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3,2
5.824
4
17 de septiembre de 2007
17 de septiembre de 2007
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que hay que ver. Esto es una frikada de tomo y lomo, pero lo cierto es que me esperaba algo peor. Y sí, es regulera regulera, pero no es el bodrio que a todos les ha dado por ver. Es un desfile de modelos con un estética kistch donde la peña se da mamporros y enseña muslamen. Nada más. Y tiene sus clásicas dosis de vergüenza ajena, por supuesto. Lo bueno es que, entre su aire setentero, fanfarrón y juerguista y que no se toma muy en serio a sí mismo, la cosa puede pasar por una mera tontería que no hace daño a nadie.
La película, que ni llega a divertir ni a aburrir del todo, tiene un evidente cometido universal que parece cumplido: el onanismo. Sí señor. Aquí los tíos tenemos varias razones para dar un banquete a nuestros ojos y tener la excusa para hacernos una pajilla cinéfila sin la más mínima pretensión.
La verdad es que Corey Yuen sabe sacar buenos planos de las muchachas, aunque de buen cine sepa poco.
No lo dudéis: DOA es una chorrada masculina total y absolutamente prescindible, pero que logra estar unos puntos por encima del horror más vomitivo, claramente representado en otros títulos mucho peores que este producto freak, ligerísimo y sexy.
La película, que ni llega a divertir ni a aburrir del todo, tiene un evidente cometido universal que parece cumplido: el onanismo. Sí señor. Aquí los tíos tenemos varias razones para dar un banquete a nuestros ojos y tener la excusa para hacernos una pajilla cinéfila sin la más mínima pretensión.
La verdad es que Corey Yuen sabe sacar buenos planos de las muchachas, aunque de buen cine sepa poco.
No lo dudéis: DOA es una chorrada masculina total y absolutamente prescindible, pero que logra estar unos puntos por encima del horror más vomitivo, claramente representado en otros títulos mucho peores que este producto freak, ligerísimo y sexy.
8 de agosto de 2014
8 de agosto de 2014
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Bay, con la estimable excepción de 'Dolor y dinero' (2013), lleva entregado a la causa robótica-alienígena desde el año 2007, cuando su notable 'Transformers' llegó a nuestras pantallas para ofrecernos un espectáculo mayúsculo y desbordante condenado a aglutinar tantos fans como detractores. La razón para tan radical división de opiniones se encuentra en su sentido del exceso, capaz tanto de fascinar y provocar el fenómeno de los ojos-como-platos como de hacer estallar las retinas y los tímpanos del espectador que no comulgue con su desmesurada propuesta. No fueron pocos los que consideraron aquella película como la mejor de su director, sino que incluso para el que esto escribe confirmaba a un autor del blockbuster con un estilo propio altamente marcado. Sí, han leído bien: Bay es, para bien o para mal, un autor, ultra-comercial y millonario, sí, pero sin que eso sea óbice para establecer un discurso autoral, al menos en el plano estilístico, que logra sublimar la tontería para convertirla en un activo más de la saga. Ese desenfreno megalómano y destructor se vio incrementado en dos secuelas que, aunque inferiores, aún poseían las virtudes que permitían al espectador ser benévolo con los tics menos agraciados de Michael Bay. Pese a todo, en 'Transformers: El lado oscuro de la luna' (2011) comenzaba a vislumbrarse una cierta reiteración, casi insensata, de unas maneras y formas que ya no contaban con el factor sorpresa y que se atropellaban las unas a las otras, rebajando las aspiraciones lúdicas de una saga que comenzaba a dar un ligera sensación de fatiga al aficionado (el opositor ya se había pegado un tiro, directamente).
