Haz click aquí para copiar la URL
España España · Shangri-la. Andalucía
You must be a loged user to know your affinity with Maggie Smee
Críticas 395
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de septiembre de 2019
50 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega una de las películas más esperadas de la temporada, aunque debo confesar que no por mí. Nunca me creo expectativas, sobre todo con los títulos que más nos promocionan. Tras visionar “Ad Astra”, me ha llamado la atención que en el pasado Festival de cine de Venecia le dieran el León de oro a “Joker”, de Todd Phillips, por encima de otros films menos comerciales, quizás porque el propio festival necesita hacerse un nombre entre las generaciones más jóvenes. A pesar de su apariencia “blockbuster”, “Ad Astra” no es la típica producción de ciencia- ficción. Es más, su estreno simultáneo en más de medio mundo responde a una clara intención: amortizar sus aproximadamente 90 millones de dólares de presupuesto antes de que se corra la voz de que es un film más bien “de autor”, o con pretensiones de “cine de autor”, y no tan comercial como podría aparentar, por mucho que sea la Fox la que esté detrás.


En “Ad Astra” hay cosas que me han sorprendido para bien y otras, las que menos, desgraciadamente para mal. Entre lo positivo ha sido su opción a no crear un producto espacial más, alejándose del cine de acción al uso y ciñéndose más a lo que podría suponer un viaje introspectivo. Para ello se ha contado con factores que están conseguidos, sea su dirección artística, sus efectos especiales, el sonido y sus efectos de sonido, su fotografía o su banda sonora, que no está construida a base de fanfarrias o estridencias, sino siguiendo esa línea de atmósfera envolvente a la que recurría por ejemplo Lynch en “Dune”. Todos ellos cuentan con posibilidades para las futuras nominaciones para los “Oscars”, así como el gran Albert Wolsky, un clásico en lo que es el vestuario al amoldarse a cualquier clase de género y época.


Incluso Brad Pitt, que está casi omnipresente en todo el metraje y para eso es uno de sus productores, hace un buen trabajo con mucha contención, rayando en el hieratismo, creyendo en la propuesta y sin dejar resquicio para el más mínimo sentido del humor. También él es una clara opción a ser nominado. El resto del reparto son, más que apariciones estelares, apariciones casi fantasmales con pocos minutos en pantalla, estando al servicio de una historia en la que el centro de todo es Pitt, encarnando a Roy McBride, un hombre pluscuamperfecto e hijo de un héroe espacial, H. Clifford McBride interpretado por Tommy Lee Jones, todo orquestado por una correcta labor de James Gray.


Antes de pasar a la parte negativa me llama la atención, una vez más, el poco respeto que tienen algunos comentaristas (aún no tienen entidad como para ser críticos), sean supuestamente profesionales o meros aficionados, de destripar la película fuera del espacio del “spoiler”, les haya gustado o no. El comentar una película no implica que haya que reventarla y creo que el verdadero reto en una crítica es hablar de ella sin destrozarla. Pero bueno, los lectores serán los que deben decidir qué comentarios prefieren.


En la parte negativa de “Ad Astra” está su guión, escrito por Ethan Gross y su director, James Gray, en el que no han tenido el valor de jugársela, no terminan por decantarse entre las posibilidades que plantean, cerrando las posibilidades con un epílogo algo forzado y que deja en el limbo, aunque por lo visto ya oficialmente no exista, todas las vías pseudofilosóficas y de índole psicológicas que se nos han ido abriendo durante este recorrido, que cuenta con un buen principio, un interesante desarrollo pero un tercio final bastante convencional, quizás porque, por ejemplo ya demostró “Star Trek, la película”, de 1979, que ahora cumple cuarenta años y ha sido repuesta en cines estadounidenses, que el tener un guión “existencialista” en una superproducción puede ser muy arriesgado y no ser aceptado por el “gran público”, aunque en ese caso fuera un éxito de taquilla pero con el tiempo se ha convertido injustamente en uno de los títulos más denostados de la saga. Tampoco el ritmo de “Ad Astra” ayuda. Mientras que hay momentos que necesita tiempo, y lo utiliza, hay otras secuencias que se alargan innecesariamente o que hay detalles que hubieran merecido más atención y que se concluyen a marchas forzadas. Y quizás, por último, hay un exceso de “voz en off”, necesario, pero algo cansino.


