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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 2.114
Críticas ordenadas por utilidad
8
23 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1948 Howards Hawks dirige magistralmente “El sueño eterno”, que nada tiene que ver con su título original (“The Big Sleep”); una estupenda película policíaca, de cine negro del mejor y una realización que crea una obra de gran nivel, enriquecida con la aportación de abundantes dosis de humor, picardía, sensibilidad, ingenio y convicción.

Todo ello con un guion un tanto complicado pero no por ello carente de brillantez e inteligencia. Para escribir el tal guion tomaron una excelente novela de Raymond Chandler de 1939, de título homónimo (“The Big Sleep”), tejida de diálogos insuperables, y fueron justamente tres de los mejores guionistas de Hollywood de la época, entre ellos William Faulkner junto a Leigh Brackett y Jules Furthman, quienes adaptaron esta obra y la colocaron en la cima del género negro en cine.

Un par de años antes casi el mismo equipo -todos en la Warner- habían creado ya otra obra maestra: "Tener y no tener" también de Hawks y con Bogart. Faulkner y cía. componen una historia emocionante, con personajes de dudoso calado moral y algunas mujeres con las que es mejor no tropezarse. Así, el guion cuenta un relato absorbente, de diálogos abundantes, impagables, rápidos, certeros como dardos en diana y muy ocurrentes.

La música del gran Max Steiner está hecha a la medida del film, con notas sutiles a veces y otras cargadas de suspense; es una música proveniente de una partitura orquestal que realza la acción y enriquece los ambientes, y destacan los temas "Carmen", "Vivian", "Marlowe", "Walking" y otros; e igualmente añade la canción "And Her Tears Flowed Like Wine".

La fotografía en blanco y negro de Sid Hickox es sencillamente magnífica y acorde con el desarrollo de la turbia trama; crea composiciones excelentes, presta atención a detalles más que sugerentes (más que muchas palabras), y sitúa y mueve con la cámara con tino consiguiendo una sorprendente profundidad de campo.

Las interpretaciones son geniales, empezando por un Humphrey Bogart que está sembrado, brillante, con ese tipo de papel de duro detective que le va como anillo al dedo; una esplendorosa y convincente Lauren Bacall (La interpretación de Bogart y Bacall roza la perfección), y acompañando un coro actoral de primer orden: John Ridgely, Martha Vickers, Dorothy Malone, Regis Toomey, Elisha Cooks o Peggy Knudsen. Y todo ese equipo hace posible una historia de intrigas, crímenes, asuntos turbios, pasiones ocultas y codicia, mucha codicia.

Esta película de crímenes en serie, misterio e intriga, es una cinta aparentemente del cine negro, pero quebranta algunos de sus principios; así, no hay una sino dos mujeres fatales, no hace uso del flashbacks ni de la voz en off, ni el héroe es una persona desesperada. Hace una radiografía del submundo del crimen, de la venganza, del turbio ambiente del juego, la droga, la extorsión, todo lo cual genera un clima que se puede cortar con un cuchillo; un clima negro, y asfixiante.

Desde luego la peli no es fácil, y es conocida por tener una de las tramas más enrevesadas de la historia del cine. Entonces si uno quiere enterarse bien hay que estar muy atento pues la trama es compleja, y además, no explica determinadas líneas de acción de personajes y situaciones, tal vez intencionadamente o para evitar la censura. O sea, verdaderamente es complicado seguir el hilo de la historia si se quiere atender a todos los detalles, diálogos, personajes, etc.

Igualmente la película no olvida el erotismo, dejando cálidas escenas de una suave y tenue sensualidad insinuada, como la escena que sucede en la librería con la bella y voluptuosa joven que cierra la puerta de la librería (Dorothy Malone) para quedarse a solas con Bogart; o cuando se monta en el Taxi y al despedirse de la linda mujer taxista le insinúa que la llame por la noche pues de día trabaja; y la conversación Humphrey-Bacall sobre toda la metáfora sexual de los caballos: montar caballos, cómo es la arrancada, el accionar, etc.: cargada de simbología erótica casi explícita.

Y es, finalmente, una película no exenta de violencia que encadena una larga sucesión de crímenes (hasta 7), por resentimiento, desagravio, hurto, confusión, celos, etc.

Es destacable la gran conjunción, sintonía, química –como se dice ahora- de estos dos intérpretes enormes que fueron Bogart y Bacall, llenando ésta última la pantalla de sensualidad, lo cual que es uno de los importantes polos de atracción de la cinta.

