Si bien un poco lenta, la película es a la vez un documental informativo y una crítica al mundo académico, a las instituciones y a todos aquellos usurpadores de méritos que se encuentran en política y universidades. La película además reivindica el valor de las personas no catalogadas como normales, ya sea por un defecto físico o un problema de salud mental. El rey acusado de usurpador y jorobado, al que la protagonista encuentra, rescata y defiende. La protagonista minusvalorada porque no pertenece a la élite académica o política y sufre una enfermedad crónica, pero que tiene la fuerza y el valor para reivindicar una idea, un rey difamado y a sí misma. Y todo desde la humildad y la fortaleza. Bien por Frears, que siempre envía un mensaje más allá de lo obvio, aprovechando un casi documental para reivindicar a los marginados, en este caso con un paralelismo magistral.

Acabas de ver la película, con su sorprendente frase final en boca de la protagonista, y te quedas sin palabras.Si alguien pregunta tu opinión, lo que sale es decir "no lo sé". Hay que pensar si es una broma feminista, o un alegato serio, si defiende a las mujeres fuertes o a las típicamente femeninas, si ataca a los hombres o simplemente los juzga a todos por igual, cada uno con su estupidez típica y particular, que no deja de ser por ello estulticia en grado sumo. Utilizar un icono de ideal femenino perfecto, al menos físicamente, para arremeter contra el estereotipo de mujer objeto es un ejercicio circense que se digiere mal. Ni ellas ni ellos salen bien parados, ni en el mundo de los muñecos ni en el real, porque todo lo que sea estereotipar y confrontar cae en el ridículo, sea en la vida real o en la ficción. Por eso no encuentro palabras para calificar la película. Desde luego no la recomendaría ni para entretenerse ni para tomarla en serio.

Predecible, de ideas repetidas y manidas, no hay nada en esta película de lo que merezca la pena acordarse. Todo es mediocre como en un telefilm de sobremesa y por no faltar ni siquiera han omitido el trasfondo navideño para añadir más almíbar a la trama. Trama sin urdimbre, sin fuste, sin nudo ni desenlace. Parece un programa de master chef con una protagonista tragona que come por la calle, mientras trabaja, cuando es feliz y cuando se deprime. Toda una oda a la pastelería que será del gusto del maltratado gremio hostelero a quien hace propaganda, pero el espectador que quiere ver cine acaba empachado de masa y de cornetos.

Nueva secuela de Downton Abbey para los nostálgicos de la serie. Nada que objetar, el espectador recibe exactamente lo que iba buscando: glamour, buenas interpretaciones, caras y personajes familiares, momentos cómicos y trágicos, buen guión sin sorpresas, algún guiño al cine, paisajes y localizaciones espectaculares, magníficos vestuarios... todo aquello a lo que estamos acostumbrados. Las secuelas pueden seguir sucediéndose, y el público seguirá yendo a verlas.

Ninguna película carece de atractivo si tiene de trasfondo una ciudad como París y la Torre Eiffel está indisolublemente ligada a la ciudad en el imaginario colectivo. De ahí que nos atraiga y que deseáramos ver esta película que prometía ser estética e históricamente interesante. Las expectativas superaron la realidad. La película ignora el París de la época, la sociedad, las personas que vieron crecer ese monstruo de hierro en su ciudad . Ignora en gran parte el proceso creativo genial de Gustav Eiffel, mostrándonos su gran obra como el tributo a un gran amor que parece no tener fundamento biográfico real. Queríamos saber más sobre Eiffel el arquitecto y Eiffel la torre, pero la película no se centra en ninguno de ellos de la manera que esperábamos. Pero siempre nos queda la recreación del París de 1889.