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Críticas ordenadas por utilidad
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3
11 de mayo de 2013
11 de mayo de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobredosis al cuadrado de la empalagosa personalidad de su directora y protagonista. Cuando tomó las riendas, la Streisand, cuya carrera como actriz tiene momentos meritorios, se ocupó sin recato de ametrallarnos con su visión adolescente de la vida, aderezada con Puccini, literatura, un Nueva York de cuento y una serie de condimentos sentimentales caracterizados por la más absoluta falta de pudor.
Muy recomendable por una sola razón: tiene el aliciente de ofrecer el que es posiblemente el final más bochornoso de la historia moderna del cine americano.
Muy recomendable por una sola razón: tiene el aliciente de ofrecer el que es posiblemente el final más bochornoso de la historia moderna del cine americano.

6,7
67.231
3
9 de mayo de 2010
9 de mayo de 2010
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si entendemos una gran película como un gran edificio, como un anténtico logro resultado del esfuerzo y del talento y de la imaginación en muchos terrenos distintos, "En tierra hostil" se queda en una casita de paja junto al río. La metáfora no viene a decir que la película sea mala (todavía no), la casita puede ser una monada, lo que viene a decir es que carece de la complejidad necesaria. Recuerdo la cara de Kathryn Bigelow cuando recogía el Oscar, y ahora la entiendo, refleja el asombro de recibir el mayor premio existente en el mundo del cine comercial por tan poco trabajo. "He hecho películas de gran carga dramática," pensaba en ese momento, "de una complejidad desquiciante, ¿y me dan el Oscar por un cómic? ¡No me lo puedo creer!"
Como pasa muchas veces la crítica se va por las ramas y se fija más en el "entorno" (como diría Cruyff) que en el partido. Releyendo los argumentos de esas críticas se destaca la objetividad del punto de vista que retrata Bigelow, se valora que haya optado por no posicionarse políticamente, se aplaude su rigor. La política, siempre la política. Ya hemos visto que Bigelow tiene un par de ovarios (ya lo sabíamos: ¡superó un matrimonio y un divorcio con James Cameron!), pero, ¿y la película? Para eso hemos ido al cine, ¿no?
"En tierra hostil" es una casucha de paja porque se aguanta con cuatro paredes (o sea cuatro personajes), una ventana (el humby, o como se escriba), y una chimenea a todo trapo (adrenalina por un tubo). No hay más. Ni escaleras de incendios, ni ascensores, ni sótanos ni azoteas, ni balcones ni dormitorios ni nada de nada. No hay subtramas, no hay contrapuntos, no se trabajan elementos cinematográficos para contarnos una historia, la vemos y ya está. El guión es lineal, no tiene ramas, es una palmera pelada, le falta tanta "chicha", que el guionista se contenta con repetirse, y se queda tan ancho. ¿Dónde se fueron aquellos tiempos donde un equipo de cine trabajaba una película hasta la locura para darnos compartimentos y dimensiones con los que fascinar al espectador? Un guión como el de "The Hurt Locker", dos décadas atrás, hubiera sido desechado por cualquier productor por tener menos empaque que un castillo de naipes.
Tiene una imagen rigurosa y sin concesiones, a ratos parecen imagenes tomadas por un cámara de las noticias. La tensión está realmente lograda, la sentimos, los personajes están permanentemente al borde de la muerte, y su adrenalina traspasa la pantalla y se nos dispara también a nosotros. En ese aspecto, la película es eficaz. Pero, después de eso, ¿qué más? Las relaciones entre los soldados son bastante realistas, tienen verosimilitud, pero de tan realistas se quedan sin fuerza dramática. Uno se pregunta al rato de ver la peli, ¿a dónde me lleva? ¿a dónde va esto? ¿Supongo que no me quedaré solo con eso de la adicción al peligro? Pues...
