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6
1 de enero de 2025
1 de enero de 2025
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los Años Nuevos” es interesante en el planteamiento y ambiciosa en los objetivos, pero tiene carencias fundamentales que la debilitan y la hacen tediosa y banal.
La historia conductora es atractiva a priori: la evolución de una relación de pareja a lo largo de una década contándonos en cada episodio lo que sucede en la nochevieja o año nuevo de cada año, y su ambición, patente en el mosaico de personajes que aparecen, es aprovechar para retratar a una generación, los nacidos en los 90 que están ahora mismo entre la treintena y la cuarentena.
La narrativa cae en ese defecto tan habitual de editorializar los personajes: los conocemos por sus explicaciones, que no por sus actos: el médico protagonista no sale como médico hasta el capítulo 6, y bien poco, pero es que ni en su lenguaje ni en sus reacciones da el menor indicio de ser médico, salvo decirlo repetidamente y quejarse de que hace muchas guardias. No habla de lo que hace en su trabajo salvo mencionar que cobra poco, no hace comentarios sobre la salud de sus amigos, ni reacciona como médico cuando a un vecino le da un ataque, ni cuando se mete sin dudarlo la droga que les pasa su amigo alemán (con 2 excepciones menores que pongo en el spoiler). A todos los efectos podían haber cambiado “médico” por “bombero” y haber mantenido exactamente el mismo guión, incluidas las quejas por las guardias. Y en cuanto a lo que no es su profesión: tenemos que esperar a los últimos capítulos para descubrir que cuida con cariño de su amigo Guille y le visita con frecuencia en la clínica de desintoxicación, y para ver en la interacción con su padre y su madre un poco de lo que puede haber detrás del personaje. Demasiado tarde y demasiado poco.
Tampoco de los demás personajes vemos nada salvo lo que nos cuentan: Ana sale en las primeras escenas trabajando en el bar, claro, porque allí se conocen. Luego nada, salvo lo que cuenta, hasta mitad de la serie en que sale en el restaurante (pero sale allí, no la vemos ejercer de empresaria), en la negociación del traspaso del bar (que conversación más absurda y poco relevante, por cierto), y en esa escena en la que ayuda a una borracha que encuentra en el metro. Aprendemos en esa escena que es buena persona y con tendencia a meterse en lo que no la llaman, lo que no aporta mucho a la historia, pero algo es. En cuanto al resto de personajes, no los vemos haciendo nada salvo hablar entre sí y contarse cosas.
Las interpretaciones no ayudan mucho a los personajes principales: casi todos los secundarios lo hacen bastante bien, con mucha profesionalidad, pero tanto Oscar como Ana a mi juicio se quedan cortos: a ella es difícil adivinar viéndole la cara si esta cabreada o contenta, aunque si que le da intensidad al personaje. El médico/bombero, en cambio, aparte de llorar y fruncir el ceño, no parece tener muchos otros registros.
Las interminables escenas de sexo de los primeros capítulos son innecesariamente largas y explícitas hasta el hartazgo, y salvo que vemos que tanto el médico como la cocinera son aficionados al sexo intenso, no aportan mucho a los personajes.
La historia está contada y sobre todo, dirigida, de una forma muy irregular: los primeros capítulos son casi todos en interiores, con un montaje soso de plano medio tras plano medio (no hay un travelling decente ni un primer plano de un personaje hasta el capítulo 7 u 8), eso sí, luego se explaya en el plano secuencia del capítulo 10. Lo dicho, muy irregular, y se notan tanto las diferencias entre los directores de cada episodio, que me pregunto si a mitad de la producción alguien vio el resultado hasta entonces (supongo que Sorogoyen), dio un manotazo en la mesa y decidió cambiar el enfoque.
La fotografía padece de la misma irregularidad: muy oscura en los primeros capítulos y algo más luminosa en los últimos. Hasta he pensado si eso podría ser intencionado y relacionado con la evolución de los personajes, pero he desistido, no veo la relación.
