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Críticas ordenadas por utilidad
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5
27 de noviembre de 2013
27 de noviembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida y correcta película de serie B, recogiendo la estela que dejó Spielberg cinco años antes con su taquillazo “Tiburón” (1975).
El animal protagonista es un inmenso cocodrilo que habita en las cloacas de Chicago y se merienda a todo aquel que ose introducirse en sus dominios. Doce años antes, alguien tiró por el retrete a un bebé cocodrilo y, para más inri, una fábrica tiró también un producto con el que pretendían aumentar el tamaño de los animales de granja. La combinación de ambos sucesos provocará que un enorme cocodrilo aterrorice Chicago y ponga en jaque a las incrédulas autoridades.
Teague juega con la conocida leyenda urbana de los cocodrilos que viven en las alcantarillas de las grandes ciudades, y aprovecha para firmar un ejercicio de intriga solvente, con momentos de terror puntuales y muy bien elaborados. La criatura en sí también es notable y realista, todo lo contrario a las actuaciones principales. Tan sólo el televisivo Robert Foster destaca por encima de la media del elenco.
La película no pasa de ser un mero entretenimiento de serie B, pero eso sí, con mucha más dedicación y buen hacer que otras producciones más caras.
El animal protagonista es un inmenso cocodrilo que habita en las cloacas de Chicago y se merienda a todo aquel que ose introducirse en sus dominios. Doce años antes, alguien tiró por el retrete a un bebé cocodrilo y, para más inri, una fábrica tiró también un producto con el que pretendían aumentar el tamaño de los animales de granja. La combinación de ambos sucesos provocará que un enorme cocodrilo aterrorice Chicago y ponga en jaque a las incrédulas autoridades.
Teague juega con la conocida leyenda urbana de los cocodrilos que viven en las alcantarillas de las grandes ciudades, y aprovecha para firmar un ejercicio de intriga solvente, con momentos de terror puntuales y muy bien elaborados. La criatura en sí también es notable y realista, todo lo contrario a las actuaciones principales. Tan sólo el televisivo Robert Foster destaca por encima de la media del elenco.
La película no pasa de ser un mero entretenimiento de serie B, pero eso sí, con mucha más dedicación y buen hacer que otras producciones más caras.

6,7
11.921
7
29 de octubre de 2013
29 de octubre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La brillantez formal de Robert Wise, cuyo marcado estilo tradicionalista y casi documental le llevó a ser elegido para la adaptación a la gran pantalla de “Star Trek” (1979), firmó un excepcional ejercicio de la llamada “Sci-Fi hard” con “La amenaza de Andrómeda” en el lejano 1971.
El cine de ciencia-ficción aún no se había quitado los restos que dejó la estela de “2001: Una odisea del espacio” (1968) de Kubrick. El estilo pausado del filme, remarcando ante todo la historia con imágenes, significó una nueva forma de hacer cine que le vino ni pintada al perfeccionismo de Wise. Unido a esto, otro perfeccionista como Michael Crichton con su novela “La amenaza de Andrómeda”, fue suficiente complemento para que la adaptación cinematográfica fuera recordada aún hoy como una de las tantas grandes obras que vinieron después de ese punto de inflexión que Kubrick impuso en el género.
“La amenaza de Andrómeda” cuenta una historia catastrofista basada en el descubrimiento y aislamiento de un extraño organismo vírico de posible origen extraterrestre. Todo se inicia en un pequeño pueblo de Nuevo México en el que la población ha fallecido por una epidemia, de la cual se han salvado un bebé y un anciano borracho. A partir de ahí, el resto del filme es un emocionante proceso de experimentación, donde el rigor científico tiene gran protagonismo. Un equipo de cuatro especialistas intentarán dar con la solución en una contra reloj en la que el mortal microorganismo podría extenderse sin remisión.
Robert Wise no tiene prisa a la hora de rodar, recreándose en las escenas que circunscriben todo el proceso de investigación; desde la preparación del equipo científico, incluyendo pruebas realmente inquietantes, hasta la parte del análisis de los dos supervivientes y los resultados que, mediante la investigación, van acercándose al conocimiento del mortífero virus. Es el método científico plasmado en el cine con todo el rigor que sólo Wise es capaz de reflejar.