“Ad Astra”, al menos para mí, queda como un buen film con intenciones, no todas cumplidas, y que si gusta a los más jóvenes, puede servirles de gran ayuda para adentrarse en clásicos más contundentes e “inaccesibles”. El que la hayan comparado con “Apocalypse Now” o “2001” no le beneficia en nada, porque se encuentra a años luz de ellas, como del “Solaris” de Tarkovski (de la versión de Soderbergh mejor no hablar). Y su factura técnica, como hemos dicho, es impecable, aunque no haya superado los efectos y el virtuosismo de “Gravity”. Puede que Gray se haya visto influenciado por Villeneuve, sin superar tampoco su “La llegada” o sobre todo el que haya partes en que nos ha recordado a Malick en su “El árbol de la vida” en la que Pitt también era productor y protagonista. La falta de riesgo y de identidad han impedido que “Ad Astra” se convierta en un peliculón, pero al menos, sopesando, nos quedamos, como hemos dicho, con el ejercicio de riesgo que ha supuesto el contar de manera diferente una historia, que de manera convencional, no nos hubiera colado ni seguramente tampoco fascinado, cosa que logra en algunos momentos, y que tal y como está el cine, no es moco de pavo.
21 de julio de 2017
50 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que le ha pasado a Nolan anteriormente ya le había ocurrido a otros directores que, en apariencia, no habían alcanzado "la madurez". Sea, por ejemplo, desde Spielberg a Amenábar, parece que si haces películas de terror, aventuras o extraterrestres no eres un director a respetar, hasta que tocas un tema “serio”, que sea un drama y a ser posible basado en hechos reales. Nolan ha buscado esa graduación, incluso puede que busque su título de “Sir” y el reconocimiento desde los más profundos cimientos de su nación con este “Dunkerque”, un título predestinado, por sus intereses más que por sus valores, a ser “película de culto” y de orgullo británico.

Parece que cuando un film se estrena tocando una temática, luego, no sé por qué le suceden varios, sea el hablar de Churchill, con varios proyectos en puertas que giran en torno a esta figura, encarnados por Brian Cox o Gary Oldman, o de Dunkerque, uno de los episodios más tristes para sus fuerzas armadas pero no para el pueblo británico que arriesgó su vida para salvar a sus soldados, hecho que les llenó de orgullo, y que, curiosamente, también este era el punto de arranque de un film británico de reciente estreno, “Su mejor historia”, aunque en ella se nos contaban muchas más cosas.

En esta ocasión, en “Dunkerque”, no hay nada de lo que la famosa frase de Churchill decía: sangre, sudor y lágrimas. Sí hay esfuerzo, que es lo que se omite siempre de la susodicha frase, porque “Dunkerque” es, ante todo, un espectáculo audiovisual, tanto esforzado como forzado, como refleja su final, y demostrando que no sólo los americanos son los únicos de hacer un film patriótico, lo que se entiende vulgarmente como americanada, que es quizás lo peor, aparte de lo más innecesario de la película, su anacrónico discurso como broche de cierre.

Con todo esto no quiero que se piense que no haya aspectos reseñables o que me parezca un film horrendo. Para nada. Pero Nolan no es un narrador como otros maestros del cine bélico, es un artificiero de primera, eso sí. De hecho “Dunkerque” es un despliegue de estupendos efectos especiales, efectos sonoros (si exceptuamos el vulgar tic- tac de las escenas de tensión) y cuenta con un montaje de primera. Todo está articulado con eficacia, con escenas que transmiten angustia y que mantienen la atención del espectador, aún a pesar de contar con unos personajes que cuentan poco y donde lo que importa es la acción.

También es destacable, más que el manejo de la buena fotografía en flamante IMAX 70mm, de Hoyte Van Hoytema, es el uso del color, que intenta emular el technicolor de primeros de los años cuarenta, como se aprecian en documentales de la época. Porque Nolan, al parecer, quería dotar su film de un tono documental, por eso argumentaba que no quería grandes estrellas para este film. Pero debió confundirse al no decir grandes papeles, porque en sus breves papeles están, por ejemplo, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy, Harry Styles o Cillian Murphy.