Y ya que hablamos de la evolución de los personajes: todos acaban igual que empiezan: Ana indecisa y veleta, el médico colgado y patético, y al resto tampoco se les ve cambiar. No es que no se pueda contar una historia en la que los personajes no evolucionen, pero entre eso y la falta de tensión narrativa, inexistente en los primeros capítulos y escasa en los últimos, dudamos si nos están contando una historia o si estamos viendo capítulos de Gran Hermano. Está muy bien contar historias de gente corriente y anodina, el riesgo es que sin tensión dramática, sin que haya entre los personajes algo más que el contarse entre ellos que no saben si se quieren o no, que han perdido el teléfono o que les han cambiado el contrato laboral, la historia resulta al final también corriente y anodina, y lo que es peor, aburrida.
En el lado bueno, la serie está muy bien producida (salvo el sonido, como siempre), y bien dirigida, sobre todo en la segunda mitad. En resumen, que es resultona, sobre todo si aguantas los primeros capítulos y no eres demasiado exigente con el resto, pero muy lejos de llegar a buenísima. Un 6 y gracias, muy lejos de la hilera de 9’s y 10’s y de los panegíricos que le dedica la crítica profesional como si no hubieran visto una buena película en su vida.
#sígueme en Twitter @ArponeroSanchez, y si te ha gustado mi crítica, no olvides dar un positivo!
La historia conductora es atractiva a priori: la evolución de una relación de pareja a lo largo de una década contándonos en cada episodio lo que sucede en la nochevieja o año nuevo de cada año, y su ambición, patente en el mosaico de personajes que aparecen, es aprovechar para retratar a una generación, los nacidos en los 90 que están ahora mismo entre la treintena y la cuarentena.
La narrativa cae en ese defecto tan habitual de editorializar los personajes: los conocemos por sus explicaciones, que no por sus actos: el médico protagonista no sale como médico hasta el capítulo 6, y bien poco, pero es que ni en su lenguaje ni en sus reacciones da el menor indicio de ser médico, salvo decirlo repetidamente y quejarse de que hace muchas guardias. No habla de lo que hace en su trabajo salvo mencionar que cobra poco, no hace comentarios sobre la salud de sus amigos, ni reacciona como médico cuando a un vecino le da un ataque, ni cuando se mete sin dudarlo la droga que les pasa su amigo alemán (con 2 excepciones menores que pongo en el spoiler). A todos los efectos podían haber cambiado “médico” por “bombero” y haber mantenido exactamente el mismo guión, incluidas las quejas por las guardias. Y en cuanto a lo que no es su profesión: tenemos que esperar a los últimos capítulos para descubrir que cuida con cariño de su amigo Guille y le visita con frecuencia en la clínica de desintoxicación, y para ver en la interacción con su padre y su madre un poco de lo que puede haber detrás del personaje. Demasiado tarde y demasiado poco.
Tampoco de los demás personajes vemos nada salvo lo que nos cuentan: Ana sale en las primeras escenas trabajando en el bar, claro, porque allí se conocen. Luego nada, salvo lo que cuenta, hasta mitad de la serie en que sale en el restaurante (pero sale allí, no la vemos ejercer de empresaria), en la negociación del traspaso del bar (que conversación más absurda y poco relevante, por cierto), y en esa escena en la que ayuda a una borracha que encuentra en el metro. Aprendemos en esa escena que es buena persona y con tendencia a meterse en lo que no la llaman, lo que no aporta mucho a la historia, pero algo es. En cuanto al resto de personajes, no los vemos haciendo nada salvo hablar entre sí y contarse cosas.
Las interpretaciones no ayudan mucho a los personajes principales: casi todos los secundarios lo hacen bastante bien, con mucha profesionalidad, pero tanto Oscar como Ana a mi juicio se quedan cortos: a ella es difícil adivinar viéndole la cara si esta cabreada o contenta, aunque si que le da intensidad al personaje. El médico/bombero, en cambio, aparte de llorar y fruncir el ceño, no parece tener muchos otros registros.