(Sigo sin desvelar)
Como pasa muchas veces la crítica se va por las ramas y se fija más en el "entorno" (como diría Cruyff) que en el partido. Releyendo los argumentos de esas críticas se destaca la objetividad del punto de vista que retrata Bigelow, se valora que haya optado por no posicionarse políticamente, se aplaude su rigor. La política, siempre la política. Ya hemos visto que Bigelow tiene un par de ovarios (ya lo sabíamos: ¡superó un matrimonio y un divorcio con James Cameron!), pero, ¿y la película? Para eso hemos ido al cine, ¿no?
"En tierra hostil" es una casucha de paja porque se aguanta con cuatro paredes (o sea cuatro personajes), una ventana (el humby, o como se escriba), y una chimenea a todo trapo (adrenalina por un tubo). No hay más. Ni escaleras de incendios, ni ascensores, ni sótanos ni azoteas, ni balcones ni dormitorios ni nada de nada. No hay subtramas, no hay contrapuntos, no se trabajan elementos cinematográficos para contarnos una historia, la vemos y ya está. El guión es lineal, no tiene ramas, es una palmera pelada, le falta tanta "chicha", que el guionista se contenta con repetirse, y se queda tan ancho. ¿Dónde se fueron aquellos tiempos donde un equipo de cine trabajaba una película hasta la locura para darnos compartimentos y dimensiones con los que fascinar al espectador? Un guión como el de "The Hurt Locker", dos décadas atrás, hubiera sido desechado por cualquier productor por tener menos empaque que un castillo de naipes.
Tiene una imagen rigurosa y sin concesiones, a ratos parecen imagenes tomadas por un cámara de las noticias. La tensión está realmente lograda, la sentimos, los personajes están permanentemente al borde de la muerte, y su adrenalina traspasa la pantalla y se nos dispara también a nosotros. En ese aspecto, la película es eficaz. Pero, después de eso, ¿qué más? Las relaciones entre los soldados son bastante realistas, tienen verosimilitud, pero de tan realistas se quedan sin fuerza dramática. Uno se pregunta al rato de ver la peli, ¿a dónde me lleva? ¿a dónde va esto? ¿Supongo que no me quedaré solo con eso de la adicción al peligro? Pues...
(Sigo sin desvelar)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es especialmente decepcionante, pues Bigelow escoge un final cerrado sobre el temilla (no llega a tema) de la película, con lo cual elimina otras lecturas. Además, el temilla no está tratado con profundidad, solo expuesto como algo existente y autodestructivo. Punto. Puede que sea la única película de guerra de la historia del cine que no trata sobre la guerra, pues lo que cuenta, no necesita una guerra para ser contado. Ahí vemos definitivamente que estamos ante una anécdota absoluta. Empieza con una anécdota, se le suman unas cuantas anecdotas más, y se cierra con una última anécdota que nos dice que en total todo es una gran y adrenalínica anécdota. ¡Qué bien! Una casita de paja monisima.
Las críticas que celebran su mensaje apolítico, perderán vigencia en diez años. Entonces cuando repongan esta película habrá que hacer críticas centradas en aspectos cinematográficos. ¿Qué dirán entonces? El suspense no es suficiente para sostener una película con vocación de ser grande. El realismo es un territorio ya explorado. Los personajes parcos que lo dicen todo con su parco proceder tampoco son nuevos, y aquí no provocan nada.
No es una película deshonesta, por ahí no puede ser censurada. Lo que ves (cuatro paredes) es lo que hay, y ni siquiera quiere disimularlo. El problema es que a las casitas de paja, segun el cuento, se las lleva un soplido. Esa es la mala noticia para la Bigelow. Para nosotros, los espectadores del mundo, la mala noticia es que la vacuidad de los video juegos, en un mundo cada vez menos exigente, está conquistando ya el mundo del cine.
Las críticas que celebran su mensaje apolítico, perderán vigencia en diez años. Entonces cuando repongan esta película habrá que hacer críticas centradas en aspectos cinematográficos. ¿Qué dirán entonces? El suspense no es suficiente para sostener una película con vocación de ser grande. El realismo es un territorio ya explorado. Los personajes parcos que lo dicen todo con su parco proceder tampoco son nuevos, y aquí no provocan nada.
