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6,5
9.921
7
30 de junio de 2010
30 de junio de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ironía y el humor impregnan un largometraje dedicado a contar el meollo de la política que nunca se ve en los telediarios. Con la estética visual de la serie televisiva "The Office" logra la adecuada sensación de realismo para mostrarnos una serie de situaciones que de tener su origen en la realidad dan miedo, por dar que pensar en qué manos descansa la política internacional.
Como en toda película británica que se precie, las actuaciones son de recibo. Entre el reparto coral encontramos a nombres conocidos del cine de las islas como Tom Hollander ("Piratas del Caribe"), Gina McKee ("Wonderland") o Steve Coogan ("24 hour party people"), además de otros interesantes actores yanquis como James Gandolfini ("Los Soprano") o Anna Chlumsky ("Mi chica").
Pero sin duda quien se lleva la palma es el italoescocés Peter Capaldi (estrecho colaborador del realizador), que encarna a Malcolm Tucker, responsable de prensa del gobierno inglés. Capaldi sabe dar vida a un personaje sanguijuelesco que es una auténtica rata de alcantarilla. Un tipo que vendería su alma con tal de medrar y al que darías encantado una buena paliza.
De este modo, se pasa un buen rato con "In the loop", un filme que destaca por su tratamiento satírico-burlesco de la política (dando en el clavo muchas veces, eso es lo inquietante), aunque quizá le sobra gustarse a si misma más de la cuenta en alguna que otra ocasión y con algún personaje que podría haber sido más desarrollado sin haberse quedado en el mero chiste.
Una de las cosas que más curiosidad me despertó fue ver de nuevo a Anna Chlumsky, que tras el éxito de "Mi chica" y casi una década alejada de los platós, ha vuelto recientemente a ponerse delante de las cámaras con buenos resultados. Parece ser que ha sabido encauzar mejor su vida que su compañero de reparto en aquella película. Veremos qué tal le va.
Como en toda película británica que se precie, las actuaciones son de recibo. Entre el reparto coral encontramos a nombres conocidos del cine de las islas como Tom Hollander ("Piratas del Caribe"), Gina McKee ("Wonderland") o Steve Coogan ("24 hour party people"), además de otros interesantes actores yanquis como James Gandolfini ("Los Soprano") o Anna Chlumsky ("Mi chica").
Pero sin duda quien se lleva la palma es el italoescocés Peter Capaldi (estrecho colaborador del realizador), que encarna a Malcolm Tucker, responsable de prensa del gobierno inglés. Capaldi sabe dar vida a un personaje sanguijuelesco que es una auténtica rata de alcantarilla. Un tipo que vendería su alma con tal de medrar y al que darías encantado una buena paliza.
De este modo, se pasa un buen rato con "In the loop", un filme que destaca por su tratamiento satírico-burlesco de la política (dando en el clavo muchas veces, eso es lo inquietante), aunque quizá le sobra gustarse a si misma más de la cuenta en alguna que otra ocasión y con algún personaje que podría haber sido más desarrollado sin haberse quedado en el mero chiste.
Una de las cosas que más curiosidad me despertó fue ver de nuevo a Anna Chlumsky, que tras el éxito de "Mi chica" y casi una década alejada de los platós, ha vuelto recientemente a ponerse delante de las cámaras con buenos resultados. Parece ser que ha sabido encauzar mejor su vida que su compañero de reparto en aquella película. Veremos qué tal le va.

