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7
2 de noviembre de 2012
2 de noviembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La lectura de la sinopsis o el visionado del trailer de Argo pueden llevarnos a pensar en ciertas similitudes con películas como Syriana o incluso Munich. Pero al poco tiempo de arrancar, podremos percibir que su mirada está más dirigida hacia el espectador medio, y por extensión hacia la taquilla.
Argo muestra un conflicto como el de Irán de manera suavizada, haciendo multitud de concesiones al público, haciéndole a éste el viaje más agradable.
El metraje está repleto de tensión, pero no se respira esa violencia que domina aquel territorio.
En otras palabras; la película no sangra. Esta es su apuesta, y la crítica mayoritariamente la ha acojido con estusiamo.
Para mí, lo realmente distinto en Argo es la contraposición de dramas que se producen. Uno de ellos tomado en serio, el que se sitúa en Irán, y otro tomado a risa, el de Hollywood. De esta forma, tenemos una mezcla de géneros que aligera todavía más el producto, pero aporta un contraste muy atractivo. Un contraste que hubiera sido todavía mayor mostrando de una forma más dura los acontecimientos del país arabe.
Sin embargo, el guionista acierta totalmente con un recurso genial, que incrementa esta antítesis sin necesidad de mostrar esa violencia de la que hablabamos: el plan de la CIA para sacar a los 6 estadounidenses de Irán es hacerlos pasar por un equipo de grabación que esta llevando a cabo en ese país una película de ciencia ficción.
Así, de nuevo somos testigos de una comparación entre la realidad (pobreza, terrorismo) y la ficción (fantasía, aventuras, épica).
Ben Affleck vuelve a hacer un gran trabajo como director, aportando al conjunto un ritmo preciso (con una cierta sensación de estancamiento en la parte central del film), una buena dirección de actores, y una exposición de los hechos muy clara.
Sin embargo, su faceta como actor vuelve a ponerse en entredicho con una interpretación que no es contenida sino inexpresiva, produciendo que la identificación del espectador con el protagonista sea menor.
Por último, invitarles a no perderse los títulos de crédito, donde se muestran tanto fotografías reales de los sucesos acontecidos como de las personas involucradas, donde nos daremos cuenta del enorme parecido que se ha logrado.
http://www.elcineenlasombra.com/
Argo muestra un conflicto como el de Irán de manera suavizada, haciendo multitud de concesiones al público, haciéndole a éste el viaje más agradable.
El metraje está repleto de tensión, pero no se respira esa violencia que domina aquel territorio.
En otras palabras; la película no sangra. Esta es su apuesta, y la crítica mayoritariamente la ha acojido con estusiamo.
Para mí, lo realmente distinto en Argo es la contraposición de dramas que se producen. Uno de ellos tomado en serio, el que se sitúa en Irán, y otro tomado a risa, el de Hollywood. De esta forma, tenemos una mezcla de géneros que aligera todavía más el producto, pero aporta un contraste muy atractivo. Un contraste que hubiera sido todavía mayor mostrando de una forma más dura los acontecimientos del país arabe.
Sin embargo, el guionista acierta totalmente con un recurso genial, que incrementa esta antítesis sin necesidad de mostrar esa violencia de la que hablabamos: el plan de la CIA para sacar a los 6 estadounidenses de Irán es hacerlos pasar por un equipo de grabación que esta llevando a cabo en ese país una película de ciencia ficción.
Así, de nuevo somos testigos de una comparación entre la realidad (pobreza, terrorismo) y la ficción (fantasía, aventuras, épica).
Ben Affleck vuelve a hacer un gran trabajo como director, aportando al conjunto un ritmo preciso (con una cierta sensación de estancamiento en la parte central del film), una buena dirección de actores, y una exposición de los hechos muy clara.
Sin embargo, su faceta como actor vuelve a ponerse en entredicho con una interpretación que no es contenida sino inexpresiva, produciendo que la identificación del espectador con el protagonista sea menor.
Por último, invitarles a no perderse los títulos de crédito, donde se muestran tanto fotografías reales de los sucesos acontecidos como de las personas involucradas, donde nos daremos cuenta del enorme parecido que se ha logrado.
http://www.elcineenlasombra.com/

5,8
12.241
7
31 de octubre de 2012
31 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El fraude combina de manera meritoria su aspecto comercial, donde el espectáculo y el entretenimiento son cualidades esenciales, con su aspecto más narrativo. La inteligencia, la coherencia y la nobleza de la historia no se supedita (al menos no demasiado) al fuego de artificio y la superficialidad más explosiva.
