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Críticas ordenadas por utilidad
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6,3
1.547
7
19 de octubre de 2019
19 de octubre de 2019
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quienes dicen tener vocación política estuvieran de verdad al servicio de los electores, todos aquellos que se consideran sufridores del cine de Costa Gavras se hubieran ahorrado la mayoría de las películas del griego. Ellos estarían satisfechos y yo, aunque me habrìa perdido la ocasión de conocer a un hombre, y cineasta, que merece mucho la pena también sería un poco más feliz. Porque lo cierto es que, como en otras ocasiones, el bueno de Constantin nos muestra en esta crónica sobre la crisis griega, en manos de quién nos encontramos. Cómo aquellos que dicen ser nuestros representantes trabajan para una élite que no tiene escrùpulo alguno en sacrificar a unos cuantos millones de seres humanos para que cuadren sus cuentas.
Aprovechando las memorias del que fue durante unos meses el ministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, el veterano director nos enseña las interioridades de las reuniones de los lìderes de la Uniòn Europea y sus socios preferentes (BCE, FMI). Podemos asistir, yo sí me lo creo, a la absoluta invisibilidad de las gentes que pueblan los paìses, màs inexistentes cuanto màs pobres y a la defensa exclusiva de los asuntos econòmicos, basados en protocolos que hunden sus raìces en el matonismo, la rapiña, las trampas y la mentira sistemàtica.
Bueno sería que quienes confían en estos intocables encorbatados les vigilaran aunque fuera a travès de las rendijas que abren creadores de la talla y la solvencia de Costa Gavras y otros directores del necesario, del imprescindible, cine polìtico.
Aprovechando las memorias del que fue durante unos meses el ministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, el veterano director nos enseña las interioridades de las reuniones de los lìderes de la Uniòn Europea y sus socios preferentes (BCE, FMI). Podemos asistir, yo sí me lo creo, a la absoluta invisibilidad de las gentes que pueblan los paìses, màs inexistentes cuanto màs pobres y a la defensa exclusiva de los asuntos econòmicos, basados en protocolos que hunden sus raìces en el matonismo, la rapiña, las trampas y la mentira sistemàtica.
Bueno sería que quienes confían en estos intocables encorbatados les vigilaran aunque fuera a travès de las rendijas que abren creadores de la talla y la solvencia de Costa Gavras y otros directores del necesario, del imprescindible, cine polìtico.
25 de octubre de 2015
25 de octubre de 2015
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basándose en la autobiografía del periodista gallego José Antonio Gurriarán contenida en su libro: La Bomba, Robert Guédiguian traslada la acción del atentado del ESALA (Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia) en Madrid a la embajada de Turquía en París, no sin antes mostrar, en una especie de reportaje-ficción documentado, el origen de la violencia posterior del grupo armado, que no es otro que el "invisible" genocidio de su pueblo (millón y medio de muertos) a manos del imperialismo turco, no reconocido aún por los otomanos.
El odio, la venganza y el efecto publicitario suelen estar en la base de cualquier acción terrorista y la fórmula para acabar con estos actos y sus daños colaterales, según el realizador marsellés, Gurriarán y muchos que afortunadamente piensan como ellos, pasa por intentar llegar a la raíz, hacer un esfuerzo de comprensión y convencerles de que pueden luchar por su justa causa abandonando su sociedad con la muerte.
Esta otra forma de enfocar ha demostrado ser más efectiva, para erradicar las luchas armadas, que las represiones políticas, la cerrazón ante las negociaciones y el ninguneo de los estados poderosos para con los débiles y humillados. Claro que nos han hecho creer que lo políticamente correcto es castigar a quienes no cumplen con las reglas del juego, sin que reflexionemos sobre quienes y porqué han confeccionado tantas normas excluyentes.
Esta, mi crítica 800 para Filmaffinity, la he hecho coincidir, desde la 60 edición de la Seminci, con una película del valiente, comprometido y honesto Robert Guediguian, que trabaja para un mundo mejor utilizando el cine como herramienta, y al que le deseo el mayor éxito, porque no en balde él es uno de los nuestros.
El odio, la venganza y el efecto publicitario suelen estar en la base de cualquier acción terrorista y la fórmula para acabar con estos actos y sus daños colaterales, según el realizador marsellés, Gurriarán y muchos que afortunadamente piensan como ellos, pasa por intentar llegar a la raíz, hacer un esfuerzo de comprensión y convencerles de que pueden luchar por su justa causa abandonando su sociedad con la muerte.