De nuevo, el ego de Hans Zimmer vuelve a las andadas, ocupando a codazos más relevancia de la que le pertenecía, con una banda sonora por la que, posiblemente, le vuelvan a nominar, pero elaborada con poca inspiración, machacona y con cierto aire “dèjá vu”.

Posiblemente el no dar reverencia inequívoca a Nolan provocará que, más que me pongan a parir, que me tiren a matar, como si fuese uno de los soldados que están plantados en la playa. Pero no es una actitud altiva de no doblegarse, como si fuera el comandante Bolton que encarna Branagh. Es que los ciento cincuenta millones de dólares oficiales (que pueden ser más) que la Warner, en un acto de tirar la casa por la ventana para que su “niño bonito” quede satisfecho, nos parece un exceso, al igual que ese encumbramiento incuestionable del que disfruta su “autor”, porque, para mí esa es su cruz, que aún le falta hondura y peso para ser un creador, por mucho que haya decidido adentrarse en hechos reales.
26 de mayo de 2018
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andrew Haigh es un curioso director. Tiene en su haber varios cortos y algunos trabajos para la televisión, pero son sus cuatro largometrajes los que le han catapultado. “Greek Pete”, a pesar de durar una hora y cuarto y contar con un presupuesto mínimo, no fue impedimento para que tuviera acceso a muchos países, aunque con ciertos problemas de censura. Era un interesante film, aunque los que le siguieron eran superiores, desde su reciente “Lean on Pete” a por supuesto, al menos para mí, las mejores: “Weekend” y “45 años” (justo la edad que tiene en la actualidad) y que le proporcionó entre otras distinciones, una merecida nominación al “Oscar” para su protagonista, Charlotte Rampling. Sus películas no son para un público que gusten de productos comerciales. Hoy por hoy sigue contando con presupuestos muy limitados, a pesar de contar con un sector de espectadores que le sigue y de tener el respeto de la crítica. Pero aún así a mí me ha sorprendido que con “Lean on Pete” ha vuelto, al menos en nuestro país, al furgón de cola: no han traducido su título, el número de copias en su estreno ha sido bastante escaso, su repercusión nula y tras una semana en cartel al menos han empezado a surgir comentarios de usuarios, incluyendo el mío. Me hubiera dado mucha pena que nadie se hubiera fijado en ella, porque “Lean on Pete” es un buen film que merecería tener más reconocimiento.

Tras abordar con gran capacidad analítica relaciones de pareja entre adultos, con “Lean on Pete” nos cuenta el paso de un adolescente a la madurez, pero fiel a la línea que ha mantenido, de manera cruda, sin empalagos o falsedades de ningún tipo. Aunque de producción británica, en esta ocasión Haigh ha tenido la capacidad de enraizar su cine con el de grandes nombres del cine “off” americanos, como podían ser desde Ashby o Mulligan al actual Alexander Payne. Su América desencantada, al acercarse casi al docudrama, nos aleja de ópticas tan célebres como la de Malick o Coppola. Su realismo, cuidado en todos los aspectos, incluso en la destacable dirección artística de Jonny Fenix, llega incluso a hacer tomas crepusculares o nocturnas con luz natural, con una buena fotografía de Magnus Nordenhof Jonck.

También al mediar un caballo entre sus personajes centrales no debe confundir al espectador al inducirlo, por error, a creer que es una especie de “National Velvet” en cualquiera de sus versiones o una de “cine de animales” al uso como podía ser “Seabiscuit, más allá de la leyenda” o “El corcel negro”.
Haigh, experto en dar bofetones sin manos, nos cuenta con un guión muy medido, las vicisitudes, muy creíbles y algunas tremendas, por las que pasa Charley, su joven protagonista, epicentro absoluto de la historia y con el cual nos identificamos en todo momento. Quizás para este viaje personalmente yo no necesitaba alforjas, nunca mejor dicho. Por mi situación personal y por mis vivencias sé de lo que me hablan y su discurso me llega “demasiado”. Es un tipo de película que a algún burgués enajenado, pero con sensibilidad, bien le va a venir verlo para que se conciencie de ciertas cosas.

