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Críticas 306
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
16 de septiembre de 2017
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las dos últimas realizaciones de la directora Kathryn Bigelow ( "La noche más oscura" y "En tierra hostil") me empujan a sentarse en el sillón un poco preocupado por la duración de más de dos horas y la posibilidad de entrar en algún momento en la fase bostezo. A la salida la preocupación se ha convertido en satisfación por la experiencia vivida.
En primer término hay que aclarar que la cinta no quiere ser una narración neutra en torno a los hechos. Y desde ese momento no se puede criticar su falta de visión histórica contextualizada y global. La directora ha dejado muy claro que su intención, además de captar la atención, pasa por provocar vivencias similares a las vividas en un episodio racista concreto dentro de las revueltas en Detroit de hace 50 años. Entiendo que el propósito se cumple y todo ello nos permite disfrutar de una vivencia muy física alrededor de unos personajes reales que protagonizaron unos hechos en los que el abuso de poder policial se desmadra en un contexto abonado por una segregación racista implacable y del todo injusta.
La cinta comienza con una primera parte introductoria donde se nos presenta la situación histórica de forma muy breve y se van dando a conocer los personajes uno por uno. La parte central se ubica dentro del Motel Alsier con un fuerza que te impregna de una tensión y un horror propios de una película de miedo. En la parte final podemos ver un desenlace centrado en el juicio a los tres policías implicados y la enorme indignación de la comunidad negra. Tres bloques diferenciados que permiten una mezcla de estilos y también de géneros que van hurgando continuamente en la herida abierta de la indignación y la injusticia llegando a un terror claustrofóbico que no te deja ni respirar.
Además, y como culminación meritoria, la directora consigue situarnos ante un espejo ya sea de forma personal e intima o de forma colectiva por la similitud con sucesos recientes alrededor de abusos policiales y de carácter racista. Un mérito cargado de un mensaje poderoso que penetra más a través del desasosiego que por el lado más racional.
"Detroit" consigue llegar a nuestra conciencia por el canal de las emociones con una propuesta cargada de dinamismo, contundencia y excelente realización para mostrarnos un actos monstruosos, inquietantes y desechables. (8/10)
13 de noviembre de 2024
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver una película, poder escuchar y conversar con el mismo director durante casi una hora es una de esas experiencias que te empujan a seguir explorando y disfrutando de este fantástico mundo del cine. Si, además, el visionado y la conversación provocan una suerte de choque enriquecedor sólo queda mostrar un sincero agradecimiento a ScreenBox del Lleida por la iniciativa.

El director Rodrigo Cortés ya me sorprendió allá por el año 2010 con una atrevidísima "Buried" —una auténtica lección de cine— y con "El amor en su lugar" (2021) —un impecable homenaje entusiasta a la creación artística como mesa de salvación de la angustia vital. Esta tercera propuesta del director ha sido la guinda del pastel que, con el reclamo de la producción de Martin Scorsese, Cortés nos regala una singular y explosiva lucha de N., un hombre en una lucha feroz y obsesiva por apartarse del mundo, abrumado por un insoportable sentimiento de culpa y ofuscado por la carga que supone la necesidad constante de decisión. N., conforma a un auténtico Quijote en un viaje desesperado por entrar en prisión para encontrar el consuelo y la paz que la "vida en libertad" no le ofrece en ningún momento. Un punto de partida en sí mismo contradictorio y absurdo que nos sumerge en un viaje inverso donde los jueces, policías y todo el entorno se confabulan para evitar que nuestro protagonista llegue al disparate.