La primera película de Nicholas Jarecki tiene el ritmo propio del thriller con sello Hollywood. También su falta de personalidad característica (esperemos que el joven director se esfuerce en solucionar esto). Sin embargo, su desarrollo no cae en los giros de guión imposibles, y evita en gran parte la acumulación desproporcionada de acontecimientos (que dejaría sin tiempo al film para definir con cierta profundidad a los personajes). Esto para algunos es sinónimo de anodino, y así han calificado a El fraude. Para mí, sin embargo, en esto consiste contar una historia.
Ya han sido un gran número las películas que han tratado el tema de la crisis económica en las últimas fechas: Margin Call, Wall Street: el dinero nunca duerme, Inside Job. Aquí, se utiliza dicha crisis de una forma más tenue (es más un telón de fondo), pero también más tangible. Ya no se habla de comportamientos del mercado y leyes no escritas por las cuales se rige, sino que se refiere a personas. Personas cuyos comportamientos, basados en la codicia y el egoísmo, han contribuido a una situación como la que actualmente vivimos.
Richard Gere interpreta con mucha solvencia su papel (es noticia), aunque le cuesta mostrar su faceta de maldad. Esto podría haber sido un gran lastre para la película, pero lo que ocurre (no tengo claro que sea algo buscado) es todo lo contrario. De repente, tes das cuenta que ese personaje que ante tus ojos tiene un comportamiento horrible, no termina de caerte mal, y de una forma u otra no dejas de sentirte identificado con él.
Así, la narración evita ser moralizante y condenar irremediablemente al corrupto. Por supuesto, en ningún caso justifica sus acciones. Pero esto despierta una sensación extraña en el espectador que me resulta muy interesante, y similar a la que experimenté viendo Match Point (aunque el film de Woody Allen sea claramente superior).
Si algo se le puede achacar a El fraude es no haber sido más incisiva en las relaciones del protagonista con los que le rodean cuando las cosas se vuelven feas. Aquí sí eché en falta más contundencia y precisión.
http://www.elcineenlasombra.com/
La primera película de Nicholas Jarecki tiene el ritmo propio del thriller con sello Hollywood. También su falta de personalidad característica (esperemos que el joven director se esfuerce en solucionar esto). Sin embargo, su desarrollo no cae en los giros de guión imposibles, y evita en gran parte la acumulación desproporcionada de acontecimientos (que dejaría sin tiempo al film para definir con cierta profundidad a los personajes). Esto para algunos es sinónimo de anodino, y así han calificado a El fraude. Para mí, sin embargo, en esto consiste contar una historia.
Ya han sido un gran número las películas que han tratado el tema de la crisis económica en las últimas fechas: Margin Call, Wall Street: el dinero nunca duerme, Inside Job. Aquí, se utiliza dicha crisis de una forma más tenue (es más un telón de fondo), pero también más tangible. Ya no se habla de comportamientos del mercado y leyes no escritas por las cuales se rige, sino que se refiere a personas. Personas cuyos comportamientos, basados en la codicia y el egoísmo, han contribuido a una situación como la que actualmente vivimos.
Richard Gere interpreta con mucha solvencia su papel (es noticia), aunque le cuesta mostrar su faceta de maldad. Esto podría haber sido un gran lastre para la película, pero lo que ocurre (no tengo claro que sea algo buscado) es todo lo contrario. De repente, tes das cuenta que ese personaje que ante tus ojos tiene un comportamiento horrible, no termina de caerte mal, y de una forma u otra no dejas de sentirte identificado con él.
Así, la narración evita ser moralizante y condenar irremediablemente al corrupto. Por supuesto, en ningún caso justifica sus acciones. Pero esto despierta una sensación extraña en el espectador que me resulta muy interesante, y similar a la que experimenté viendo Match Point (aunque el film de Woody Allen sea claramente superior).
Si algo se le puede achacar a El fraude es no haber sido más incisiva en las relaciones del protagonista con los que le rodean cuando las cosas se vuelven feas. Aquí sí eché en falta más contundencia y precisión.
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7
24 de octubre de 2012
24 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Looper transita entre el blockbuster más palomitero y espectacular, y el pequeño cine independiente, ese que utiliza las emociones como herramienta principal. Pero no es ni lo uno ni lo otro, y he ahí su particularidad.
