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Críticas 152
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de agosto de 2014 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dido Elizabeth Belle fue quizás el único ejemplo de una dama mestiza en la sociedad inglesa de aquellos años, cuando los negros eran esclavos o vivían pobremente al servicio de señores blancos. El nacimiento de Dido estuvo envuelto en controversia, por ser hija de un almirante inglés que mantuvo relaciones con una mujer africana y que al contrario que muchos otros que engendraron bastardos y se desentendieron de ellos, reconoció a su hija y la convirtió en su heredera, dotándola de todos los privilegios de una clase acomodada. No en vano, el tío abuelo que la acoge es el Presidente de la Corte Suprema, que tendrá bastante que decir cuando estalla el caso de una matanza indiscriminada de esclavos negros, que cuestiona el modo de vida de muchos comerciantes ingleses de la época y los ideales del juez, más abiertos de miras.

Todo eso sucede al tiempo que Dido es presentada en sociedad y sufre el rechazo de los grandes herederos, que simplemente la ven como una esclava con trajes de señorita respetable. Pero no todo serán rechazos para Dido, que encontrará apoyo en su prima (que a pesar de ser blanca y bella es también rechazada por carecer de una herencia que la haga más "respetable"), que la trata como si fuera su propia hermana y en un joven aspirante a abogado que lucha por los derechos de los negros, John Davinier. Por todo ello, si quisiéramos encasillar fácilmente a "Belle", podríamos decir que es una mezcla entre el "Orgullo y prejuicio" de Jane Austen y la "Amistad" de Steven Spielberg, por su mezcla de historia de época en la que dos mujeres buscan el amor en una sociedad donde los casamientos se hacen por intereses económicos y por su exposición de un juicio en contra del esclavismo que aún imperaba décadas antes de que fuera prohibido.

La película ha sido dirigida por la británica Amma Asante, que de niña se hizo muy popular en aquellos lares por su participación en el drama colegial "Grange Hill" y que después encauzó sus pasos a la escritura de guiones y la dirección de películas, recibiendo varios premios por su debut tras la cámara en "Un modo de vida". Ahora ha dirigido esta "Belle", que cuenta con el buen acabado de las producciones de época británicas, aunque también adolece de cierto convencionalismo que hace a la historia un poco más intrascendente de lo que merece. Es una cinta que sigue a rajatabla los códigos esperados en este tipo de películas y eso acaba siendo su mayor virtud y su mayor defecto.

Sin embargo, como también es habitual en estas producciones, los actores están a la altura de las circunstancias y hacen un buen trabajo con sus personajes, ya sean solventes veteranos como Tom Wilkinson, Emily Watson o Miranda Richardson o jóvenes como la desconocida Gugu Mbtaha-Raw, Tom Felton (el Draco Malfoy de la saga Harry Potter, siempre en papeles de tipo antipático y malvado) y la prometedora Sarah Gadon, actriz que descubrió David Cronenberg en "Un método peligroso" y que ha mostrado su belleza y talento en películas como "Cosmópolis" y "Enemy". Ella y Gugu Mbata-Raw muestran una gran química como esas primas lejanas que desarrollan un fuerte vínculo entre ellas para soportar mejor su condición de mujeres que no terminan de encajar en la sociedad de su tiempo, una por su raza y la otra por el abandono de sus padres y su falta de recursos económicos propios.
31 de marzo de 2014 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un director que empezó desde la esfera más independiente y que se ha ido ganando un cierto prestigio es Jason Reitman (hijo de Ivan Reitman, director de "Los incorregibles albóndigas", "El pelotón chiflado" o "Cazafantasmas") y que en su carrera ha seguido pasos muy diferentes a los de su padre, con películas de tono más cotidiano y que mezclan comedia y drama. Confieso que no me dieron muy buena impresión sus dos primeras cintas ("Gracias por fumar" y "Juno"), por ese aire autosuficiente que tenían, de ser películas encantadas de conocerse y de la (presunta) originalidad de sus diálogos, con algo de síndrome adolescente de pontificar y concluir sobre todo cuando aún se está empezando a vivir. Fue la espléndida "Up in the air" el punto de inflexión en mi interés por Reitman, al ver a un cineasta que parecía haber madurado viendo su acierto a la hora de mostrar diversas miserias humanas y su posterior (y también excelente) "Young adult" confirmó esas buenas sensaciones, formando ambas películas un curioso programa doble sobre unos personajes protagonistas que se creen los reyes del mambo hasta que se dan cuenta de que no son más que una gota de agua en el océano. "Una vida en tres días" es su nueva película, donde vuelve a insistir en una constante de su filmografía, a la hora de mostrar personajes inadaptados a la realidad que les rodea.