Las interminables escenas de sexo de los primeros capítulos son innecesariamente largas y explícitas hasta el hartazgo, y salvo que vemos que tanto el médico como la cocinera son aficionados al sexo intenso, no aportan mucho a los personajes.
La historia está contada y sobre todo, dirigida, de una forma muy irregular: los primeros capítulos son casi todos en interiores, con un montaje soso de plano medio tras plano medio (no hay un travelling decente ni un primer plano de un personaje hasta el capítulo 7 u 8), eso sí, luego se explaya en el plano secuencia del capítulo 10. Lo dicho, muy irregular, y se notan tanto las diferencias entre los directores de cada episodio, que me pregunto si a mitad de la producción alguien vio el resultado hasta entonces (supongo que Sorogoyen), dio un manotazo en la mesa y decidió cambiar el enfoque.
La fotografía padece de la misma irregularidad: muy oscura en los primeros capítulos y algo más luminosa en los últimos. Hasta he pensado si eso podría ser intencionado y relacionado con la evolución de los personajes, pero he desistido, no veo la relación.
Y ya que hablamos de la evolución de los personajes: todos acaban igual que empiezan: Ana indecisa y veleta, el médico colgado y patético, y al resto tampoco se les ve cambiar. No es que no se pueda contar una historia en la que los personajes no evolucionen, pero entre eso y la falta de tensión narrativa, inexistente en los primeros capítulos y escasa en los últimos, dudamos si nos están contando una historia o si estamos viendo capítulos de Gran Hermano. Está muy bien contar historias de gente corriente y anodina, el riesgo es que sin tensión dramática, sin que haya entre los personajes algo más que el contarse entre ellos que no saben si se quieren o no, que han perdido el teléfono o que les han cambiado el contrato laboral, la historia resulta al final también corriente y anodina, y lo que es peor, aburrida.
En el lado bueno, la serie está muy bien producida (salvo el sonido, como siempre), y bien dirigida, sobre todo en la segunda mitad. En resumen, que es resultona, sobre todo si aguantas los primeros capítulos y no eres demasiado exigente con el resto, pero muy lejos de llegar a buenísima. Un 6 y gracias, muy lejos de la hilera de 9’s y 10’s y de los panegíricos que le dedica la crítica profesional como si no hubieran visto una buena película en su vida.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Alguien puede explicarme la escena en la que ella está en Lyon, se le cae la bicicleta con el encargo de comida, y aparece el personaje de Óscar y charlan un rato? ¿Es un sueño? ¿y de quien? Primero, porque menuda casualidad increíble, y segundo, porque en el siguiente episodio, en el que también se encuentran por casualidad, aunque en Madrid, menos increíble, dicen que hace tres años que no se ven…
Y las excepciones que citaba arriba: en el capítulo 10, en una conversación telefónica, menciona un paciente picado por una garrapata y luego menciona otro al que han dado de alta. En el capítulo 10, nada menos... menuda construcción de personaje.
Y las excepciones que citaba arriba: en el capítulo 10, en una conversación telefónica, menciona un paciente picado por una garrapata y luego menciona otro al que han dado de alta. En el capítulo 10, nada menos... menuda construcción de personaje.
10
6 de marzo de 2021
6 de marzo de 2021
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leí la novela de Ballard de joven, y aún recuerdo como me impactó. La descarnada malsanidad de los personajes y lo truculento de la historia dejaron huella en mí.
Cuando proyectaron en cine la versión restaurada, fui a verla en Madrid. En la sala estaríamos una docena de personas, y la mayoría íbamos solos. Ballard no es un plato fácil de compartir.
Empezaré diciendo que, en mi opinión, Cronenberg ha capturado completamente la novela y la ha trasladado, sin concesiones ni miramientos, a película. Tanto es así que a partir de ahora no hablaré de película, sino de novela/película.
