El señor Ford no se encuentra entre mis directores favoritos, pero he de reconocer que el tipo tiene habilidad para hacer buenos productos. Siempre toca temas atemporales, instintos humanos primitivos que han existido desde que alguien decidió crear la vida sobre la tierra, insertando información codificada y altamente compleja en el genoma humano (cada vez está más claro que el 'darwinismo' no es más que otra religión llena de fanáticos).

En esta ocasión se cuenta la historia de una familia en un pequeño pueblo minero británico; una situación que da la sensación que el director conoce a la perfección por haberla vivido anteriormente. En dos horas se nos describe perfectamente a los personajes y se nos muestra las miserias y grandezas de la condición humana.

Ya no solo comienza a ser alarmante la deriva del cine, tanto el del año pasado como el del actual, sino también las notas que aparecen en la otrora fiable 'Filmaffinity'. En efecto, cuando una basura de película que objetivamente está por debajo del suficiente, y que la discusión sería si quemarla o no en la hoguera, obtiene una calificación por encima del siete, es que algo está ocurriendo.

Cualquier persona medianamente normal pasa de las calificaciones y opiniones de los llamados 'profesionales', un grupito putrefacto que demuestra película tras película que no tiene ni puñetera idea de lo que habla; y por lo general busca una cierta referencia en páginas como esta para evitar la mierda que tanto abunda últimamente. En mi caso será la última vez que lo haga, porque 'El último duelo' hace agua por todos los lados, y ni de lejos llega a la puntuación que aparece por aquí.

El guion es inconsistente y naufraga estrepitosamente, siendo un fiel reflejo de la sociedad idiotizada actual. Pero claro, luego ves que los autores son destacados miembros de esa sociedad y no te extrañas del resultado. La fotografía digamos que es oscura, muy oscura, como el cerebro de los autores del guion, que perdieron la luz hace mucho tiempo. ¿Y las interpretaciones? Bueno, resulta que los chicos del guion también actúan, y lo hacen además como siempre: de puta pena.

El director Ridley hace tiempo que dejó de hacer cine de calidad para bajar unos cuantos (en realidad bastantes) escalones, por lo que no es sorprendente que aquí tampoco levante cabeza. Pero cuando te reúnes con unos chicos como Matt y Ben (exitosos pero más mediocres que tus diez últimas películas juntas) en esa casita frente a las playas de Malibú, y pergeñáis el penúltimo bodrio que se os ha ocurrido, el resultado es éste.

Imagino que al final tiene que haber de todo, incluso entretenimiento para lelos.

Humor burdo para la plebe burda. Lo que está claro es que Telecirco o A3mierda, no sé dónde echan este bodrio, sabe cómo contentar a su audiencia choni, toda esa inmensa masa amorfa sobre la que defecaron durante la transición y toda la memocracia, y sobre la que siguen depositando esos enormes zurullos, mayormente de naturaleza líquida (un ejemplo entre muchos: la fecha de la liberación fiscal ha subido 20 días en los dos últimos años).

He visto unos cuantos capítulos sueltos de forma casual, casi obligada, sin buscarlo, y la experiencia ha sido horrorosa. Esos chistes patéticos, esas interpretaciones repulsivas, esa forma de generar rechazo sin igual. Y por supuesto, para que no falte de nada, también tenemos el adoctrinamiento degenerativo habitual.

En fin, imagino que mientras el ciudadano medio sigue votando o trabajando gratis 7 meses al año para el amo (joder, ni en el feudalismo) necesita un entretenimiento acorde a su nivel. Pero... ¿y sus hijos y nietos?

El señor Ritchie hace mucho que dejo de ser un director prometedor para convertirse en chico del montón, pasando de realizar películas interesantes a bodrietes ramplones. Ahora sus obras son vulgares, intrascendentes, tontas o, como ocurre con esta, meras patrañas propagandísticas a mayor gloria del imperio.
- ¡Qué malos y desagradecidos son estos paletos invadidos!
- Pero... si son los mismos que antes eran buenos y agradecidos.
- ¡Calla coño!

En fin, dejando de lado todas estas obviedades no tan obvias, es cierto que con las pelis de Guy no te van a dar ganas de vomitar (punto a favor), pero vas a quedar a años luz de tener orgasmos mútiples concatenados, incluso de tener un miserable microorgasmo. Y es cierto que con la deriva del cine actual alguien pueda argüir que ver algo que no te haga vomitar es todo un logro, no por ello vamos a ponernos a echar piropos a lo que no deja de ser más que una mierda pinchada en un palo con carcoma.

He subido la nota un muy merecido punto porque aquí no veras desfilar a todas la razas de la Tierra y parte de la galaxia; porque el prota, aunque resiliente, es un hetero con familia al que parece no gustar meterla en sitios extraños; porque no aparecen osos polares que mueran a causa del calentamiento provocado por la mierda que cagan las vacas (siempre me he preguntado si la mierda de los elefantes, mucho más grande por razones obvias, también mata osos); porque los coches queman gasolina y contribuyen a elevar el nivel de carbono, que se encontraba en un peligroso mínimo histórico (¡Dios bendiga el motor de combustión interna!).

La primera media hora es lo mejor de la peli, lo que sigue es despreciable.

La Chani (cuyo novio bien podría llamarse Jonatán) sufrió durante todo el rodaje una indisposición estomacal mastodóntica, lo que la obligaba, en los pocos momentos donde su presencia no era requerida, a ir al baño para evacuar. En realidad la niña no tiene esa cara en la vida real ni está actuando, sencillamente son las facciones provocadas por la brutal autocontención diarreica a la que se vio sometida. Una heroína.

El que sí estaba actuando era nuestro representante patrio, interpretando un personaje un tanto palurdo. En la vida real Javichín no es para nada palurdo; cuando andaba por estos andurriales se codeaba con lo más corrupto y repugnante del país para medrar o lo que hiciera falta. Y aunque no le gustó la llamada que le hicieron unos años ha para apoyar sin fisuras al delincuente ese de los ERE, fue un favor nimio en comparación con todo lo recibido, principalmente de lo mangoneado al sufrido contribuyente español. Un héroe.

Denís, un escritor de guiones más bien tirando a malillo, destaca sin embargo por su inteligencia a la hora de elegir sus historias y dejar en manos de gente más competente todos esos aspectos técnicos tan bien logrados para la ocasión, y que hacen parecer a Dune mucho más de lo que en realidad es. Sin embargo hay cosas, como bien saben los de las tarjetas, que el dinero no puede comprar.