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Críticas 395
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de septiembre de 2016
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los trapicheos mafiosos en el cine italiano coparon muchas décadas con dispares resultados, (a veces se hacían como churros, creando casi un género) y ambientadas en distintas ciudades: que si Roma, como en el caso presente, Nápoles, Milán, Turín… Ejemplos sobran. Quizás, a raíz del “boom” de “Gomorra”, parece que el género tiene un “risorgimento”, tanto en cine como en la televisión, pero con ciertas variantes: los arquetipos han ido desapareciendo, así como las lecciones morales o el andarse con sutilezas. La violencia, el sexo y las drogas son utilizados sin tapujos, casi bordeando lo que es la exhibición gratuita. Pero no lo es, y tampoco es, como algún que otro crítico despistado ha señalado, una influencia del cine de Tarantino. La factura cutre que tenían muchas de ellas y que, al revisarlas en la actualidad, siguen despidiendo un nostálgico toque “Kitsch”, también ha desaparecido. Centrándonos en “Suburra” su factura técnica es impecable, no hay nada cutre en ella, es más, su aspecto es estilizado, rotundo, aunque su ambientación a veces no lo sea tanto, pero es lo de menos, es casi imperceptible.
Stefano Sollima, hijo del director Sergio Sollima, es el que ha dirigido, y de forma notable, todo este embolado, logrando un film desasosegante, despiadado y difícil de engullir, quizás porque su realismo en muchos aspectos es palpable. Se basa en la novela de Carlo Bonini y Giancarlo De Cataldo, muy intrincada, con varias historias cruzadas y cuyo guión por eso es, sobre todo meritorio, porque era una difícil labor en el que se podían liar en ese laberinto que nos narran o perder fuerza narrativa a lo largo de su metraje. Por ello son cuatro los guionistas, aunque si juntamos a los que han colaborado en el desarrollo de su argumento suman ocho. Era necesario el nutrido grupo, así como el numeroso equipo de producción. La historia, que se desarrolla en 2011, en los días que preceden a la renuncia de Benedicto XVI a seguir siendo Papa, vemos que varias “familias” mafiosas se disputan futuros negocios en Ostia, donde se entremezcla con corrupción política de altos vuelos, que a los españoles nos resulta familiar, y donde no se nos deja resquicio para que entre aire fresco, donde la esperanza parece no existir y su ambiente apesadumbrado y podrido lo envenena todo.
No nos vamos a extender mucho en sus virtudes por una mera cuestión de espacio, pero destacar su buena labor en montaje, su notable fotografía o su estupenda banda sonora que firma Pasquale Catalano, la que deja de lado temas frenéticos, que hubiera sido lo de esperar, lo más fácil, y opta por temas de ambientación casi fantasmal de música electrónica. También destacar su elección de actores, que algunos, con una simple mirada, logran atemorizar. Es un ejemplo de cómo se hace un buen “casting”.
Y a pesar de todo, “Suburra” parece que no está llamada a ser un “boom” inmediato como fueron otras. No es una película fácil ni tampoco, aunque lo parezca, para el “gran público”.Sintomático, a la par de injusto, es que fuera nominada solo a cinco premios de la Academia de cine italiano y se fuera con las manos vacías.
23 de diciembre de 2012
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jack Clayton era un polifacético artista, que fue sobre todo conocido como director (si exceptuamos sus cortos, documentales y telefilms) de siete largometrajes, además de productor. Su carrera es selecta (aunque contenga el descalabro de “El gran Gatsby”) y además de tener una obra maestra como es “Suspense”, incluye notables películas y una excelente radiografía, casi perfecta, sobre la incomunicación, la manipulación, el maltrato y el shock emocional que es “Siempre estoy sola”. Espléndido guión del que fuera relativamente reciente premio Nobel Harold Pinter, demasiado “innovador” para la época, con extraordinaria fotografía en blanco y negro, acompañada de una espléndida banda sonora intimista, nos sumergimos en una atmósfera donde la dirección artística está muy pensada, desde un moderno sillón a unas lavadoras (antológica la escena en la que la protagonista se va de compras). Todo en ella está pensado y muy bien desarrollado sobre todo gracias a un espléndido plantel de actores, desde los que desempeñan papeles secundarios, a Peter Finch que da la réplica directa a la protagonista, hasta llegar a una Anne Bancroft en una descomunal interpretación, epicentro total y absoluto de la historia. De esta fabulosa actriz dijo Visconti que era la versión femenina de Marlon Brando. Se quedó corto, sobre todo si la recuerdo con su chupa en "7 mujeres", donde superaba en fuerza al mismo Brando de "Salvaje" y eso que él disponía además de flamante moto.
De nuevo Hollywood pasó por alto el destacar una gran película dramática como esta, superior incluso a “Un lugar en la cumbre” que sí captó mayor atención, y dejando sin premio a la única nominación, su protagonista. Sin entrar en más detalles no deja de ser insultante, ya que Miss Bancroft hace un trabajo que no tenía competencia ese año, aún teniendo de contrincante a Kim Stanley por su notable actuación en “Plan siniestro”, pero bueno, lo ganó finalmente Julie Andrews por “Mary Poppins”, que por haber sido despreciada para “My fair lady”, personaje que hizo (y cantó) en su gira teatral fue votada por los académicos en pleno ataque de justicia.
