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6,9
25.883
7
8 de septiembre de 2014
8 de septiembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro años después llega a las pantallas comerciales la secuela de “Cómo entrenar a tu dragón”, después de su paso por el último Festival de Cannes. La frase que Hipo pronuncia al final de la primera parte servirá para situar a los desmemoriados y a los advenedizos: “Esto es Isla Mema. Nieva nueve meses al año y graniza los otros tres. Toda la comida que crece aquí es dura de roer y las personas que crecen aquí lo son más todavía. La única ventaja son las mascotas. En otros sitios tienen ponis o loros. Nosotros tenemos dragones”. Eso sí, los flamígeros dragones de la primera parte se han convertido en mascotas que emulan comportamientos propios de perros domésticos (dan lametones o buscan objetos). Dreamworks, artífice de la irreverente “Shrek” (2001), ha hecho que Hipo vuelva a surcar el aire a lomos de Desdentado, el dragón nigérrimo de ojos glaucos.
El tono amable del prólogo, que muestra competiciones de carreras aéreas de dragones emulando a la saga de “Harry Potter”, a ritmo de una música festiva, hace presagiar que vamos a ver una de esas películas concebidas para toda la familia. Una rápida mirada a la sala, repleta de niños que comen cotufas y beben refrescos, así como padres que entran y salen del cine como si estuvieran en el salón de su casa hace presagiar lo peor. Falsa alarma. “Cómo entrenar a tu dragón 2” presenta una hondura en el relato que hace que se eleve el nivel, a medida, que avanza la trama, que incluye un giro dramático que recuerda al “El rey león” (1994).
A una extraordinaria animación, que alcanza su culmen en el despliegue de acrobacias aéreas (sin llegar a la maestría del cine de Miyazaki), se une el desarrollo del conflicto paternofilial. Mientras el fornido padre aboga por la guerra, el escuálido hijo apuesta por la paz, en una preclara historia de crecimiento de su protagonista, de cómo se convierte en un adulto. El joven Hipo quiere escribir una nueva página de la historia y convertirse en un líder que aboga por la palabra en vez de hacer uso de la fuerza, reflejando un cambio de mentalidad generacional. Los vínculos afectivos no acaban ahí, ya que la desaparecida madre de Hipo reaparece veinte años después convertida en una especie de Jane Goodall de los dragones, representando una subtrama de cariz ecológico.
A diferencia de la primera parte, que está ambientada en un lugar no especificado de los países escandinavos, esta secuela se ubica en Noruega. Una docena de personas del equipo creativo visitaron Oslo y Bergen para ambientar el filme, que presenta un atractivo diseño, en el que sobresalen la fortaleza de hielo y el oasis de dragones. La moraleja del filme, escrito y dirigido por Dean DeBlois, que ha dejado por el camino a su compañero Chris Sanders, es sencillo y diáfano: más vale maña que fuerza. Resaltando. asimismo, la importancia de la amistad y la lealtad.
La proyección del pasado jueves en los Multicines Tenerife, auspiciada por Preestrenos en Canarias, estuvo amenizada por un bebé llorón. Él no tiene culpa, pero algunos progenitores deberían replantearse llevar a un bebé de dos años al cine.
El cine de animación reciente ha demostrado que no está orientado a un público exclusivamente infantil gracias a magistrales títulos como la trilogía de “Toy Story” (1995-2010), “El viaje de Chihiro” (2001), “Buscando a Nemo” (2003), “Steamboy” (2004), “Persépolis” (2007), “Ratatouille” (2007), “Vals con Bashir” (2008), “Up” (2009), “El fantástico señor Fox” (2009) o “Arrugas” (2011), solo por citar algunos ejemplos.