El título está justificado por la omnipresente presencia en la historia de la muerte, o sea, los que duermen el sueño eterno. Además, en esta peli, se hace quizá la mejor descripción de Philip Marlowe, el detective por antonomasia, encarnado por el actor que tal vez mejor ha sabido interpretar ese rol: Humphrey Bogart. Y también esta razón por sí sola es ya suficiente valor para ver esta peli.

A esto se le unen las frases y los diálogos chisporroteantes y agudos. Y pensaba yo cuánto merecería la pena coger un bolígrafo y escribirlos, pues cualquiera de estas frases o diálogos merecen ser citados en un lugar preferente de los guiones cinematográficos, como cuando Bogart dice: “Quítenle el biberón. Ya es bastante mayorcita”; o, “- Es usted muy guapo./ - Y cada vez lo soy más”; y tantas otras.

Estimados amigos, vean esta peli si pueden. Al modo del “Halcón maltés” de John Huston en 1941, también con Bogart –asocio ahora-, “El sueño eterno” es otra de esas grandes obras del llamado cine negro dignas de tener en cuenta. Véanla y déjense atrapar con absoluta satisfacción, encantados por el trabajo de los actores, por el contenido de los diálogos, por la potencia de las imágenes, por la enjundia de un gran trabajo de dirección. De eso se trata.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
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10
16 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi Esta película en una de esas reposiciones que eran típicas de antaño, cuando no había tanto cine y el público veía en reestreno obras que no había podido ver en su momento. Tal mi caso con esta “Vacaciones en Roma” (“Roman Holiday”), porque en 1953 aún no había nacido. Pero cuando la vi, ya a final de los sesenta, quedé prendado de esta cinta, y sobre todo de la Hepburn, toda una preciosidad, una belleza de actriz que ya siempre figura entre mis favoritas de siempre jamás.

Pues bien, ayer la volví a ver por tercera o cuarta vez. Y me siguió pareciendo igual de encantadora que siempre. Dicen que Gregory Peck, viendo la talla y el encanto de la Hepburn, quiso estar en cartel a la misma altura que la novel actriz (no hay que olvidar que fue el primer papel protagonista de Audrey Hepburn en el mundo del cine), pues sabía que ella era una “grande”. Y una grande rupturista, pues habría de triunfar sin curvas o alardes sexuales, sino sencillamente por su encanto personal. Y Peck no se equivocó, en aquel año de 1953 esta película tuvo ¡diez nominaciones a los Oscar! Y ganó tres: Mejor actriz (Hepburn), argumento original y vestuario; en los Globos de Oro: Mejor actriz dramática (Audrey Hepburn); Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actriz (Hepburn); y Premios BAFTA: Mejor actriz británica (Hepburn) y cuatro nominaciones. No se puede pedir más.

William Wyler, que ya venía de ganarlo todo en el cine, dirige con genial maestría este cuento de princesas moderno, dotando al film de un encanto y una frescura que lo hace inolvidable para quien ha visto la película. El magnífico guión está firmado por Ian McLellan Hunter (en realidad este fue un sobrenombre pues se trataba de Dalton Trumbo, el genial guionista, que no podía firmar el guión por estar represaliado por la caza de brujas del senador McCarthy) y John Dighton, basado en una historia del propio Trumbo (en su momento Trumbo cobró la friolera de 50.000 dólares que Wyler le dio “por debajo de cuerda”, como autor del guión); preciosa música de Georges Auric que ofrece una partitura descriptiva, romántica y ambiental, que subraya la magia del relato; y gran fotografía en blanco y negro de Franz Planer y Henri Alekan que dan lugar a una narración que trasmite sentimientos de fascinación y encantamiento y donde abundan planos tomados desde abajo, "travellings" emotivos e imágenes cautivadoras. Y también una extraordinaria puesta en escena, vestuario precioso, y el glamour de una cinta narrada de manera brillante por un maestro como Wyler, el director de "Ben Hur".

En cuanto al reparto, está el acierto de figurar en él la bellísima y singular Audrey Hepburn en su primer papel de protagonista en el cine –no lo olvidemos aunque ya lo haya dicho-, a quien acompaña con gran maestría de actor Gregory Peck. Es una pareja en la que se da sintonía, química, fuegos artificiales de romanticismo sin par… Y qué más decir: ¡ya son parte de la historia del cine con esta película! Además, y en coro que encuadra a la pareja, trabajan actores muy buenos como Addie Albert, Hartley Power, Harcourt Williams o Margaret Rawlins, entre otros.

Esta es una película, que sin ser la quintaesencia, sin ser una obra maestra, sin ser la número uno, es no obstante, una película, según mi criterio, de Matrícula de Honor.

