendo el foco principal en dos personajes antagonistas que no lo merecen, y con un ritmo narrativo y unas transiciones descuidadas, que desmerecen el conjunto.

En cuanto al metraje, es demasiado abultado, lo que no tiene porque ser un problema, pero en este caso la película me deja la sensación de que esa historia debía de haber sido contada en formato de serie para apreciar los detalles, la psicología de los personajes, etcétera, como ya hizo el mismo Scorsese produciendo y dirigiendo el piloto de la espléndida “Boardwalk Empire” o haber suprimido metraje innecesario para dejar la duración en unas dos horas, tiempo adecuado para una película como esta.

Sobre las virtudes, tiene unas cuantas indudablemente, una buena banda sonora y fotografía, que brillan en momentos puntuales, y actuaciones correctas en general en que para mi gusto, destacan más los personajes secundarios interpretados por Brendan Fraser, John Lithgow o Louis Cancelmi, del resto, ya sea por la historia o su actuación, no destacan del modo que deberían.

Una obra que queda algo descompensada y que por desgracia no brilla en su conjunto pese a lo loable de su denuncia y su propuesta, que deja una sensación decepcionante, ya que no parece que vaya a mejorar en futuros visionados.

Una cinta que mezcla la comedia de terror con la acción para ofrecer una película sencilla, muy consciente de lo que es, y que no se toma en serio a sí misma en ningún momento.

Aquí Jamie Foxx encarna a alguien con un negocio de limpiar piscinas con un pequeño secreto, que en realidad es un cazavampiros. Con el fin de conciliar esto con su vida familiar, llevará a cabo las decisiones peculiares que haga falta.

Se trata de una película para ver sin muchas pretensiones y que puede ser entretenida para un viernes o sábado noche, abusa un poco de tópicos, la historia está poco trabajada, y donde destaca es en la puesta en escena de un par de escenas de acción, la primera y en la que participan los hermanos Nazarian.

El protagonista hace de tío molón, su familia es aún más molona porque vacilan casi tanto o más pese a saber poco de que va el tema, Snoop Dogg hace de colega casi aún más molón, y Dave Franco hace de pardillo, pero lo cierto es que es muy molón haciendo de eso.

Todo eso no destaca demasiado en realidad, pero el film crea un mundillo que podría dar hasta para otras películas más interesantes, una dedicada a los personajes de Scott Adkins y Steve Howey por ejemplo, o con algunos de los villanos potentes de los que se habla pero no se muestran, ya que los villanos de esta función dejan bastante que desear.

Una puesta en escena curiosa, un tono cómico acertado en general, la participación de gente como Peter Stormare, la hacen un entretenimiento bastante decente, no inventa nada, pero es simpática y muy correcta para lo que se puede esperar de ella.

Segunda parte de la trilogía de “La condición humana” de Masaki Kobayashi basada en la novela homónima de Junpei Gomikawa, dividida en seis partes cada una adaptada aproximadamente en cien minutos de duración.
En este caso, en las partes tercera y cuarta del relato asistimos a la instrucción a los reclutas y a la entrada en batalla respectivamente, siguiendo los pasos de nuestro humanista protagonista Kaji.

Debo confesar que en la parte de la instrucción, había visto previamente “La chaqueta metálica” de Stanley Kubrick, y me impresionaron las similitudes entre ambas. Personalmente, considero que Kubrick bebe de esta obra como influencia, lo que para mi no resta valor a ninguna, al contrario, indica el nivel de perfección de esta obra.

Aquí también tenemos a un recluta patoso, y un ambiente como una olla a presión que va escalando progresivamente, sin embargo, donde en la obra de Kubrick se muestra un estallido de violencia visualmente fascinante, aquí la fatalidad es producida por el azar y la torpeza, lo cual lejos de impresionar menos, lo convierte en una tragedia más real.

