Fuí de los que después de leer las críticas no pararon hasta dar con este documental. Estaba predispuesto a pasar un rato interesante. Una expectación rodeó el salón de mi casa cuando reunía a mi melanómana familia para visionar la película.
La decepción se tradujo en deserciones a mitad de proyección, y eso que comenzaba prometedoramente, un grupo sencillo de música (¿POP, ROCK, NEW AGE...?) que gustaba a grandes y pequeños, que tocaba en barcos destartalados, gélidos prados o bares intimistas.
Hasta ahí, todo bien. Lo malo es la música, envuelta con un envoltorio de rompedora novedad musical, las canciones se debaten entre el bostezo y la estridencia que provocan sus ¿melodías?. Mezclas imposibles de instrumentos que se tapan unos a otros, una voz de cantante digna de una rata con faringitis y una duración incomprensible de las canciones que solo se justifica por un espíritu narcisista de los componentes que se revuelcan en la insufrible mediocridad de unas canciones que no sobrevivirán en la memoria mucho tiempo.
El fin, no hay nivel, a cualquier cosa diferente se la eleva a los cielos. Estamos apañados.