4,3
2.083
5
8 de junio de 2015
8 de junio de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces las apariencias determinan por nosotros y nos encasillan de cara a la gente antes de que podamos llegar a abrir la boca. De manera que los físicos agraciados entran mejor por el ojo que los anodinos y los que tienen aspecto de gozar de gran simpatía se ganan el afecto de forma tan inconsciente como inmediata, más allá de que lo que realmente sean luego pueda poner en duda esas convicciones que nos entran por los sentidos. El mundo del cine no se libra de estos arbitrios aparentes y la belleza en actores y actrices les convierte en galanes de la pantalla, mientras los físicos menos estandarizados se escoran a papeles de más carácter. De este modo, tenemos a intérpretes que no han sido tomados en serio hasta que no han afeado sus rasgos para algún papel y otros que siempre han sido los villanos y que han despertado sospechas incluso cuando han hecho papeles de tipos íntegros. El estadounidense Vince Vaughn, con sus casi dos metros de estatura y su mirada ojerosa parece tener el físico indicado para convertirse en el malo de las películas en las que participa, cosa que hizo en los inicios de su carrera, con roles turbios en ‘Regreso al paraíso’ o ‘Falsa identidad’ y dando vida a Norman Bates en el fallido remake de ‘Psicosis’ que firmó Gus Van Sant. Sin embargo, el actor ya había dejado patente su talento para el humor en ‘Swingers’ y decidió centrarse en papeles más cómicos, incluso cuando le tocó ser el malo de la función (‘Starsky & Hutch’). En los últimos años le hemos visto sonreír en ‘Cuestión de pelotas’, ‘De boda en boda’, ‘Sr. y Sra. Smith’, ‘Todo incluido’ o ‘Los becarios’, perfeccionando el arquetipo de canalla simpático que ha acabado haciendo suyo. Y en ese registro se mueve su participación en ‘Negocios con resaca’.
El canadiense Ken Scott que ya colaboró con Vaughn en ‘¡Menudo fenómeno!’ dirige un guión de Steve Conrad (autor de libretos como ‘El hombre del tiempo’, ‘En busca de la felicidad’ o ‘La vida secreta de Walter Mitty’) sobre la peripecia de tres curiosos hombres de negocios en busca de un acuerdo que mejore sus mediocres existencias. Vaughn es el líder de los tres, un hombre que pasa muy poco tiempo en su casa y que en sus charlas a través de Internet con la familia finge que el programa se ha quedado congelado cuando las discusiones difíciles amenazan con aparecer. Sus dos subalternos son un tipo de edad madura obsesionado con divorciarse de su mujer para vivir las aventuras sexuales de las que se ha privado por querer mantener la fidelidad y un joven de escasas luces que aguanta las condiciones leoninas de su trabajo porque no tiene mejor sitio donde ir.
Este planteamiento, que podría dar lugar a un drama, es el origen de una comedia al estilo de las que produce Hollywood, con un trío de perdedores que tratan de arreglar sus problemas mientras se ven metidos en una sucesión de enredos disparatados. Todo ello trufado con chistes sobre el arte moderno o los activismos políticos, en un viaje a Alemania en el que los tres protagonistas acabarán en saunas y clubes de alterne gays, repitiendo por enésima vez el tópico de que los europeos somos más abiertos en temas sexuales. Un desfile de lugares comunes que no pierde de vista los habituales golpes sentimentales para darles una redención a los pobres pardillos y para hacernos creer que estamos viendo algo más profundo que una simple sucesión de gags. Y sin embargo, la mezcla funciona para hacer pasar un rato entretenido y en ocasiones divertido a lo largo de su escasa hora y media de metraje.
Vince Vaughn se siente cómodo en su arquetipo de tío pícaro de buen corazón que ha ido repitiendo en la mayoría de sus intervenciones de los últimos años y aquí lo interpreta una vez más con su habitual carisma. Le secundan con acierto los británicos Nick Frost (aquí sin Simon Pegg, con el que ha formado tándem en tantas comedias) y Tom Wilkinson, uno de esos actores bregados en papeles cómicos y dramáticos en producciones a ambos lados del océano y que dignifica siempre su personaje por nimio que parezca. Tampoco me quiero olvidar de Dave Franco, (hermano de James Franco) al que hemos visto en ‘Ahora me ves…’ y ‘Malditos vecinos’ y que parece haber heredado el talento fraternal para la payasada. Todos ellos son conscientes de la película que están haciendo y cumplen en la medida en que la trama lo exige, algo que no se puede decir de unos fugaces James Marsden y Sienna Miller, que son los malos de la cinta y que en lo poco que aparecen parecen estar preguntándose qué hacen ellos ahí.
