Que lástima que el debut de Giles Legardinier sea tan aburrido. Qué lástima dos actorazos como John Malkovich y Fanny Ardant estén tan desaprovechados. Qué pena de guión que al principio pretende ser comedia, sin pizca de gracia, y termina como un drama familiar navideño de corte película norteamericana.
Lenta y repetitiva, todo en ella es previsible, menos las ocurrencias de relleno.
Un proyecto posiblemente bienintencionado, pero con el pecado de estar en Europa y en América al mismo tiempo. No es posible.
Qué lástima que dos veteranos actores, como Malkovich y Ardant, con cientos de películas a sus espaldas no hayan dado alguna sugerencia a este director debutante.

Cuando terminas el visionado, piensas: "¡He visto cine!" Sorrentino sabe de que va esto. Fué la mano de Dios, es un retrato biográfico en una Italia, en un Nápoles donde se reconocen los aromas ancestrales de la gente mediterránea. Interesante, pero hay que ponerle un pero, el metraje como en mucho del cine que se hace ahora la hace un poco aburrida. De todos modos interesante.

Supongo que todos sabemos de la existencia de personas, sordas, mudas, sordomudas, pero pocos conocen esas realidades, yo entre ellos.
Eva Libertad, nos cuenta una historia, para mí, totalmente verosímil, de una pareja que es capaz de tener una convivencia feliz, a pesar de vivir parcialmente en un mundo sin ruido. Cosa que no debe de ser nada fácil.
Me ha gustado mucho la interpretación de Miriam Garlo y Álvaro Cervantes, que nos hacen que el transito por esta historia que podría ser difícil, se convierta en un ejercicio de cariño y empatía.
Incluso es de agradecer, que la directora no haya caído en la trampa, bastante de moda, del largo-metraje, y que en 100 minutos sea capaz de contarnos esta bonita historia.
Si quieren disfrutar y aprender a partes iguales, vayan a verla.

Lo mismo hay personas que, a estas alturas de la historia de la humanidad, necesitan que alguien les anuncie que las religiones son todas mentira y que la verdadera religión es el CONTROL. Verdaderamente para cualquier ser humano con los pies en el suelo, esta definición es tan obvia que dos horas de cine dando vueltas sobre ella, parece una pérdida de tiempo. Pero es mi opinión, claro.
Respecto al género terror donde se encuadra esta película, no cumple con los objetivos que se supone prefijados, no dan ni frio ni calor las interpretaciones principales, y casi únicas, de Hugh Grant, Sophie Thatcher y Chloe East, más planas que un tablero. No aportan nada a la historia.
Sin embargo, es una película en la que el suspense te mantiene atento e impide que el aburrimiento te abata.
Pero no en todas las personas funciona igual; hacía tiempo que no veía a un empleado entrar a la sala para sacar a un espectador profundamente dormido o, en mi sesión, a otro abandonarla antes de terminar la película, supongo que para combatir el aburrimiento.
De nuevo debo recomendar esta película, para personas interesadas en la religión, pero en este caso, que sean creyentes un poco mosqueados con lo que les han dicho siempre que han de creer.
¡FELIZ 2025!

Si se ha pretendido hacer una película de acción, se ha conseguido. Casi toda ella es trepidante.
Pero ni son creíbles las presuntas bases políticas en que se sugiere está basada la película, ni son creíbles las súper-acciones de los periodistas reporteros de guerra.

Los actores, a pesar de ser un elenco de campanillas, no aportan gran cosa a la interpretación, solo tienen que seguir las ordenes de la dirección y cuando es necesario dejarse suplantar por los especialistas.

Garland domina la puesta en escena, sin fallos, de una superproducción, que a veces avasalla en medios y efectos especiales.

Entretenida, pero sin alma.