Para muchos, el principal defecto del filme es, precisamente, el estilo en el que está conformado. A muchos les parecerá una película desesperantemente lenta, sin tensión, sin acción, en definitiva, sin ritmo. El estilo documental de Wise no entra bien en todo el mundo, y por eso su películas envejecen con más rapidez en estos tiempos en los que priman las cámaras mareantes y el tempo narrativo de una carrera de fórmula 1. Sea como fuere, “La amenaza de Andrómeda” tiene mucha tensión, un desarrollo muy interesante, y unas premisas de guión realistas e inteligentemente planteadas que muy pocas veces se dan en el cine de ciencia-ficción… por no hablar de un final más que inquietante.
Sólo para seguidores de Wise y de las historias con más ciencia que ficción.
El cine de ciencia-ficción aún no se había quitado los restos que dejó la estela de “2001: Una odisea del espacio” (1968) de Kubrick. El estilo pausado del filme, remarcando ante todo la historia con imágenes, significó una nueva forma de hacer cine que le vino ni pintada al perfeccionismo de Wise. Unido a esto, otro perfeccionista como Michael Crichton con su novela “La amenaza de Andrómeda”, fue suficiente complemento para que la adaptación cinematográfica fuera recordada aún hoy como una de las tantas grandes obras que vinieron después de ese punto de inflexión que Kubrick impuso en el género.
“La amenaza de Andrómeda” cuenta una historia catastrofista basada en el descubrimiento y aislamiento de un extraño organismo vírico de posible origen extraterrestre. Todo se inicia en un pequeño pueblo de Nuevo México en el que la población ha fallecido por una epidemia, de la cual se han salvado un bebé y un anciano borracho. A partir de ahí, el resto del filme es un emocionante proceso de experimentación, donde el rigor científico tiene gran protagonismo. Un equipo de cuatro especialistas intentarán dar con la solución en una contra reloj en la que el mortal microorganismo podría extenderse sin remisión.
Robert Wise no tiene prisa a la hora de rodar, recreándose en las escenas que circunscriben todo el proceso de investigación; desde la preparación del equipo científico, incluyendo pruebas realmente inquietantes, hasta la parte del análisis de los dos supervivientes y los resultados que, mediante la investigación, van acercándose al conocimiento del mortífero virus. Es el método científico plasmado en el cine con todo el rigor que sólo Wise es capaz de reflejar.
Para muchos, el principal defecto del filme es, precisamente, el estilo en el que está conformado. A muchos les parecerá una película desesperantemente lenta, sin tensión, sin acción, en definitiva, sin ritmo. El estilo documental de Wise no entra bien en todo el mundo, y por eso su películas envejecen con más rapidez en estos tiempos en los que priman las cámaras mareantes y el tempo narrativo de una carrera de fórmula 1. Sea como fuere, “La amenaza de Andrómeda” tiene mucha tensión, un desarrollo muy interesante, y unas premisas de guión realistas e inteligentemente planteadas que muy pocas veces se dan en el cine de ciencia-ficción… por no hablar de un final más que inquietante.
Sólo para seguidores de Wise y de las historias con más ciencia que ficción.

7,7
98.873
8
16 de noviembre de 2010
16 de noviembre de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un jovencito Amenábar, el Hitchcock del cine patrio allende nuestras fronteras, se inició de manera inmejorable con este ejercicio de tensión psicológica que ya en el mismo momento de su estreno entró en el top de las mejores películas españolas de todos los tiempos (algo no muy difícil de conseguir considerando el nivel medio de nuestro cine).
El filme de Amenábar bebe a grandes tragos de Hitchcock pero no se limita a imitarlo, sino que desarrolla un estilo propio tan excepcional que logra algo tan difícil como la comparación (salvando las distancias con el maestro del suspense, por supuesto). El tema que trata Amenábar, siempre polémico, se centra en la famosa leyenda urbana de las "snuff movies" y lo hace con un tacto envidiable, evitando en todo momento el uso de escenas cruentas e insinuando, que no mostrando, lo cual es mucho más aterrador si cabe, pues sabe introducirse como nadie en el bulbo raquídeo del espectador para jugar con nuestros miedos más profundos. Su terror es meramente primario, remueve las conciencias y consigue segregar las endorfinas necesarias para mantener el cuerpo alerta durante toda la proyección.