Su presupuesto, de 30 millones de $ (puede parecer una barbaridad, pero para una cinta de estas características no lo es), ha permitido a Rian Johnson (director de Brick) contar con dos actores de la talla de Bruce Willis y Joseph Gordon-Levitt, y unos efectos especiales correctos, de esos que dan el pego.
Dos elementos imprescindibles para contar una historia de viajes en el tiempo, donde estos sin embargo no son la atracción principal.
Seremos testigos de la disputa entre varios personajes con objetivos opuestos. Unos objetivos muy ligados a otras personas, al sentimiento que se tiene sobre ellas, y al intento de conservarlas a nuestro lado de manera desesperada. Es una disputa egoísta y comprensible, donde todos demuestran su capacidad para amar, pero también para anteponer ese sentimiento a cualquier otra cosa, realizando acciones de un valor moral más que discutible.
Pues Looper muestra la lucha explícita y encarnizada (pistola o escopeta en mano) que mantienen una serie de personajes contra el resto del mundo, por mantener el amor de un hijo o una esposa, argumentos estos muy potentes, pero que les llevan a actuar de manera salvaje e irracional.
Dilemas morales, personajes ambiguos, acción, espectáculo, y algunas casualidades demasiado forzadas definen una película cuanto menos interesante. Y aunque a mitad de metraje sufre un cierto estancamiento (algo habitual en las películas de viajes en el tiempo puesto que se repiten de manera parecida ciertos pasajes) termina por remontar gracias a la apuesta de su director por dirigirse al corazón del espectador, y no tanto a su cabeza, intentando sorprender con emociones y no con intrincadas tramas.
Interesante resulta a su vez el duelo interpretativo de Bruce Willis, siempre carismático, contra un Joseph Gordon-Levitt que imita su expresión y sus gestos (los dos encarnan al mismo personaje con treinta años de diferencia), y que sale muy bien parado de semejante reto.
http://www.elcineenlasombra.com/
Su presupuesto, de 30 millones de $ (puede parecer una barbaridad, pero para una cinta de estas características no lo es), ha permitido a Rian Johnson (director de Brick) contar con dos actores de la talla de Bruce Willis y Joseph Gordon-Levitt, y unos efectos especiales correctos, de esos que dan el pego.
Dos elementos imprescindibles para contar una historia de viajes en el tiempo, donde estos sin embargo no son la atracción principal.
Seremos testigos de la disputa entre varios personajes con objetivos opuestos. Unos objetivos muy ligados a otras personas, al sentimiento que se tiene sobre ellas, y al intento de conservarlas a nuestro lado de manera desesperada. Es una disputa egoísta y comprensible, donde todos demuestran su capacidad para amar, pero también para anteponer ese sentimiento a cualquier otra cosa, realizando acciones de un valor moral más que discutible.
Pues Looper muestra la lucha explícita y encarnizada (pistola o escopeta en mano) que mantienen una serie de personajes contra el resto del mundo, por mantener el amor de un hijo o una esposa, argumentos estos muy potentes, pero que les llevan a actuar de manera salvaje e irracional.
Dilemas morales, personajes ambiguos, acción, espectáculo, y algunas casualidades demasiado forzadas definen una película cuanto menos interesante. Y aunque a mitad de metraje sufre un cierto estancamiento (algo habitual en las películas de viajes en el tiempo puesto que se repiten de manera parecida ciertos pasajes) termina por remontar gracias a la apuesta de su director por dirigirse al corazón del espectador, y no tanto a su cabeza, intentando sorprender con emociones y no con intrincadas tramas.
Interesante resulta a su vez el duelo interpretativo de Bruce Willis, siempre carismático, contra un Joseph Gordon-Levitt que imita su expresión y sus gestos (los dos encarnan al mismo personaje con treinta años de diferencia), y que sale muy bien parado de semejante reto.
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6,2
6.960
6
31 de julio de 2012
31 de julio de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cartelera está repleta de comedias románticas de una calidad ínfima y un interés ausente. Es un género sobreexplotado, sujeto a unos clichés que por acumulación comienzan a sentirse vergonzantes. Percibo el amor como algo infinito en sus posibilidades y sus matices, y este tipo de películas suelen representarlo como algo rígido, encorsetado y repetitivo.
Por ello celebro cualquier variación del género que le aporte una pizca de originalidad. ¿Y cuál es la singularidad de esta comedia romántica? Simple y llanamente, que Marcus, el caballero que enamora a la chica, es feo. Feo y poco atractivo, tanto en su físico como en su carácter. Y es esto último lo que diferencia a Marcus de otros seductores poco agraciados como Cyrano de Bergerac.