La película está basada en un novela de Joyce Maynard (publicada en España con el título de "Como caído del cielo"), una escritora que fue amante del misterioso JD Salinger (autor de "El guardián entre el centeno") en su juventud y que dio en su momento algunos detalles sobre la naturaleza de un escritor que decidió marcharse a un pueblo perdido para que le dejaran en paz tras lograr la fama. El título original de la novela y de la película es "Labor Day" (Día del Trabajo), que en Estados Unidos suele marcar el final del verano al celebrarse allí el primer lunes de septiembre y ese sentimiento melancólico y todavía caluroso de final de verano es el que preside la historia.

Kate Winslet es Adele, una mujer que desde su divorcio no ha levantado cabeza y vive presa de una gran tristeza que le impide salir de casa más que a lo estrictamente necesario, haciendo todas sus labores con manos temblorosas. Su hijo está dejando atrás la niñez y comprende el sufrimiento de su madre, que ella trata de ocultar, por lo que trata de ser el hombre de la casa sin mucho éxito, dada su temprana edad. Será entonces cuando se topen con Frank, un preso a la fuga que acabará desempeñando curiosamente esa labor de padre y marido ausente, porque Frank tiene también un pasado doloroso del que quiere huir. La extraña química que acaba desatándose entre estos personajes es lo más llamativo de la película. Adele no ha sido tocada ni observada por nadie durante años, para ella los hombres no significan nada. Será un recluso quien entienda todo lo que esconde esa mujer y ella verá en él a un hombre en el que confiar, una figura paterna para el joven Henry, que también empezará a descubrir lo que implica el amor.

Reitman filma a sus tres protagonistas con cariño, acompañando al espectador en la peripecia de estas almas a la deriva que tratan de crearse un mundo a su medida, lejos de las presiones y convenciones del mundo exterior. Lástima que en ocasiones caiga en algunos recursos pobretones (los repetitivos flashbacks del pasado de Frank, que podrían haber sido despachados en una sola vez de una manera mucho más emocionante o los momentos de suspense que pueden funcionar la primera vez que se ve la película, pero que naufragan a la segunda), impropios del fino saber hacer de sus últimas películas. Unos fallos que convierten una película que podría haber sido excelente en simplemente buena.

Entre sus tres intérpretes cabe destacar a Josh Brolin, el miembro del reparto de "Los Goonies" que mejor ha soportado el paso del tiempo y que tras unos años en los que parecía otra vieja gloria condenada al olvido ha sabido reciclarse como actor de carácter y fuerte presencia, algo que le viene de perlas para su papel de tipo duro con corazoncito. Creo que se desenvuelve mejor en su papel que una Kate Winslet que cumple, pero que ha estado mejor en otras ocasiones.

Todo ello para una historia que tiene algo de los relatos de Stephen King sobre la iniciación a la vida en un entorno rural puramente yanqui (aquí un pueblecito de New Hampshire) y que se deja ver, siendo coherente con el universo de su autor, aunque un poco por su debajo de sus precedentes.
Love (Serie de TV)
Serie
Estados Unidos2016
6,9
4.580
Paul Rust (Creador), Judd Apatow (Creador) ...
7
15 de mayo de 2016 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos han acusado a Apatow de dar una visión estereotipada e incluso machista del sexo femenino y una apuesta decidida por el conservadurismo social a pesar de las vicisitudes o las gamberradas que sus personajes hayan experimentado previamente, lo cual recuerda a las críticas que en su día recibió John Hughes por ver su obra como una muestra del inmovilismo de la era Reagan. Los chavales de Hughes se oponían al sistema antes de abrazarlo decididamente y los “adultescentes” de Apatow hacen lo propio en una serie de finales redentores, lo que hace rabiar mucho a aquellos que arrugan el gesto cuando no ven en pantalla lo que dé razón a sus ideas, en lugar de observar las contradicciones de las que ninguno escapamos.