El actor que lo encarna, y al que le van a llover las ofertas, es Charlie Plummer, que aunque no tenga relación con el actor Christopher Plummer, es hijo de la actriz Maia Guest, y su padre, John Christian Plummer es escritor y productor. Es decir, sabe de lo que va el medio, lo cual es una ventaja. El resto de los actores, muy buenos, desempeñan breves papeles, desde Chloë Sevigny a Steve Buscemi o Allison Elliot engrosan la larga lista de los actores de reparto.

La música de James Edward Barker también está cuidada y en todo momento logra impulsar el relato, que desarrolla en una Oregón casi inusual, pocas veces tratada así a no ser por el género del “western” gracias a una notable dirección de Haigh. Ojalá a los cinéfilos no se les escape el seguir la pista de este gran director y no perderse este título. Eso sí, me gustaría poner el punto final en la zona del spoiler con una cosa que me gustó mucho y que no deseo destripar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Desde que finalmente nuestro héroe, Charley, llega a la biblioteca de Laramie, Haigh sabe rematar la película, cerrar el proceso que nos ha contado. No creo que sea un “happy end” impostado aunque yo lo agradecí, sobre todo porque a través de las conversaciones con Margy, Allison Elliot, volvemos a ver al joven que abría la película. Todo lo acontecido le ha enseñado, ha madurado a base de golpes, pero vuelve a aflorar el joven que es. Y es que en la vida hay quien merece una segunda oportunidad ya que en verdad ni siquiera ha contado con una. Por ello creo que es un buen film que no será comprendido por todos, pero que a todas luces se diferencia de lo que tantas veces nos han contado.
31 de agosto de 2013
34 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo un viaje a la América profunda. Rodada entre Arkansas y Texas, buceamos entre casas flotantes, camiones, senderos, pequeños pueblos, bonitos atardeceres y amaneceres, moteles, lagos e islas en mitad de la nada. Tanto su historia como el enfoque que se le ha dado, desprenden cierto encanto a la par que cierta frustración. No solo porque esa era la intención de Jeff Nichols (su guionista y director), cosa que logra y está bien, sino que ese sabor a frustración también lo tengo como público, porque quizás, tras su interesante “Take Shelter”, esperaba una propuesta más de autor, más personal, y no ha sido así. Con ello no quiero decir que no se haya sabido ni contar ni transmitir, pero lo recibido no aporta nada original, se sabe de antemano y, en algunos momentos, quizás se prolongue gratuitamente, de ahí que sus dos horas casi y cuarto, al menos a mí, en momentos me pesa, porque creo que la historia no daba para tanto. Pero está subsanado con cierta eficacia por Nichols, al que se le dan mejor las descripciones de personajes que el desarrollo de las escenas. Aún pasando por alto pequeños detalles no aclarados (como por ejemplo no se sabe de dónde salen los innumerables cigarrillos que fuma Mud, personaje al que la película le da título), me da la sensación de que Nichols se despistó a la hora de decidirse cuál era la historia central que debía regir el film: ¿La vida de Mud?, ¿el amor y el desamor?, ¿el paso de la juventud a la madurez de los jóvenes, reales protagonistas del film o quizás, la repercusión en la vida cotidiana “por culpa” del progreso?
Pero que aún así, es verdad que se agradece que “Mud” se aleje de lo que es la típica producción americana, sus actores funcionan (sobre todo es un hallazgo los más jóvenes, que pueden tener un futuro halagüeño en la profesión), su fotografía o su música, que sigue la línea de Zimmer para “Thelma y Louise” más que el banjo de turno, están logradas también. Pero no podría decir mucho más siendo objetivo. También es verdad que estas expediciones a la América profunda (no es aversión americana ni mucho menos) si no me enganchan me acaban agobiando un poco, son escenarios asfixiantes de los cuales sabía extraer todo su jugo bastante bien, por ejemplo Tennessee Williams, pero cualquier viaje a sea la España profunda o la Irlanda profunda, me da igual, que sea más de lo ya sabido o experimentado me hastía. Y ya que hablamos de este mundo “country”, en la película tiene un rol secundario Reese Whiterspoon, la cual debutó en el cine con “Un verano en Louisiana”, que era una película de estas características, con intenciones muy similares y que, en ese caso, su resultado fue mucho más brillante.
14 de abril de 2018
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las adaptaciones literarias de Agatha Christie para el cine y la televisión siguen siendo rentables. Dentro del enorme grupo que la integran, en nuestra memoria son pocas las que sobreviven y brillan por sí mismas: la estupenda “Testigo de cargo” de Wilder sigue siendo una de las mejores, seguida de la versión de René Clair “Diez negritos” y rodada antes de la de Wilder, “Asesinato en el Orient Express” de Lumet, que contaba con uno de los repartos más impresionantes vistos en una misma película o “Muerte en el Nilo”, que seguía esa estela de grandes estrellas como principal reclamo. Con el paso del tiempo esta fórmula se fue agotando, quizás porque se iban poniendo en manos de directores que cumplían con el encargo sin añadir demasiado talento, por lo que encontraron más salida a estos productos como telefims que como películas rodadas para el cine. En este año, aparte del “remake” de “Asesinato en el Orient Express” ejecutado por Kenneth Branagh, que no contó con el apoyo ni de la crítica ni del público al utilizar sin mucha imaginación la fórmula ya extinguida, nos llega “La casa torcida” de Gilles Paquet- Brenner, del que se podía esperar más de lo que finalmente ha ofrecido, eso sí, lo ha hecho con corrección, además de apuntar una cierta intención de renovar la línea a seguir en futuras adaptaciones, pero ha sabido a poco.