No es una película deshonesta, por ahí no puede ser censurada. Lo que ves (cuatro paredes) es lo que hay, y ni siquiera quiere disimularlo. El problema es que a las casitas de paja, segun el cuento, se las lleva un soplido. Esa es la mala noticia para la Bigelow. Para nosotros, los espectadores del mundo, la mala noticia es que la vacuidad de los video juegos, en un mundo cada vez menos exigente, está conquistando ya el mundo del cine.
6
28 de marzo de 2010
28 de marzo de 2010
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay para tanto. Ni de lejos. Hay mucho, mucho, mucho cine mejor que éste. Hay que guardarse los ochos para películas más hondas. Eso creo. A veces votamos por nacionalidades (me incluyo), y no debería ser así. La peli es entretenida, durante dos tercios del metraje, te convence el aire del thriller, también el amor escondido y disimulado (una buena fórmula), sus protagonistas estan a la altura. Pero no basta con empezar, ni con desarrollar, hay que terminar, y ahí, se acaba el encanto. En el desenlace se cae por aquí, y se cae por allá, y al final resulta que es un thriller menor que aspira a ser una película descarnada. No tiene, en mi opinión, éxito. De todos los finales posibles, se queda con el más alucinado. ¡Qué decepción!
¿Es mejor esta película que La Cinta blanca? ¿De verdad? ¿Se merece más un Oscar? Al final uno llega a la conclusión que cuando uno va al cine, o coge una película en el videoclub, o la piratea, lo único que le interesa es no pensar en nada. ¿Arte? ¿Para qué? ¿Para sufrir? ¿Para ver que el mundo está podrido? Mejor no pensar en nada. La Cinta Blanca te obliga (aunque no quieras) a pensar. El secreto de sus ojos, no. Todo te viene hecho, sobretodo el final, que de tanto querer ser imprevisible, te envía a Marte cuando estabas en el trópico de capricornio.
No es una película redonda, aunque podría haberlo sido. Cuando acaba, te das cuenta de que en realidad, no te ha contado nada, porque los hilos que ha tejido, han terminado deshilachados.
¿Es mejor esta película que La Cinta blanca? ¿De verdad? ¿Se merece más un Oscar? Al final uno llega a la conclusión que cuando uno va al cine, o coge una película en el videoclub, o la piratea, lo único que le interesa es no pensar en nada. ¿Arte? ¿Para qué? ¿Para sufrir? ¿Para ver que el mundo está podrido? Mejor no pensar en nada. La Cinta Blanca te obliga (aunque no quieras) a pensar. El secreto de sus ojos, no. Todo te viene hecho, sobretodo el final, que de tanto querer ser imprevisible, te envía a Marte cuando estabas en el trópico de capricornio.
No es una película redonda, aunque podría haberlo sido. Cuando acaba, te das cuenta de que en realidad, no te ha contado nada, porque los hilos que ha tejido, han terminado deshilachados.

5,2
2.073
3
27 de mayo de 2020
27 de mayo de 2020
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un impasse entre el cine amateur y el cine maduro, y otro entre éste y el cine de un autor en decadencia. No me atrevo a decir que esta película es cine amateur, por supuesto no es cine maduro, y tampoco debería ser calificado de cine en decadencia, por lo que ubicaría esta película en el impasse, en cualquiera de ellos. No parece una película hecha en este siglo, es como de otro tiempo, setentera, de ese cine rompedor que no llegó a gran cosa, o noventera, de ese cine desatado que no superó ningún corte. Parece el proyecto de fin de carrera de una escuela de cine de esas de pago a la que van los niños y las niñas pijas a dar rienda suelta a sus fantasías artísticas.