Porque si miramos más allá de esta rápida calificación vemos que los jóvenes de Hughes y los no tan jóvenes de Apatow suelen ser hombres y mujeres corrientes, con sus grandezas y sus miserias, honorables y patéticos, que buscan su momento de gloria en un mundo que los condena a ser uno más entre la masa; el mundo en el que vivimos y en el que Hughes y Apatow se permiten al menos dejarles hacer el tonto un poco más y no castigarlos al final, como un apunte optimista que no es frecuente en una realidad en la que nuestros actos no son pespunteados por canciones de pop y rock, sino por el silencio o el ruido de los que nos rodean. De hecho, ahora mismo me siento como un personaje de algunas de estas ficciones, escribiendo estas líneas del que pretende ser un buen artículo en un baqueteado portátil, en una noche en la que de banda sonora tengo la tos y la televisión de mi vecino a través de las delgadas paredes del pequeño piso en el que vivo, esperando a un mañana más soleado. Será por eso que me gustan las historias de Apatow y por eso he disfrutado bastante con "Love".

Judd Apatow es productor y ocasional guionista de una serie creada junto a Paul Rust ("Comedy Bang! Bang!", "Arrested Development") y Lesley Arfin ("Girls" y "Brooklyn Nine-Nine"). Gus (el propio Paul Rust) trabaja como maestro del joven reparto de una serie vampírica de éxito, aunque su ilusión es poder llegar a ser guionista de la producción. Mickey (Gillian Jacobs) trabaja como productora para un consultorio radiofónico y recurre al alcohol, las drogas y el sexo ocasional como un modo de evadirse de su sensación de miseria moral. Los dos dejan la relación con sus respectivas parejas, al ver que no satisfacen sus necesidades y se encuentran al final de ese primer episodio. En los siguientes nueve somos testigos de sus evoluciones, sobre todo por separado, mostrando a ambos en sus respectivos ambientes, sin juntarse demasiado, a veces por la casualidad y a veces por un deseo no satisfecho de alguno de los dos. Y es que tanto Gus como Mickey están lejos de ser peritas en dulce. Ambos son inmaduros, tienen dificultades para negociar sus sentimientos y relacionarse apropiadamente con los demás; parecen estar fuera de lugar y a la vez ser parte de un mundo ridículamente imperfecto, donde cada uno va a lo suyo y trata de conseguir cosas de los demás de manera ruin.

Hay un momento en el segundo capítulo en el que Gus va a recoger sus pertenencias, acompañado de Mickey, al apartamento que compartía con su novia. En una de las cajas se hallan varios Blu-Ray de comedias románticas de Hollywood, como "Pretty Woman", "Sweet Home Alabama", "¿En qué piensan las mujeres?" o "Cuando Harry encontró a Sally", que empiezan a ser criticadas por Gus por su concepto ñoño y poco realista de lo que es el amor, para finalmente arrojarlas por la ventana del coche. Es el corte de mangas de alguien que, sin éxito, ha querido alcanzar el amor ideal de ese tipo de películas, y también podría leerse como el manifiesto de la serie a la hora de querer mostrar una mayor honestidad con lo que pasa en el mundo real.