Y es dificíl definir que tipo de novela/película es Crash. En diversos momentos, Ballard la llamó “cuento con moraleja”, otras veces “himno psicopático”, aunque casi siempre se referia a ella como una novela de ciencia ficción. Mi tesis es que ni la novela es una novela ni la película es una película. Ambas tratan, sí, de narrar una historia, cada una con sus medios: palabras en un caso, imágenes más palabras y música (poca, por cierto) en el otro. Pero ahí acaba la simulitud con las novelas/películas normales. Creo que si tuviera que definir Crash diría que es un cuadro, y si tuviera que nombrar cual me viene a la mente cuando recuerdo Crash, diría: “El Jardín de las Delicias” de Hieronymus Bosch: figuras atormentadas que corren en círculos mientras son masacradas por máquinas perversas… o quizá uno de los retratos de Francis Bacon, esos que al mirarlos te da la sensación de estar delante de alguien que sufre mucho, mucho dolor.
Porque lo importante no es la historia que nos narra la novela/película, ni siquiera lo que hacen o sienten los personajes. Lo que Crash consigue con una fuerza descomunal es que seamos nosotros los que sintamos la angustia y la lujuria, los que tengamos arcadas y se nos revuelvan las tripas. Crash golpea como un gancho al hígado que nos deja sin respiración e impregna la sala de cine del olor del semen y la sangre mezclados con el aceite caliente derramado sobre el asfalto.
Crash consigue todo eso sin dar ni requerir explicaciones ni entendimientos, y eso queridos colegas, esa “cosa” que es capaz de transmitirnos emoción, sentimiento o comprensión de lo más oscuro de la naturaleza humana se llama, sencillamente, obra de arte.
Como toda obra de arte, habrá quien la aprecie y quién la desprecie, pero no dejará indiferente. No hay más que leer el resto de las críticas…
#sígueme en Twitter @ArponeroSanchez, y si te ha gustado no olvides dar un positivo!
Cuando proyectaron en cine la versión restaurada, fui a verla en Madrid. En la sala estaríamos una docena de personas, y la mayoría íbamos solos. Ballard no es un plato fácil de compartir.
Empezaré diciendo que, en mi opinión, Cronenberg ha capturado completamente la novela y la ha trasladado, sin concesiones ni miramientos, a película. Tanto es así que a partir de ahora no hablaré de película, sino de novela/película.
Y es dificíl definir que tipo de novela/película es Crash. En diversos momentos, Ballard la llamó “cuento con moraleja”, otras veces “himno psicopático”, aunque casi siempre se referia a ella como una novela de ciencia ficción. Mi tesis es que ni la novela es una novela ni la película es una película. Ambas tratan, sí, de narrar una historia, cada una con sus medios: palabras en un caso, imágenes más palabras y música (poca, por cierto) en el otro. Pero ahí acaba la simulitud con las novelas/películas normales. Creo que si tuviera que definir Crash diría que es un cuadro, y si tuviera que nombrar cual me viene a la mente cuando recuerdo Crash, diría: “El Jardín de las Delicias” de Hieronymus Bosch: figuras atormentadas que corren en círculos mientras son masacradas por máquinas perversas… o quizá uno de los retratos de Francis Bacon, esos que al mirarlos te da la sensación de estar delante de alguien que sufre mucho, mucho dolor.
Porque lo importante no es la historia que nos narra la novela/película, ni siquiera lo que hacen o sienten los personajes. Lo que Crash consigue con una fuerza descomunal es que seamos nosotros los que sintamos la angustia y la lujuria, los que tengamos arcadas y se nos revuelvan las tripas. Crash golpea como un gancho al hígado que nos deja sin respiración e impregna la sala de cine del olor del semen y la sangre mezclados con el aceite caliente derramado sobre el asfalto.
Crash consigue todo eso sin dar ni requerir explicaciones ni entendimientos, y eso queridos colegas, esa “cosa” que es capaz de transmitirnos emoción, sentimiento o comprensión de lo más oscuro de la naturaleza humana se llama, sencillamente, obra de arte.