El problema es bien sencillo: esta película está muy apartada del espectador, vive a años luz. No hay empatía posible, solo pasmo, expectación, vouyerismo, y todo ello como si se asistiera a la función de un circo, porque solo puede tenerse por circense el comportamiento del personaje: de inicio, en su reacción ante una premisa que, todo hay que decirlo, no deja de ser interesante, y después en el falso drama que florece de súbito al final, que no hay posibilidad de compartir emocionalmente, porque no es posible comprender de dónde viene y a dónde va, se lo construye el propio personaje de la nada más absoluta.
La película hubiera funcionado mucho mejor como una comedia, quizá contenida, con lo que el pasmo - la prota se pasa media película con cara de pasmo - tendría su gracia. Lo que no puede funcionar es plantear una situación incomprensible y además situar en ella a un personaje también incomprensible. Solo nos permite, a los espectadores, observar. Lo de conectar, lo de sentir, necesita algunos asideros. No es que no se entienda lo que pasa, al revés, es tan transparente que sonroja, todos vemos ese Mr. Hyde que ve que tiene carta blanca para volverse loco, entendemos lo de la dualidad, la exploración de lo oscuro de nuestra alma, pero eso no basta, el cine requiere de un código de comunicación para que las emociones fluyan, porque no van a hacerlo de la nada, porque los personajes no nacen, sino que se hacen.
Hay algunas ideas estructurales bien aplicadas, el empleo de las acciones paralelas o no tan paralelas, consiguiéndose una atmósfera narrativamente eficaz, si bien son bien sencillas. Repito, la premisa es interesante. Y hay que aplaudir el buen uso del presupuesto, que debe ser raquítico, aunque ello no es excusa para los números de cabaret, muy flojitos. Bastaba poner chicas bailando en el escenario. Me gusta la interpretación de la casera, muy lograda, casi consigue que uno se crea que hay verdaderas razones para que esa pobre mujer, vea en la prota a una hija. Respecto a Ingrid García Jonsson, no soy fan de ella en absoluto. Al final, borracha, lo da todo, lo mejor de su interpretación.
Aplaudo que aparezcan nuevos directores y directoras, y que se emprendan proyectos atrevidos. En este caso concreto, sin embargo, creo que a la directora le falta algo de madurez, y debería tener presente que las historias hay que contarlas, no solo exhibirlas como en el circo. La verdad, no puedo resistirme a decirlo, es que tengo la sensación de que podría hacerse otra película entera con lo que le falta a esta, con su reverso. En todo caso, todo mi respeto a la autora y a su valentía. Las crítica sirven para motivar, esa es la intención. Espero que la próxima sea mejor.
El problema es bien sencillo: esta película está muy apartada del espectador, vive a años luz. No hay empatía posible, solo pasmo, expectación, vouyerismo, y todo ello como si se asistiera a la función de un circo, porque solo puede tenerse por circense el comportamiento del personaje: de inicio, en su reacción ante una premisa que, todo hay que decirlo, no deja de ser interesante, y después en el falso drama que florece de súbito al final, que no hay posibilidad de compartir emocionalmente, porque no es posible comprender de dónde viene y a dónde va, se lo construye el propio personaje de la nada más absoluta.
La película hubiera funcionado mucho mejor como una comedia, quizá contenida, con lo que el pasmo - la prota se pasa media película con cara de pasmo - tendría su gracia. Lo que no puede funcionar es plantear una situación incomprensible y además situar en ella a un personaje también incomprensible. Solo nos permite, a los espectadores, observar. Lo de conectar, lo de sentir, necesita algunos asideros. No es que no se entienda lo que pasa, al revés, es tan transparente que sonroja, todos vemos ese Mr. Hyde que ve que tiene carta blanca para volverse loco, entendemos lo de la dualidad, la exploración de lo oscuro de nuestra alma, pero eso no basta, el cine requiere de un código de comunicación para que las emociones fluyan, porque no van a hacerlo de la nada, porque los personajes no nacen, sino que se hacen.