Clayton no hizo una réplica al cine de Antonioni, ni en su tema ni en su propuesta, fue más allá. Creo que siguió por un camino que pocos habían andado antes, quizás donde Cassavetes con el tiempo supo también llegar, en ese estilo nada académico, cercano al free cinema inglés, lógico, y donde los diálogos y los actores pesan más que cualquier otro capricho técnico, que un director menos inteligente nunca hubiera podido llevar a buen puerto. Un camino por el que luego han seguido caminando otros y que sigue ahí, para quien quiera (o se sienta capaz) de continuarlo con semejante honestidad.
19 de noviembre de 2016
42 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más importantes del presente año sin duda es “La llegada”. También pronostico que, a pesar de ser de las más interesantes y logradas, será una de las que mayores decepciones podrá provocar entre el público, sobre todo en el sector más afín al cine comercial, deseoso de ver explosiones a granel, rayos láser que revienten a humanos o a alienígenas, argumento simple de seguir y ritmo frenético, aunque no viniese a cuento, mucho p´allá y p´acá, que es lo que se lleva y se espera en esta clase de productos.
Pero es que “La llegada” no es un producto, no es la típica producción palomitera, aunque así nos la estén vendiendo. Aunque se enmarque dentro del género de la ciencia- ficción y su presupuesto roce los cincuenta millones de dólares (que tampoco es tanto para lo que se están gastando en otros vacuos fuegos de artificio), es un film muy adulto, cocinado fuera de los parámetros “hollywoodienses”, quizás ambicioso en muchos sentidos, pero de gran valentía y originalidad. Sus logros, a muchos niveles, son evidentes.
Los primeros minutos puede que desconcierten al espectador con respecto a la historia que luego se nos irá contando, aunque luego se le encontrará su sentido. Denis Villeneuve, entre otros propósitos, pretende demostrar, o mejor dicho, hacernos entender, una verdad como un templo y que la cual aún, a nuestra sociedad, no le ha entrado en la mollera: que el tiempo no es una medida lineal. Dicho lo cual, la opción que Villeneuve toma es la de hacer un cine reflexivo, cercano al cine de Kubrick, Spielberg, Zemeckis o a la poética de Terrence Malick, pero despegado de la espectacularidad y del fervor popular de Cuarón, lejano del cine de Nolan y, a años luz de cualquier título de la saga de “La guerra de las galaxias”.
Para ello se apoya en un trabajo estupendo de la fotografía, que no está para deslumbrar, con más sombras que luces, muy sugerente, con espectaculares (y contados, para no saturar) efectos visuales o de sonido, y una maravillosa banda sonora, que incluye alguna composición de Dvorak, por ejemplo, pero cuyo trabajo original es, aparte de acertado muy inspirador. Sus actores están todos muy bien, en especial Amy Adams, cada día más hecha como actriz. Si este año de nuevo no es nominada por este espléndido trabajo quizás lo hagan por el film de Tom Ford, pero su trabajo es profundamente emotivo. Su Louise me ha cautivado y eso que ha sido enfocado desde la más honda contención.
Y todo ello tiene como base una excelente dirección de Villeneuve y un gran guión, que esconde una leve “trampa” para salirse con la suya, más que para dar la posible sorpresa, pero que ha sabido articular con humanidad y con destreza el difícil empeño de sus mensajes, que apasionará a los buenos aficionados al cine y a la cultura, y sobre todo a astrofísicos, físicos y lingüistas, o al menos eso creo, ya que yo nada tengo que ver con ellos.
Hay quien la acusa de un final demasiado empalagoso. Falsa estupidez. Su final, además de ser coherente tiene la capacidad de mover lo más profundo de nuestro ser, como en su momento, y volvemos a citarlos, ya hicieron Kubrick o Spielberg, saber transmitirnos muchos conceptos tan difíciles que son para nuestra comprensión y a asumirlos con tacto, humanidad y revestidos hasta de una hermosa poética. Ojalá que este comentario no condicione a los posibles lectores que, a su vez, serían posibles espectadores. Lo mejor en estos casos es asistir a su proyección sin expectativas, solo con la confianza de que es un film de calidad y que dependerá exclusivamente de nosotros si queremos o no dejarnos seducir por él.
25 de marzo de 2021
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es innegable que este año de pandemia, tan extraño como corto en acontecimientos taquilleros, la Academia de Hollywood aprovechará para saldar cuestiones pendientes: se notan ciertas novedades, como el hecho de ser el primer año que hay nominadas dos directoras o el nominar al primer actor negro ya fallecido y que puede ser el ganador al mejor protagonista, Chadwick Boseman, como en su día lo fue Peter Finch por su electizante labor en “Network, un mundo impacable”, y, así, como ocurrió en los Globos de oro, también premiar una actriz negra como protagonista, cosa que hace tiempo no ocurre. ¿Se acordarán de Glenn Close aunque sea como secundaria o tendrá que seguir esperando? En fin, la susodicha pandemia nos ha privado de grandes superproducciones, pero, al menos, nos ha dado más de una producción modesta de gran calidad, por ejemplo el caso presente.

