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Críticas 178
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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4 de octubre de 2008
23 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La buena concepción que tenía de este agudo realizador se ha ido por el sumidero cuando ayer tuve que ver Tiro en la cabeza, en la que quiere dar una vuelta de tuerca a la experimentación cinematográfica y se ha pasado de rosca a la hora de escarbar en los sentimientos de la gente para intentar hacer comprensible el problema del terrorismo y que veamos cómo funciona todo ello y, sin llegar a justificar semejante aberración, lo que sería de juzgado de guardia, sí que intenta meternos en la praxis diaria del terrorista sin pasamontañas ni comunicados oficiales, pero Rosales, de tanto cavar en busca del realismo, se ha encontrado con una roca muy grande y difícil de superar: la vida puede ser muy aburrida.

Y es que no hay que analizar esta infamia, este atentado contra la inteligencia y el buen cine, desde un punto de vista político para atacarla por su debilidad estructural, su falta de eje narrativo y la total ausencia de empatía por parte del público, por lo que la cinta falla en su principal intención, luego eso resulta un lastre difícilmente superable. Y es que, una vez que se ha visto completa, a uno únicamente le resuena en la cabeza esa gran frase de Alfred Hitchcock: una mujer que se pasa el día en casa lavando platos no va a ir al cine a ver a mujeres lavando platos. No hay nada que se salga de la tontería pretenciosa, de la vacuidad y desidia narrativa, con un montaje que actúa sin fluidez alguna y en la que el abuso del teleobjetivo, situado en mitad de la calle y buscando la simbiosis con la calle, de ahí que lo único que oigamos durante toda la película sean ruidos de coches y motos y de gente pululando por las calles del País Vasco (sus paisajes son, con diferencia, lo mejor de la película), en lugar de conseguir su propósito de realismo documental, de observación voyeurística, distancia más y más a un espectador que pide a gritos que se le cuente algo más que planos absolutamente gratuitos que no hacen más que demostrar a las claras la idea de Rosales, que casi seguro era buscar un cortometraje (viendo la duración de los planos y su inutilidad a la hora de contar algo es imposible no pensar que esta historia se podría haber contado en 15 minutos), pero que no tendría salida comercial alguna y decidió estirarla hasta el largo(muuuuuy largo)metraje en una de las peores elecciones que se recuerdan en los últimos años.
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spoiler:
La historia pasa por alto lo que el espectador en teoría presupone, y es que claro que sí, puede que esa gentuza tenga su familia, y sus amigos, y sus hijos bastardos, como todo el mundo, pero el problema es que hay que hacer eso mismo atrayente para que podamos entender que esa vida pueda llevarse a la pantalla sin terminar siendo una futilidad de 80 minutos, y esto no es necesariamente por la ausencia de diálogos, pero decide llevar demasiado lejos esa regla de que los personajes hablen por sus actos y no por sus palabras y termina convirtiendo la película en un documental sin gracia y sin gancho en el que los personajes interactúan con el protagonista sin más motivo que su aparición en el guión y deambulen por ahí comiendo, bebiendo, hablando o follando con el terrorista.

El problema radica al leer la crítica especializada alabándola y catalogándola como la obra maestra definitiva sobre el problema del terrorismo y en ver a la gente salir de la sala con un cabreo monumental, a excepción de esa gente afortunada que han sido bendecidos por dios (o Kiarostami, vete tú a saber) y que les permiten entrar dentro del universo rosaliano y alabar esta cosa hasta el punto de comentar que (literalmente) el maestro, a estas alturas, no necesita ni diálogos para captar toda la esencia de la vida diaria que quiere meter en los fotogramas. Rosales ha querido enarbolar la bandera de la paz en forma de relato totalmente verista para inducirnos a pensar que quizás hay otras opciones y que nosotros no actuamos a diario igual que en nuestro trabajo, pero la elección a la hora de contar la historia, ese tedio insoportable, esa mediocridad narrativa que únicamente se rompe cuando entra en juego el gran angular en un par de planos, y esa intención de cambiar el cine deslegitiman el buen objetivo de su revolucionario director, quien no aprovecha en ningún momento el rico subtexto que tiene de fondo y únicamente se dedica a poner la cámara y grabar a su simpático asesino paseando por la FNAC o yendo a ver a personajes en situaciones que no comprendemos, ya que no hacen avanzar nunca el desarrollo de la cinta, y es quizás ahí donde este rompedor y rupturista auteur (léase con todo el desprecio del mundo) debería haber tomado más precauciones e intentar rellenar con un mínimo de entramado el carente desarrollo de personajes y situaciones que, por su incomprensibilidad, terminan por provocar una amalgama de sensaciones que van desde la incredulidad hasta la desesperación, y que se remata cuando vemos un asesinato rodado de manera torpe debido a la insistencia del AUTOR de querer ser parte del mobiliario urbano e intentar no inmiscuirse en la propia idea de la película.
22 de enero de 2006
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran clásico de la animación. Una experiencia realmente única. Quizás como película no sea una joya, pero como testamento sobre los ideales de la época no tiene precio.

