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Críticas de Travis Bickle
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Críticas 93
Críticas ordenadas por utilidad
10
7 de noviembre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace casi dos años que vi el documental Fernando Torres: El último símbolo y escribí esta crítica/reflexión que en su momento cayó en el olvido y no envié. Desde entonces y casi ya desde un poco antes, el fútbol en general ocupa un espacio residual en mi vida, sin embargo, no he querido alterar ni una coma el texto que en su momento escribí. El documental, como tal, me parece magníficamente realizado y transmite exactamente lo que desea transmitir, de ahí mi alta valoración.

Mi padre siempre ha dicho que si es del Atlético de Madrid es, en gran parte, por José Eulogio Gárate, “El ingeniero del área”, un caballero dentro y fuera del campo. En mi caso, si yo tuviera que nombrar un jugador por el que soy del Atleti más allá de por el escudo y los colores, ese sería el de Fernando Torres.

Nací en el año 1990 y el famoso Doblete de Liga y Copa del 96 me pilló con tan solo seis años, Esta situación podría parecer miel sobre hojuelas cuando muy poquitos años antes el Atleti levantaba la Copa del Rey en el Santiago Bernabéu contra su eterno rival con un Futre estelar y Luis Aragonés en el banquillo. Pero la realidad del Atlético de Madrid no es la felicidad por decreto a base de títulos y acaparar portadas por ser los mejores del mundo mundial por los siglos de los siglos. Ser niño y colchonero y encima fuera de Madrid no era lo más habitual en mi tiempo (hoy esto parece haberse vuelto no tan extraño al menos). La desproporción en toda España entre aficionados del Real Madrid y Barcelona respecto a otros equipos es sideral y más aún cuando unos ganan Ligas y Copas de Europa y otros navegan por las aguas de Segunda División. Ir con mi camiseta de Marbella con ocho años a jugar con tus amigos a la plaza del pueblo era sinónimo de sentir miradas que se preguntaban: “¿y este qué coño lleva puesto?”

Estando en Segunda División es cuando por edad soy más consciente de mi equipo y su situación y lo que en su momento fue y ganó el Atleti. El club se encuentra en una de las situaciones más delicadas y difíciles de su centenaria historia teniendo en su apasionada e incondicional hinchada su chaleco salvavidas año tras año. Pero son demasiadas desilusiones, rabia y desesperanza para el aficionado que necesita un algo, un estímulo, algo en lo que creer. Y de repente surge como de la nada un joven canterano de 17 años llamado Fernando Torres y apodado “El Niño”. Y en menos de lo que dura un pestañeo, El niño se convierte en la esperanza de una afición que por sus filas ha visto pasar a Luis Aragonés, José Eulogio Gárate, Adelardo, Enrique Collar, Isacio Calleja, Adrián Escudero, Joaquín Peiró, Ben Barek, Arteche, Leivinha, Milinko Pantic, Kiko, Manolo, Simeone, Rubén Ayala, Pereira o Paulo Futre. Nadie sabía de su existencia ni lo había visto jugar, pero en el momento de saltar al campo con el primer equipo en su debut, y esto lo recoge muy bien el documental, el sonido y clamor del estadio cambia drásticamente cuando aparece en escena y en cada una de las veces que toca el balón. Algo había cambiado en el ambiente sin justificación racional alguna que la simbiosis afición-Fernando Torres se había fraguado a fuego para no separarse jamás. Ya en ese primer partido surge el famoso cántico “Fernando Torres, lo, lo, lo, lo, lo, lo, Fernando Torres, lo, lo, lo, lo, lo, lo”,… Y al segundo partido que juega marca su primer gol. Sólo con dos partidos mal contados la afición ya había encontrado algo a lo que agarrarse a modo de esperanza.