Amenábar es un experto creador de ambientes, tal y como demostró en "Abre los Ojos" o, más notoriamente, en "Los Otros". Esa atmósfera de tensión diluida en el aire que acompaña toda la proyección en "Tesis" tiene su origen en un manejo proverbial de la cámara y en una buena elección de claroscuros, algo cargantes a veces, pero bien situados en secuencias tan agobiantes como la incursión a oscuras y tan sólo armados de cerillas de Ana Torrent y Fele Martínez en los laberínticos túneles de la Facultad. Esa tensión, inherente en toda la proyección, no se ve alterada en ningún momento y lleva a un final de lo más inquietante que se ha visto en nuestras pantallas.
Otro gran punto a su favor son las interpretaciones de Ana Torrent, Fele Martínez y Eduardo Noriega. Este último ya trabajó junto con Amenábar en su mediometraje "Luna", y aquí repite con un papel con el que suele sentirse cómodo: el villano frío y sin escrúpulos. Ana Torrent está espléndida en su sensualidad dramática, pero Fele Martínez es la verdadera revelación en un papel no tan fácil como pueda parecer.
Sin duda, un debut por la puerta grande.
El filme de Amenábar bebe a grandes tragos de Hitchcock pero no se limita a imitarlo, sino que desarrolla un estilo propio tan excepcional que logra algo tan difícil como la comparación (salvando las distancias con el maestro del suspense, por supuesto). El tema que trata Amenábar, siempre polémico, se centra en la famosa leyenda urbana de las "snuff movies" y lo hace con un tacto envidiable, evitando en todo momento el uso de escenas cruentas e insinuando, que no mostrando, lo cual es mucho más aterrador si cabe, pues sabe introducirse como nadie en el bulbo raquídeo del espectador para jugar con nuestros miedos más profundos. Su terror es meramente primario, remueve las conciencias y consigue segregar las endorfinas necesarias para mantener el cuerpo alerta durante toda la proyección.
Amenábar es un experto creador de ambientes, tal y como demostró en "Abre los Ojos" o, más notoriamente, en "Los Otros". Esa atmósfera de tensión diluida en el aire que acompaña toda la proyección en "Tesis" tiene su origen en un manejo proverbial de la cámara y en una buena elección de claroscuros, algo cargantes a veces, pero bien situados en secuencias tan agobiantes como la incursión a oscuras y tan sólo armados de cerillas de Ana Torrent y Fele Martínez en los laberínticos túneles de la Facultad. Esa tensión, inherente en toda la proyección, no se ve alterada en ningún momento y lleva a un final de lo más inquietante que se ha visto en nuestras pantallas.
Otro gran punto a su favor son las interpretaciones de Ana Torrent, Fele Martínez y Eduardo Noriega. Este último ya trabajó junto con Amenábar en su mediometraje "Luna", y aquí repite con un papel con el que suele sentirse cómodo: el villano frío y sin escrúpulos. Ana Torrent está espléndida en su sensualidad dramática, pero Fele Martínez es la verdadera revelación en un papel no tan fácil como pueda parecer.
Sin duda, un debut por la puerta grande.

7,7
34.798
9
25 de marzo de 2024
25 de marzo de 2024
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuación de “Dune” (2021), pero sin ser una secuela propiamente dicha, sino la conclusión de lo acaecido en las arenas de Arrakis hace 3 años.
Los que vienen de ver la primera parte (obviamente el 99.9% de la gente, supongamos) ya sospechábamos que el desenlace iba a ser deslumbrante, y así ha sido. Sin necesidad de superar las expectativas, muy altas a priori, “Dune parte 2” cumple de sobra su cometido y Villeneuve nos brinda un colofón magistral, lleno de épica, haciendo una no perfecta pero sí gran adaptación del texto de Frank Herbert.
Como ya comenté en mi crítica de la primera parte, llevar a la gran pantalla un texto tan complejo y lleno de conceptos como el de “Dune”, una de las novelas cumbre de la ciencia-ficción, es tarea imposible para cualquier director independientemente de su talento. Supondría transmitir sensaciones y reflexiones que sólo alcanzan todo el sentido a través de la palabra escrita, lo cual ni David Lynch ni Denis Villeneuve han llegado ni de lejos. Pero lo que sí pueden hacer es lo que, cada uno a su manera, han hecho: plasmar el rico universo en el que se enmarca esta historia de venganzas y traiciones, esta “Star Wars” adulta en la que unos blasones de casas poderosas pelean para conseguir lo que siempre ha buscado el ser humano desde que tuvo conocimiento de su territorialidad, extrapolándolo en el futuro más distante: el poder absoluto.