Si nos dejamos llevar por las apariencias, el título de ‘Negocios con resaca‘ (traducción libre del original “Unfinished business“, es decir, “Negocios sin finalizar”) puede hacernos pensar que sus protagonistas viven el desfase de los de ‘Resacón en Las Vegas’, cuando lo cierto es que en el resultado final impera la sobriedad sobre el exceso. La película no aporta nada nuevo al panorama de la comedia actual, aunque tampoco lo pretende, convirtiéndose en un vehículo para aquellos que busquen algo inofensivo para pasar el rato, fácil de ver y olvidar. Quizá sea por eso que Vince Vaughn se ha apuntado a la segunda temporada de ‘True Detective’, para desengrasar la faceta turbia en caso de que la cómica acabe haciéndole caer en la complacencia y la indiferencia general. Veremos si es el inicio de una etapa diferente o una excepción a la regla de hacer reír.
El canadiense Ken Scott que ya colaboró con Vaughn en ‘¡Menudo fenómeno!’ dirige un guión de Steve Conrad (autor de libretos como ‘El hombre del tiempo’, ‘En busca de la felicidad’ o ‘La vida secreta de Walter Mitty’) sobre la peripecia de tres curiosos hombres de negocios en busca de un acuerdo que mejore sus mediocres existencias. Vaughn es el líder de los tres, un hombre que pasa muy poco tiempo en su casa y que en sus charlas a través de Internet con la familia finge que el programa se ha quedado congelado cuando las discusiones difíciles amenazan con aparecer. Sus dos subalternos son un tipo de edad madura obsesionado con divorciarse de su mujer para vivir las aventuras sexuales de las que se ha privado por querer mantener la fidelidad y un joven de escasas luces que aguanta las condiciones leoninas de su trabajo porque no tiene mejor sitio donde ir.
Este planteamiento, que podría dar lugar a un drama, es el origen de una comedia al estilo de las que produce Hollywood, con un trío de perdedores que tratan de arreglar sus problemas mientras se ven metidos en una sucesión de enredos disparatados. Todo ello trufado con chistes sobre el arte moderno o los activismos políticos, en un viaje a Alemania en el que los tres protagonistas acabarán en saunas y clubes de alterne gays, repitiendo por enésima vez el tópico de que los europeos somos más abiertos en temas sexuales. Un desfile de lugares comunes que no pierde de vista los habituales golpes sentimentales para darles una redención a los pobres pardillos y para hacernos creer que estamos viendo algo más profundo que una simple sucesión de gags. Y sin embargo, la mezcla funciona para hacer pasar un rato entretenido y en ocasiones divertido a lo largo de su escasa hora y media de metraje.
Vince Vaughn se siente cómodo en su arquetipo de tío pícaro de buen corazón que ha ido repitiendo en la mayoría de sus intervenciones de los últimos años y aquí lo interpreta una vez más con su habitual carisma. Le secundan con acierto los británicos Nick Frost (aquí sin Simon Pegg, con el que ha formado tándem en tantas comedias) y Tom Wilkinson, uno de esos actores bregados en papeles cómicos y dramáticos en producciones a ambos lados del océano y que dignifica siempre su personaje por nimio que parezca. Tampoco me quiero olvidar de Dave Franco, (hermano de James Franco) al que hemos visto en ‘Ahora me ves…’ y ‘Malditos vecinos’ y que parece haber heredado el talento fraternal para la payasada. Todos ellos son conscientes de la película que están haciendo y cumplen en la medida en que la trama lo exige, algo que no se puede decir de unos fugaces James Marsden y Sienna Miller, que son los malos de la cinta y que en lo poco que aparecen parecen estar preguntándose qué hacen ellos ahí.
