Aburrida desde el minuto uno, se hace más larga que la cola de John Holmes. No Hay por dónde cogerla (la película, no la pichula de Holmes), porque toda ella es una soporífera repetición de escenas de acción a cual más estruendosa, inverosímil, vacía y sin sentido.

Ni un hueco para alguna emoción, ni un ápice de suspense, ni un segundo de cine.

Una shit pinchada en un stick.

El buen oficio de Emilio Martínez Lázaro salva del desastre esta historia ligera que, en esencia, es una pura tontería, pero que contiene momentos (pocos) de cierta elegancia en la mejor tradición de la comedia española.
Lástima que el resultado sea tan irregular y las emociones y la magia brillen por su ausencia; probablemente, por culpa de un mal guion insustancial, insípido.
A ratos entretenida, a ratos aburrida; casi siempre olvidable.

Más allá del poder escuchar algunos audios que, al menos la mayoría de los mortales, antes no habíamos escuchado, lo cierto es que este documental no pasa de un producto televisivo de tercer nivel, plagado de efectos visuales propios de la caja tonta, pero alejados del rigor y la emoción que un buen documental debe contener.

Testimonios de periodistas engolados que no cuentan nada nuevo y la triste sensación -por no decir certeza- de que tanto poderes públicos como medios de comunicación han manejado a su antojo la supuesta información delicada sobre el consentido truhan que, en el mejor de los casos, ocultaban sin vergüenza ni remordimiento alguno. Ya sabíamos que en este nuestro suelo patrio el periodismo (seamos generosos con el calificativo) es de muy baja calidad, una actividad tan falta de ética como de profesionalidad. Porque el poder político tiene -y debe- que moverse a veces en aguas turbias, pero no deja de ser un poder limitado, vigilado y legítimo (si democrático), pero el periodismo es un poder sin tutela ni vigilancia alguna que hace de su capa un sayo.

Cine en contracorriente y cine atrevido. Una película llena de vitriolo y mala leche, humor negro y socarronería, que se atreve con la sociedad tejana (insólitas y jocosas rivalidades interregionales incluidas), los negocios funerarios made in USA, la beatería más ridícula y otras sorpresas.
Una inteligente y divertida visión de una historia real (que, probablemente, supere a esta ficción) que nos ofrece, con buenas dosis de humor, a veces muy negro, los recovecos más escondidos del alma humana donde puede agazaparse en ocasiones una mente criminal.
Magnífico Jack Black, en la piel de un personaje capaz de provocar simpatía y mucha grima al mismo tiempo.

Aburridísima película dirigida por el estadounidense-español Collet Serra sobre el acoso de un tiburón asesino a una joven surfista en una idílica playa mejicana. La trama ni emociona ni entretiene ni aporta nada que no hayamos visto ene veces. Tiempo perdido.