Como toda obra de arte, habrá quien la aprecie y quién la desprecie, pero no dejará indiferente. No hay más que leer el resto de las críticas…
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7,0
21.832
8
12 de abril de 2022
12 de abril de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha encantado este retrato intimista de dos personas que han sido todo en la vida, enfrentadas cara a cara con el gran enemigo, con ese adversario que siempre acaba ganando. El tiempo puede perder muchas las batallas, pero siempre, siempre, gana la última.
Me han encantado los personajes, mentes aún lúcidas en cuerpos que ya no les acompañan, excelentemente interpretados por Cain y Keitel, me han gustado los secundarios, y me ha gustado la dirección, realista y fantasiosa en la justa proporción, efectiva y tierna, dando el ritmo adecuado en cada momento.
Y cómo no disfrutar de ese ambiente, ese lujo sofisticado y liberal que se encuentra en algunos hoteles de Suiza o Tirol donde la mayor falta de educación que puedes cometer es ir con traje de baño en la sauna...
#sígueme en Twitter @ArponeroSanchez, y si te ha gustado no olvides dar un positivo!
Me han encantado los personajes, mentes aún lúcidas en cuerpos que ya no les acompañan, excelentemente interpretados por Cain y Keitel, me han gustado los secundarios, y me ha gustado la dirección, realista y fantasiosa en la justa proporción, efectiva y tierna, dando el ritmo adecuado en cada momento.
Y cómo no disfrutar de ese ambiente, ese lujo sofisticado y liberal que se encuentra en algunos hoteles de Suiza o Tirol donde la mayor falta de educación que puedes cometer es ir con traje de baño en la sauna...
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4,6
3.162
4
26 de abril de 2020
26 de abril de 2020
8 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaré diciendo que esta película es lo que es, y si estás aburrido y con pocas ganas de levantarte del sofá, hasta se deja ver y entretiene.
Su mayor virtud para mi, su coherencia interna, se inventa unas reglas y las sigue razonablemente.
Lo peor, las tonterías innecesarias del guión.
Y el motivo por el que le dedico unas líneas, ese fantástico momento en que decodifican la app y sale esa lista… lo que hubiera hecho Borges con eso.
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Su mayor virtud para mi, su coherencia interna, se inventa unas reglas y las sigue razonablemente.
Lo peor, las tonterías innecesarias del guión.
Y el motivo por el que le dedico unas líneas, ese fantástico momento en que decodifican la app y sale esa lista… lo que hubiera hecho Borges con eso.
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6,0
14.649
6
5 de agosto de 2022
5 de agosto de 2022
15 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Prey” ha removido mis contradicciones internas y me ha dejado, como crítico, confuso.
Como apocalíptico se me desatan los comentarios cortantes uno tras otro: Amber Midthunder (Amber Medio-Trueno, por si alguno no lo ha pillado) puede ser una Sioux auténtica, que lo es, miembro de la tribu Sioux de la reserva india de Fort Peek, Montana. Pero es una actriz mediocre, a la que mantienen con un pelazo inmaculado hasta en la escenas más sucias, y que en ningún momento transmite la dureza y determinación de una cazadora implacable. Como mediocres son todos los demás actores, eso sí, todos descendientes de americanos nativos, no sea que alguna tribu se cabree: Dakota Beaver, nacido en Arizona, de los Ohkay Owingeh Pueblo. Michelle Thrush - la madre -, canadiense y miembro de la tribu Cree, Julian Black Antelope como el Jefe Kehetu… del único del que no he encontrado nada es de Stormee Kipp (Wasp), pero desde luego muy caucásico no parece…
La vida de los comanches está seguro muy bien reflejada, de eso se han asegurado en Disney contratando a la co-productora Jhane Myers, una Pies Negros y miembro de la nación Comanche. Nos da detalles continuos, y bienvenidos sean, de la vida cotidiana de los comanches y de sus ritos, pero nos los muestra como una de esas idílicas sociedades cazadoras-recolectoras tan queridas al imaginario ecologista donde todos van limpios y cuidados, tienen dentaduras perfectas (no habéis intuido las ortodoncias en los niños indios?), las medicinas tradicionales funcionan como si las hubiera producido Pfizer, y donde el conflicto de la protagonista con los roles tradicionales comanches se pinta con una suavidad que resulta completamente inverosímil.