Si nos dejamos llevar por las apariencias, el título de ‘Negocios con resaca‘ (traducción libre del original “Unfinished business“, es decir, “Negocios sin finalizar”) puede hacernos pensar que sus protagonistas viven el desfase de los de ‘Resacón en Las Vegas’, cuando lo cierto es que en el resultado final impera la sobriedad sobre el exceso. La película no aporta nada nuevo al panorama de la comedia actual, aunque tampoco lo pretende, convirtiéndose en un vehículo para aquellos que busquen algo inofensivo para pasar el rato, fácil de ver y olvidar. Quizá sea por eso que Vince Vaughn se ha apuntado a la segunda temporada de ‘True Detective’, para desengrasar la faceta turbia en caso de que la cómica acabe haciéndole caer en la complacencia y la indiferencia general. Veremos si es el inicio de una etapa diferente o una excepción a la regla de hacer reír.

7,4
38.926
8
28 de diciembre de 2013
28 de diciembre de 2013
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo una época, a finales de la Segunda Guerra Mundial, en la que surgieron en Italia una serie de directores que pusieron a ese país en la cima del séptimo arte, unos directores que ya son clásicos (Fellini, Visconti, Rossellini, Vittorio de Sica, Monicelli y un poco más tarde Bertolucci, Leone, Scola y Pasolini) y que forman parte de la memoria de cualquier cinéfilo, nombres que les son conocidos a cualquiera que haya leído un poco de cine. Cada uno con su particular modo de ver las cosas dejaron impronta de la Italia de su tiempo y también introdujeron nuevos códigos y nuevos lenguajes, a medio camino entre el cine clásico y el moderno. En los últimos tiempos esa pujanza ha ido desapareciendo y el cine italiano de hoy día es en su mayoría comedias de poco fuste y cine que no pasará a la historia, aunque con algunas excepciones interesantes. Paolo Sorrentino es una de esas felices excepciones, autor de películas que critican el sistema político de su país en "El divo", que ya ha hecho sus pinitos en Estados Unidos con "Un lugar donde quedarse" y que ahora hace una especie de homenaje a esos clásicos que acabo de comentar en "La gran belleza", especialmente a Fellini y "La dolce vita".
A través de la figura de un veterano periodista, que podría ser el Mastroianni de "La dolce vita", con algunos años y algunas decepciones más a la espalda, Sorrentino hace un fresco sobre la alta sociedad de Roma y su vida tan despreocupada como vacía. Un mundo en el que nadie le importa a nadie y cada uno va en busca de su disfrute personal, a la caza del siguiente juguete con el que entretenerse un rato antes de pasar a otro. Un mundo del que ha sido participante Jep Gambardella, aunque la muerte de un amor de juventud le hace replantearse qué es lo que ha hecho con su vida y por ello no podrá evitar la melancolía de pensar en lo diferentes que podrían haber sido las cosas. O quizá no, porque Gambardella es uno de esos personajes vacíos y hedonistas que solo usa a la gente como distracción, sin comprometerse con ellos.
Como homenaje a Fellini tampoco faltan situaciones surrealistas y cómicas, momentos que juegan con la realidad y el recuerdo y la presencia de Roma, con varias de sus calles y monumentos, que da vida a un contraste entre la civilización que fue y la que ahora es, ejemplificado a la perfección en la estupenda secuencia de inicio de película, con esa mezcla de lo sublime y lo más petardo que caracteriza al metraje.
De este modo, Sorrentino nos ofrece una película brillante, una de esas cintas que no están hechas para su consumo rápido en multisalas, que necesitan que el espectador se deje llevar y se deje impregnar por su atmósfera, por su particular tono entre burlón y melancólico, al estilo de la forma de ser de su protagonista.
