Es un filón que, como la riqueza legendaria de la ciudad de El Dorado, parece inagotable: La misión, 1492, Aguirre; pero, a diferencia de las obras de Joffé, Scott o Herzog, el ORO de Díaz Yanes no parece una película, sino un grupo de actores -de buenos actores, en su mayoría- jugando cada uno con cámaras de por medio a resultar más feroz y bizarro que cada uno de los otros.
Me gusta Pérez-Reverte, y me gusta más cuando escribe sin pensar en la película que de su texto le van a hacer; mas, no conociendo si don Arturo quedó conforme o no con este ORO, mejor le fue en Toledo, por ejemplo, con los hermanos Ceniza.
Lo peor, en muy dura batalla con los desastrosos diálogos, ora a campo abierto ora a sotto voce, es Jose Manuel Cervino, tan detestable él como despótico es su personaje. Lo mejor, creo, los paisajes de la selva tropical. Una selva tropical en la que, según cuenta otra leyenda, había, entre tantas cosas, un gigante y un elefante que no era del oficio.