Marcus (François Damiens) no escribe poemas ni tiene método de seducción alguno. Simplemente, es sensible, tierno y bondadoso, algo que parece poco a la luz de lo que tiene enfrente: una Nathalie (Audrey Tautou) guapísima y encantadora, decidida y exitosa.
La delicadeza plantea hasta que punto nos afecta lo que los demás esperan de nosotros, expone la dificultad de luchar contra la opinión general de la gente, y lo hace con una acertada mezcla de drama, comedia y romanticismo.
Su director, David Foenkinos es también el autor de la novela en que está basada la película (el guión también lo firma él). A su lado, codirigiendo, su hermano Stéphane. Es para ambos su primer trabajo tras las cámaras. Un trabajo resuelto de manera correcta, apostando por un ritmo suave pero continuo, sintiéndose en ocasiones divertida, a veces conmovedora, pero con un nivel de profundidad, tanto en el análisis de las relaciones cono en su crítica a una sociedad superficial.
Sin tomar excesivos riesgos, los hermanos Foenkinos tropiezan a la hora de insertar los pensamientos de los personajes, todos demasiado poéticos y descontextualizados, pero acierta en la dirección de actores, con sus continuas elipsis (algunas muy originales) y ciertos planos muy específicos (cuando Markus observa ensimismado la nuca de Nathalie, que camina inmediatamente delante de él).
Más información en http://elcineenlasombra.com/
Por ello celebro cualquier variación del género que le aporte una pizca de originalidad. ¿Y cuál es la singularidad de esta comedia romántica? Simple y llanamente, que Marcus, el caballero que enamora a la chica, es feo. Feo y poco atractivo, tanto en su físico como en su carácter. Y es esto último lo que diferencia a Marcus de otros seductores poco agraciados como Cyrano de Bergerac.
Marcus (François Damiens) no escribe poemas ni tiene método de seducción alguno. Simplemente, es sensible, tierno y bondadoso, algo que parece poco a la luz de lo que tiene enfrente: una Nathalie (Audrey Tautou) guapísima y encantadora, decidida y exitosa.
La delicadeza plantea hasta que punto nos afecta lo que los demás esperan de nosotros, expone la dificultad de luchar contra la opinión general de la gente, y lo hace con una acertada mezcla de drama, comedia y romanticismo.
Su director, David Foenkinos es también el autor de la novela en que está basada la película (el guión también lo firma él). A su lado, codirigiendo, su hermano Stéphane. Es para ambos su primer trabajo tras las cámaras. Un trabajo resuelto de manera correcta, apostando por un ritmo suave pero continuo, sintiéndose en ocasiones divertida, a veces conmovedora, pero con un nivel de profundidad, tanto en el análisis de las relaciones cono en su crítica a una sociedad superficial.
Sin tomar excesivos riesgos, los hermanos Foenkinos tropiezan a la hora de insertar los pensamientos de los personajes, todos demasiado poéticos y descontextualizados, pero acierta en la dirección de actores, con sus continuas elipsis (algunas muy originales) y ciertos planos muy específicos (cuando Markus observa ensimismado la nuca de Nathalie, que camina inmediatamente delante de él).
Más información en http://elcineenlasombra.com/

5,4
40.183
5
31 de julio de 2012
31 de julio de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sacha Baron Cohen comenzó su andadura como cómico en la televisión británica. Aquí fue creando una serie de excéntricos personajes, Brüno, Borat, Ali G (por ese orden), que más tarde trasladaría a la gran pantalla.
En 2002, el famoso humorista de origen judío, se estrenó en el cine como guionista y actor. La película, a pesar de las malas críticas, obtuvo un gran éxito en Reino Unido gracias a la popularidad de su personaje. Este no era otro que Ali G.
Muchos fueron los adolescentes que vieron en este filme, construido sobre un humor demasiado básico, escatológico e irritante, una fuente inagotable de diversión. A mí, y no soy el único, simplemente me parece una mierda.
Cuatro años después llegaba la segunda incursión de Baron Cohen en el cine. Le tocaba el turno a Borat, y nada hacía presagiar algo distinto a lo visto anteriormente. Sin embargo, nos encontramos ante una comedia narrada en formato de falso documental, con la inclusión de algunas escenas donde la gente o bien no sabía que estaba siendo grabada o se le aseguraba que aquello era para la televisión de Kazajistán. País, por cierto, que presentó una denuncia contra el actor y la productora, por dar una imagen tan desvirtuada del lugar, así como por fomentar el odio racial.