Sin embargo, cuando vemos "Love" no podemos dejar de pensar en que repite algunos de los clichés del género, quizá con afán de deconstruirlo. Los dos protagonistas se encuentran cuando están pasando por un mal momento y en el otro ven a alguien que podría ser el camino de redención, la media naranja que están buscando y que dé sentido a su existencia. Aun así, tienen desencuentros entre ellos por su diferencia de caracteres, ella tiene a una pizpireta compañera de piso (Claudia O´Doherty, una auténtica robaescenas) que es la clásica secundaria que proporciona alivios cómicos y finalmente ambos parecen darse cuenta de que se necesitan más de lo que creían, provocando esa ansia en el espectador de desear que acaben juntos. Es decir, una comedia romántica de manual que se ríe del manual pero que tampoco lo destruye, aunque sea por dar un poco de luz a unos personajes atrapados en su propia mediocridad, algo que entronca con el espíritu de la filmografía de su productor. Y tampoco faltan otros detalles marca de la casa, como las referencias a la cultura pop o la inclusión de algún miembro de su familia en el reparto, pues si en otras de sus producciones es común que aparezcan su mujer (la actriz Leslie Mann) o sus hijas, en "Love" tenemos a su hija Iris Apatow, que interpreta a la joven estrella de una serie vampírica, alumna de Gus y que solo quiere hacer las cosas que corresponden a su edad.

Con todo ello, "Love" destaca por su equilibrio entre comedia y drama y el buen hacer de su pareja protagonista, especialmente de una estupenda Gillian Jacobs, muy cómoda dando vida a una Mickey que parece una degeneración de la Britta Perry que interpretó en "Community". Una propuesta que reforzará en sus odios a aquellos que denostan el modelo de Judd Apatow y que hará las delicias de aquellos que lo aprecien. Y que al fin y al cabo, no hay nada más digno de una producción de Apatow que discutir sobre el sentido y el mensaje que quiere darnos Apatow. Algo con lo que podemos enredarnos con otros en redes sociales o blogs a falta de algo mejor en que ocupar el tiempo.
13 de diciembre de 2015 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El wuxia (narraciones ambientadas en la antigüedad, trufadas de luchas con artes marciales y amores folletinescos) es un género muy popular en la cultura china y por ello también lo han practicado directores cuyo cine ha tenido otro tipo de intereses y aspiraciones. De este modo, Ang Lee lo desarrolló en ‘Tigre y dragón’, Zhang Yimou en ‘Hero’, ‘La casa de las dagas voladoras’ y ‘La maldición de la flor dorada’ y Wong Kar-Wai en ‘The Grandmaster’. Podría decirse que el wuxia es al cine chino lo que el western al estadounidense, un modo de explicar, desde la épica, el origen de sus países, ya marcados por las pasiones humanas que siempre han estado ahí. Y el último en hacerlo ha sido el taiwanés Hou Hsiao-Hsien con ‘The Assassin’.

Hou Hsiao-Hsien logró el Premio al Mejor Director en Cannes por ‘The Assassin’, como una especie de reconocimiento de un país, el francés, que ha sido uno de los que mayor relevancia y difusión ha dado a su cine en Europa, con obras como: ‘El maestro de marionetas’, ‘Millenium Mambo’ o ‘El vuelo del globo rojo’. Hsiao-Hsien acude en esta ocasión al wuxia para mostrarlo desde una óptica más realista y menos épica (crepuscular, si mantenemos el paralelismo con el western), alejado de ampulosas coreografías de luchas a cámara lenta, colores saturados y actores voladores que declaman metáforas del ser humano y la naturaleza. Eso no significa que descuide la imagen, pues dota a la historia de una curiosa aura fantasmal, con los protagonistas hablando muchas veces entre cortinas, visillos y veladuras diversas, en un ambiente intimista que pone a prueba la paciencia del espectador medio.