De hace miles de años vienen los conocidos cuentos de hadas que ya forman parte de nuestro imaginario cultural Caperucita, Hansel y Gerttel, Blanca Nieves, etc.), pues bien, yo considero que el siglo XX y Wyller parieron esta cinta que ya quedará como una pieza cinematográfica para su incorporación en nuestra cultura y en nuestros corazones al modo de cuento contemporáneo. Ya sé que tal vez parezca algo afectado lo que escribo, pero así lo creo. La modernidad ha puesto a la Hepburn y a Peck, donde antaño estaban la princesa y el gallardo joven que la enamoraba, propio de tantas leyendas y cuentos que todos conocemos. Algunos dicen que esta peli es la Cenicienta pero dada la vuelta, la anti-Cenicienta, en la que incluso ella ha de correr para estar a hora, pero en palacio, claro, y a la que la calabaza, o sea la Vespa que monta con Peck, es lo que a ella le gusta, no una maldición.

Wyller hace que la historia se desarrolle con soltura, sin exabruptos ni drama, desvelando, paralelamente al soterrado pero mantenido romance de sus protagonistas, la frescura de Roma. De hecho, esta película supuso toda una innovación en el rodaje de exteriores, pues Wyler desechó la idea de rodar con escenarios artificiales porque quería que la auténtica Roma fuese la tercera protagonista de la película junto a los protagonistas. Así, se muestran las calles y plazas de la ciudad (el Coliseo, la plaza del Vaticano, la Fontana de Trevi, la plaza de España, la plaza del Pueblo, la plaza del Panteón en el campo de Marte, etc.), sus encantos múltiples, la alegría de vivir que incluye un paseo en moto alocado y espumoso, situaciones para sonreír, meramente sonreír afablemente –que no es poco-, como la escena de la peluquería, grabado todo en una bellísima fotografía como antes dije y con un final memorable que conviene ver y no contar, pues que los finales de los cuentos no se desvelan. Excepcional comedia romántica magnética, cinta prácticamente perfecta que ha ido ganando con el tiempo.
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Kikivall
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5
16 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película británica dirigida por Richard Eyre con la profesionalidad que no le voy a negar; con un guión regularcete y estirado más de la cuenta del propio Eyre y Charles Wood, inspirado en una historia corta de Bernhard Schlink (quien también escribió la novela adaptada al cine “El lector” 2008); con una música de Stephen Warbeck que mal que bien tira de la historia; y una fotografía sin alharacas de Haris Zambarloukos.

En cuanto a las interpretaciones, es mi consideración que tanto Liam Neeson (actor siempre correcto en todos sus trabajos) como marido y Laura Linney (espléndida actriz) como esposa infiel, hacen un enorme esfuerzo por dar credibilidad a lo increíble, sin embargo Antonio Banderas sobreactúa (nada nuevo), y el papel de amante sin blanca y vividor, seductor, y con pretensiones de nobleza, le va un poco grande.

Creo que en su afán por crear un thriller, el director Eyre se da de bruces con una película mediocre, tipo novela de TV o casi, sin mucha entidad, eso sí, distraída, para pasar un ratito viendo la cosa con alguna sonrisilla en la comisura de los labios, plan culebrón, sin mucha capacidad para aportar matices a la historia ni mayores reflexiones.

También me llama la atención que en el triángulo amoroso que dibuja el film, nadie parece saber nada del otro, como si fueran tres personajes cada por su lado. De una parte la rutina matrimonial de Peter y Lisa les hace vivir más bien autónomamente, las ocupaciones empresariales de Tom y el diseño de zapatos de Lisa les absorben el tiempo, y el amante Banderas parece estar a verlas venir, desconociendo la vida de su amante y aún más del marido de su amante: aislados, pues, cada uno en su mundo, desconocedores de cómo son los demás.

Es destacable también que Eyre pretende hacer un juego con el asunto del ajedrez –algo ya manido por cierto-, siendo que sólo consigue con ello perderse en una tupida red de metáforas sin mucha carga de profundidad, en las que intercala secuencias oníricas, montajes diversos, cambios poco claros, y revelaciones vagas que dejan al espectador con cierta sensación de haber sido llevado de la mano, sin posibilidad de reflexión o introspección sobre lo que está viendo, dada la carga dramática de la trama que está más cerca de una telenovela que de la intriga en sí.

A mí me parece que los buenos directores tienden a hacer cosas sencillas, claras, accesibles, entendibles, aunque tengan su evidente fondo que toda buena obra requiere. Y ese es esencialmente su mérito. Pues bien, en esta película Eyre tiende a la grandilocuencia, el gran drama, la facundia, las situaciones impostadas y la fatuidad. Pues que al final la historia es mezcla de drama romántico, buenismo, y la historia está a medio camino de todo, por todo ello, la película carece de una precisa definición.