“Dune: Parte Dos” comienza con Paul Atreides (Timothée Chalamet) y su madre, la dama Jessica (Rebecca Ferguson) conviviendo con los Fremen que los encontraron en medio del desierto. Los Fremen, a la vista del que podría ser el mesías de las profecías que la Bene Gesserit ya se encargó en el pasado de inculcar en sus mentes, se dividen entre los que creen (Stilgar – Bardem entre sus líderes) y los que no creen en Paul. Mientras tanto, los Harkonnen siguen con el control de la especia gracias a la ayuda de las tropas Sardaukar del emperador Shaddam IV (Christopher Walken), que ayudaron a exterminar a los Atreides. Pero ignoran que todavía hay dos Atreides con vida, nada menos que la concubina del duque Leto y su hijo, Paul.
Villeneuve continúa mostrándonos un universo repleto de ambientación y estilo. Tiene momentos de una brillantez insuperable, como la sórdida y tenebrosa presentación de Feyd-Rautha (Austin Butler), el sobrino de Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgård) en la celebración de su cumpleaños en el feudo Harkonnen de Giedi Prime. Todo el filme se enriquece de una escenificación sobresaliente, no ya sólo a nivel técnico sino también conceptual, logrando transmitir, como mínimo, las bases argumentales por las que se sustenta el libro de Herbert a través de los sueños premonitorios de Paul y su relación con su madre, una Bene Gesserit bien adiestrada. Es además notable el tratamiento de la banda sonora de Hans Zimmer, ya que se siente como una parte integrante del escenario: sonidos y ritmos africanos para el desierto, sonidos estridentes para instantes más oscuros.
A pesar de ignorar algunos personajes y tramas de la obra original, y tomarse ciertas licencias respecto a algunos hechos, el filme de Villeneuve se alza como punta de lanza de una ciencia-ficción original, muy comercial por supuesto, pero sin tomar por tonta a la audiencia. Todo el trabajo de este director merece un respeto, y es de esperar con ansia su regreso a Arrakis en una futura tercera parte que cierre la trilogía de Paul “muad’dib” Atreides.
Larga vida al Kwisatz Haderach.
Los que vienen de ver la primera parte (obviamente el 99.9% de la gente, supongamos) ya sospechábamos que el desenlace iba a ser deslumbrante, y así ha sido. Sin necesidad de superar las expectativas, muy altas a priori, “Dune parte 2” cumple de sobra su cometido y Villeneuve nos brinda un colofón magistral, lleno de épica, haciendo una no perfecta pero sí gran adaptación del texto de Frank Herbert.
Como ya comenté en mi crítica de la primera parte, llevar a la gran pantalla un texto tan complejo y lleno de conceptos como el de “Dune”, una de las novelas cumbre de la ciencia-ficción, es tarea imposible para cualquier director independientemente de su talento. Supondría transmitir sensaciones y reflexiones que sólo alcanzan todo el sentido a través de la palabra escrita, lo cual ni David Lynch ni Denis Villeneuve han llegado ni de lejos. Pero lo que sí pueden hacer es lo que, cada uno a su manera, han hecho: plasmar el rico universo en el que se enmarca esta historia de venganzas y traiciones, esta “Star Wars” adulta en la que unos blasones de casas poderosas pelean para conseguir lo que siempre ha buscado el ser humano desde que tuvo conocimiento de su territorialidad, extrapolándolo en el futuro más distante: el poder absoluto.
“Dune: Parte Dos” comienza con Paul Atreides (Timothée Chalamet) y su madre, la dama Jessica (Rebecca Ferguson) conviviendo con los Fremen que los encontraron en medio del desierto. Los Fremen, a la vista del que podría ser el mesías de las profecías que la Bene Gesserit ya se encargó en el pasado de inculcar en sus mentes, se dividen entre los que creen (Stilgar – Bardem entre sus líderes) y los que no creen en Paul. Mientras tanto, los Harkonnen siguen con el control de la especia gracias a la ayuda de las tropas Sardaukar del emperador Shaddam IV (Christopher Walken), que ayudaron a exterminar a los Atreides. Pero ignoran que todavía hay dos Atreides con vida, nada menos que la concubina del duque Leto y su hijo, Paul.