Y es que la latitud de una película marca, de un modo u otro, su manera de apreciarla. En China buena parte del cine que se consume es de producción propia, con una presencia limitada de las producciones occidentales (algo que los magnates de Hollywood quieren cambiar, viendo las cantidades que pueden ingresar en un mercado potencial de cientos de millones de personas), a las cuales nosotros estamos más acostumbrados. Estamos hechos a una cierta manera de entender las historias y de verlas desarrolladas en pantalla y de ahí que muchas veces el cine oriental se vea con gran pereza, al considerarlo aburrido. En estos casos hay que tratar de esforzarse un poco más y conocer las causas culturales de unas narrativas que no coinciden con la que tenemos asumida. Por ejemplo, en la India la gente se vuelve loca por esos musicales floridos de 3 y 4 horas que aquí se nos harían (casi) imposibles de soportar, pero una vez que investigamos sobre los motivos y las características que llevan al triunfo de esa manera de ver el cine podemos llegar a apreciar lo que nos cuenta. Del mismo modo que aquellos ajenos a nuestro país pueden verse sorprendidos con el gran aprecio del público por comedias del estilo de ‘Ocho apellidos vascos’ y similares, sin entender la idiosincrasia de la sociedad española. Por ello, cintas como ‘The Assassin’ deben ser tenidas en cuenta en función de lo que representan, en este caso el wuxia con un cierto toque autoral.

Hou Hsiao-Hsien ha manifestado que no ha pretendido hacer un gran espectáculo, sino algo más cercano a las películas de samuráis de Akira Kurosawa (que vio como Hollywood adaptaba ‘Los siete samuráis’ en ‘Los siete magníficos’, en esa comentada traslación de la misma historia para diferentes audiencias), donde lo importante son las filosofías que entraña ser un guerrero y no las escenas de acción, que de hecho son pocas y breves. La asesina protagonista ha sido educada para hacer su labor de forma rápida y certera, como si fuera un ave en vuelo y eso se deja notar en los momentos de lucha de espadas, planteados de manera naturalista, sin apenas cámaras lentas ni música enfatizadora. Incluso en ocasiones la acción abandona el primer plano y se mira en plano general, desde lejos, como si el espectador pasara por allí y se encontrara de repente a cierta distancia de donde se está produciendo una pelea.

Esa sobriedad en las peleas se traslada también al guión, en el que la mayoría de los diálogos hacen referencia a la situación política que enmarca la historia y a los motivos que llevan a la asesina a querer eliminar a su primo y sus dudas entre seguir los mandatos de su corazón y la obediencia a su mentora. Hsiao-Hsien deja que la acción respire a un ritmo pausado y contemplativo, lo que puede resultar indigesto para más de uno y que hará que muchos se reafirmen en sus prejuicios sobre el ritmo de las películas orientales. No obstante, ‘The Assassin’ es un filme de indudable interés y que merece ser visto y apreciado como una muestra de cómo un género con unas características definidas y unas historias universales de fácil comprensión puede ser interpretado y adaptado a un particular modo de pensar.
6 de diciembre de 2015 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida puede ser bastante absurda y peculiar, por cosas que nos suceden o que nos cuentan o que vemos que les pasan a otros. Incluso las cosas que consideramos cotidianas pueden tener un punto extraño y absurdo, por eso no deberían extrañarnos tanto los sucesos que no entendemos y que tienen lugar a diario a lo largo del mundo. Como bien cantaban The Doors, la gente es extraña. La realidad siempre es el mejor lubricante para que fluya la mejor ficción y así lo entiende Louis C.K., cómico estadounidense creador y protagonista de "Louie".

La serie nos narra la vida cotidiana del actor, pero al modo de Jerry Seinfeld y sobre todo al de Larry David, tomando aspectos de su vida real para convertirse en personaje y conducirle por situaciones curiosas, generalmente con consecuencias negativas o poniendo de manifiesto la hipocresía que rige nuestro mundo. En la vida real, Louis C. K. está divorciado y comparte la custodia de sus dos hijas mientras hace sus shows cómicos por todo el país. En la ficción, Louie hace lo propio, aunque en su caso sus dos hijas son rubias de ojos claros, siendo él pelirrojo y la madre y exmujer de raza negra. Este es uno de los muchos detalles absurdos en los que se ve involucrado Louie, casi siempre a su pesar, como testigo alucinado de un mundo en el que nada parece tener sentido. Ya el primer capítulo deja las cosas claras sobre el tono de la serie, cuando Louie ve cómo un intento frustrado de ligar termina con el objeto de deseo marchándose en helicóptero. Esas salidas de tono desarrolladas en un ambiente costumbrista, llevando hasta las últimas consecuencias un concepto cómico o dramático, acaban siendo la seña identificativa de “Louie”.