En 'Transformers: La era de la extinción' (2014), reboot y secuela al mismo tiempo que nos sitúa años después de lo acontecido en la tercera entrega y donde los Autobots son perseguidos al igual que los Decepticons por considerarse una amenaza para el ser humano, todo lo que era estilo, humor y espectacularidad ha sido sustituido por redundancia, desmesura y risibilidad. Donde antes estaba el carismático Shia LaBeouf ahora tenemos a Mark Wahlberg haciendo de Mark Wahlberg una vez más, y del sano cachondeo que desprendía el siempre acertado John Turturro se ha pasado a un Stanley Tucci brioso pero desubicado. El resto del reparto no son más que figuras recortadas en el atardecer, cuando se pone intensa, o meras presencias accesorias de una trama demasiado abultada, testigos del apocalipsis con tanta incertidumbre como el propio espectador. Curiosamente, en una triste paradoja, es la película con mayor peso del llamémoslo factor humano de cuantas ha hecho Bay para la saga, y sin embargo es la primera en la que el destino de los personajes resulta irrelevante. Es tal la lujuria por el espectáculo y la destrucción que ha esclavizado todo lo que le rodea, convirtiendo a la cinta en la hipérbole de la hipérbole de la hipérbole, donde el desmedido amor (de bakala) de Bay por su criatura le ha cegado, impidiéndole ver sus defectos o saber cuándo parar la máquina, una sombra de sí misma rendida al paroxismo más primitivo. Cada nueva cinta de 'Transformers' ha ido aumentando su duración y rebajando su carisma, pero con la cuarta se ha alcanzado finalmente ese estatus de producto para masas que lejos de innovar y alcanzar nuevas cotas en su propio universo, se conforma con dar gato por liebre al fan, algo inédito en la saga.
Casi todo son malas noticias. No funciona el humor, tan presente en las primeras películas y que alcanzaba, al menos en la secuencia del jardín del primer film, la gloria. Sus ralentís, más que marca de estilo, son marca industrial, como si existieran por cubrir un obligado cupo visual. Sus momentos serios, incluso forzados en anteriores cintas, son ya pura comicidad involuntaria. Los efectos especiales no provocan el asombro que sí desencajaba mandíbulas en 2007, y ahora son más bien un déjà vu. Sólo hay puntuales notas de la (sana) locura que se le pide a un proyecto como éste, y no se dan hasta el tramo final, con imágenes tan poderosas como los robots prehistóricos cabalgando hacia la batalla. Pero es muy tarde. El espectador ya está cansado y hastiado, aburrido por el simple aturdimiento que se presume fuente inagotable de estímulos y que, lamentablemente, ya no despiertan empatía o emoción alguna, vaciados como están de auténtico sentido de la épica y reducidos a simple rutina. Al menos como entretenimiento descerebrado de verano, y sólo para el creyente, obtiene la etiqueta de pasable.
Con la apertura de la cinta, uno podría esperar un mirada nostálgica, más cercana y humana, casi metacinematográfica, al mundo 'Transformers'. De todas esas esperanzas vanas e infundadas se puede decir que sí provoca una profunda nostalgia… al rememorar una primera trilogía que funcionaba muy bien en sus propios términos de exceso, destrucción y tontería inteligente.
http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-transformers-la-era-de-la-extincion-el-camino-del-exceso/
En 'Transformers: La era de la extinción' (2014), reboot y secuela al mismo tiempo que nos sitúa años después de lo acontecido en la tercera entrega y donde los Autobots son perseguidos al igual que los Decepticons por considerarse una amenaza para el ser humano, todo lo que era estilo, humor y espectacularidad ha sido sustituido por redundancia, desmesura y risibilidad. Donde antes estaba el carismático Shia LaBeouf ahora tenemos a Mark Wahlberg haciendo de Mark Wahlberg una vez más, y del sano cachondeo que desprendía el siempre acertado John Turturro se ha pasado a un Stanley Tucci brioso pero desubicado. El resto del reparto no son más que figuras recortadas en el atardecer, cuando se pone intensa, o meras presencias accesorias de una trama demasiado abultada, testigos del apocalipsis con tanta incertidumbre como el propio espectador. Curiosamente, en una triste paradoja, es la película con mayor peso del llamémoslo factor humano de cuantas ha hecho Bay para la saga, y sin embargo es la primera en la que el destino de los personajes resulta irrelevante. Es tal la lujuria por el espectáculo y la destrucción que ha esclavizado todo lo que le rodea, convirtiendo a la cinta en la hipérbole de la hipérbole de la hipérbole, donde el desmedido amor (de bakala) de Bay por su criatura le ha cegado, impidiéndole ver sus defectos o saber cuándo parar la máquina, una sombra de sí misma rendida al paroxismo más primitivo. Cada nueva cinta de 'Transformers' ha ido aumentando su duración y rebajando su carisma, pero con la cuarta se ha alcanzado finalmente ese estatus de producto para masas que lejos de innovar y alcanzar nuevas cotas en su propio universo, se conforma con dar gato por liebre al fan, algo inédito en la saga.