El tono amable del prólogo, que muestra competiciones de carreras aéreas de dragones emulando a la saga de “Harry Potter”, a ritmo de una música festiva, hace presagiar que vamos a ver una de esas películas concebidas para toda la familia. Una rápida mirada a la sala, repleta de niños que comen cotufas y beben refrescos, así como padres que entran y salen del cine como si estuvieran en el salón de su casa hace presagiar lo peor. Falsa alarma. “Cómo entrenar a tu dragón 2” presenta una hondura en el relato que hace que se eleve el nivel, a medida, que avanza la trama, que incluye un giro dramático que recuerda al “El rey león” (1994).
A una extraordinaria animación, que alcanza su culmen en el despliegue de acrobacias aéreas (sin llegar a la maestría del cine de Miyazaki), se une el desarrollo del conflicto paternofilial. Mientras el fornido padre aboga por la guerra, el escuálido hijo apuesta por la paz, en una preclara historia de crecimiento de su protagonista, de cómo se convierte en un adulto. El joven Hipo quiere escribir una nueva página de la historia y convertirse en un líder que aboga por la palabra en vez de hacer uso de la fuerza, reflejando un cambio de mentalidad generacional. Los vínculos afectivos no acaban ahí, ya que la desaparecida madre de Hipo reaparece veinte años después convertida en una especie de Jane Goodall de los dragones, representando una subtrama de cariz ecológico.
A diferencia de la primera parte, que está ambientada en un lugar no especificado de los países escandinavos, esta secuela se ubica en Noruega. Una docena de personas del equipo creativo visitaron Oslo y Bergen para ambientar el filme, que presenta un atractivo diseño, en el que sobresalen la fortaleza de hielo y el oasis de dragones. La moraleja del filme, escrito y dirigido por Dean DeBlois, que ha dejado por el camino a su compañero Chris Sanders, es sencillo y diáfano: más vale maña que fuerza. Resaltando. asimismo, la importancia de la amistad y la lealtad.
La proyección del pasado jueves en los Multicines Tenerife, auspiciada por Preestrenos en Canarias, estuvo amenizada por un bebé llorón. Él no tiene culpa, pero algunos progenitores deberían replantearse llevar a un bebé de dos años al cine.
El cine de animación reciente ha demostrado que no está orientado a un público exclusivamente infantil gracias a magistrales títulos como la trilogía de “Toy Story” (1995-2010), “El viaje de Chihiro” (2001), “Buscando a Nemo” (2003), “Steamboy” (2004), “Persépolis” (2007), “Ratatouille” (2007), “Vals con Bashir” (2008), “Up” (2009), “El fantástico señor Fox” (2009) o “Arrugas” (2011), solo por citar algunos ejemplos.

5,2
44.894
2
8 de septiembre de 2014
8 de septiembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luc Besson es el director más taquillero del cine francés gracias a títulos como “El gran azul” (1988), “El quinto elemento” (1997) o “Juana de Arco” (1999). Más de dos mil millones de euros han recaudado sus producciones, que incluyen franquicias como “Taxi” o “Transporter”. Capítulo aparte es el nivel de las mismas. La única película de calidad que figura en su filmografía es “León: el profesional” (1994), en la que, además, una doceañera Natalie Portman daba muestras ya de su talento inconmensurable.
“Lucy” confirma la regla. El primer fin de semana en su estreno en Estados Unidos recaudó 35 millones de euros. Valor cinematográfico: cero patatero. En cierta manera, “Lucy” no es otra cosa que una especie de remedo de “Nikita”, que el propio Besson dirigió en 1990 (llegó a conocer un remake hollywoodiense en 1993, protagonizado por Bridget Fonda). Al igual que en aquella, una matarife implacable va liquidando, pistola en ristre, a todo aquel se interpone en su camino.
La diferencia estriba es que en esta ocasión se le ha añadido una ridícula trama sobre las hipotéticas habilidades que poseería el ser humano si aprovechase su capacidad cerebral al 100%. Quién busque aquí disquisiciones tipo “Viaje alucinante al fondo de la mente” (1979) pierde el tiempo. Su pretendida trascendencia es tan fútil como la de “Trascendence” (2014), en la que Johnny Depp abandonaba su corpórea presencia para intentar dominar el mundo a través de su mente. En fin.