Más que como una película, hay que verla como un viaje a través de la psicodelica propia de finales de los 60. Eso si, su estética surrealista ha pasado a la historia. En sí, hay que disfrutarla sin ponerse a pensar en nada, sencillamente dejándose llevar por las canciones, que son el verdadero hilo conductor. Unos grandísimos e imaginativos numeros musicales, con secuencias llenas de humor, y con las dosis de metafísica y espiritualidad propias de la época que les toco vivir. Tiene ideas muy curiosas, como la de que todos tengamos un doble en alguna parte del mundo,o la existencia de un pais perfecto, donde todo es felicidad, musica, y cultura... un país maravillosamente utópico... y unos personajes muy buenos, como Jeremey o el líder de los Blue Meanies...

Un gran entretenimiento psicodelico para todo aquel que la quiera ver
18 de enero de 2006
35 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre todo podemos decir que Centauros del desierto es una película sobre inadaptados. Ethan es un inadaptado del mundo. Perdedor en la guerra civil, se ve obligado a vivir en los Estados Unidos unionistas. Al no casarse con la mujer a la que ama, no tiene casa, es un completo desarraigado. En definitiva, un completo inadaptado. En su vuelta a casa, nos damos cuenta de ellos, cuando vemos la que debería ser su familia. Es un solitario, un personaje que cabalga sólo, pues casi podría decirse que es un demente.

Dicha demencia es posiblemente el hecho por el que se acusa a la película de racista. Precisamente, la película es uno de los mayores alegatos contra el racismo jamás filmado. El guión nunca ataca a los indios salvo cuando viene de la boca de Ethan, el cual tiene obesión por la inferioridad de la raza india. De ahí viene uno de los grandes detalles de esta película: su relación con su sobrino Martin, a quien rechaza por ser mestizo. A pesar de ello, tendrán que colaborar si quieren encontrar a la pequeña Debbie, aunque ambos tienen motivos bien diferentes: uno por que es su prima, y el otro para acabar con su vida tras haberse convertido en una india.

Durante toda la película nos convertimos en un tercer miembro más que en un mero voyeur. Sentimos lo que ambos sienten. Através del del desierto, de la nieve, a lo largo de los años, conocemos a personajes pintorescos, y unos paisajes naturales grandiosos, que se mezclan con decorados de cartón piedra que ensombrecen algo las imágenes. John Wayne hace aquí una de las mejores interpretaciones jamás hechas, aunque muchos digan que únicamente pone cara de tipo duro. Su mirada en los ojos es la de alguien que sólo vive para matar, un auténtico demente. Vera Miles en su pequeño papel aparece más radiante y maravillosa que nunca. Me resulta algo poco creíble que Natalie Wood interprete a una adolescente, a pesar de que lo hace estupendamente lo poco que aparece. Jeffrey Hunter por momentos parece incapaz de ser un tipo duro, aunque al final resuelve el papel con creces.

Una fotografía en color de Winton C. Hoch es grandiosa. El Monument Valley aparece fotografiado como jamás se ha hecho. Esos planos generales forman parte de la historia del cine. Cuando descubren la casa tras la matanza, los contraluces nos demuestran lo que ha pasado sin necesidad de mostrar imágenes violentas. Los encuadres de Ford en Vistavisión son algo extraordinario. El plano aparece compuesto sin dejar nada al azar. Y la sensibilidad que demuestra Ford en todo momento es algo maravilloso. Con un sólo detalle, mostrando como su cuñada acaricia su capa, nos muestra los sentimientos reciprocos entre ambos, o el principio de la película. Sencillamente, abriendo una puerta, sabemos en qué genero nos encontramos. Y ese final en homenaje a Harry Carey, con Wayne caminando hacia el infinito, volviendo a demostrar lo que es: un inadaptado errante...
23 de agosto de 2007
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Ford se consideraba como un mero director de westerns, no estaría de mal que Kurosawa se considerase a sí mismo como un director de películas de samuráis. Todas las películas de Kurosawa son de samuráis... en la superficie. Luego nos encontramos con enormes estudios de personajes, películas épicas a la altura de muy pocos directores en la historia del cine, y la mezcla perfecta del cine comercial y autoral. Ran es su película más personal, y, probablemente, su última gran obra, legando al arte un brillante canto de cisne. Y todo ello adaptando, de manera magistral, a Shakespeare, cosa que pocos autores occidentales, por no decir ninguno, ha logrado hacer con tantísima brillantez, y con un resultado que se me antoja inmejorable. Por ello es el director que mejor supo acercar su visión de Japón a occidente, y tomar nuestros valores adaptándolos a la cultura nipona, y por ello es el director japonés más famoso, y bajo mi punto de vista, el mejor.