A través de la figura de un veterano periodista, que podría ser el Mastroianni de "La dolce vita", con algunos años y algunas decepciones más a la espalda, Sorrentino hace un fresco sobre la alta sociedad de Roma y su vida tan despreocupada como vacía. Un mundo en el que nadie le importa a nadie y cada uno va en busca de su disfrute personal, a la caza del siguiente juguete con el que entretenerse un rato antes de pasar a otro. Un mundo del que ha sido participante Jep Gambardella, aunque la muerte de un amor de juventud le hace replantearse qué es lo que ha hecho con su vida y por ello no podrá evitar la melancolía de pensar en lo diferentes que podrían haber sido las cosas. O quizá no, porque Gambardella es uno de esos personajes vacíos y hedonistas que solo usa a la gente como distracción, sin comprometerse con ellos.
Como homenaje a Fellini tampoco faltan situaciones surrealistas y cómicas, momentos que juegan con la realidad y el recuerdo y la presencia de Roma, con varias de sus calles y monumentos, que da vida a un contraste entre la civilización que fue y la que ahora es, ejemplificado a la perfección en la estupenda secuencia de inicio de película, con esa mezcla de lo sublime y lo más petardo que caracteriza al metraje.
De este modo, Sorrentino nos ofrece una película brillante, una de esas cintas que no están hechas para su consumo rápido en multisalas, que necesitan que el espectador se deje llevar y se deje impregnar por su atmósfera, por su particular tono entre burlón y melancólico, al estilo de la forma de ser de su protagonista.

6,6
12.195
7
10 de enero de 2012
10 de enero de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Like crazy" es la película debut de Drake Doremus, que ofrece una historia de carácter romántico con un marcado tono realista, alejada de tantas comedias románticas prefabricadas. Esta no es de esas películas romanticonas que dejan un poso agradable ni tampoco un melodrama de dramatismos extremos, sino una de esas cintas que dejan un poso agridulce al hablar de cosas que suceden a diario.
El filme nos muestra el enamoramiento de sus dos protagonistas y las dificultades que los separan cuando la burocracia se impone en sus ansias de estar juntos. De como la distancia acaba construyendo un cierto olvido y ambos buscan distracciones con otras personas. De como a veces el amor se disipa sin que haya un gran cataclismo.
Sin embargo, esta película no es la "Two lovers" del año (por citar una historia romántica reciente que a mi me pareció espléndida) a causa de la obsesión de su director por la pincelada y la elipsis. En todo momento comprendemos lo que pasa y no discuto que se deje un margen al espectador para que vaya rellenando los huecos que el filme no muestra, pero creo que eso perjudica a la profundidad de los personajes y la historia.
Los protagonistas se enamoran demasiado rápido sin que se sienta esa sensación por lo que muestran las imágenes, los otros ligues que tienen cuando están separados son meros arquetipos de los que no sabemos nada (una pena como se desaprovecha a la estupenda Jennifer Lawrence) y ni siquiera se profundiza demasiado en los dos protagonistas. El personaje de Anton Yelchin me parece mal dibujado, con poco atractivo para el espectador y a ella le pasa un poco igual, aunque la buena labor de Felicity Jones (el descubrimiento de la película) compensa las lagunas. Son los puntos débiles de una historia que podría haberse convertido en clásico instantáneo.
Sin embargo, la película tiene un tono agridulce que llega emocionalmente al espectador (con una última escena magnífica) y supera las limitaciones ya comentadas. Así como hay cintas a las que les sobra metraje, a ésta le falta, algo más de chicha le habría venido muy bien para ser la gran película que a ratos promete. Con todo ello, recomendable.
El filme nos muestra el enamoramiento de sus dos protagonistas y las dificultades que los separan cuando la burocracia se impone en sus ansias de estar juntos. De como la distancia acaba construyendo un cierto olvido y ambos buscan distracciones con otras personas. De como a veces el amor se disipa sin que haya un gran cataclismo.
Sin embargo, esta película no es la "Two lovers" del año (por citar una historia romántica reciente que a mi me pareció espléndida) a causa de la obsesión de su director por la pincelada y la elipsis. En todo momento comprendemos lo que pasa y no discuto que se deje un margen al espectador para que vaya rellenando los huecos que el filme no muestra, pero creo que eso perjudica a la profundidad de los personajes y la historia.