En ese ambiente militar, Kaji se mantiene inflexible, sin doblegarse ante las adversidades y es que la actuación de Tatsuya Nakadai, uno de los mejores actores del siglo veinte, de una integridad y una dignidad apabullantes ante cualquier humillación, otorgan a Kaji una fortaleza inalcanzable para el común de los mortales.

En este caso el enemigo de Kaji es la propia disciplina militar, la tiranía y el abuso de poder en contra del sentido de camaradería o la justicia. Debido a su pasado es tratado despectivamente, con mayor dureza, dejándole a él y a otros que comparten sus ideas con las tareas más odiosas y los trabajos más sucios, aún con todo, sigue aguantando y su talento le lleva a que le adiestren como francotirador.

En único inciso de bondad está en la visita de Michiko, a la que Kaji promete que se reunirán para comenzar una nueva vida. Es este el punto de inflexión en el que sabemos que otras opciones como la huida o la deserción, no son posibles para el.

“Mientras estemos vivos, podemos volver a encontrarnos”

Así pues Kaji sigue su camino con esperanza ante un futuro más que incierto, depositando su amor, bondad y esperanza en el recuerdo de Michiko de ahora en adelante.

En la cuarta parte, Kaji asume a sus propios reclutas y muestra un liderazgo y sentido de la responsabilidad a la altura de lo que habíamos visto de él hasta el momento, sin embargo, su constante de seguir sus principios en contra del sistema que le rodea, cada vez le acarrea más problemas y dolor, mostrando así que nada puede quedar sin mácula en un mundo repleto de transgresiones y como su inteligencia le impediría hacer lo correcto, por lo que se limita a usar su valentía.

Una vez en la línea de combate ante los tanques rusos, vemos lo mostrado en cualquier guerra, miedo, desesperación, locura y muerte. Y los actos imperdonables. Los momentos que tiñen de rojo cualquier alma humana y que no se van jamás, el inicio del descenso a los infiernos.

Una rareza entrañable que nos cuenta la historia de Justin Playfair, en otro tiempo juez aficionado a las novelas detectivescas, que tras la pérdida de su mujer se refugia en un mundo de fantasía adoptando para si el rol de su personaje favorito, Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle.

Basada en su obra de teatro, James Goldman adapta el guion para el cine, fusionando a este personaje con el Quijote de Cervantes como su título original “They might be giants” indica, ya que al igual que él ve en el mundo aquello que sus ojos quieren ver.

Mostrando siempre la dualidad entre realidad y ficción y cordura y locura, sitúa a este cruzado moderno en las calles de una Nueva York cuya niebla remite a Londres, y hábilmente a su némesis, el personaje de Moriarty, como a su opuesto, pero más a un nivel conceptual o de metalenguaje en el que verse reflejado.

Justin procura ayudar a su hermano, que está siendo extorsionado, pero este, lejos de querer su ayuda, planea internarlo en un hospital psiquiátrico y de ese modo apoderarse de la herencia. En su camino se encuentra una psiquiatra, de nombre Mildred Watson, que empatiza con Justin, le comprende, y en cierto modo admira su capacidad para el ingenio y la imaginación, para ver más allá.

A ratos cómica y a ratos conmovedora, se mueve en una línea al margen de todo, traspasando límites, ya que en ocasiones la locura puede significar salirse de un molde de lo predeterminado mientras que la cordura implica una sumisión a una realidad social asfixiante, un precedente en el tratamiento de un tema complejo de otras películas posteriores como Alguien voló sobre el nido del cuco o El rey pescador.

Anthony Harvey, quien ya había trabajado anteriormente con James Goldman en El león en invierno, realiza un buen trabajo pese al presupuesto limitado y a los cortes en su duración, debido a que estaba previsto inicialmente como telefilm.
Las interpretaciones son muy destacables tanto en George C. Scott como en Joanne Woodward, que forman una gran pareja y están a gran altura.

Una cinta pequeña y poco conocida, pero cuyas reflexiones valen mucho la pena, y que brilla más cuantos más límites traspasa hacia su lugar de fantasía donde casi todo es posible, una pequeña joya.