Vale que no hay que pasarse al otro extremo y pintar a los comanches como los crueles salvajes de “Centauros del Desierto”, que un poco crueles si eran (sólo hay que documentarse un poco), pero negar la realidad y aplicar a las sociedades antiguas los criterios de hoy día es uno de los síntomas más inequívocos de la corrección política, ese cáncer imparable que devora la producción artística contemporánea y que tiene en Disney uno de sus seguidores más devotos.
Tan es así que el director ha incluido una referencia deliberada a “Centauros del Desierto”: cuando en la primera escena Naru sale de la tienda y su figura se recorta contra la abertura, es John Wayne en “Centauros…” saliendo de la casa. Y no me lo invento, lo cuenta el propio Dan Trachtenberg en una entrevista.
En resumen, un saco de incoherencias que rezuma corrección política por todos los poros, la antítesis perfecta de lo que debe ser la creación artística.
Todo eso me sale en mi vena apocalíptica, y sin embargo…
Sin embargo, me he dejado llevar por la belleza de los paisajes de las praderas, y por esa valentía innata de los comanches que se enfrentan a pumas, osos o Predators sin dudar un momento y sin dar un paso atrás, soportando estoicamente el dolor y las penalidades (y por lo que se sabe de ellos, así eran).
Me he dejado llevar por esos guiños a la franquicia, sobre todo por ese “si sangra, se le puede matar”, que dicho por un cazador comanche no desmerece un ápice a San Arnold, y por esa estremecedora escena de los bisontes despellejados, un cuadro cruel y realista de lo que ocurrió en las praderas americanas con la llegada de los tramperos blancos, sobre todo franceses que bajaban desde Canadá (los “voyageurs” les llamaban).
No importa que el proceso de entrenamiento como cazadora de la protagonista tenga más lagunas que Ruidera, ni que el guiño de la pistola esté metido con calzador y sea inconsistente, pues en la segunda de la serie la pistola la tiene un Predator. No importa que el Predator haya quedado regular (todavía me pregunto dónde estaba en el casco el visor infrarrojo, al menos el puntero láser si lo muestran), ni que las escenas de lucha sean algo confusas y - marca Disney - descafeinadas…
No me importa todo eso, porque Amber con todas sus limitaciones y a pesar de su baño de corrección política, me ha capturado como a un conejo, y porque tengo una debilidad incorregible por las historias de superación y valentía.
Por eso mi lado integrado le ha pegado una patada a mi mitad apocalíptica, he disfrutado la película como un enano, y le pongo un 6, que considerando todo lo dicho, es más que generoso.
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Como apocalíptico se me desatan los comentarios cortantes uno tras otro: Amber Midthunder (Amber Medio-Trueno, por si alguno no lo ha pillado) puede ser una Sioux auténtica, que lo es, miembro de la tribu Sioux de la reserva india de Fort Peek, Montana. Pero es una actriz mediocre, a la que mantienen con un pelazo inmaculado hasta en la escenas más sucias, y que en ningún momento transmite la dureza y determinación de una cazadora implacable. Como mediocres son todos los demás actores, eso sí, todos descendientes de americanos nativos, no sea que alguna tribu se cabree: Dakota Beaver, nacido en Arizona, de los Ohkay Owingeh Pueblo. Michelle Thrush - la madre -, canadiense y miembro de la tribu Cree, Julian Black Antelope como el Jefe Kehetu… del único del que no he encontrado nada es de Stormee Kipp (Wasp), pero desde luego muy caucásico no parece…
La vida de los comanches está seguro muy bien reflejada, de eso se han asegurado en Disney contratando a la co-productora Jhane Myers, una Pies Negros y miembro de la nación Comanche. Nos da detalles continuos, y bienvenidos sean, de la vida cotidiana de los comanches y de sus ritos, pero nos los muestra como una de esas idílicas sociedades cazadoras-recolectoras tan queridas al imaginario ecologista donde todos van limpios y cuidados, tienen dentaduras perfectas (no habéis intuido las ortodoncias en los niños indios?), las medicinas tradicionales funcionan como si las hubiera producido Pfizer, y donde el conflicto de la protagonista con los roles tradicionales comanches se pinta con una suavidad que resulta completamente inverosímil.