Casi todo son malas noticias. No funciona el humor, tan presente en las primeras películas y que alcanzaba, al menos en la secuencia del jardín del primer film, la gloria. Sus ralentís, más que marca de estilo, son marca industrial, como si existieran por cubrir un obligado cupo visual. Sus momentos serios, incluso forzados en anteriores cintas, son ya pura comicidad involuntaria. Los efectos especiales no provocan el asombro que sí desencajaba mandíbulas en 2007, y ahora son más bien un déjà vu. Sólo hay puntuales notas de la (sana) locura que se le pide a un proyecto como éste, y no se dan hasta el tramo final, con imágenes tan poderosas como los robots prehistóricos cabalgando hacia la batalla. Pero es muy tarde. El espectador ya está cansado y hastiado, aburrido por el simple aturdimiento que se presume fuente inagotable de estímulos y que, lamentablemente, ya no despiertan empatía o emoción alguna, vaciados como están de auténtico sentido de la épica y reducidos a simple rutina. Al menos como entretenimiento descerebrado de verano, y sólo para el creyente, obtiene la etiqueta de pasable.
Con la apertura de la cinta, uno podría esperar un mirada nostálgica, más cercana y humana, casi metacinematográfica, al mundo 'Transformers'. De todas esas esperanzas vanas e infundadas se puede decir que sí provoca una profunda nostalgia… al rememorar una primera trilogía que funcionaba muy bien en sus propios términos de exceso, destrucción y tontería inteligente.
http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-transformers-la-era-de-la-extincion-el-camino-del-exceso/

6,6
4.774
5
12 de febrero de 2015
12 de febrero de 2015
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Timbuktu' (2014), de una cinematografía tan exótica y desconocida como es la mauritana, se abre con la imagen de unas figuras de artesanía local colocadas sobre la arena del desierto, sirviendo como blanco para las pruebas de tiro de un puñado de hombres armados. Esta secuencia sirve como perfecta síntesis de lo que vendría a decirnos Abderrahmane Sissako con su película, donde la fuerza (armada) de unos pocos erosiona poco a poco las vidas de quienes antes vivían en relativa paz, armonía y equilibrio. Al igual que las figuras, las gentes de la región de Tombuctú conviven penosamente con la mutilación de sus libertades, de sus formas de vida, expresión y evasión, en definitiva, con un mundo en creciente oscuridad por culpa de aquellos que se autoproclaman gobernantes apoyados en una ley divina y suprema inventada, haciéndose adalides de una verdad absoluta que no es tal, definiendo el Islam como guerra, cuando significa Amor. No parece casualidad que, en el contexto de un mundo (occidental y, también, oriental, no lo olvidemos) bajo la constante amenaza del yihadismo y tras la tragedia de Charlie Hebdo como punto de inflexión, esta película haya sido nominada al Oscar a la mejor película extranjera por delante de 'Fuerza mayor' (2014), a priori más favorita. Parece un grito, una llamada tanto a la denuncia inclemente contra la intolerancia y el terrorismo como, a su vez, un retrato a favor de la religión musulmana que tan mala fama está adquiriendo en el presente. Es prioridad de este film el diferenciar claramente yihadista de musulmán, que tanta gente y, lo que es peor, tantos medios confunden y tratan, manipuladora y falsamente, como un mismo ser.
Sissako ha confeccionado con suma sencillez y humildad una historia central a la que se suman otras narraciones que, demasiado a menudo, asaltan la narración sin un orden cierto, algo caprichosamente y de manera abrupta y nada cadenciosa. Es, quizá, la sensación de que más que una película de tono uniforme y narración pausada nos encontramos ante una suma de escenas inconexas que acaso aciertan a vislumbrar un retrato sutil y nada estridente sobre el miedo y la opresión extremista (religiosa o no), pero nunca a conformar un relato unitario sólido y carismático. La fuerza y decisión de los primeros compases da pie a un desarrollo entre moroso y levemente taciturno que no ayuda a introducirse en la historia, sino que mantiene al espectador en una lucha interna que le empuja a entrar y salir de la película con fatigosa intermitencia. Son loables las intenciones, y la fuerza de algunos momentos (el guía espiritual hablando del Islam frente al líder yihadista o esa mujer arrancándose en la noche a cantar con una voz que hipnotiza) eleva el conjunto puntualmente hacia lo sobresaliente, pero este cronista opina que no le habría venido mal un mayor control tonal y narrativo, que en sus peores momentos parece desbocado, precipitando acontecimientos que exigían otro tratamiento. Tampoco ayuda, y esto es un gancho de izquierdas directo a la mandíbula de productores y distribuidoras, que las sinopsis de la película sean un spoiler descarado, descubriendo hechos que suceden en el último tercio del metraje. Algo lamentable que priva al espectador del efecto sorpresa, sencillamente intolerable, que entra a la sala sabiéndose (casi) toda la trama.
