La película va de un juicio, un juez poco sociable y un amor de madurez que parece de adolescente. Pero no profundiza ni en el juicio, ni en la personalidad del juez, ni en la verdadera dimensión del repentino interés amoroso del juez protagonista. Aparentemente. La realidad es que unos muy bien escogidos secundarios, y las anécdotas precisas, nos dan una idea muy cercana, aunque esquemática, de lo que debe ser un juicio con jurado en el mundo real y cotidiano. También nos muestra con eficacia la soledad del juez, y su renacida atracción por la protagonista, que con su atractiva presencia contribuye mucho a hacer interesante el romance. O sea que al final, bien. Solo se le va la mano en el juicio, alargando algunos trámites que en algún momento pueden resultar aburridos, pero es poca cosa.
En resumen, recomendable.

A mitad de la película tuve la sensación de que aunque no sucediese nada, seguiría disfrutándola. Es una película gustosa de ver, reposada a pesar del tema que trata, un plácido espectáculo visual muy bien acompañado por la banda sonora.
Eso no significa que no pase nada, que sí pasa; no hay granizadas de balas ni vuelan coches y camiones por los aires, pero pasan cosas entretenidas.
La historia es complicada de llevar al cine, pero creo que está bien contada, aunque el hecho de haber leído la novela puede que me diese ventaja a la hora de seguir la trama.
Es una película en la que los personajes dicen más con el gesto o con su simple presencia que con las palabras, y casi todos los actores son adecuados y creíbles. Con una excepción. El actor que representa al personaje protagonista, Smailey (no sé si se escribe así), tiene a mi juicio un tipo, una presencia, que no encaja con la personalidad del personaje de de ficción, y eso chirría durante toda la película.
Es la única pega que se ocurre para esta excelente película.

La historia que se cuenta es una fábula demasiado fantástica y amable, demasiado larga, y con un sentimentalismo saturado de tópicos. Y se nos presenta de forma plana, con un mal uso de los tiempos, acelerando los sucesos cuando no se debe, y ralentizándolos cuando tampoco, abusando además de escenas de anuncio televisivo en vísperas de Navidad. Y eso no es capaz de compensarlo ni la campiña francesa, ni la mismísima Helen Mirren.

Con esto no quiero decir que sea esta una peli de las que te sacan de la sala de cine. Si eres una persona aficionada al tema y de buen conformar, la peli, aunque puede que te resulte un poco tontorrona y a ratos reiterativa, tiene a Helen Mirren y ofrece suficiente surtido de imágenes bonitas, como para hacerte pasar el rato.

Los orientales son maestros en contar historias sencillas recreándose en las imágenes, y ahorrando conversaciones y palabrería. Esta película es una digna alumna occidental. Le va bien el blanco y negro porque es como un viejo álbum de fotos familiar en el que echamos un vistazo a un ya antiguo pasado, aunque no muy lejano en el tiempo.
La historia es emotiva y evocadora, y mantiene el interés de principio a fin, gracias a la personalidad de las dos actrices protagonistas, y a la magnífica ambientación y fotografía. Trata del encuentro con las raíces familiares y religiosas, y del deseo de huida, de encontrar un lugar seguro en el que descansar, común a las dos mujeres protagonistas.
Muy recomendable. Mejor en cine.

No soy un incondicional de Woody Allen. Algunas de sus películas me han gustado mucho, pero otras no, y unas pocas me han parecido francamente malas. Esta, con el bodrio de "Viky, Cristina, Barcelona" en la memoria y a la vista de algunas malas críticas, me daba mala espina. Pero no ha sido así, me ha gustado, para mí es de las buenas.
No tiene la chispa ni la sucesión continuada de brillantes chistes, de sus mejores películas, pero en cambio bajo una capa de superficialidad, muestra un humor más maduro y sutil. Hasta Penélope Cruz está fenomenal en su papel de prostituta, y Roberto Benigni consigue controlar para bien su histrionismo.