Toca hablar de la capacidad interpretativa de Scarlett Johansson. La rubicunda estrella ya no es aquella actriz que escanciaba su talento en títulos exquisitos como “Lost in translation” (2003), “La joven de la perla” (2004) o “Match Point (2005)” para básicamente protagonizar “blockbuster” tras “blockbuster”. “Iron Man 2” (2010), “Los vengadores” (2012) o “Capitán América” (2014) lo ejemplifican. Por cierto, ¿saben cuál fue uno de sus primeros roles en el cine? “Solo en casa 3” (1997). Siempre nos quedará la susodicha Natalie Portman. Completan el reparto un repetitivo Morgan Freeman, que salvo honrosas excepciones, parece que interpreta con piloto automático; y Choi Min-sik, que representa la cuota oriental que parece que deben de tener ahora todas las películas de acción, emulando su rol de villano de las cintas surcoreanas en las que suele aparecer. Inolvidable en la epatante “Old Boy” (2003). También se le ha podido ver en las sanguinolentas “Sympathy for Lady Vengeance” (2005) e “I saw de Devil” (2010).
Este mero vehículo de evasión incluye una vertiginosa persecución en dirección contraria por el centro de París (casi lo único salvable de este despropósito cinematográfico), una escena de una no lucha (paraliza a sus contrincantes con el poder de su mente), una subtrama de mafias asiáticas o desvaríos varios que parecen parodiar, involuntariamente, “El árbol de la vida” (2012), de Terrence Malick. Francamente, encuentro más interés científico en la serie de animación “Futurama”, creada por Matt Groening. Dicen que solo empleamos el 10% de nuestro cerebro. A los espectadores de “Lucy” no les hará falta usar ni el 1%.
“Lucy” confirma la regla. El primer fin de semana en su estreno en Estados Unidos recaudó 35 millones de euros. Valor cinematográfico: cero patatero. En cierta manera, “Lucy” no es otra cosa que una especie de remedo de “Nikita”, que el propio Besson dirigió en 1990 (llegó a conocer un remake hollywoodiense en 1993, protagonizado por Bridget Fonda). Al igual que en aquella, una matarife implacable va liquidando, pistola en ristre, a todo aquel se interpone en su camino.
La diferencia estriba es que en esta ocasión se le ha añadido una ridícula trama sobre las hipotéticas habilidades que poseería el ser humano si aprovechase su capacidad cerebral al 100%. Quién busque aquí disquisiciones tipo “Viaje alucinante al fondo de la mente” (1979) pierde el tiempo. Su pretendida trascendencia es tan fútil como la de “Trascendence” (2014), en la que Johnny Depp abandonaba su corpórea presencia para intentar dominar el mundo a través de su mente. En fin.
Toca hablar de la capacidad interpretativa de Scarlett Johansson. La rubicunda estrella ya no es aquella actriz que escanciaba su talento en títulos exquisitos como “Lost in translation” (2003), “La joven de la perla” (2004) o “Match Point (2005)” para básicamente protagonizar “blockbuster” tras “blockbuster”. “Iron Man 2” (2010), “Los vengadores” (2012) o “Capitán América” (2014) lo ejemplifican. Por cierto, ¿saben cuál fue uno de sus primeros roles en el cine? “Solo en casa 3” (1997). Siempre nos quedará la susodicha Natalie Portman. Completan el reparto un repetitivo Morgan Freeman, que salvo honrosas excepciones, parece que interpreta con piloto automático; y Choi Min-sik, que representa la cuota oriental que parece que deben de tener ahora todas las películas de acción, emulando su rol de villano de las cintas surcoreanas en las que suele aparecer. Inolvidable en la epatante “Old Boy” (2003). También se le ha podido ver en las sanguinolentas “Sympathy for Lady Vengeance” (2005) e “I saw de Devil” (2010).