Para concluir, a modo de reflexión final surgida a raíz del visionado de 'Timbuktu' (quizá la peor de las nominadas), que nadie olvide que la yihad, primero, asesina y mutila la libertad de los musulmanes. Por si los xenófobos e individuos de semejante calaña aprovechan la coyuntura para desatar su ignorante beligerancia y sembrar el odio hacia el otro, cuando es éste la primera víctima. Sin duda, una película mejorable, pero coyunturalmente necesaria.
www.asgeeks.es/movies/critica-de-timbuktu-guerra-a-la-vida/
Sissako ha confeccionado con suma sencillez y humildad una historia central a la que se suman otras narraciones que, demasiado a menudo, asaltan la narración sin un orden cierto, algo caprichosamente y de manera abrupta y nada cadenciosa. Es, quizá, la sensación de que más que una película de tono uniforme y narración pausada nos encontramos ante una suma de escenas inconexas que acaso aciertan a vislumbrar un retrato sutil y nada estridente sobre el miedo y la opresión extremista (religiosa o no), pero nunca a conformar un relato unitario sólido y carismático. La fuerza y decisión de los primeros compases da pie a un desarrollo entre moroso y levemente taciturno que no ayuda a introducirse en la historia, sino que mantiene al espectador en una lucha interna que le empuja a entrar y salir de la película con fatigosa intermitencia. Son loables las intenciones, y la fuerza de algunos momentos (el guía espiritual hablando del Islam frente al líder yihadista o esa mujer arrancándose en la noche a cantar con una voz que hipnotiza) eleva el conjunto puntualmente hacia lo sobresaliente, pero este cronista opina que no le habría venido mal un mayor control tonal y narrativo, que en sus peores momentos parece desbocado, precipitando acontecimientos que exigían otro tratamiento. Tampoco ayuda, y esto es un gancho de izquierdas directo a la mandíbula de productores y distribuidoras, que las sinopsis de la película sean un spoiler descarado, descubriendo hechos que suceden en el último tercio del metraje. Algo lamentable que priva al espectador del efecto sorpresa, sencillamente intolerable, que entra a la sala sabiéndose (casi) toda la trama.
Para concluir, a modo de reflexión final surgida a raíz del visionado de 'Timbuktu' (quizá la peor de las nominadas), que nadie olvide que la yihad, primero, asesina y mutila la libertad de los musulmanes. Por si los xenófobos e individuos de semejante calaña aprovechan la coyuntura para desatar su ignorante beligerancia y sembrar el odio hacia el otro, cuando es éste la primera víctima. Sin duda, una película mejorable, pero coyunturalmente necesaria.
www.asgeeks.es/movies/critica-de-timbuktu-guerra-a-la-vida/

6,3
27.925
7
28 de diciembre de 2008
28 de diciembre de 2008
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Una terapia peligrosa' es una comedia mafiosa inteligente y divertida, bastante original y sabiamente sustentada bajo un cómico de la talla de Billy Cristal, bien acompañado por De Niro.
La película no descubre un mundo nuevo, no resulta un título memorable pese a algunos gags antológicos (como el de los tiburones o la genial parodia de 'El padrino'), pero es imposible negar su ingenio y la agilidad de sus brillantes diálogos, su intermitente pero siempre descacharrante hilaridad y su simpática falta de pretensiones.
La química entre la pareja protagonista es espléndida y a ella hay que agradecer buena parte del mérito de la película, la cual supone una curiosa, ligera y bien tejida mezcla de géneros (comedia y cine de mafias) que desemboca en un film muy gracioso, tremendamente inspirado en muchos momentos y con algunos diálogos sencillamente geniales, poblado de momentos divertidos y ocurrentes.
Cierto es que la brillantez de la primera hora y cuarto queda levemente ensombrecida por una parte final más convencional y apresurada y menos entretenida, y que la vertiente dramática no está bien explotada, pero lo mismo da que da lo mismo, porque al final uno acaba con la sonrisa en la cara, y eso sólo lo consiguen, como mínimo, las buenas comedias.