Los protagonistas se enamoran demasiado rápido sin que se sienta esa sensación por lo que muestran las imágenes, los otros ligues que tienen cuando están separados son meros arquetipos de los que no sabemos nada (una pena como se desaprovecha a la estupenda Jennifer Lawrence) y ni siquiera se profundiza demasiado en los dos protagonistas. El personaje de Anton Yelchin me parece mal dibujado, con poco atractivo para el espectador y a ella le pasa un poco igual, aunque la buena labor de Felicity Jones (el descubrimiento de la película) compensa las lagunas. Son los puntos débiles de una historia que podría haberse convertido en clásico instantáneo.
Sin embargo, la película tiene un tono agridulce que llega emocionalmente al espectador (con una última escena magnífica) y supera las limitaciones ya comentadas. Así como hay cintas a las que les sobra metraje, a ésta le falta, algo más de chicha le habría venido muy bien para ser la gran película que a ratos promete. Con todo ello, recomendable.

6,2
8.426
6
4 de marzo de 2015
4 de marzo de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Samba’ es la nueva película de Olivier Nakache y Eric Toledano, los directores de ‘Intocable’, aquella historia de amistad entre un millonario inválido y gruñón y su asistente, tan pobre como vitalista. Aquella película fue vista por 30 millones de personas, en uno de esos ejemplos de músculo del cine galo, capaz de buscar a las audiencias más selectas y también a las menos exigentes. Esta vez el tema es la inmigración, un asunto siempre vigente, con esa eterna tensión entre un Primer Mundo preocupado por la posible invasión de aquellos que vienen del Tercer Mundo en busca de una vida mejor. Omar Sy repite con la pareja de directores para zambullirse esta vez en el rol de un senegalés que tras una década en Francia ve amenazada su continuidad en el país al descubrirse que no tiene los papeles en regla. A pesar de las dificultades Samba es un hombre optimista que confía en superar los problemas para seguir adelante, algo que no parece compartir Alice, que está pasando una mala racha personal y que busca dar un nuevo sentido a su vida colaborando a favor de los inmigrantes. La contradicción entre ambos personajes sirve como metáfora de ese Primer Mundo que ha perdido parte de su humanidad y que se siente insatisfecho y culpable consigo mismo y el Tercer Mundo de gente con menos recursos y quizá por ello, más preparada para encajar los golpes de la vida y buscar nuevas oportunidades. Y el discurso de Nakache y Toledano es dejar claro que el entendimiento entre esos mundos es el camino del progreso mutuo, pues a medida que la relación entre Alice y Samba pasa de la curiosidad inicial a algo más profundo la vida mejora para los dos. Alice obtiene un verdadero interés de alguien en ella misma y sus preocupaciones y Samba consigue a alguien que le puede ayudar con su papeleo y demostrarle que también hay gente que no repudia a los inmigrantes.
La principal virtud y el principal defecto del cine más comercial es el trazo grueso en el que cae para plasmar sus ideas y si la metáfora de Alice y Samba resulta interesante, no se puede decir lo mismo de otras decisiones de guión destinadas a captar la atención del público. La historia de Samba en la búsqueda de una antigua novia de uno de sus compañeros del centro de internamiento de inmigrantes acaba resultando un poco innecesaria y algo gratuita para dar cabida a uno de los giros del tramo final de la película. Y también se acusa la búsqueda de una sensación de buenrollismo algo forzado en ocasiones, cargando los tintes de comedia en momentos que hubieran estado más conseguidos si sus directores no hubieran tenido miedo a perder a ese público que huye si las cosas se ponen complejas.
Con todo ello, lo más apreciable de ‘Samba’ son esos momentos en los que los directores se dedican a observar la trama más que a guiarla, como las escenas en el centro de inmigración y la confusión de nacionalidades e idiomas de aquellos que buscan ser franceses de adopción o el estupendo plano secuencia del inicio de la película, que comienza en la celebración de una boda con asistentes de raza blanca y pasa a las cocinas del restaurante hasta terminar en los empleados que friegan los platos y limpian los restos, todos ellos negros.