Villeneuve continúa mostrándonos un universo repleto de ambientación y estilo. Tiene momentos de una brillantez insuperable, como la sórdida y tenebrosa presentación de Feyd-Rautha (Austin Butler), el sobrino de Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgård) en la celebración de su cumpleaños en el feudo Harkonnen de Giedi Prime. Todo el filme se enriquece de una escenificación sobresaliente, no ya sólo a nivel técnico sino también conceptual, logrando transmitir, como mínimo, las bases argumentales por las que se sustenta el libro de Herbert a través de los sueños premonitorios de Paul y su relación con su madre, una Bene Gesserit bien adiestrada. Es además notable el tratamiento de la banda sonora de Hans Zimmer, ya que se siente como una parte integrante del escenario: sonidos y ritmos africanos para el desierto, sonidos estridentes para instantes más oscuros.
A pesar de ignorar algunos personajes y tramas de la obra original, y tomarse ciertas licencias respecto a algunos hechos, el filme de Villeneuve se alza como punta de lanza de una ciencia-ficción original, muy comercial por supuesto, pero sin tomar por tonta a la audiencia. Todo el trabajo de este director merece un respeto, y es de esperar con ansia su regreso a Arrakis en una futura tercera parte que cierre la trilogía de Paul “muad’dib” Atreides.
Larga vida al Kwisatz Haderach.

5,6
1.916
6
9 de noviembre de 2020
9 de noviembre de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante entretenimiento sin mayores pretensiones estrenado directamente en la plataforma Netflix para goce de sus, a ratos, sufridos abonados.
“La bala perdida” es una cinta de acción que cuenta con una realización más que correcta y una trama simple pero efectiva. Intenta acercarse a rebufo a la franquicia “Fast & Furious”, pero tiene la decencia de no caer en la simple imitación, estableciendo su propio ritmo y relatando su propia historia. El personaje es un buscador de problemas pero actúa como la víctima, con el sambenito de exrecluso colgado para siempre, y los policías corruptos aprovechándose de ello para intentar cargarle el muerto encima (nunca mejor dicho).
Para ser una película de presupuesto tasado, las escenas de acción y, más concretamente, las persecuciones de coches son bastante espectaculares y tienen poco que envidiar a las de los coches tuneados de “Fast & Furious”, salvo por el hecho de que aquí no salen Dodges y Plymouths, sino más bien Peugeots y Renaults, con los que el ciudadano medio se siente más identificado con lo que tiene en su garaje. Además, el protagonista (Alban Lenoir) es un antihéroe más bien “feucho” y escuchimizado, nada que ver con el guaperas de Paul Walker o el “calveras” de Vin Diesel.
Para quien busque acción de cierta calidad, Guillaume Pierret ofrece una buena dosis en Netflix. Interesante.
“La bala perdida” es una cinta de acción que cuenta con una realización más que correcta y una trama simple pero efectiva. Intenta acercarse a rebufo a la franquicia “Fast & Furious”, pero tiene la decencia de no caer en la simple imitación, estableciendo su propio ritmo y relatando su propia historia. El personaje es un buscador de problemas pero actúa como la víctima, con el sambenito de exrecluso colgado para siempre, y los policías corruptos aprovechándose de ello para intentar cargarle el muerto encima (nunca mejor dicho).
Para ser una película de presupuesto tasado, las escenas de acción y, más concretamente, las persecuciones de coches son bastante espectaculares y tienen poco que envidiar a las de los coches tuneados de “Fast & Furious”, salvo por el hecho de que aquí no salen Dodges y Plymouths, sino más bien Peugeots y Renaults, con los que el ciudadano medio se siente más identificado con lo que tiene en su garaje. Además, el protagonista (Alban Lenoir) es un antihéroe más bien “feucho” y escuchimizado, nada que ver con el guaperas de Paul Walker o el “calveras” de Vin Diesel.
Para quien busque acción de cierta calidad, Guillaume Pierret ofrece una buena dosis en Netflix. Interesante.
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