El mundo de Torres cambió por completo de la noche a la mañana y empezaron a aparecer los ingredientes perfectos para volverlo un buen jugador y a la vez un ejemplo en nada para nadie como tanto abunda hoy: fama, dinero, reconocimiento, publicidad, cortes de pelo extraños, tatuajes, extravagancias, soberbia, incultura a raudales, etc. Pero por suerte Torres, siguió siendo Fernando en su interior gracias también a la gente que le ha rodeado siempre y que sólo hace falta verlos y escucharlos para al menos, de entrada y sin conocerlos, no causar rechazo: gente con principios y valores que se ha demostrado que eran ciertos, desde sus padres hasta su mujer pasando por el resto de familiares y amigos. Hoy estamos hartos de besos en el escudo que no significan nada, palabras que se demuestran vacías con el tiempo, gestos y estrategias que no van más allá del individualismo y una cuenta corriente más grande. Y claro que Torres miró por sus objetivos y metas individuales, pero lo que está claro (con o sin documental) que el cariño, respeto y prioridad por su equipo siempre estuvo por encima de todo tanto cuando estuvo dentro como fuera. Como dice Petón: “Torres ha sido un jugador de muchos clubes pero de un solo equipo”.

Sigue la crítica en la zona spoiler por falta de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Travis Bickle
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7
5 de noviembre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo el paraguas del amor pueden esconderse actitudes y acciones sumamente posesivas, egoístas, ridículas, que te llevan hasta la mismísima muerte en vida y, sin embargo, estar cubiertas por el envoltorio de lo romántico. La correspondencia es una buena película que podría haber sido mucho mejor puliendo algunos detalles.

Insisto, voy a centrarme en aquellos aspectos que no me han resultado redondos y perjudican a la cinta, aunque su valoración final sea más positiva que negativa. Vamos a ello.

Ed (Jeremy Irons) es un reputado profesor e investigador de edad respetable y Amy (Olga Kurylenko) una joven estudiante de astrofísica. Ambos son los protagonistas de esta interesante y original historia que muere antes de tiempo por el torpe error de la repetición y el agotamiento. Ed y Amy son amantes y se quieren con pasión y sinceridad. Dadas las circunstancias, la erótica del poder en Amy podría estar ejerciendo una gran fuerza en los sentimientos y dependencia emocional hacia Ed ya que éste es esa persona madura, seria, correcta, bien posicionada y admirada, inteligente, segura de sí misma, aquella a la que acudir ante cualquier problema porque sabes que te sacará del agujero negro… Todo ello unido a una inexistente relación con la familia y un círculo social bastante escueto, hacen su mella. Para Ed, Amy es la juventud, la inocencia, la que aporta esas dosis de locura e irracionalidad y aquella persona frágil a la que entregar seguridad y estabilidad. Añadamos a esto que se trata de un auténtico bombón de repostería fina y que a nadie amarga un dulce. Todo parece ir de la mejor manera y es entonces cuando Ed muere y comienzan los altibajos de esta historia.

Comenzamos a descubrir que Ed era consciente de una enfermedad que no había comunicado a Amy y durante un tiempo, vaya usted a saber cuánto, pero se antoja bien grande, Ed fue maquinando un plan donde involucró a todo ser con el que se cruzaba con él, hecho que casi puede rozar la locura y me atrevería a decir que casi la indecencia por una ambición desmedida y afán de protagonismo atroz. Ese plan consiste en seguir presente en la vida de Amy aun cuando te has convertido en abono para la tierra. Y todo ello lo consigue a base de mensajes de WhatsApp, cartas postales, notas, correos electrónicos y demás. Así, Ed se vuelve al principio en un contenido visual original, bueno y de gran valor, hasta que termina por convertirse en la molesta publicidad de internet que no se va nunca. Resulta hasta cruel mantener en vilo a la persona que se queda aquí pendiente de los mensajes de alguien que ya no existe y espació durante un tiempo que se traduce en años. Y es que a Amy le da tiempo de terminar sus estudios, viajar de aquí para allá a consecuencia de la especie de yincana que el bueno de Ed le ha montado, conocer a la familia de él y limar asperezas, reconciliarse con su familia, empezar y terminar su doctorado… y los mensajes de Ed siguen llegando. A todo esto, hay momentos más sensibles y melodramáticos bien llevados que aportan sentido a la trama, pero otros pocos lindan con cierta cursilería y algunos mensajes de Ed suenan algo pedantes cuando habla de estrellas, espacios, tiempos y caras reflejadas en el agua. Llega un punto que hasta la propia Amy empieza a grabarse ante la cámara con la “intención” de que Ed pueda recibir sus mensajes y respuestas, aunque realmente sepa que no los va a recibir jamás. ¿Es una especie de terapia? Esto no lo llego a entender bien y me saca un poco de contexto. Lo mismo que las partes en las que rueda escenas para películas, pues Amy trabaja como doble de acción, y es que la forma en que esos pasajes son introducidos en la historia principal no me terminan de convencer y me resultan como pegotes de otra película diferente.