Resumen: film de los que pasan sin pena ni gloria, que se puede ver si no hay nada mejor que hacer.
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Kikivall
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6
13 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza casi como acaba. El mercenario veterano Jimmy Conlon (Lian Neeson), alias El “Cavatumbas”, lo persigue interiormente la culpa por los crímenes del pasado y su vida violenta. Es primo y acólito de su jefe, un capo mafioso de cuidado (Ed Harris). Pero no sólo le persigue su conciencia, también la mismísima policía, que le ha seguido el rastro durante más de treinta años.
Tratase de un film del español Jaume Collet-Serra, que comienza a ser una presencia habitual en las carteleras norteamericanas, un punto de inflexión positivo en la evolución artística del cineasta catalán. El guión de Brad Ingelsby está bien desarrollado para lo que pretende, aunque no cuente nada que no se haya visto antes; pero las líneas de diálogo son dignas e incluso tiene buenas conversaciones. Film dirigido con frenesí por Collet-Serra, con el preaviso ya desde el principio de una carrera a todo gas (el título original es Run All Night), acompañada de multitud de disparos, sangre y cuerpos sobre el asfalto: ¡misión cumplida!
La música me ha gustado, de Junkie XL, más que a propósito para persecuciones a todo tren; y una fotografía propia del thriller negro, de Martin Ruhe, con zooms de la cámara por la ciudad y buenas maneras a la hora de rodar huidas. Así, sin ser brillantes, la banda sonora y la fotografía cumplen su función.
El reparto es de lujo para esta ocasión de cine de acción sin paliativos: Liam Neeson que hace de duro y arrepentido individuo, sicario de siempre y que encabeza el reparto de manera ejemplar; Joel Kinnaman, bien como hijo honesto que ha de pasar un calvario junto a su familia; Ed Harris, sensacional en su papel de capo principal; y acompañan actores y actrices como Vincent D´Onofrio (excelente como policía principal), Genesis Rodríguez, Boyd Holbrook, Common, Holt McCallany, Malcolm Goodwin, Nick Nolte (poco tiempo para tan gran actor) y James Martínez.
El veterano de varias películas de acción de las que es protagonista, el irlandés Liam Neeson, ocurre que sigue siendo consistente y sobre todo poderoso y convincente en la pantalla de la que es hoy el dueño y señor en este género. Algunos lo han querido comparar con aquel Charles Bronson de los setenta y ochenta. Yo creo que es algo más, que es un actor con más repertorio y recorrido.
Un aspecto llamativo son las transiciones entre escenas, con unas aproximaciones desde un plano general de la ciudad hasta algún detalle de los hechos que, aunque digitales, resultan bastante sugestivos. De otro lado, la película puede ser considerada como un juego de espejos que da pie a un thriller frenético a modo de western urbano.
En resumen, una cinta a la que no le falta detalle para ser una obra perteneciente al género de acción: tiros, muertes, puñetazos, persecuciones en coche, etc. A quien le guste este tipo de cine, no le defraudará. De hecho es entretenida. Si tienes una tarde nublada, lluviosa o fría, si tus amigos han desaparecido, si tu novia te ha dejado, o todo lo anterior a la vez, es tu ocasión para ver esta peli. Ahora bien, no esperes alardes, es una cinta de acción más, como hay muchas; a lo sumo, se le puede añadir el calificativo de thriller mezclado con toques de western, como antes decía.
Kikivall
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7
13 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elia (Maribel Verdú) cumple 40 años. Para celebrarlo invita a una lujosa casa rural a amigos y familiares. Debe decirles algo muy importante: ha resultado ser la ganadora del bote de 140 millones que el Euromillón sorteaba esa semana. Es ese el momento en el que el ambiente empieza a tornarse ácido y a enrarecerse. Lo que comenzaba alegremente, da paso, en este punto de inflexión donde el dinero hace su aparición, a toda clase de patrañas para quedarse con el capital de Elia.
Dirige con soltura y singularidad esta comedia-drama Gracia Querejeta, que es una maestra en disputas entre sus personajes y en escenas donde predomina lo emocional y lo visceral, lo que sale de las entrañas de los protagonistas, lo bueno y lo malo. El guión es de la propia Querejeta con la enorme ayuda de Santos Mercero, un guión que será considerado probablemente como el más sorpresivo y corrosivo del cine español del año, que dará la gran sorpresa. Estupenda y muy fina la música de Federico Jusid y gran fotografía con su medida para los planos próximos y para los grandes paisajes de exteriores, preciosa fotografía, digo, de Juan Carlos Gómez