“Nomadland” está rodada en Arizona, California, Dakota del Sur, Nevada y Nebraska, entre otros estados, a lo largo de meses y sin la presión de un gran estudio (aunque sea la sucursal de la potente “major” Fox, la Searchlight, la que ande detrás de su distribución, junto a Disney). Han realizado un film inusual, más apropiado para el cine independiente que para arrasar en una ceremonia de los “Oscars”, pero tan hermosa como necesaria, y que, muy pocas veces, en la industria comercial, sobre todo en este siglo XXI, el cine ha posado su mirada en gente nómada, casi “outsiders”, que vive en modestas caravanas, como consecuencia en este caso, muchos de ellas víctimas de la crisis económica, con una filosofía de vida alejada de lo establecido y gran humanidad.

Este es el tercer largometraje de la directora china Chloé Zhao, que es también la responsable de su montaje. Tras “Nomadland”, independientemente de que se alce o no como ganadora en los “Oscars”, la trayectoria de su directora ha dado un giro de ciento ochenta grados, ya que, en su cuarto largometraje, anda sumida en la gran producción de Marvel producida por Disney en solitario y por todo lo alto, “Eternals”. No sé los motivos que han provocado semejante cambio, pero bueno, sean cuales sean las razones (experimentar con un gran presupuesto, con los últimos adelantos en efectos especiales o comprarse un chalé) está en su derecho y nadie le va a quitar los méritos logrados.

He de precisar que “Nomadland” no va a gustar a espectadores con poco bagaje en la vida o poco “viajados”, es decir, que igual han ido de hotel en hotel desde India a Brasil, pero no han “vivido” por donde han pasado. Tampoco a los que no conocen la faceta ni de mochilero, que es más incómoda, o “caravanero” si se me permite el término. Ni a los que busquen películas convencionales será su público, y me temo (ahí van muchos), que a los que se encuentren personalmente en una situación parecida a la de la protagonista, porque supongo que no les servirá de evasión. Esto último no lo afirmo con convicción afortunadamente.

Pero lo que para mí ha supuesto “Nomadland” ha sido ver, antes que nada, una película con poesía intrínseca, con espíritu libre, algo habitual a finales de los sesenta y durante los años setenta y que, paulatinamente, esta característica, fue desapareciendo en la mayoría de las películas que posteriormente nos fueron llegando. Ese “algo” tan difícil de lograr, cuando se nos proporcionaba, ese espíritu venía enlatado o más bien prefabricado. Por eso el título de mi comentario, o crítica, como quieran llamarlo, es “Easy rider (Buscando mi destino)”, porque sin tener absolutamente nada que ver con la citada película de Hopper, entronca con un cine comprometido, despegado de las exigencias más comerciales y con una identidad propia. No es un film documental, como muchos han pretendido calificarlo, está más cerca del “cinéma verité”, así de simple. Y quien deduzca que por ello es “gafapasta” es un ignorante.

Frances McDormand (coproductora del film) es Fern, su protagonista. Ella hace un excelente trabajo, sutil y lleno de franqueza. Está acompañada de David Strathairn, muy eficaz y creíble, junto a un grupo de actores aficionados o no profesionales, que además, utilizan para sus personajes sus nombres verdaderos, quizás para darle a todo un aire de autenticidad. Todo está muy bien definido, tanto los personajes, como sus circunstancias.