Este mero vehículo de evasión incluye una vertiginosa persecución en dirección contraria por el centro de París (casi lo único salvable de este despropósito cinematográfico), una escena de una no lucha (paraliza a sus contrincantes con el poder de su mente), una subtrama de mafias asiáticas o desvaríos varios que parecen parodiar, involuntariamente, “El árbol de la vida” (2012), de Terrence Malick. Francamente, encuentro más interés científico en la serie de animación “Futurama”, creada por Matt Groening. Dicen que solo empleamos el 10% de nuestro cerebro. A los espectadores de “Lucy” no les hará falta usar ni el 1%.

6,3
18.884
6
8 de septiembre de 2014
8 de septiembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Locke” propone al espectador que sea copiloto del protagonista, que tiene que conducir 163 kilómetros en un trayecto en coche que nos va a llevar de Birmigham a Londres. Un viaje de 85 minutos, narrado en tiempo real, en el que solo existe un personaje y una localización (salvo el primer minuto y medio toda la acción transcurre en el interior de un automóvil).
La apuesta de Steven Knight es arriesgada. Un personaje que se enfrenta en solitario a su destino, en tiempo real, como Gary Cooper en el clásico “Solo ante el peligro” (1952), de Fred Zinnemann, que ¿casualmente? también tiene 85 minutos de minutaje. El cine en tiempo real no es algo muy habitual. Algunos de los títulos recientes más conocidos que han optado por esta atípica fórmula son “A la hora señalada” (1995) o “Run Lola Run” (1998). La diferencia es que en “Locke” no hay montaje frenético sino un estilo visual sobrio (breves panorámicas al principio y final, uso de espejos retrovisores, cámaras laterales y cámara frontal) que persigue que sean los diálogos, perfectamente hilvanados, los que cobren protagonismo.
Nuestro accidental piloto mantiene conversaciones hasta con once personajes a los que solo escuchamos: su mujer, sus dos hijos (a uno de ellos le pone voz Tom Holland, “Lo imposible”), su ocasional amante, su jefe, su subordinado... Supongo que debe de tener tarifa plana en su móvil de manos libres porque si no la factura será de órdago. Bromas aparte, el día que este capataz de la construcción tiene que supervisar el vertido de hormigón más importante de su carrera laboral, paradójicamente, los cimientos de su vida se tambalean por un error ocasional, que pretende subsanar. El largometraje plantea tres vías de conflicto, tres frentes abiertos en su vida personal y laboral. Destacando, el conflicto paternofilial, que es el que justifica la trama, y que le lleva a limpiar el apellido que da título a la película.
El guionista de esa joya cinematográfica que es “Promesas del Este” (2007), dirigida por David Cronenberg, se pone por segunda vez tras la cámara (lo de “Redención”, 2013, protagonizada por Jason Statham, lo vamos a pasar por alto) para contar esta singular y claustrofóbica historia rodada en ocho días, grabando diez tomas de cada escena, que se constituye en una “road movie” introspectiva.
Intachable el papel de Tom Hardy. 85 minutos en pantalla no los aguantan muchos intérpretes y Hardy supera la prueba con nota en su primer papel de enjundia. Hasta ahora lo habíamos visto en papeles secundarios en “Origen” (2010) o “El topo” (2011). La música minimalista de Dickon Hinchliffe y el empleo de juegos lumínicos dentro de la notable fotografía de Haris Zambarloukos terminan de rematar una cinta que interesará a los amantes de las buenas historias contadas de forma genuina.
Esta cinta británica, que participó en el Festival de Venecia 2013 (fuera de concurso) es una de esas películas que fascinan a la crítica y enrabietan al espectador estándar. Ni lo uno ni lo otro. “Locke” es un filme interesante, que no termina de enganchar como si lo hacían “Enterrado” (2010) de Rodrigo Cortés o “Gravity” (2013), de Alfonso Cuarón, en la que sus protagonistas se jugaban la vida.
