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España España · El Puerto de Santa María
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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14 de abril de 2016 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Televisión Española nos trae un episodio más de nuestro particular “Universo Marvel” ibérico sobre gestas históricas que, en sí, conforma ya una histórica gesta en lo que a respuesta del público se refiere (millones de espectadores lo respaldan como fiel audiencia y como ciber-ejército en redes sociales; tal y como pasa con “El Ministerio del Tiempo”).
Y es que, ¿quién dijo que lo ocioso estaba reñido con lo didáctico?
En “La Corona Partida”, el guionista José Luís Martín consigue enhebrar una porción de la historia de nuestro país con un pulso dramatúrgico tan sobrio como firme y tan directo como efectivo. Para remachar el libreto, y bajo la dirección de Jordi Frades, un casting de primera división en estado de gracia. Lúcidas interpretaciones de todos los protagonistas y secundarios; es imposible no destacar a Irene Escolar y a Eusebio Poncela, pareja que desborda talento y fotogenia hasta el desmayo (y en serio, no exagero).
Las sospechas de “producto televisivo inflado” y “estreno oportunista” con las que entré en la sala quedaron desmontadas desde la primera secuencia, y es que todas las facetas estéticas están meticulosamente tratadas, especialmente la fotografía de Raimon Lorda, que consigue emular a los mejores pintores oscurantistas de esa época con algunos encuadres memorables.
Otro departamento que se luce: el de las localizaciones. España se reivindica a sí misma como plató natural una vez más. Y respecto a los interiores me asalta inevitablemente una idea: ya que queda demostrado que se pueden reutilizar los platós de una serie a otra, o de una serie a una película, ¿por qué no lo practicamos más? A Roger Corman le funcionó. ¿Por qué no ceder estos espacios a rodajes de producciones de bajo presupuesto antes de destruirlos? ¿Qué me decís de una película de terror independiente ambientada en el universo medieval de los Reyes Católicos? Hay que optimizar el dinero público, ¿no?
Para ir acabando, me gustaría hacer una mención especial a la música de Federico Jusid, que dota de un cuerpo bruto al drama y a las imágenes y consigue sacar épica a un drama entre cuatro paredes.
Otra mención al involuntario paralelismo entre la situación dinástica que se narra en esta película y el momento político de desgobierno en el que estamos en este momento. Curioso bucle de ironía histórica.
Y finalmente, un consejo: no esperéis a ver “La Corona Partida” en televisión porque es “cine puro”, aprovechad su estreno en pantalla gigante este fin de semana.
14 de abril de 2016 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cien años de perdón” une por primera vez a dos veteranos del panorama cinematográfico nacional como son Daniel Calpasoro y Jorge Guerricaechevarría en una película de atracos con un reparto de primera línea.
Y sí, habéis leído bien: “una película de atracos”, o esa es la película que quise ir a ver, y esa fue “casi” la película que pude ver. Y digo “casi” porque, no contento con tener una pandilla de atracadores llenos de mala hostia y carisma, Guerricaechevarría (al que aún no le perdonaré aquella flatulencia llamada “Fin”) decidió sacar a relucir la crítica social tan de actualidad con una subtrama completamente fuera de lugar.
Pero seamos positivos. Lo que es la “peli de atracos” lo tiene todo: máscaras chulas, armas y violencia, momentazos de tensión, un requiebro argumental detrás de otro y, por supuesto, Luís Tosar con cara de comer limones (en el buen sentido, en el buen sentido).
Toda esa parte podría ser un “Plan Oculto” patrio, en general muy disfrutable, con la particularidad del contrapunto cómico que encarna el personaje del atracador “tonto” (magníficamente interpretado; arrancó más de una carcajada en la sala).
El problema, ya digo, es el resto, el relleno de intriga político-social. Y lo es por muchas cosas concretas que no puedo desvelar; pero en general: lo es por mojarse poco, por no entrar al trapo, por ser tan políticamente incorrecto como un informativo de La Sexta, y por ser poco resolutivo.