Hay algunas ideas estructurales bien aplicadas, el empleo de las acciones paralelas o no tan paralelas, consiguiéndose una atmósfera narrativamente eficaz, si bien son bien sencillas. Repito, la premisa es interesante. Y hay que aplaudir el buen uso del presupuesto, que debe ser raquítico, aunque ello no es excusa para los números de cabaret, muy flojitos. Bastaba poner chicas bailando en el escenario. Me gusta la interpretación de la casera, muy lograda, casi consigue que uno se crea que hay verdaderas razones para que esa pobre mujer, vea en la prota a una hija. Respecto a Ingrid García Jonsson, no soy fan de ella en absoluto. Al final, borracha, lo da todo, lo mejor de su interpretación.
Aplaudo que aparezcan nuevos directores y directoras, y que se emprendan proyectos atrevidos. En este caso concreto, sin embargo, creo que a la directora le falta algo de madurez, y debería tener presente que las historias hay que contarlas, no solo exhibirlas como en el circo. La verdad, no puedo resistirme a decirlo, es que tengo la sensación de que podría hacerse otra película entera con lo que le falta a esta, con su reverso. En todo caso, todo mi respeto a la autora y a su valentía. Las crítica sirven para motivar, esa es la intención. Espero que la próxima sea mejor.

6,4
1.414
7
23 de diciembre de 2019
23 de diciembre de 2019
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A nivel de sensaciones, esta película tiene un algo teatral, no tanto en la concepción espacial de las escenas, sino en otros detalles, como por ejemplo, en el peso de las palabras dichas, de los silencios, en la presencia de los personajes al entrar en una habitación, en las jerarquías que ostentan, que se trasladan a lo que dicen y hacen. Es solo una sensación personal, porque me ha recordado en algún momento a "Tío Vania en la calle 42".
Quien sepa lo mínimo en historia, se situa fácilmente tras ver el cartel al inicio de la película, "Leningrado. Primer otoño después de la guerra". Lo nazis dejaron morir de hambre y de frío a miles de personas al sitiar y cerrar la ciudad durante más de dos años. El surimiento de aquellas gentes, no puede llegarse ni a imaginar, arribaron a extremos de desesperación que se tradujeron en episodios de crimen y canibalismo y llevaron al ser humano a una degradación absoluta. Sabemos eso desde el principio, pero eso no percutiría por si solo, no basta para ubicarnos emocionalmente. El cine es un lenguaje puntilloso, si no vemos, si no comunicamos, no sentimos. Y de ello es plenamente consicente el director Balagov. Esta película no es una lección de historia, sino de humanidad.
Es la crónica de una cicatrización, de un proceso de cura, no completo, ni mucho menos, porque las secuelas son numerosas y permanentes. Los personajes sangran de vez en cuando, porque sus heridas no han acabado de cicatrizar del todo todavía. Una bonita metáfora que participa de la fiesta cromática que es esta película. Rojo, verde, el blanco de la nieve - que retrotrae al sufrimiento del sitio -, el color carne de los cuerpos desnudos lavándose. Todo conduce a ideas y sensaciones. Los personajes son seres circunspectos, un poco pasmados, lo que debe de quedar de un ser humano cuando el dolor emocional le lleva más allá del grito más fuerte. Son seres terriblemente maltratados que han sobrevivido. Sin embargo, ello no les gratifica, no chulean de ello. Da la sensación de que hubieran preferido haber muerto porque cuesta mucho vivir con tantas cicatrices, pero a la vez, sienten que tras todo lo vivido, tras todo lo sufrido, habiendo sobrevivido, no tienen derecho a renunciar a la vida, están atrapados, obligados a vivir.
Los personajes que vemos son el resultado de lo que han vivido, de lo que han padecido. Masha, por ejemplo, siempre sonríe, porque durante la guerra es su sonrisa lo que la mantiene con vida. Ahora no puede librarse de ella, ni siquiera cuando le pasan cosas horribles. Su relato al final, es tremendo. Eso vale para cualquiera, porque todos tienen un relato tremendo. Y en esa catatonia en la que todos han quedado, congelados en una expresión de falsa alegría o de miedo incontrolable, en el caso de Iya, que la inmoviliza, tratan todos de seguir adelante, de ir más allá, y para ello a algo deben aferrarse. He dejado reposar un día la película, y el efecto se va multiplicando. Es verdaderamente emocionante, analizado ahora, un día despues de verla, observar el drama de estos personajes, que atinan tan poco en sus desenfocados intentos por rehacer sus vidas. Parte el corazón.