Dicho todo lo anterior, no dudo en que las intenciones de Ed sean verdaderamente honestas y con buena intención, pero también fuera de lugar y más llegando a un punto tan limitante para la receptora. Claro está que la película muestra cosas que Amy consigue poner en orden gracias a la influencia de Ed.

Sobra decir que las interpretaciones de ambos protagonistas son el fuerte de la película y la compenetración entre ellos es total. También nos encontramos ante una banda sonora a cargo de Ennio Morricone que, sin ser una de las mejores del genio inmortal, es innovadora y consigue dotar de mayor énfasis y sentimiento a algunas escenas.
Travis Bickle
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7
17 de octubre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Machete (Danny Trejo) lo tenía todo: una familia, un trabajo, un total desconocimiento de las nuevas tecnologías, en definitiva, una buena vida. Pero como el mundo al revés premia al revés, como mantiene Eduardo Galeano, a Machete le destruyen la vida por la simple razón de tener un corazón que no le cabe en el pecho y ser un tipo honrado y ecuánime. Machete debe ser de la escuela filosófica “Crítica del cinismo”, es un atleta de la vida que, en palabras del filósofo Liberto (liberación de mercados) y principal representante de dicha corriente, “hace fluir la razón desde su consciente frente a todo inconsciente”. Y como en esta vida ser bueno se paga y si no que se lo pregunten a Pío Coronado (novela El Abuelo de Benito Pérez Galdós o película de José Luis Garci de idéntico título) es entonces cuando comprendes y ves materializada aquella pregunta/reflexión que el honorable Walt Kowalski les espetaba a los imbéciles morenos imberbes en Gran Torino: “¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado?” Ese es Machete. Presenciamos, pues, la mutación de Machete de un ser duro pero justo a una versión salvaje, ciega y desatada de Rambo.

Machete no puede estar en peor situación después de haberse quedado sin familia, que lo hayan intentado asesinar, encontrarse en situación ilegal en Estados Unidos tras su huida de Méjico y tener una cara de no esbozar una ligera sonrisa ni escuchando la historia del Risitas y las paelleras contada al gran y eterno Jesús Quintero. Machete no es un hombre blandengue y no se da por vencido, aunque se encuentre malviviendo con trabajos que poco le aportan (el Fary se sentiría muy orgulloso de él). En un momento dado, Machete es contratado como sicario para cargarse a un senador (Robert De Niro). Acepta el trabajo después de haber sido amenazado y vuelve a ser traicionado durante el operativo. Esto hace que Machete esté hasta la punta de la polla de todo el mundo y quiera venganza. Para colmo, una agente de inmigración (Jessica Alba) viene a tocarle los cojones con el tema de los papeles, pero claro, dicha agente está como para acostarse con ella sin dudarlo, aunque los hechos se sucediesen en plena pandemia por Covid-19 y la muchacha lleve encima una carga viral del copón. Por tanto, acuerdan colaborar juntos quid pro quo mediante.

Total, que aquí todo el mundo quiere cargarse a Machete y Machete lo único que hace es matar. Punto. Revienta cuerpos, mutila miembros, degüella gaznates, corta unas cuantas cabezas y provoca algunos fuegos artificiales. En definitiva, trata de restaurar la paz y el orden social. Y por supuesto, va repartiendo amor y sentimiento a toda mujer joven y bonita que se le cruza por el camino. A todo esto, se asocia también con una atractiva y explosiva vendedora de tacos (Michelle Rodriguez) con más huevos que aquel que intente torear a Olivito.