No soy nadie para decir qué está bien o qué está mal, pero en este caso creo que hubiera estado de lujo aquella máxima de “menos es más”. Salvando las distancias y el género, el ejemplo de “El mundo es nuestro” lo demuestra perfectamente, con buenos personajes y una sola situación se puede sostener un atraco durante una hora y media.
Aun así, habrá quién vea esta segunda capa argumental como algo “de actualidad” y “de imperiosa necesidad” (últimamente oigo en diversos medios que el cine español contemporáneo no refleja la realidad social del país sino que está sirviendo más como transporte evasivo y fantasioso; puede que tengan razón, pero es que siempre ha sido así mayoritariamente).
En definitiva, “Cien años de perdón” es una peli hecha a medida para dos espectadores por el precio de uno. Para ti, que te gusta ver a ladrones robando bancos con ingeniosos planes de escape, y para ti, que quieres que la guillotina vuelva a la plaza del pueblo. Un dos por uno que, por supuesto, no os podéis perder en el cine más cercano.
29 de mayo de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría decirse que es la “marca blanca” de The Descent. Menos terrorífica, menos claustrofóbica, pero bastante competente. Con muchas ideas, sobre todo de puesta en escena, actores mercenarios (entre ellos, el ex-Lostie Jeff Fahey), una dirección con momentos interesantes y una atmósfera muy conseguida.

Para los que tengáis ganas de pasarlo mal sepultados bajo tierra, buscad la española La Cueva (tuve la oportunidad de verla en Sitges y me sorprendió muy mucho).
9 de diciembre de 2009 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que sea prejuicioso arquear una ceja ante el intrusismo de un actor que, dando varios pasos en falso entre toma y toma, se coloca tras el objetivo de la cámara y le pilla el gustillo. Si revisamos entre los megatones de maquillaje en el maletín personal del mismo, probablemente encontremos varias páginas con garabatos en formato de guión o, in extremis, un crucigrama a escala interpretable como un storyboard casero. Quizá ese actor se esté planteando dirigir una película.
Para el profesional del sector en general, la rabia que da su intromisión es directamente proporcional a su grado de guaperas (brillo de la sonrisa + curvatura del flequillo, elevado a la raíz cuadrada de la figura geométrica que formen sus abdominales). Y si de esas perfumadas manos sale encima una gran película, las lenguas de directores y guionistas de a pie echan, como poco, napalm azucarado.
La suma perfecta de los números que componen la solución redonda a esta ecuación satánica equivale algebraicamente a dos palabras: “George” y “Clooney”.
“Good night and good luck” es la segunda vacilada de este enfermero de urgencias a la profesión cinematográfica. Una chulería con mucho brío, más sencillez e insuperable honestidad.
De una forma lineal y cronológica (incluyendo incluso “cortes de publicidad”) se nos presenta una revisión mutante de la lucha entre David y Goliath; Edward R. Murrow (con un increíble David Strathaim dando cara y voz) en defensa de las libertades civiles coartadas por el ruin senador Joseph McCarthy (mutilado en una interpretación a partir de imágenes de archivo).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena inicial ya es una declaración de principios. Polémica e idealismo en tiempos difíciles. Toda la cinta gira en torno al carácter de nuestro protagonista. Se establece un discurso que, trascendiendo el conflicto político y la cinematográficamente trillada “caza de brujas”, reflexiona sobre la ética en el periodismo y las funciones del entonces nuevo medio televisivo. Murrow proponía utilizarlo como instrumento formativo e ilustrativo, pues auguraba correctamente se convertiría en una excusa de aislamiento social, entretenimiento inerte y una fuente de falsa sensación de bienestar. Por otro lado, el gobierno disponía al fin de un francotirador en cada casa. Con balas de colores desviaría la atención de asuntos sociales de más peso. Es curioso cómo la manipulación televisiva ha pasado del truco del ilusionista que te hace mirar la mano falsa a, actualmente, enseñarte directamente las cartas (con la retransmisión en directo de los conflictos bélicos imperantes).