A pesar de ello, la película fue un gran éxito, tanto de crítica como de público. Sacha Baron Cohen había conseguido utilizar ese humor (que seguía siendo básico, escatológico e irritante) con un fin: ridiculizar los estereotipos políticos y culturales (tanto del extranjero como de su propio país), al mismo tiempo que desafíar a la America, o más bien al mundo, bienpensante.
Su humor se orientó hacia la exageración y la verbalización de los tabúes. Baron Cohen expone en la pantalla gags que millones de personas no se atreverían a contar ni siquiera entre su círculo de amigos más cercano. Su capacidad para destrozar el código ético generalizado es admirable. Requiere de una valentía enorme.
Brüno, estrenada en 2009, sigue la misma fórmula, pero sus ataques son menos certeros y sus gags menos graciosos.
Y al fin llegamos a El dictador, película que pierde ese estilo documental que caracterizaba a sus predecesoras, acercándose de manera alarmante a otras comedias americanas. Se trata de un producto más convencional, en el que se incluyen cameos de personajes famosos y una historia de amor que poco aporta al conjunto.
Bien es cierto que su humor sigue siendo salvaje e hiriente. Nos encontramos chistes sobre pedofilia, violaciones, racismo o terrorismo. Sin embargo, lo grotesco de la apuesta no va acompañado de una intencionalidad clara. Mejor dicho, esta se ve, pero se ve forzada, se ve como una justificación a las barbaridades que estamos escuchando.
Así pues, El dictador es más grande que Borat (se nota la diferencia de presupuesto), pero desde luego mucho peor, y su personaje (a pesar de lo que pueda parecer a primera vista) en ocasiones se asemeja más a Ali G que al reportero kazaco.
Más información en http://elcineenlasombra.com/
En 2002, el famoso humorista de origen judío, se estrenó en el cine como guionista y actor. La película, a pesar de las malas críticas, obtuvo un gran éxito en Reino Unido gracias a la popularidad de su personaje. Este no era otro que Ali G.
Muchos fueron los adolescentes que vieron en este filme, construido sobre un humor demasiado básico, escatológico e irritante, una fuente inagotable de diversión. A mí, y no soy el único, simplemente me parece una mierda.
Cuatro años después llegaba la segunda incursión de Baron Cohen en el cine. Le tocaba el turno a Borat, y nada hacía presagiar algo distinto a lo visto anteriormente. Sin embargo, nos encontramos ante una comedia narrada en formato de falso documental, con la inclusión de algunas escenas donde la gente o bien no sabía que estaba siendo grabada o se le aseguraba que aquello era para la televisión de Kazajistán. País, por cierto, que presentó una denuncia contra el actor y la productora, por dar una imagen tan desvirtuada del lugar, así como por fomentar el odio racial.
A pesar de ello, la película fue un gran éxito, tanto de crítica como de público. Sacha Baron Cohen había conseguido utilizar ese humor (que seguía siendo básico, escatológico e irritante) con un fin: ridiculizar los estereotipos políticos y culturales (tanto del extranjero como de su propio país), al mismo tiempo que desafíar a la America, o más bien al mundo, bienpensante.
Su humor se orientó hacia la exageración y la verbalización de los tabúes. Baron Cohen expone en la pantalla gags que millones de personas no se atreverían a contar ni siquiera entre su círculo de amigos más cercano. Su capacidad para destrozar el código ético generalizado es admirable. Requiere de una valentía enorme.
Brüno, estrenada en 2009, sigue la misma fórmula, pero sus ataques son menos certeros y sus gags menos graciosos.
Y al fin llegamos a El dictador, película que pierde ese estilo documental que caracterizaba a sus predecesoras, acercándose de manera alarmante a otras comedias americanas. Se trata de un producto más convencional, en el que se incluyen cameos de personajes famosos y una historia de amor que poco aporta al conjunto.
Bien es cierto que su humor sigue siendo salvaje e hiriente. Nos encontramos chistes sobre pedofilia, violaciones, racismo o terrorismo. Sin embargo, lo grotesco de la apuesta no va acompañado de una intencionalidad clara. Mejor dicho, esta se ve, pero se ve forzada, se ve como una justificación a las barbaridades que estamos escuchando.
Así pues, El dictador es más grande que Borat (se nota la diferencia de presupuesto), pero desde luego mucho peor, y su personaje (a pesar de lo que pueda parecer a primera vista) en ocasiones se asemeja más a Ali G que al reportero kazaco.
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