Sin duda, la madurez en el conocimiento del ser humano que demuestra tener este joven director de cine, indica que tiene una sensibilidad notable, o acaso que ha sufrido mucho en su joven vida. Parece que se cumple el tópico, el alma rusa encierra indefectiblemente sufrimiento y poesía, y ello se perpetua a lo largo de los tiempos. Chejov y Balagov, tan lejos y tan cerca.
Quien sepa lo mínimo en historia, se situa fácilmente tras ver el cartel al inicio de la película, "Leningrado. Primer otoño después de la guerra". Lo nazis dejaron morir de hambre y de frío a miles de personas al sitiar y cerrar la ciudad durante más de dos años. El surimiento de aquellas gentes, no puede llegarse ni a imaginar, arribaron a extremos de desesperación que se tradujeron en episodios de crimen y canibalismo y llevaron al ser humano a una degradación absoluta. Sabemos eso desde el principio, pero eso no percutiría por si solo, no basta para ubicarnos emocionalmente. El cine es un lenguaje puntilloso, si no vemos, si no comunicamos, no sentimos. Y de ello es plenamente consicente el director Balagov. Esta película no es una lección de historia, sino de humanidad.
Es la crónica de una cicatrización, de un proceso de cura, no completo, ni mucho menos, porque las secuelas son numerosas y permanentes. Los personajes sangran de vez en cuando, porque sus heridas no han acabado de cicatrizar del todo todavía. Una bonita metáfora que participa de la fiesta cromática que es esta película. Rojo, verde, el blanco de la nieve - que retrotrae al sufrimiento del sitio -, el color carne de los cuerpos desnudos lavándose. Todo conduce a ideas y sensaciones. Los personajes son seres circunspectos, un poco pasmados, lo que debe de quedar de un ser humano cuando el dolor emocional le lleva más allá del grito más fuerte. Son seres terriblemente maltratados que han sobrevivido. Sin embargo, ello no les gratifica, no chulean de ello. Da la sensación de que hubieran preferido haber muerto porque cuesta mucho vivir con tantas cicatrices, pero a la vez, sienten que tras todo lo vivido, tras todo lo sufrido, habiendo sobrevivido, no tienen derecho a renunciar a la vida, están atrapados, obligados a vivir.
Los personajes que vemos son el resultado de lo que han vivido, de lo que han padecido. Masha, por ejemplo, siempre sonríe, porque durante la guerra es su sonrisa lo que la mantiene con vida. Ahora no puede librarse de ella, ni siquiera cuando le pasan cosas horribles. Su relato al final, es tremendo. Eso vale para cualquiera, porque todos tienen un relato tremendo. Y en esa catatonia en la que todos han quedado, congelados en una expresión de falsa alegría o de miedo incontrolable, en el caso de Iya, que la inmoviliza, tratan todos de seguir adelante, de ir más allá, y para ello a algo deben aferrarse. He dejado reposar un día la película, y el efecto se va multiplicando. Es verdaderamente emocionante, analizado ahora, un día despues de verla, observar el drama de estos personajes, que atinan tan poco en sus desenfocados intentos por rehacer sus vidas. Parte el corazón.
Sin duda, la madurez en el conocimiento del ser humano que demuestra tener este joven director de cine, indica que tiene una sensibilidad notable, o acaso que ha sufrido mucho en su joven vida. Parece que se cumple el tópico, el alma rusa encierra indefectiblemente sufrimiento y poesía, y ello se perpetua a lo largo de los tiempos. Chejov y Balagov, tan lejos y tan cerca.
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