Como es habitual en el cine británico se ha cuidado su ambientación en interiores, ya que exteriores, sobre todo en escenarios urbanos hay poco, al no ser una obra de gran presupuesto. Se han esforzado en su atmósfera, en sacarle partido a la mansión y sus alrededores, pero al final se tiene la sensación de haberse quedado cortos.
Quizás tampoco haya mucho que comentar. Se trata de una película que para los fans de esta clase de género no les disgustará pero tampoco creo que signifique mucho.

La banda sonora original de Hugo de Chaire nos huele en varios momentos a plagio, ya que nos evoca al interesante trabajo cometido por Mica Levi para “Jackie”, sobre todo por el empleo de las cuerdas, aunque también está salpicada con muchos temas variados, tanto clásicos como de “jazz”, estando la selección más lograda.

El guión de Julian Fellowes es cojitranco. Por un lado se echa de menos más dosis de cinismo, como en la escena por ejemplo de la cena en la que los personajes, gracias a unos diálogos más punzantes, parecen adquirir más peso. También es verdad que nos libra de resolverlo todo en tres minutos tras un discurso del detective de turno, dejando a bolos al espectador. Pero el desarrollo de su “suspense” se va disipando, no llega a aburrir pero no interesa demasiado hasta su recta final, la resolución, que al menos tiene más mala leche de lo habitual y no es muy políticamente correcta.

El mayor atractivo está en su reparto. Max Irons, nieto de actores e hijo de Sinéad Cusak, actriz, y del también actor Jeremy Irons, aunque con un físico que podía más bien ser el hijo de Tom Berenger, es el protagonista, Charles Hayward, el investigador que pretende solucionar el misterio y acompañado en casi todo momento de Stefanie Martini como la millonaria Sophia de Haviland. Ambos jóvenes actores hacen una buena labor, pero inferior a la del elenco de secundarios, actores más experimentados, como la siempre injustamente minusvalorada Gillian Anderson, que está casi irreconocible, no ya por sus operaciones, si no por su sofisticado “look”, Julian Sands o la casi siempre majestuosa Glenn Close, la verdadera reina de la función. Terence Stamp, actor de gran trayectoria, aquí aparece como el Inspector Taverner, cumpliendo sin más, entre otras razones porque su personaje no daba mucho de sí.

Puede que para próximas adaptaciones que sigan una línea académica, los productores tengan en cuenta lo importante que es un buen guión, dirigido por un director que no sea simple y lineal, además de contar con un reparto de actores famosos con experiencia, es decir, la vieja fórmula que parecía que no daba más de sí y que podría generar sus frutos en taquilla. Creo que solamente así se podría seguir adaptando, con éxito, las novelas policíacas de Agatha Christie. Buscar otras vías improvisadas o conformándose con cumplir expediente podría significar el cierre definitivo de este género en el cine.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para