Omar Sy y Charlotte Gainsbourg cumplen con solvencia en sus roles y resulta curiosa la contradicción que evidencian ambos, más allá de la que representan sus personajes. Ella, como representante de ese otro cine francés menos comercial y arriesgado, aporta la gravedad a la trama mientras que él, como muestra del cine más comercial y festivo, aporta la luz. Ellos son la punta de lanza de un buen conjuntado reparto, donde también destacan Liya Kebede como la vivaz compañera de Alice y Tahar Rahim (que también se toma aquí un respiro de papeles más densos como los de ‘Un profeta’ o ‘El pasado’) dando vida a un dicharachero brasileño con algún secreto a sus espaldas.
Olivier Nakache y Eric Toledano firman una película que se deja ver en su mezcla de comedia y drama, aunque tampoco deja mucha huella y a buen seguro hará decir a muchos de los que disfrutaron de ‘Intocable’ que aquella estaba mejor, a pesar de que se moviera en registros similares a los de ‘Samba’. El clásico efecto de resaca entre el público tras un gran éxito, como el síndrome del segundo álbum en la música o el de la segunda temporada en las series televisivas después de llevarse todos los parabienes a la primera, por la pérdida del efecto sorpresa. Porque ni siquiera apostando por lo comercial se tienen todas las claves del triunfo.
La principal virtud y el principal defecto del cine más comercial es el trazo grueso en el que cae para plasmar sus ideas y si la metáfora de Alice y Samba resulta interesante, no se puede decir lo mismo de otras decisiones de guión destinadas a captar la atención del público. La historia de Samba en la búsqueda de una antigua novia de uno de sus compañeros del centro de internamiento de inmigrantes acaba resultando un poco innecesaria y algo gratuita para dar cabida a uno de los giros del tramo final de la película. Y también se acusa la búsqueda de una sensación de buenrollismo algo forzado en ocasiones, cargando los tintes de comedia en momentos que hubieran estado más conseguidos si sus directores no hubieran tenido miedo a perder a ese público que huye si las cosas se ponen complejas.
Con todo ello, lo más apreciable de ‘Samba’ son esos momentos en los que los directores se dedican a observar la trama más que a guiarla, como las escenas en el centro de inmigración y la confusión de nacionalidades e idiomas de aquellos que buscan ser franceses de adopción o el estupendo plano secuencia del inicio de la película, que comienza en la celebración de una boda con asistentes de raza blanca y pasa a las cocinas del restaurante hasta terminar en los empleados que friegan los platos y limpian los restos, todos ellos negros.
Omar Sy y Charlotte Gainsbourg cumplen con solvencia en sus roles y resulta curiosa la contradicción que evidencian ambos, más allá de la que representan sus personajes. Ella, como representante de ese otro cine francés menos comercial y arriesgado, aporta la gravedad a la trama mientras que él, como muestra del cine más comercial y festivo, aporta la luz. Ellos son la punta de lanza de un buen conjuntado reparto, donde también destacan Liya Kebede como la vivaz compañera de Alice y Tahar Rahim (que también se toma aquí un respiro de papeles más densos como los de ‘Un profeta’ o ‘El pasado’) dando vida a un dicharachero brasileño con algún secreto a sus espaldas.
Olivier Nakache y Eric Toledano firman una película que se deja ver en su mezcla de comedia y drama, aunque tampoco deja mucha huella y a buen seguro hará decir a muchos de los que disfrutaron de ‘Intocable’ que aquella estaba mejor, a pesar de que se moviera en registros similares a los de ‘Samba’. El clásico efecto de resaca entre el público tras un gran éxito, como el síndrome del segundo álbum en la música o el de la segunda temporada en las series televisivas después de llevarse todos los parabienes a la primera, por la pérdida del efecto sorpresa. Porque ni siquiera apostando por lo comercial se tienen todas las claves del triunfo.
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