Uno de los problemas del tito Clooney es que da por hecho que todos estamos al tanto del contexto en el que se desarrolla el conflicto. Nombres de personajes o antecedentes básicos pueden resultar desconocidos para el europeo medio, que probablemente vea la cinta con más distancia.
Formalmente, el tacto señorial del aburguesado director se hace notar en una banda sonora selecta marcada por el relieve tonal de Diane Reeves. Jazz diegético en momentos cruciales para una imagen barnizada de un blanco y negro que consigue una textura testimonial que remite a hechos ya acaecidos. George Clooney, un señor con buen gusto, seguro planificó esas steady de seguimiento en los pasillos de la CBS sentado en su mullido sillón de bisón, fumando un puro artesanal en bata y zapatillas. 100% confort cinematográfico.
Es interesante el juego con el lenguaje televisivo (hay composiciones en la sala de realización que sintetizan el plano-contraplano; podemos ver en uno de ellos un plano medio de Murrow de espaldas a cámara, a su derecha un monitor con su contraplano y a su izquierda otro con el de McCarthy). Y es que en general la dirección se nota marcada por la optimización y la sencillez de ideas (vectores característicos del “indie” americano; el escaso presupuesto lleva a depurar la narrativa audiovisual).
“Good night and good luck” es una película agradecidamente corta, directa y sincera, digerible incluso para el no interesado en el tema. Pero, sin duda, la conclusión que obtengo de esta cinta es extracinematográfica: si eres guapo y tienes talento, retírate. Ya lo hará George Clooney por ti.
21 de enero de 2009 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre se ha hablado en las filmografías de directores reconocidos de “películas menores” (véase el alarmante zizzagueo del último Woody Allen), en el caso de Ridley Scott, después de “The departed”, “Body of lies” es un descanso en la resaca de galardones y premios para la preparación de su nuevo proyecto (una nueva versión de las desventuras de Robin Hood con Russell Crowe como sheriff de Nothingam).
La guerra de Irak ha “enamorado” a la mayoría de los directores de las generaciones 70-80, Ridley no se iba a quedar atrás, y junto a sus colegas de recreo Leo Dicaprio (luchando por ser artista) y R. Crowe (con el historial de anécdotas violentas que deja rodaje tras rodaje) se han marcado un pasatiempos crítico con los bandos participantes en el contingente bélico actual y la nueva tecnología como telón de fondo.
Pero lo destacable de estos grandes directores en estas películas de “entretiempo” es que superan el nivel medio de la cartelera actual.
Técnicamente impecable (¡qué menos!), con una aplicación en el montaje del efectismo de los dispositivos de espionaje y comunicación utilizados por los protagonistas, un uso efectivo de los paisajes (las ciudades caóticas de Irak, sus barrios selváticos, el inabarcable desierto y, por contraposición, la geometría pulida de los Estados Unidos) y una inevitable trama amorosa en un intento de humanizar la intimidad de una familia de Bagdad. Por favor, Dicaprio, evita, en tu invisible guerra fría con Brad Pitt, contribuir a tu imagen de sensible peluche interpretando a estos personajes con doble filo, depúrate, quédate con la cara del espía preocupado por la ética y la moral, “westernízate”, olvida a las mujeres, bribón.
Y tachando el acostumbrado pecado de Leo, podemos dejar un espacio para maravillarnos con el increíble carisma gastado por Crowe. Un hombre que almuerza, lleva a su hija a la escuela, hace la colada, duerme una siesta, e incluso evacua heces en el váter mientras gestiona la guerra más importante del mundo a través de su teléfono móvil, ¡qué desparpajo!
Y, por contraposición, son una pareja protagonista que hace que la película funcione respondiendo también a una estructura narrativa clásica.
Ridley, esperemos sepas lo que vas a hacer teniendo entre tus proyectos futuros una adaptación del juego de mesa más famoso del mundo, el “monopoly”. ¿Una atmósfera futurista a lo “Blade Runner”? Dios nos salve.
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