La atmósfera sonora de Ludovico Einaudi es estupenda. Creo que este será el año de su lanzamiento mundial. Tras una larga trayectoria en muchas clases de proyectos y películas, al haber participado Einaudi en este film y en “El padre”, de Florian Zeller, parece que las puertas de Hollywood se le abren de par en par. Ya veremos. También para el encargado de la fotografía, Joshua James Richards, es su espaldarazo. Ya había trabajado en muchos cortometrajes, en anteriores films con Zhao y en films independientes, como la británica “Tierra de Dios”, de Francis Lee. Él es un experto en incluir el paisaje como un personaje más, y aquí realiza su mejor trabajo, por lo que ha sido nominado de justa manera. No llega al virtuosismo de los films de Malick, porque se alejaba de la propuesta de la directora ni tampoco se trataba de eso, pero si es verdad que se aproxima a la capacidad de visión de “su eminencia” Roger Deakins.

Por último, dentro de la gran galería de personajes que se nos presentan, creo que hubiera nominado como actriz secundaria a la que encarna a Swanki. Hay casos, por ejemplo, como el de Haing S. Ngor, (ganador por “Los gritos del silencio” que desbancó dudosamente entre otros al gran Ralph Richardson o a John Malkovich, nada más y nada menos), que sin ser actor profesional, contó con una carrera, o Harold Russell (ganador por “Los mejores años de nuestra vida”) mostró que era un buen actor. Charlene Swanki, que ese es su nombre, es conocida en las redes y nómada en la vida real desde hace años. Mujer muy currada en estas lides y también comprometida, interpreta un personaje muy especial, no a sí misma, con mucho corazón, como todos los que en ella aparecen.
20 de febrero de 2016
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto de arriesgarse a ir al cine a ver una película de la cual se tienen pocas referencias, aunque venga avalada por algunos premios internacionales, como es el caso presente, e incluso con nominación al “Oscar” como mejor film de habla no inglesa, puede tener sus riesgos, porque si se ve “en casa” es fácil tomárselo de otra manera, incluso hay quien optaría por dejar de verla, cosa que yo rara vez hago. Pero en algunas ocasiones estas decisiones pueden suponer una agradable sorpresa, y es lo que a mí al menos me ha supuesto, una gran satisfacción. Porque “El abrazo de la serpiente” es un proyecto tan descabellado y tan arriesgado, que el comprobar que han salido más que airosos tras semejante embolado es digno de admiración, sobre todo viniendo de una cinematografía tan desconocida y poco pródiga como la colombiana (aunque hayan contribuido en su producción Venezuela y Argentina), además de rodada en el Amazonas ¡en blanco y negro!, y en la que su desconocido reparto habla en español, alemán, latín, portugués, algo de inglés, un poco de catalán y en lengua indígena, creo recordar. En fin, está alejada de las imágenes que en nuestra memoria podrían estar por referencias de Herzog o Boorman, entre otros, por ejemplo.
“El abrazo de la serpiente” será acogida con interés por cinéfilos sin prejuicios, estudiosos de religiones, del mundo botánico (incluyendo la variedad alucinógena), filósofos, antropólogos, educadores o amantes de la naturaleza. Encierra un amplio espectro de temas, todos planteados con madurez, sinceridad, equidad y desde la modestia más absoluta, despojada de ínfulas que la habrían empequeñecido.
Y sin querer, como intento casi siempre, entrar en el terreno del spoiler o reventar demasiado de su argumento, me ha resultado un ejemplarizante film de aventuras, donde se muestran las consecuencias del colonialismo, de extraer lo peor de cada cultura en lugar de aunar lo mejor de ambas, de emprender “viajes” y de una búsqueda, pero a muchos niveles. “El abrazo de la serpiente” es casi una renovación del género en sí, actualmente tan degradado y trillado, huyendo de la comercialidad más facilona y apostando por una visión más personal, cercana al cine independiente más que al documental, gracias a un espléndido guión muy bien dirigido por Ciro Guerra, del que no nos ha llegado nada de su escueta filmografía y no sé si es que por casualidad ha sonado la flauta, pero desde luego es un nombre a tener en cuenta.
Y es que en ella todo está bien, desde su hermosa fotografía a sus actores. La historia del chamán Karamakate y Evan, un etnobotánico interesado en encontrar la yakruna, una potente planta con la que se puede aprender a soñar y a “interpretar” sus símbolos, me ha dejado imágenes y conceptos a los que todavía doy vueltas. Eso es buena señal.
Interesantísima película que no debería pasar desapercibida, a pesar del limitado números de copias en circulación en su estreno que no ha llegado a la decena y que, en consecuencia, no ha llegado a muchas ciudades. Posiblemente, dentro de no mucho tiempo, será más conocida y encontrará el merecido hueco que merece.
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