En el reparto Maribel Verdú está magnífica en su papel protagonista, genial; Antonio De La Torre, abogado cínico y hombre de cuidado, muy bien; Eduard Fernández, sensacional en su papel de amigo gourmet; Mariam Álvarez sensacional como hermana maltratada por su esposo y de espíritu débil que pasa de la comedia a la tragedia en un segundo sin despeinarse; Nora Navas, amiga de cuidado: extraordinaria y motor dramático de la película; Alez O´Dogherty sembrado en su rol de millonetis; Ginés García Millán, estupendo en el papel de ex novio de Elia con nueva novia (actor muy olvidado en este país); Paula Cancio, que va a dar que hablar porque está espléndida en su rol de argentina cargante y presumida, novia advenediza y mujer insoportable; y Marcos Ruiz que no se amilana ante tanto actor bueno y veterano: muy bien. Querejeta tiene que dirige muy bien a los actores, actores todos excelentes, actores y actrices premiados y con una larga trayectoria en sus carreras con una Maribel Verdú a la cabeza; la Verdú es ya prácticamente una musa para la Querejeta. Aunque hay también otras mujeres complejas llenas de secretos y dobleces. Sorprende, así, la facilidad de los actores para cambiar de registro y adaptarse al ritmo cambiante y fluido de una trama que se comporta con la lúcida crueldad del mismo dinero. Así que los actores son quizá el valor principal de este film.
Pero hay más, claro: el dinero nubla la vista y confunde el ánimo. Y entonces, lo que sigue es puro despiste para deshacer los géneros: drama, romance, tragedia… Pues resulta que lo que pretendía ser no es y viceversa.
Claro que uno recuerda otros filmes que versan sobre encuentros entre amigos y familiares y que por lo general acaban mal. Pero cuando llega el segundo tramo de la historia, algo que no hay que desvelar para que no preavisar al que quiera ir a verla, afloran los verdaderos subtextos: el hombre (y la mujer) y sus crisis; la ambición desmedida e irracional; los modos sui géneris de relacionarnos; el a veces mito de la amistad; la fachada hipócrita; la diferencia de fuerzas entre unos personajes y otros. De manera que la última de la película te atrapa, es convincente y además original. Y todo ello sin perder de vista, como antes decía, el poder comercial. La película es para todas las edades y clases sociales prácticamente, pues a todos nos concierne y a todos toca: los buenos, los regulares, los cabrones o los híbridos, que es lo que somos todos, o casi todos.
La película nos hace zambullirnos en cierta oscuridad que reconocemos, así como en cierta negación del hombre bueno de Rousseau: codicia, mezquindad, brutalidad y cobardía, son rasgos que Gracia Querejeta decide filmar en su séptima película.
El film es una obra para reflexionar sobre el poder fascinante del dinero y el poder corruptor que tiene sobre las vidas de la gente; tanto, que el dinero puede pasar como un buldócer sobre la familia y la amistad, y de pudrir relaciones asentadas.
En resumen, no es nada nuevo. La antigüedad: culturas ancestrales, griegos, romanos, y no digamos nuestra Literatura, previnieron sobre los peligros y desvaríos de la riqueza, el “becerro de oro” o el dinero. Pero quien vea esta película, creo que agradecerá, como yo lo hice, el que nos recuerden el ya sabido mensaje que viene totalmente al hilo de nuestra actual y vergonzante historia de corrupciones y latrocinios.

Hace mucho el dinero (Libro del buen Amor)

Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar;
al torpe hace discreto, hombre de respetar,
hace correr al cojo, al mudo le hace hablar;
el que no tiene manos bien lo quiere tomar.
Aun el hombre necio y rudo labrador
dineros le convierten en hidalgo doctor;
cuanto más rico es uno, más grande es su valor,
quien no tiene dineros no es de sí señor (no le dicen señor).

[…]
El hace caballeros de necios aldeanos,
condes y ricos hombres de unos cuantos villanos,
con el dinero andan los hombres muy lozanos,
cuantos hay en el mundo le besan hoy las manos.

Yo he visto a muchos monjes en sus predicaciones
denostar al dinero y a las sus tentaciones,
pero, al fin, por dinero otorgan los perdones,
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones.

En resumen lo digo, entiéndelo mejor:
el dinero es del mundo el gran agitador,
hace señor al siervo y siervo hace al señor;
toda cosa del siglo se hace por su amor.

Arcipreste de Hita
Kikivall
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