Esta otra forma de enfocar ha demostrado ser más efectiva, para erradicar las luchas armadas, que las represiones políticas, la cerrazón ante las negociaciones y el ninguneo de los estados poderosos para con los débiles y humillados. Claro que nos han hecho creer que lo políticamente correcto es castigar a quienes no cumplen con las reglas del juego, sin que reflexionemos sobre quienes y porqué han confeccionado tantas normas excluyentes.
Esta, mi crítica 800 para Filmaffinity, la he hecho coincidir, desde la 60 edición de la Seminci, con una película del valiente, comprometido y honesto Robert Guediguian, que trabaja para un mundo mejor utilizando el cine como herramienta, y al que le deseo el mayor éxito, porque no en balde él es uno de los nuestros.
7
22 de mayo de 2023
22 de mayo de 2023
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kristofer Borgli es un director lo suficientemente joven e inteligente como para descifrar en esta corrosiva comedia ciertas claves sobre un futuro rocambolesco e incierto; en el que algunos valores, negativos sin duda, se van imponiendo en las relaciones entre los seres humanos. El individualismo como religión (el prójimo solo está para ser superado), el éxito como único horizonte, la necesidad imperiosa de distinguirnos (aunque sea a través del fraude), el ridículo y "necesario" postureo (ese otro yo mentiroso de las redes sociales), la obligada comercialización de todo, si quieres moverte en en esta inmensa jaula de libertades neoliberales... En fin un porvenir que da grima. Cada vez es más evidente que lo que vamos a encontrar dentro de ese paquete tan bien diseñado (imbatible, como el chuletón al punto de Pedro Sánchez.), sin una pega para los ingenieros del marketing, y rematado con un lazo esculpido por las privilegiadas mentes (currículum de la NASA) de un comité de expertos en tendencias mega-modernas y aerodinámicas, será una mierda como un piano. Sí, ahora es el momento en que tenéis que decirme eso de que me resisto a las nuevas tecnologías y que estoy en contra del progreso.
Signe y Thomas no tienen límites, son muchachos emprendedores que quieren comerse el mundo a golpes de likes; y eso, por lo general, es un inconsistente alimento que puede acabar en enfermedad con metástasis cerebral.
El realizador noruego se muestra crítico y sarcástico, que es una cómica manera de defenderte, con tus propias heces, de los ataques infectos y sistemáticos ataques.
Signe y Thomas no tienen límites, son muchachos emprendedores que quieren comerse el mundo a golpes de likes; y eso, por lo general, es un inconsistente alimento que puede acabar en enfermedad con metástasis cerebral.
El realizador noruego se muestra crítico y sarcástico, que es una cómica manera de defenderte, con tus propias heces, de los ataques infectos y sistemáticos ataques.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final la autenticidad, aunque fea y tarada, es la única brisa de aire fresco que se respira en un mundo tóxico, en el que solo nos queda elegir entre dos tipos de locura.

6,1
3.868
7
10 de febrero de 2022
10 de febrero de 2022
34 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cosas que más me ha llamado la atención de esta crónica, es lo que he percibido tras el paseo que me he dado por las críticas que se han vertido en filmaffinity. Hay tal número de negativos, notas de castigo y opiniones pútridas de algunos usuarios, que no se entienden lejos de una campaña orquestada contra esta triste realidad. No entiendo el pertinaz empeño en mantenerla escondida ni el odio contra los voluntarios que se rebelan. ¿Alguien se atreve a mantener que no es cierto lo que está pasando delante de nuestras narices?. Una cosa es que tú mires, silbando, para otro lado y otra es que ataques a quienes deciden, con ojos horrorizados, ver y ayudar en la medida de lo posible.
Porque esta gente a la que me refiero, los "ofendiditos", no hablan de cine; de hecho, este arte, solo es para ellos un lugar en el extrarradio, un vertedero, un puching ball, una excusa para ladrar su disconformidad, un balde en el que vomitar sus excesivas fobias. Se ceban con la obra de Marcel Barrena por su contenido humanitario; no entienden esta disciplina cultural como un vehículo de denuncia, como un grito contra la injusticia. Y utilizan argumentos tan peregrinos para descalificarla que queda patente que la mayoría ni siquiera ha visto la película.
Puede que la solidaridad no sea exigible pero atacar a quienes la practican, en un mundo decente, debería estar castigado, al menos, con el látigo de la indiferencia y, por qué no, con una sonora pedorreta.