La narrativa se plantea como un drama con numerosos toques de humor absurdo dentro de unas situaciones que de tan insólitas que tiene cabida cualquier idea o referente acercándolo todo a un cine surrealista donde la lógica racional se arrincona para dejar paso al disparate y la ocurrencia sin sentido aparente. Nuestra manía racionalista nos lleva a buscar simbologías y significados que sólo en algún caso son intencionados y, eso sí, nos hacen marean la perdiz de forma continuada y convulsa. Y esta sería, tal y como explicó muy bien el director, la intención de todo: que cada visionado trace sus personales interpretaciones y que salgamos de la sala cargados de interrogantes en lugar de respuestas resolutivas. Y caray si lo consigue. De hecho, este planteamiento tan cercano al mismo estado desquiciado del protagonista le permite al director abordar un juego disruptivo para poner en litigio ideas tan básicas de nuestra sociedad como pueden ser el libre albedrío, el sentimiento de culpa dentro de la responsabilidad personal o la propia justicia y su sistema de reinserción, entre otros. Seguramente otra persona encontrará ideas diferentes o muchas más.

Mario Casas consigue construir un personaje tenaz y muy peculiar junto a una Anna Castillo espléndida dentro de un papel realmente complejo. Todo ello con el acompañamiento encapsulado de un auténtico equipo de ensueño -José Sacristán, José María Pou, Blanca Portillo, Guillermo Toledo o un Albert Pla que impacta con una presencia fascinante.

Podríamos decir que se trata de una de esas películas en las que caben cientos y que rompe cualquier expectativa que se acerque a una comedia costumbrista y sarcástica del panorama cinematográfico español. De hecho, las sonrisas son dubitativas y casi nunca son generalizadas. "Escape" rechaza cualquier etiqueta del cine de entretenimiento habitual y se acerca mucho más a un espíritu surrealista, literario y de comedia negra envuelto en un experto trabajo cinematográfico coherente con el que quiere transmitir. (8)
24 de octubre de 2024
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso de Nevenka Fernández sucedió hace más de veinte años, concretamente la denuncia data del año 2001 y los hechos se produjeron dos años antes. Se trata de un caso real tratado ampliamente en prensa —con una adulteración vergonzosamente sensacionalista—, un revelador e implacable libro escrito por Juan José
Millás en 2004 y, finalmente, un buen documental en formato miniserie de 2021 y que podemos encontrar en las plataformas. Teniendo en cuenta toda esa extensa producción del caso, la directora Icíar Bollaín corría el peligro de repetirse o, por el contrario, de quedarse en la superficie. Afortunadamente la veterana directora lo supra con muy buena nota y nos regala un emocionante periplo por las vivencias extremas de una víctima de abusos sexuales y su escabroso camino para, en primer término, mantener su integridad física y psicológica para después iniciar una complicada defensa de la verdad y, en consecuencia, su dignidad. Un camino que, teniendo en cuenta todos los obstáculos y grupos de personas o instituciones que todavía no han aceptado los hechos ni han pedido perdón, todavía sigue sin cerrarse. Se oye decir que a partir de este caso —fue la primera sentencia firme por abusos sexuales contra un político en activo— nuestra sociedad ha mejorado mucho. Me atrevería a decir que esto es cierto a pesar de que, aún hoy Nevenka todavía vive muy lejos de Ponferrada —población donde, dicho sea de paso, ¡no se ha autorizado el rodaje!— ni tampoco se ha oído decir nada de ninguna petición de perdón por parte de personas o instituciones corresponsables.

A nivel estrictamente cinematográfico la película muestra de forma contundente una veracidad incuestionable a partir de un guión muy bien trenzado, una ambientación detallista y, por encima de todo, unas interpretaciones cautivadoras. Mireia Oriol nos regala una compleja transición desde el personaje de la concejala joven y de éxito admirable hasta la persona hundida y extremadamente vulnerable que es capaz de sobreponerse, con la ayuda de una pequeña comunidad de personas generosas, defendiendo a su dignidad y superar un muro de incomprensión y desecho. Así, la actriz protagonista logra dar al papel una emotiva alma y una credibilidad intachable. Urko Olazábal interpreta de forma acertadísima un monstruo sigiloso que se esconde tras una máscara de una sutil cordialidad y victimismo. Ambas interpretaciones, con su correspondiente dirección, claro, fundamentan con firmeza una película que nos emociona y angustia al mismo tiempo y nos regala un brillante thriller psicológico en un retrato sociológico de denuncia realista de una época. (7,5)
16 de abril de 2023
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ian y Emma son una pareja madura que regresa de vacaciones de verano y se enzarza en una interminable e insulsa discusión sobre unas patatas que han comido mientras esperaban el avión en el aeropuerto. Cuando parece que se dan una tregua Ian la recupera para acabar finalmente llegando a casa con una ironía amistosa y un beso de "buenas noches". Al día siguiente y dentro del hogar se enzarzan en una especie de danza de rutinas perfectamente repartidas y donde parece que las tengan entrenadas a base de tiempo y repeticiones. De entrada ambos pueden parecer algo obsesivos pero con los minutos comprobamos que la amabilidad y la estima están bien presente de forma sutil.

