La película es buena, eso es indudable; pero podría haber sido mucho mejor en manos de un director medianamente competente que hubiera sabido detectar y solventar los fallos infantiles que alberga la historia. Aunque quién sabe, quizas Stuart se sentía cómodo chapotenando en esa retahíla de delirios mediocres.

El relato es sólido y tiene buenos cimientos, pero a veces eso resulta insuficiente. No es de recibo recurrir a estupideces sin sentido para intentar adornar una historia ya de por sí interesante. Sobran un montón de escenas inverosímiles que llevan a la mitificación del protagonista.

Puedo parecer exigente e injusto, pero en ocasiones da pena ver como una buena obra se queda a medio camino por culpa de una mala gestión.

Está claro que la fuerza de la película reside en la elección moral a la que se enfrenta el protagonista, y posteriormente la fiscal; un planteamiento lo suficientemente poderoso como para ocultar el resto de aspectos, ya sean acertados o no. Y a no ser de que seas un auténtico inútil, este tipo de enfoques siempre han funcionado muy bien.

Pero no es una obra redonda, ni mucho menos, sobre todo en lo que respecta al comportamiento que el guion otorga a la mayoría de secundarios, cuya actitud en muchas ocasiones raya el infantilismo. Son como piezas de un puzle que han metido a presión, sin romperse mucho la cabeza para encajarlas de la forma adecuada.

Entretenida.

Para triunfar con esto hay que ser uno de ellos, conocer su carácter y saber cuáles son esos chistes con los que tanto se descojonan. Quiero decir, si no se tiene algún grado de retraso mental es imposible llegar a su corazón, tocar su fibra sensible y llenar las salas. Y esto es algo digno de admirar, básicamente porque lo hacen con su dinero.

Estoy convencido que para elegir a los actores no tuvieron que rebuscar mucho: la niña y los dos maromos son de lo mejorcito para esos papeles. Y el guion es sobresaliente a su manera, sin ninguna concesión al humor fino, todo muy choni.

Y luego está el amigo maricón. Joder, qué recuerdos. Bueno, y tampoco hace falta irse tan lejos en el tiempo. Quiero decir, quién no conoce al típico tipo que alardea de tener un amigo maricón, o varios. Es como un síntoma de modernidad, de ser alguien muy guay.

Un fiel reflejo de la época y la sociedad en la que vivimos.

No la trago, no puedo soportarla, nunca puedo terminar de verla de un tirón, me aburre, me hace dormitar, no me interesa, la encuentro en muchas ocasiones despreciable, sin sustancia, anodina, insulsa, boba...

Esta es la típica película para dárselas de experto cinéfilo. Ampliamente reconocida por 'todo' el mundo como una obra maestra, mucha gente se acerca a ella con la obligación de que debe gustarle, de que debe desentrañar todas esas virtudes descubiertas por los iluminados habituales.

Pues bien, para algunos a los que dios no nos iluminó con esas excelsas virtudes, consideramos que la película es básicamente una mierda, algo infumable. Es cierto que tiene tramos interesantes, especialmente la primera media hora, pero no da para más.

Prefiero tomarme un chupito de lejía 'Conejo' antes que verla de nuevo.

Una obra de arte absoluta. Esas fiestas lujuriosas, esa terraza con vistas al Coliseo, esos paseos por la orilla del Tíber...
Cada fotograma, cada palabra, cada nota musical son grandiosos, sublimes, inmejorables.
Siempre la veo del tirón, sin pestañear, asombrándome, admirando su belleza.

Gracias.