La apuesta de Steven Knight es arriesgada. Un personaje que se enfrenta en solitario a su destino, en tiempo real, como Gary Cooper en el clásico “Solo ante el peligro” (1952), de Fred Zinnemann, que ¿casualmente? también tiene 85 minutos de minutaje. El cine en tiempo real no es algo muy habitual. Algunos de los títulos recientes más conocidos que han optado por esta atípica fórmula son “A la hora señalada” (1995) o “Run Lola Run” (1998). La diferencia es que en “Locke” no hay montaje frenético sino un estilo visual sobrio (breves panorámicas al principio y final, uso de espejos retrovisores, cámaras laterales y cámara frontal) que persigue que sean los diálogos, perfectamente hilvanados, los que cobren protagonismo.
Nuestro accidental piloto mantiene conversaciones hasta con once personajes a los que solo escuchamos: su mujer, sus dos hijos (a uno de ellos le pone voz Tom Holland, “Lo imposible”), su ocasional amante, su jefe, su subordinado... Supongo que debe de tener tarifa plana en su móvil de manos libres porque si no la factura será de órdago. Bromas aparte, el día que este capataz de la construcción tiene que supervisar el vertido de hormigón más importante de su carrera laboral, paradójicamente, los cimientos de su vida se tambalean por un error ocasional, que pretende subsanar. El largometraje plantea tres vías de conflicto, tres frentes abiertos en su vida personal y laboral. Destacando, el conflicto paternofilial, que es el que justifica la trama, y que le lleva a limpiar el apellido que da título a la película.
El guionista de esa joya cinematográfica que es “Promesas del Este” (2007), dirigida por David Cronenberg, se pone por segunda vez tras la cámara (lo de “Redención”, 2013, protagonizada por Jason Statham, lo vamos a pasar por alto) para contar esta singular y claustrofóbica historia rodada en ocho días, grabando diez tomas de cada escena, que se constituye en una “road movie” introspectiva.
Intachable el papel de Tom Hardy. 85 minutos en pantalla no los aguantan muchos intérpretes y Hardy supera la prueba con nota en su primer papel de enjundia. Hasta ahora lo habíamos visto en papeles secundarios en “Origen” (2010) o “El topo” (2011). La música minimalista de Dickon Hinchliffe y el empleo de juegos lumínicos dentro de la notable fotografía de Haris Zambarloukos terminan de rematar una cinta que interesará a los amantes de las buenas historias contadas de forma genuina.
Esta cinta británica, que participó en el Festival de Venecia 2013 (fuera de concurso) es una de esas películas que fascinan a la crítica y enrabietan al espectador estándar. Ni lo uno ni lo otro. “Locke” es un filme interesante, que no termina de enganchar como si lo hacían “Enterrado” (2010) de Rodrigo Cortés o “Gravity” (2013), de Alfonso Cuarón, en la que sus protagonistas se jugaban la vida.
5
16 de junio de 2018
16 de junio de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir una crítica coherente sobre “Apocalipsis Voodoo”, que tras su paso por el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria se ha visto recientemente en el Festivalito de La Palma, carece de sentido ya que el debut en la dirección del largometraje de Vasni J. Ramos busca emular el denominado “video nasty” de los 70 y los 80, un subgénero que se caracterizaba por sus argumentos carentes de todo sentido común.
El único objetivo de esta cinta, cuyo guion se escribió a seis manos en un bar, es hacer reír al espectador, que lo hará si este decide entrar en su juego de homenajes, parodias y mucho amor al cine cutre, en el que tienen cabida las artes marciales, las “buddy movies” setenteras o el cine de zombis, a ritmo de funk.
Las actuaciones intencionadamente exageradas, su estética granulada, el empleo de un inglés “made in Canarias” o el uso deliberadamente chapucero de los efectos digitales configuran un “totum revolutum” que solo puede promover a la risa, único objetivo del equipo de “Apocalipsis Voodoo”.