Óscar Camps y sus socorristas del Proactiva Open Arms llevan desde el 2015 (momento en que se inicia el relato cinematográfico) rescatando migrantes de las aguas del Egeo y el Mediterráneo; simplemente porque alguien tiene que hacerlo, ya que no lo hacen los responsables: gobiernos y demás sembradores de guerras y pobreza. Han sacado de las mortíferas aguas a 60.000 personas; ¿qué hay de malo en ello?, ¿os parece que lo importante de esta historia, son los aspectos técnicos o los fallos de guión?
Porque esta gente a la que me refiero, los "ofendiditos", no hablan de cine; de hecho, este arte, solo es para ellos un lugar en el extrarradio, un vertedero, un puching ball, una excusa para ladrar su disconformidad, un balde en el que vomitar sus excesivas fobias. Se ceban con la obra de Marcel Barrena por su contenido humanitario; no entienden esta disciplina cultural como un vehículo de denuncia, como un grito contra la injusticia. Y utilizan argumentos tan peregrinos para descalificarla que queda patente que la mayoría ni siquiera ha visto la película.
Puede que la solidaridad no sea exigible pero atacar a quienes la practican, en un mundo decente, debería estar castigado, al menos, con el látigo de la indiferencia y, por qué no, con una sonora pedorreta.
Óscar Camps y sus socorristas del Proactiva Open Arms llevan desde el 2015 (momento en que se inicia el relato cinematográfico) rescatando migrantes de las aguas del Egeo y el Mediterráneo; simplemente porque alguien tiene que hacerlo, ya que no lo hacen los responsables: gobiernos y demás sembradores de guerras y pobreza. Han sacado de las mortíferas aguas a 60.000 personas; ¿qué hay de malo en ello?, ¿os parece que lo importante de esta historia, son los aspectos técnicos o los fallos de guión?

7,3
13.710
9
28 de septiembre de 2010
28 de septiembre de 2010
26 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Guerra Civil Española, o para hablar con propiedad, la Defensa de la II República Española (salida de las urnas) contra el golpe de estado del militar traidor Francisco Franco; es vista desde fuera por un escritor británico (Jim Allen) y un director de cine que acostumbra a buscar otros puntos de vista y otras versiones al margen de lo oficial y políticamente correcto (Ken Loach).
No es un relato al uso del enfrentamiento fraticida, es una autocrítica amarga y ácida que parte del análisis de un joven inglés, luchador antifascista, que combatió con las brigadas internacionales y vivió en propia carne la mitosis de la célula más roja del Frente Popular. Las peleas ideológicas y de barricada, en Barcelona, entre anarquistas de la CNT, el POUM y otras facciones leales al gobierno de la República parten el corazón de nuestro brigadista que sólo puede aplicar el bálsamo del amor a la eterna herida abierta de la fragmentación de la izquierda.
El trabajo de Ken Loach es meticuloso y tan próximo a los protagonistas que a veces tienes la impresión de estar viendo un documental grabado en pleno 1937. La Asamblea Popular sobre la colectivización de las tierras y el desarme de los integrantes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) son solo dos muestras del tipo de cine que más gusta al director británico; justamente el que menos gusta a sus detractores, entre los que no me encuentro como habrán intuido en alguna otra ocasión.
Es Tierra y Libertad una de las películas que mejor cuentan la verdadera historia de unos días que marcaron para siempre y para mal la dualidad española, lo que se dió en llamar las dos Españas; que tal vez sólo se arreglará cuando haya otras 25 o 30, dejemos de ser hinchas y demos valor a las palabras.
No es un relato al uso del enfrentamiento fraticida, es una autocrítica amarga y ácida que parte del análisis de un joven inglés, luchador antifascista, que combatió con las brigadas internacionales y vivió en propia carne la mitosis de la célula más roja del Frente Popular. Las peleas ideológicas y de barricada, en Barcelona, entre anarquistas de la CNT, el POUM y otras facciones leales al gobierno de la República parten el corazón de nuestro brigadista que sólo puede aplicar el bálsamo del amor a la eterna herida abierta de la fragmentación de la izquierda.
El trabajo de Ken Loach es meticuloso y tan próximo a los protagonistas que a veces tienes la impresión de estar viendo un documental grabado en pleno 1937. La Asamblea Popular sobre la colectivización de las tierras y el desarme de los integrantes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) son solo dos muestras del tipo de cine que más gusta al director británico; justamente el que menos gusta a sus detractores, entre los que no me encuentro como habrán intuido en alguna otra ocasión.
Es Tierra y Libertad una de las películas que mejor cuentan la verdadera historia de unos días que marcaron para siempre y para mal la dualidad española, lo que se dió en llamar las dos Españas; que tal vez sólo se arreglará cuando haya otras 25 o 30, dejemos de ser hinchas y demos valor a las palabras.
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