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8,1
32.921
7
26 de octubre de 2009
26 de octubre de 2009
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Guerra Fría se intensificaba con la Guerra de Corea, la UE abría los ojos, el comunismo llegaba a China y el vampírico consumismo inflaba la industria estadounidense. Eran tiempos complejos y había que llegar a la gente con ideas sencillas.
Como una fábula para niños, este título de mediados de los cincuenta nos presenta un conglomerado de ideas empaquetadas en una sola bobina de simplista candidez, dicotomías y una inocencia pretendida que hacen al espectador volver a su infancia, a su Edén, para que reinterprete problemas como el fanatismo, las apologías radicales, la pobreza, el sectarismo de la comunidad o la desestructuración de la familia.
En su única película como director, Charles Laughton (y el desacreditado Robert Mitchum) sigue la tradición alemana expresionista moviendo las ruedas de la cámara, las sombras y las luces a antojo de su clara intencionalidad. Poniendo la partitura, Walter Schumann, en plena sintonía jugando con sus leitmotiv que hablan del blanco-negro, del bien-mal, de las flautas-contrabajos, de Lillian Gish-Robert Mitchum. Todo al más puro estilo de los románticos y contemporáneos Korngold (sí, ese sin el que John Williams sería basurero) y Steiner.
Separando lo diegético en lo musical, los dos personajes que son luz y oscuridad (el falso predicador y la “buena samaritana”) combinan con su puesta en escena distintas melodías silbadas y cantadas que, luego de separadas, se unen en el momento climático de la película (Lillian Gish en su hamaca defendiendo a los niños).
El decorado juega un papel cerebral en la coordinación de todos los departamentos; son comunes los planos generales recortados por la luz en figuras poligonales o habitaciones iluminadas de forma que sólo discernimos siluetas de personajes, objetos y ventanas. De hecho, si la cinta deja un testigo visual en el espectador éste correspondería a la silueta en contraluz o a la sombra proyectada de diferentes personajes (también de objetos clave en escenas revulsivas: la escalera del sótano, la ventana y la hamaca en el asedio, la ventana en el granero o el propio granero sobre el cielo). A la vez, reivindico el papel del río en la trama: es donde descansa la barca estropeada del difunto padre, refugia la casa de Uncle Birdie (que en las sesiones de pesca se convierte en el mentor del pequeño Harper), oculta el cadáver de la madre Harper y libera y transporta a los niños como los nuevos “Moisés”.
En definitiva, esta noche de 35 milímetros es un cuento. Un lobo con piel de cordero (en el rebaño de Cristo), una cazadora (la abuela de Caperucita agarró su fusil) y una bala (la del mensaje que nos succiona la carne con un disparo entre ojo y ojo a 25 fotogramas por segundo).
Como una fábula para niños, este título de mediados de los cincuenta nos presenta un conglomerado de ideas empaquetadas en una sola bobina de simplista candidez, dicotomías y una inocencia pretendida que hacen al espectador volver a su infancia, a su Edén, para que reinterprete problemas como el fanatismo, las apologías radicales, la pobreza, el sectarismo de la comunidad o la desestructuración de la familia.
En su única película como director, Charles Laughton (y el desacreditado Robert Mitchum) sigue la tradición alemana expresionista moviendo las ruedas de la cámara, las sombras y las luces a antojo de su clara intencionalidad. Poniendo la partitura, Walter Schumann, en plena sintonía jugando con sus leitmotiv que hablan del blanco-negro, del bien-mal, de las flautas-contrabajos, de Lillian Gish-Robert Mitchum. Todo al más puro estilo de los románticos y contemporáneos Korngold (sí, ese sin el que John Williams sería basurero) y Steiner.
Separando lo diegético en lo musical, los dos personajes que son luz y oscuridad (el falso predicador y la “buena samaritana”) combinan con su puesta en escena distintas melodías silbadas y cantadas que, luego de separadas, se unen en el momento climático de la película (Lillian Gish en su hamaca defendiendo a los niños).
El decorado juega un papel cerebral en la coordinación de todos los departamentos; son comunes los planos generales recortados por la luz en figuras poligonales o habitaciones iluminadas de forma que sólo discernimos siluetas de personajes, objetos y ventanas. De hecho, si la cinta deja un testigo visual en el espectador éste correspondería a la silueta en contraluz o a la sombra proyectada de diferentes personajes (también de objetos clave en escenas revulsivas: la escalera del sótano, la ventana y la hamaca en el asedio, la ventana en el granero o el propio granero sobre el cielo). A la vez, reivindico el papel del río en la trama: es donde descansa la barca estropeada del difunto padre, refugia la casa de Uncle Birdie (que en las sesiones de pesca se convierte en el mentor del pequeño Harper), oculta el cadáver de la madre Harper y libera y transporta a los niños como los nuevos “Moisés”.
En definitiva, esta noche de 35 milímetros es un cuento. Un lobo con piel de cordero (en el rebaño de Cristo), una cazadora (la abuela de Caperucita agarró su fusil) y una bala (la del mensaje que nos succiona la carne con un disparo entre ojo y ojo a 25 fotogramas por segundo).