Vasni J. Ramos es uno de los directores canarios que ha decidido apostar por el cine de género (tiene tras de sí un puñado de de cortometrajes que lo demuestran) en unas islas donde abunda más el cine de autor, más que nada por la carestía de medios de los que se suele disponer para rodar cine. “Apocalipsis Voodoo” refleja que el cine hecho por canarios también tiene vocación comercial y tiene previsto estrenarse este año en todas las islas tras el reciente pase institucional en el Cine Víctor de la capital tinerfeña.
“Apocalipsis Voodoo” es una “canaria accion movie”, que sigue la estela de “Proyect 12. The Bunker”, de Jaime Falero (aunque con mucho menos presupuesto), ya que incluye escenas de acción y persecuciones de coches. Lo mejor que podemos decir de “Apocalipsis Voodoo” es que es cine canario sin complejos. No hay que olvidar que existe un sustrato de grandes profesionales en las islas, de hecho, algunos de los componentes del equipo de esta película estuvieron en la superproducción de Hollywood “Bourne”.
Lo peor es que al contar con un ínfimo presupuesto, se tenga con contentar con hacer homenaje/parodia del cine de acción, ejemplificando que el cine canario está a años luz no solo del cine de Hollywood sino de los presupuestos que manejan cineastas españoles como Alejandro Amenábar, Julio Medem o Alberto Rodríguez.
El único objetivo de esta cinta, cuyo guion se escribió a seis manos en un bar, es hacer reír al espectador, que lo hará si este decide entrar en su juego de homenajes, parodias y mucho amor al cine cutre, en el que tienen cabida las artes marciales, las “buddy movies” setenteras o el cine de zombis, a ritmo de funk.
Las actuaciones intencionadamente exageradas, su estética granulada, el empleo de un inglés “made in Canarias” o el uso deliberadamente chapucero de los efectos digitales configuran un “totum revolutum” que solo puede promover a la risa, único objetivo del equipo de “Apocalipsis Voodoo”.
Vasni J. Ramos es uno de los directores canarios que ha decidido apostar por el cine de género (tiene tras de sí un puñado de de cortometrajes que lo demuestran) en unas islas donde abunda más el cine de autor, más que nada por la carestía de medios de los que se suele disponer para rodar cine. “Apocalipsis Voodoo” refleja que el cine hecho por canarios también tiene vocación comercial y tiene previsto estrenarse este año en todas las islas tras el reciente pase institucional en el Cine Víctor de la capital tinerfeña.
“Apocalipsis Voodoo” es una “canaria accion movie”, que sigue la estela de “Proyect 12. The Bunker”, de Jaime Falero (aunque con mucho menos presupuesto), ya que incluye escenas de acción y persecuciones de coches. Lo mejor que podemos decir de “Apocalipsis Voodoo” es que es cine canario sin complejos. No hay que olvidar que existe un sustrato de grandes profesionales en las islas, de hecho, algunos de los componentes del equipo de esta película estuvieron en la superproducción de Hollywood “Bourne”.
Lo peor es que al contar con un ínfimo presupuesto, se tenga con contentar con hacer homenaje/parodia del cine de acción, ejemplificando que el cine canario está a años luz no solo del cine de Hollywood sino de los presupuestos que manejan cineastas españoles como Alejandro Amenábar, Julio Medem o Alberto Rodríguez.

6,7
29.864
10
7 de noviembre de 2017
7 de noviembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El flamante festival Isla Calavera proyectará en los multicines Tenerife, el próximo 16 de noviembre, “La noche de Halloween”, de John Carpenter, la película seminal del cine de terror moderno, que luego ha sido imitada hasta la saciedad.
“La noche de Halloween” inauguró una nueva época en las “horror movies”, convirtiéndose en la precursora del filón del cine de terror “teenager”. Dirigida por Carpenter hace casi 40 años, la película puso de moda la noche de Halloween en España antes que “E.T.”, convirtiendo a la calabaza en un icono del cine de terror; y suponiendo el bautizo cinematográfico de Jamie Lee Curtis (no hay que olvidar que su madre, Janet Leigh, protagonizó “Psicosis”).