La estructura narrativa en sus tres primeras temporadas se compone de capítulos con dos subtramas sin conexión aparente, a modo de pequeñas viñetas tragicómicas, pespunteadas con momentos de actuaciones de Louie en clubes de comedia, al estilo de Seinfeld, aunque más incómodas y con más mala leche. En el escenario, Louie es alguien que parece triunfar, que hace reír a la gente con sus ocurrencias y se lleva grandes aplausos, mientras que una vez que baja de él es un pringadillo, objeto de un sinfín de humillaciones y decepciones. Por las calles de Nueva York suscita la atención de los desesperados y en casa pasa varios apuros para ser buen padre y hacer feliz a sus hijas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En los últimos capítulos de la tercera temporada Louie es sondeado como un posible sustituto de David Letterman, que parece retirarse de su programa nocturno, con lo que podría dar el mayor salto laboral de su vida, pudiendo dejar atrás los monólogos en clubes de lo más variopinto. Louie ve la oportunidad de redimirse y de poder ser un triunfador, así que trata de prepararse lo mejor posible a las órdenes de un veterano gurú televisivo (interpretado por el mismísimo David Lynch, en una comunión perfecta del universo creativo del director con el tono de la serie).

Al término de esa tercera entrega (con la subtrama de Letterman y el viaje navideño de Louie a China) empieza a registrarse un cambio de tono en la serie, que se verá ampliado en una cuarta temporada que para algunos es la mejor y para otros la peor, donde se suprime la intro y muchos de los monólogos de Louie y se apuesta por una pátina más oscura, con frecuentes flashbacks que miran al pasado del protagonista.

Aun manteniendo el estilo marciano, lo cierto es que la serie parece querer metamorfosearse en otra cosa a partir de los ingredientes que la habían formado, como si se hubiera cansado de ser siempre de la misma manera, lo que ocasiona las lógicas reacciones negativas entre los que esperan ver a un viejo conocido y no entienden que haya cambiado a algo que no acaban de entender. Al inicio de la quinta temporada, el propio C.K. ironiza sobre ello y cuando parece que va a comenzar otro capítulo de recuerdos se detiene de repente y recupera la senda de lo que habíamos visto durante las tres primeras temporadas, con las aventuras cotidianas de Louie llevadas al surrealismo, como aquella en la que un inoportuno apretón estomacal se convierte en una pequeña tragedia familiar.

Louie cuenta con la aparición regular de otros cómicos (algunos de ellos desconocidos en nuestro país; otros más populares, como Chris Rock, Jerry Seinfeld o Sarah Silverman) y actores invitados a participar en roles pocas veces favorecedores, hagan de sí mismos o de otros (caso de F. Murray Abraham, Robin Williams, Jeremy Renner, Parker Posey, Matthew Broderick o Ricky Gervais). Entre ellos encontramos a Pamela Adlon como Pamela, que aparece ocasionalmente como interés amoroso del protagonista. Adlon (inolvidable como la deslenguada Marcy en Californication), que también colabora en la labor creativa de la serie, se reserva un personaje contradictorio y algo desagradable, que busca y abandona a Louie cuando le conviene.

A la espera de que Louis C.K. se ponga manos a la obra con la sexta temporada, ya confirmada, los fans de su serie podemos volver a revisar las cinco anteriores (los que no la conozcan y gusten de las curiosidades ya están tardando en ponerse con ella) y deleitarnos con el dominio que hace su autor de la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo y de cómo la naturaleza humana cruza ambos límites con mucha frecuencia en su día a día. Louie nos habla de la aceptación de lo ridículos que podemos ser como clave para entender nuestra existencia, tan poco poética en tantas ocasiones y ante la que nos queda reírnos como recurso de supervivencia.
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