La violencia exagerada bañada en sangre es una constante a lo largo de toda la película aderezada con un humor negro y ácido. Hay chistes y comentarios graciosos, situaciones ridículas y absurdas que te hacen sentir hasta idiota de que te estén gustando y hasta la aparición de Steven Seagal no es traumática ni resta calidad, es más, es su mejor película de toda su filmografía, aunque esto tampoco signifique gran cosa cuando lo mejor de sus películas es cuando aparecen los créditos finales. Mención aparte para Robert De Niro, genial y divertido personaje por todo lo que hace, dice y esas caras que pone. El momento huida con la silla es impagable.

Película entretenida para disfrutar una tarde o noche y olvidarse durante unos minutos de las miserias del mundo que amenazan nuestra inteligencia e integridad y cuyo fondo puede resumirse, grosso modo, en tres nombres: Irene Montero, Susanna Griso y Marta Flich.

Desgraciadamente la segunda parte, Machete Kills, baja el nivel y mi esperanza estaba en que al menos lo mantuviese. Como decían Martes y 13 en su sketch del Detergente Gabriel, Machete Kills “es lo mismo pero no es igual”. Es todavía más inverosímil que la primera y esto ya es, los cameos de Antonio Banderas, Walton Goggins, Cuba Gooding Jr. O Lady Gaga no aportan absolutamente nada, y el impacto que esperaba de un grande como Mel Gibson no es el que imaginaba. Las chicas monas ya tal pero eso sí, hablando desde la más profunda de mis debilidades y sin hacer mención a sus dotes interpretativos, dejaba que Desdemona (Sofía Vergara), un personaje con más impulso que Juan Asensio, hiciese conmigo lo que quisiera, desde cosificarme a darme caña como repelente reguetonero al autotune. “Sofía, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Lucas 23:46.
Travis Bickle
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6
4 de noviembre de 2022
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ámsterdam, la última película de David O. Russell, comienza desde muy pronto a perder fuerza y a dejarme de interesar. Es una especie de híbrido donde el drama no es muy consistente, la comedia se supone que anda escondida en algún rincón, la intriga directamente no hace acto de presencia, lo histórico, aludiendo a “una de las tramas más impactantes de la historia de Estados Unidos”, debe ser que me he quedado sin alma porque me deja totalmente indiferente, y la “epopeya romántica”… ¿esto entra dentro del género romántico porque simplemente dos personajes se hagan pareja? Absurdo.

La historia no engancha y encima es liosa y larga. Tiene idas y venidas, muchos nombres, personajes que vienen y van y cuando los dabas por olvidados vuelven a aparecer para aportar prácticamente nada. Todo esto hace que no se encuentre la motivación suficiente como para hacer el “esfuerzo” de seguir la trama con cierto sosiego e intentado que algo de lo que se sucede en pantalla me importe. Pero no es así. Al final, si me pierdo me perdí, y ya iré pillando lo que pueda. Además, cosa que suele ayudar bastante a veces y en la que suelo fijarme con atención, es una buena banda sonora que sea capaz de meterte dentro de la historia, te conmueva, te motive y te haga vivir los sucesos que se narran con la misma tensión y realismo con que la viven los personajes. En otras palabras, que te transmita el alma de la película. Ahora mismo no recuerdo un puñetero acorde. Quizá alguna canción “sin sentido” y nunca mejor dicho.

La película vive de su reparto coral y de sus buenos y conseguidos apartados técnicos. Pero claro, es peligroso intentar sobrevivir únicamente por tu gran reparto y convertirse tu obra en un desfile a la espera de saber “a ver quién sale ahora”. Wes Anderson sabe bien de lo que hablo. Respecto a esto, podría diferenciar y destacar algunos nombres.