“La noche de Halloween” comienza con un plano subjetivo al igual que el clásico “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Una presencia amenazadora -que no vemos- se cierne sobre una casa. Inmediatamente vemos un plano subjetivo de una mano infantil que coge un cuchillo al igual que en “Metrópolis”. A renglón seguido, en un plano compuesto a través de una máscara, el hermano pequeño acuchilla a su hermana, emulando a “Psicosis”. En la siguiente escena, vemos al matarife imberbe ataviado de arlequín sujetando un cuchillo manchado de sangre mientras la cámara se aleja en un plano grúa. Prólogo magistral.
“La noche de Halloween” es un filme extraño donde el ritmo cinematográfico está sincopado y se pervierte la iconografía clásica del género, ya que cuando parece que va a pasar algo no sucede nada. Carpenter elabora un análisis visual del espacio, retratando espacios muertos: hojas caídas, solitarios coches aparcados, calles con aspecto mortecino que producen una sensación de abandono... Además, los travelín tienen valor narrativo y la punzante música permuta en función de la intensidad de la escena.
“La noche de Halloween” da miedo porque amenaza nuestra cotidianidad, nuestra seguridad. El asesino está entre nosotros. Rebasado el meridiano del metraje comienza la escabechina siguiendo la fórmula del “body count”. Los asesinatos están precedidos de un ritual (puertas que se abren, falsas pistas...), conforme al estilo visual y conceptual de Carpenter, donde importa más el preludio, la atmósfera que rodea la muerte, que la muerte en sí. El asesino en serie de “La noche de Halloween” no responde a la lógica de un ser humano. Y es que Michael Myers es la representación del mal.
“La noche de Halloween” inauguró una nueva época en las “horror movies”, convirtiéndose en la precursora del filón del cine de terror “teenager”. Dirigida por Carpenter hace casi 40 años, la película puso de moda la noche de Halloween en España antes que “E.T.”, convirtiendo a la calabaza en un icono del cine de terror; y suponiendo el bautizo cinematográfico de Jamie Lee Curtis (no hay que olvidar que su madre, Janet Leigh, protagonizó “Psicosis”).
“La noche de Halloween” comienza con un plano subjetivo al igual que el clásico “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Una presencia amenazadora -que no vemos- se cierne sobre una casa. Inmediatamente vemos un plano subjetivo de una mano infantil que coge un cuchillo al igual que en “Metrópolis”. A renglón seguido, en un plano compuesto a través de una máscara, el hermano pequeño acuchilla a su hermana, emulando a “Psicosis”. En la siguiente escena, vemos al matarife imberbe ataviado de arlequín sujetando un cuchillo manchado de sangre mientras la cámara se aleja en un plano grúa. Prólogo magistral.
“La noche de Halloween” es un filme extraño donde el ritmo cinematográfico está sincopado y se pervierte la iconografía clásica del género, ya que cuando parece que va a pasar algo no sucede nada. Carpenter elabora un análisis visual del espacio, retratando espacios muertos: hojas caídas, solitarios coches aparcados, calles con aspecto mortecino que producen una sensación de abandono... Además, los travelín tienen valor narrativo y la punzante música permuta en función de la intensidad de la escena.
“La noche de Halloween” da miedo porque amenaza nuestra cotidianidad, nuestra seguridad. El asesino está entre nosotros. Rebasado el meridiano del metraje comienza la escabechina siguiendo la fórmula del “body count”. Los asesinatos están precedidos de un ritual (puertas que se abren, falsas pistas...), conforme al estilo visual y conceptual de Carpenter, donde importa más el preludio, la atmósfera que rodea la muerte, que la muerte en sí. El asesino en serie de “La noche de Halloween” no responde a la lógica de un ser humano. Y es que Michael Myers es la representación del mal.
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