A partir de este planteamiento inicial la pareja de actores Sean Bean –recordado por "Juego de Tronos" (2011) y "Broken" (2017)– y Nicola Walker –magnífica en "The split" (2018)– nos mostrarán con unas interpretaciones ponderadas e intensas a la vez la cotidianidad más habitual y diaria donde parece que no ocurre nada y se focaliza todo en una rutina muchas veces anodina pero que de tan cercana y real que resulta entrañable.

Unos diálogos mínimos dejan paso a los objetos, los detalles y las pausas mientras todo ello se convierte en protagonista para ir descubriendo poco a poco los asuntos más reservados que arrastran respecto a las relaciones con su hija o con el estado de ánimo de ambos teniendo muy en cuenta que Ian acaba de perder su trabajo y que no acepta todavía una situación de "prejubilación" a la vista de las pocas perspectivas para encontrar un nuevo empleo.

Durante sólo cuatro episodios y con unos diálogos minimalistas se logra mostrarnos casi toda una vida de complicidad y ayuda mutua de dos personas que afrontan diversas situaciones actuales con una sabiduría acumulada y una empatía que les permite salir adelante en una atmósfera de simbiosis perfecta que sólo dos grandes interpretaciones pueden conseguir.

Una miniserie que le he apurado con deleite como un "pequeño gran placer" inesperado y que transmite, además, un mensaje de un vitalismo creíble, cercano y cariñoso sin caer en proclamas descabelladas. (7,5)
21 de marzo de 2023
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora Maryam Touzani ya nos sorprendió el año 2019 en "Adam" con una mirada amable, intimista, sutil y a la vez de denuncia sobre una problemática oculta en Marruecos. Mientras en "Adam" nos planteaba un embarazo no deseado en "El caftán azul" aborda la homosexualidad "que se ha intentado reprimir toda una vida" a través de un triángulo amoroso singular formado por la pareja Halim y Mina, que regentan una sastrería tradicionales de caftanes de forma eficiente y cordial, y la aparición de un nuevo aprendiz de nombre Youssef.

La trama va avanzando en todo momento con elegancia, sencillez y un equilibrio coherente entre unas imágenes de una belleza innegable, una música que acompaña y unos escasos diálogos complementados por unas miradas sinceras. Los tres personajes con especial atención a la pareja nos seducen por su humanidad vulnerable y su firme voluntad por construir conjuntamente un futuro que pueda complacer a cada uno de los deseos personales –aunque sea de una forma aplazada– teniendo cuidado en todo momento en no provocar un dolor innecesario.

Sin necesidad de paisajes abiertos todas las escenas acontecen dentro de la tienda y la casa de la pareja con alguna pequeña incursión en las calles cercanas. Así pues, podemos afirmar que la película se fundamenta en una parte muy importante en unas interpretaciones brillantes y muy detallistas en sus contactos tanto visuales como corporales. La tensión dramática que existe de forma contundente se resuelve siempre con una correctísima civilidad desde la sutileza y el humanismo más intenso evitando en todo momento el exabrupto o sentencia taxativa. Y todo ello sin que en ningún momento pueda resultar farragoso o azucarado en exceso.

Una película que transmite amor y honestidad por los cuatro costados sin renunciar en ningún momento a sacar a relucir algunas de esas problemáticas sociales –en este caso se trata de la homosexualidad o la corrupción– que quedan tapadas por unas normas o convenciones sociales injustas y retrógradas. (8)
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