5,4
25.397
6
21 de enero de 2009
21 de enero de 2009
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La saga “Saw” nació ofreciendo un producto visceral, retorcido y con giros de guión capaces de romperte la mandíbula del impacto. El espectador que pague por ver otra cosa, saldrá muy desengañado. Así, con total honestidad, esta serie de películas aprovecha el filón sacando del horno de cocina rápida la quinta, ¿penúltima?, vuelta de tuerca al ingenio del “jigsaw” redentor.
Y realmente es un producto que no trasciende al entretenimiento, pero es que no pretende otra cosa. Mi intención al asistir a su proyección fue responder a dos preguntas: ¿qué nuevas trampas pueden haber creado estos guionistas relocos? y ¿qué patillazo van a sacarse de la manga para continuar la obra de “jigsaw” con el artífice muerto? Ambas fueron contestadas. La primera con mucha sorpresa (¡siguen subiendo el listón!) y la segunda con indiferencia preconcebida.
En definitiva, “Saw V” se ha convertido en una solución barata, con un público fiel e insaciable, que obligará con la sexta el replanteamiento de una nueva saga hasta su agotamiento.
Y realmente es un producto que no trasciende al entretenimiento, pero es que no pretende otra cosa. Mi intención al asistir a su proyección fue responder a dos preguntas: ¿qué nuevas trampas pueden haber creado estos guionistas relocos? y ¿qué patillazo van a sacarse de la manga para continuar la obra de “jigsaw” con el artífice muerto? Ambas fueron contestadas. La primera con mucha sorpresa (¡siguen subiendo el listón!) y la segunda con indiferencia preconcebida.
En definitiva, “Saw V” se ha convertido en una solución barata, con un público fiel e insaciable, que obligará con la sexta el replanteamiento de una nueva saga hasta su agotamiento.

5,4
18.254
6
30 de agosto de 2006
30 de agosto de 2006
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comenzaré diciendo que tal vez haya visto la serie muy de pequeño, pero en mi cabeza no queda ningún recuerdo. Quizás esto sea una ventaja y no la vea con referentes o prejuicios, o también una desventaja al no tener el placer de localizar posibles guiños, tanto en personajes o en trama.
Aún así, puedo resaltar el impresionante apartado visual residente en las innumerables localizaciones idílicas y la colorista fotografía de Dion Beebe ("Memorias de una Geisha", "Collateral" o "Chicago"). También nombrar el buen rollo que transmiten los temas musicales, normalmente discotequeros o ambient.
En el dúo protagonista prevalece la presencia de Sony (Collin Farrel), que es el que lleva la voz cantante ante la casi pasividad de Rico (Jamie Foxx). Me han encantado los gestos "chulescos" de Collin durante todo el film: "toque de perilla", "mirada seductora", "caminar cowboy", etc.
La trama no es lo más relevante en un film casi más técnico que artístico, en el que el tito Mann (Michael Mann) sigue en esa mágnifica tónica de dinámicos planos y montaje fluido.
Un placer visual.
Aún así, puedo resaltar el impresionante apartado visual residente en las innumerables localizaciones idílicas y la colorista fotografía de Dion Beebe ("Memorias de una Geisha", "Collateral" o "Chicago"). También nombrar el buen rollo que transmiten los temas musicales, normalmente discotequeros o ambient.
En el dúo protagonista prevalece la presencia de Sony (Collin Farrel), que es el que lleva la voz cantante ante la casi pasividad de Rico (Jamie Foxx). Me han encantado los gestos "chulescos" de Collin durante todo el film: "toque de perilla", "mirada seductora", "caminar cowboy", etc.
La trama no es lo más relevante en un film casi más técnico que artístico, en el que el tito Mann (Michael Mann) sigue en esa mágnifica tónica de dinámicos planos y montaje fluido.
Un placer visual.

6,8
29.919
6
17 de octubre de 2016
17 de octubre de 2016
Sé el primero en valorar esta crítica
La peli zómbica del año. Un pelotazo en la cartelera de Corea del Sur.
Train to Busan cuenta el apocalipsis zombi de siempre desde el punto de vista de los pasajeros de un tren de media distancia. Algo así como el remake americano de [REC] 2 pero en un tren en vez de en un avión, vamos.
Yeon Sang-ho hace suyos a los zombis-tsunami de Guerra Mundial Z y se marca una cinta de una técnica impecable, con un maquillaje de altura y el claro objetivo de que el corazón de la película esté en los personajes. Tampoco es que aporte nada nuevo al subgénero de los podridos, pero consigue con efectividad un entretenimiento vertiginoso que satisfará a todos los fans de los comecerebros.
Train to Busan cuenta el apocalipsis zombi de siempre desde el punto de vista de los pasajeros de un tren de media distancia. Algo así como el remake americano de [REC] 2 pero en un tren en vez de en un avión, vamos.
Yeon Sang-ho hace suyos a los zombis-tsunami de Guerra Mundial Z y se marca una cinta de una técnica impecable, con un maquillaje de altura y el claro objetivo de que el corazón de la película esté en los personajes. Tampoco es que aporte nada nuevo al subgénero de los podridos, pero consigue con efectividad un entretenimiento vertiginoso que satisfará a todos los fans de los comecerebros.

3,6
41
5
29 de mayo de 2014
29 de mayo de 2014
Sé el primero en valorar esta crítica
Vendría a ser la perfecta mezcla de “El Caso Bourne” y “Al Diablo con el Diablo”, así de loca es la película.
Fractured mezcla terror y thriller de una forma equilibrada y no sale muy mal parada (bueno, un poco sí). Es un proyecto de bajo presupuesto muy bien resuelto en lo que se refiere a dirección y producción pero con un guión lleno de tópicos y “porquesís” que parte de la manida premisa del “personaje que no recuerda su pasado y va descubriéndolo a través de flashes”.
Un ejemplo de cómo ser imaginativo con pocos recursos.
Fractured mezcla terror y thriller de una forma equilibrada y no sale muy mal parada (bueno, un poco sí). Es un proyecto de bajo presupuesto muy bien resuelto en lo que se refiere a dirección y producción pero con un guión lleno de tópicos y “porquesís” que parte de la manida premisa del “personaje que no recuerda su pasado y va descubriéndolo a través de flashes”.
Un ejemplo de cómo ser imaginativo con pocos recursos.
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