Lo mejor:
- Christian Bale es un valor seguro siempre y aquí lo vuelve a demostrar. Derrocha calidad y estilo propio haga el papel que haga.
- Margot Robbie se consagra como una gran actriz con talento, aunque no tanto a la hora de elegir muchos de sus proyectos. Imagino que su bolsillo no opinará lo mismo.
- Zoe Saldaña y lo poco que aparece en pantalla no le permite demostrar prácticamente nada. Sin embargo, es de las veces que me ha resultado especialmente guapa esta gran mujer. Ese tono de piel que gasta es sublime.
- Robert de Niro puede que pasase por allí pero su mera presencia, por corta que sea, siempre merece la pena.
- Anya Taylor-Joy es una potencia emergente con buenos trabajos detrás a la que seguir la pista en estos tiempos. Su personaje cae bien y da otra chispa al asunto.
- Rami Malek ídem que Anya.
- Mike Myers puede tener cierta gracia esa especie de ambigüedad que maneja sin esperar mucho más.
- Andrea Riseborough ofrece desparpajo y vitalidad a la historia.

Lo peor:
- David O. Russell, en general (debía ponerlo, aunque sea el director y guionista).
- John David Whasington necesita mejorar. Aquí y en otros trabajos suyos me resulta un actor bastante plano con un registro algo pobre. Cumple, sin más.
- Michael Shannon, un buen actor totalmente desaprovechado aquí. Una lástima.
- Taylor Swift como bien podría haber sido cualquier otra. Ni frío ni calor.
- Chris Rock pues eso… Chris Rock.
- Timothy Olyphant no me convence en su personaje de malo por mucho que quiera intensificar su mirada.
Travis Bickle
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7
21 de marzo de 2018
20 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Detesto los videojuegos. Me aburren sobremanera y me agota el mundo friki de resabiados-albinos que lo rodea. Es un mundo aparte que está en pleno auge y con aspiraciones mucho más ambiciosas que sé que lograrán en un futuro no muy lejano. Sólo espero que ese futuro tarde un pelín y para cuando llegue me encuentre ya criando malvas porque si ya ha sido demasiado ver a descerebrados de huevos negros corriendo por las calles para capturar un puto Pokémon, no quiero ver a una panda de don nadies haciendo el Son Goku con una gafas ridículas vestidos de anormales creyéndose que están salvando el mundo de una plaga de búhos asesinos o cualquier tontería que para eso aquí todo vale. En algo muy grave habré fallado en su educación si un pavo de esos me llamase papá. Mejor no correr riesgos.

Spielberg, maestro de la ciencia-ficción, recrea con todo lujo de detalles todo un mundo virtual de lo más exuberante a la par que hueco como ya hiciese Russ Meyer en sus películas con sus chicas de dotados pechos. De ahí que esperase una mayor crítica hacia este tipo de creaciones y todo lo que arrastra. Pero sólo se limita a dar una pequeñísima pincelada por encima. Aunque está claro que la película no busca eso, su cometido es entretener y que la gente lo flipe y Steven es lo que ofrece porque sabe hacerlo. No hay que olvidar que detrás de las cámaras hay un verdadero cineasta con auténticas obras maestras y eso debe de notarse.

La historia de la película es simplísima aunque hay partes en las que desconecto por falta de interés cuando trata de volverla un tanto grandilocuente, pues si le prestase atención lo vería todo más ridículo aún. La explosividad de la película se mantiene en todo momento y acierta de pleno en la elección de los temas musicales de la época. Las escenas con las que me quedaría serían la carrera de coches del principio con el Rex y King Kong y, sin ninguna duda, el momento-homenaje a El Resplandor de Kubrick que debo reconocer que está muy bien tratado y realizado. Todo lo demás es mucha acción, algún giro que otro para acabar con más acción y un final que desde antes de que se apaguen las luces todo el mundo conoce ya.

Mi valoración de esta película es por tanto muy tramposa. Mis expectativas eran cero por lo que por poco que me dieran ya sería algo positivo. Si me la tomo como una película de animación de ciencia-ficción donde digamos que todo está permitido y me mantuvo entretenido durante todo su largo metraje, pues digamos que ha cumplido su cometido. Si me pongo en plan serio a buscarle un sentido y valorarla como obra cinematográfica pura y dura, probablemente nos veríamos en septiembre.
Travis Bickle
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