Harold Ramis, eres bueno... eres bueno, sí, muy bueno.
"¿Qué? ¿Pero qué cojones...? ¿Está diciendo que me quiero follar a mi madre?"
La película no descubre un mundo nuevo, no resulta un título memorable pese a algunos gags antológicos (como el de los tiburones o la genial parodia de 'El padrino'), pero es imposible negar su ingenio y la agilidad de sus brillantes diálogos, su intermitente pero siempre descacharrante hilaridad y su simpática falta de pretensiones.
La química entre la pareja protagonista es espléndida y a ella hay que agradecer buena parte del mérito de la película, la cual supone una curiosa, ligera y bien tejida mezcla de géneros (comedia y cine de mafias) que desemboca en un film muy gracioso, tremendamente inspirado en muchos momentos y con algunos diálogos sencillamente geniales, poblado de momentos divertidos y ocurrentes.
Cierto es que la brillantez de la primera hora y cuarto queda levemente ensombrecida por una parte final más convencional y apresurada y menos entretenida, y que la vertiente dramática no está bien explotada, pero lo mismo da que da lo mismo, porque al final uno acaba con la sonrisa en la cara, y eso sólo lo consiguen, como mínimo, las buenas comedias.
Harold Ramis, eres bueno... eres bueno, sí, muy bueno.
"¿Qué? ¿Pero qué cojones...? ¿Está diciendo que me quiero follar a mi madre?"

6,2
24.184
8
14 de diciembre de 2008
14 de diciembre de 2008
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Bolt' juega a ser una suerte de Don Quijote de la Mancha (en forma de rayo -como Potter, pero de quita y pon y sin magia-) que vive una mentira; una mentira en forma de show televisivo (como ya ocurría en la joya de Peter Weir) que él mismo protagoniza como un superhéroe canino.
Virtuoso artefacto animado de impresionante acabado visual, brilla por su sencillez y se convierte en una película más ingeniosa que divertida pero inusualmente emotiva. Y es que sus personajes sienten, sufren, se apenan y son felices. Y con ellos, el ánimo del espectador se siente conmovido.
La película de Williams y Howard no es un gran film y, de hecho, podría achacársele ciertas pérdidas de ritmo. No obstante, su didactismo no resulta molesto ni simplón, sino todo lo contrario, consigue emocionar con buenas dosis de ternura en torno a unos personajes heridos (la niña, el perro y la gata), tiene estupendas y tronchantes caracterizaciones (las sucesivas palomas) y resulta una entretenimiento ligero y agradable.
Y así pues, Bolt descubre que no es un superhéroe, pero es que realmente no se necesitan superpoderes para ser un héroe. Y Bolt es un héroe, al igual que sus simpáticos acompañantes (el hamster es un cachondo mental, una especie de Sancho Panza con más pelo y aún menos cerebro, pero de grandísimo corazón), y conquista al público apenas sin esfuerzo.
Un título a tener en cuenta (dentro de sus limitaciones), bueno, bonito, sencillo y ameno.
"- Hay un guardia.
- Voy a partirle el cuello."
Virtuoso artefacto animado de impresionante acabado visual, brilla por su sencillez y se convierte en una película más ingeniosa que divertida pero inusualmente emotiva. Y es que sus personajes sienten, sufren, se apenan y son felices. Y con ellos, el ánimo del espectador se siente conmovido.
La película de Williams y Howard no es un gran film y, de hecho, podría achacársele ciertas pérdidas de ritmo. No obstante, su didactismo no resulta molesto ni simplón, sino todo lo contrario, consigue emocionar con buenas dosis de ternura en torno a unos personajes heridos (la niña, el perro y la gata), tiene estupendas y tronchantes caracterizaciones (las sucesivas palomas) y resulta una entretenimiento ligero y agradable.
Y así pues, Bolt descubre que no es un superhéroe, pero es que realmente no se necesitan superpoderes para ser un héroe. Y Bolt es un héroe, al igual que sus simpáticos acompañantes (el hamster es un cachondo mental, una especie de Sancho Panza con más pelo y aún menos cerebro, pero de grandísimo corazón), y conquista al público apenas sin esfuerzo.
Un título a tener en cuenta (dentro de sus limitaciones), bueno, bonito, sencillo y ameno.
"- Hay un guardia.
- Voy a partirle el cuello."
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