Podría decirse que es la rareza de su obra, por cómo toma la película, el tono que le da. Su gran tragedia, con un tono lento, denso, es un drama, pero lo aleja de tonos íntimos y personales, y logra armar una de las últimas grandes películas épicas de la historia del cine. Pero sobre todo, a modo de tragedia griega, narra el descenso al infierno, el viaje interior de Hidetora, de forma pesadillesca, asfixiante durante la mayor parte de la película. Toda la película resume el dicho de que quien siembra vientos, recoge tempestades, y Hidetora es perseguido toda la película por sus fantasmas, aquellos que mató y que ahora vuelven para atormentarle. Tatsuya Nakadai brilla en su genial interpretación acorde con la película, de un marcado corte teatral, pues esa es la puesta en escena que elige Kurosawa, acorde teniendo en cuenta a quien adaptaba. La cinta es casi una danza, cada movimiento de los actores parece estar coreografiado. Todo ello dota a la película de una elegancia y un aire sosegado hasta el apoteósico y desolador final. Al igual que las interpretaciones, donde, aparte de Nakadai, brilla por su sadismo Mieko Harada, robando la película en las pocas apariciones que tiene Lady Akade.

La belleza plástica que consigue Kurosawa es algo extraordinario. Con unos encuadres que forman cada uno una auténtica obra de arte, Kurosawa consigue hacernos creer que realmente pinta sobre el fotograma. Las batallas están rodadas de una forma que haría enmudecer a cualquier director moderno. Batallas así sólo las rodaron Kubrick o Eisenstein, con una planificación y un dominio del montaje extraordinario, sin necesidad de efectismos, únicamente apoyado en la acción, sin movimientos vacíos de cámara. Una violencia bella y brutal. Y nunca podrá acusarse a Kurosawa de meter un plano meramente esteticista en sus películas, y por supuesto, Ran no es la excepción. Cada toma está empleada de forma inteligente, y el resultado final es pesado, denso e incómodo... como la tragedia de Hidetora. Brillante.
28 de enero de 2006
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un tiempo en que Spielberg parecía haber entrado en decadencia, nos regala esta genial obra. No sé quizás si llamarla ora maestra o no, pero he vuelto a reencontrarme con ese Spielberg que me hacía soñar, pero que también me hacía pensar. No al nivel de La lista de Schindler, pero trata un tema delicado y lo resuelve con aplomo y maestría.

En ningún momento Spielberg nos intenta justificar por que unos hacen esto, o aquello, sencillamente nos muestra lo que ocurre, y conforme se van sucediendo los hechos, el espectador va tomando conciencia en si mismo sobre lo que supone este conflicto humano. En ningún momento hace de juez, poniendo a los judíos como los pobres masacrados, que hubiera sido lo fácil. Los muestra como un pueblo irascible, deseoso de demostrar que son fuertes, y de que no cederán a los ataques palestinos. Para ello, sin ningún miramiento, hacen caso de la célebre ley del " ojo por ojo ".

Spielberg pretende demostrar lo estúpido que sigue siendo el ser humano, que en vez de perdonar, devuelve el golpe, y multiplicándolo, hasta que al final es como una bola de nieve, tan grande que es imposible de parar por aquellos que la crearon, sin tener en cuenta los daños colaterales que pueda haber. La cabezonería y el odio impiden que se reflexione acerca de las consecuencias, y ese es el principal mensaje que quiere transmitir Spielberg.

En ningún momento la película te da tregua. Al principio, parece que quizás Spielberg se va a posicionar de nuevo del lado judío, presentándotelos como buenos patriotas que van a responder a los palestinos justamente, pero, conforme avanza la película, ninguno de ellos está seguro de si su condición le permite el derecho a matar por el mero hecho de la venganza. Nada justifica las muertes, y mucho menos la venganza a sangre fría.

Técnicamente, la película es soberbia. No hablaré de la dirección de Spielberg, por que es innecesario. La banda sonora de Williams es su mejor trabajo desde La lista de Schindler, y demuestra por qué es considerado uno de los más grandes compositores de la historia. Sin abusar de melodías étnicas, hace una impresionante partitura más intimista que algunas de sus últimas y estridentes composiciones. La fotografía de Kaminski raya lo perfecto. En todas sus colaboraciones con Spielberg, es uno de los elementos que no suele fallar, y en este caso no es una excepcion. El guión describe estupendamente lo que sienten los protagonistas, sus miedos, sus inquietudes, y sus motivaciones. Los personajes van cambiando según lo que les sucede, de una forma totalmente natural y fluida.

El Rey Midas ha recuperado su toque que parecía perdido, vuelve uno de los más grandes directores de todos los tiempos, y ahora, Indiana Jones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El contraste de ideas de esta película queda muy bien reflejado en la escena del piso franco, cuando se ven obligados a compartirlo con unos terroristas islamistas, y descubren que en cierto modo, ambos luchan por lo mismo, por una sangre, por un país, y a ninguno le importa matar gente por ello. Matanzas indiscriminadas con la mera excusa de la política.
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