Vale que no hay que pasarse al otro extremo y pintar a los comanches como los crueles salvajes de “Centauros del Desierto”, que un poco crueles si eran (sólo hay que documentarse un poco), pero negar la realidad y aplicar a las sociedades antiguas los criterios de hoy día es uno de los síntomas más inequívocos de la corrección política, ese cáncer imparable que devora la producción artística contemporánea y que tiene en Disney uno de sus seguidores más devotos.
Tan es así que el director ha incluido una referencia deliberada a “Centauros del Desierto”: cuando en la primera escena Naru sale de la tienda y su figura se recorta contra la abertura, es John Wayne en “Centauros…” saliendo de la casa. Y no me lo invento, lo cuenta el propio Dan Trachtenberg en una entrevista.
En resumen, un saco de incoherencias que rezuma corrección política por todos los poros, la antítesis perfecta de lo que debe ser la creación artística.
Todo eso me sale en mi vena apocalíptica, y sin embargo…
Sin embargo, me he dejado llevar por la belleza de los paisajes de las praderas, y por esa valentía innata de los comanches que se enfrentan a pumas, osos o Predators sin dudar un momento y sin dar un paso atrás, soportando estoicamente el dolor y las penalidades (y por lo que se sabe de ellos, así eran).
Me he dejado llevar por esos guiños a la franquicia, sobre todo por ese “si sangra, se le puede matar”, que dicho por un cazador comanche no desmerece un ápice a San Arnold, y por esa estremecedora escena de los bisontes despellejados, un cuadro cruel y realista de lo que ocurrió en las praderas americanas con la llegada de los tramperos blancos, sobre todo franceses que bajaban desde Canadá (los “voyageurs” les llamaban).
No importa que el proceso de entrenamiento como cazadora de la protagonista tenga más lagunas que Ruidera, ni que el guiño de la pistola esté metido con calzador y sea inconsistente, pues en la segunda de la serie la pistola la tiene un Predator. No importa que el Predator haya quedado regular (todavía me pregunto dónde estaba en el casco el visor infrarrojo, al menos el puntero láser si lo muestran), ni que las escenas de lucha sean algo confusas y - marca Disney - descafeinadas…
No me importa todo eso, porque Amber con todas sus limitaciones y a pesar de su baño de corrección política, me ha capturado como a un conejo, y porque tengo una debilidad incorregible por las historias de superación y valentía.
Por eso mi lado integrado le ha pegado una patada a mi mitad apocalíptica, he disfrutado la película como un enano, y le pongo un 6, que considerando todo lo dicho, es más que generoso.
#sígueme en Twitter @ArponeroSanchez, y si te ha gustado no olvides dar un positivo!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Puestos a guiños, ¿soy el único al que la escena del Predator sosteniendo en el aire a Taabe le recuerda a Richard Burton en “Un hombre llamado caballo”?
y no puedo resistirme a poner una frase de John Wayne en "Centauros...": "un hombre cabalga hasta que su caballo cae de agotamiento y luego sigue a pie. Un comanche levanta el caballo, lo hace cabalgar 20 millas más, y luego se lo come".
y no puedo resistirme a poner una frase de John Wayne en "Centauros...": "un hombre cabalga hasta que su caballo cae de agotamiento y luego sigue a pie. Un comanche levanta el caballo, lo hace cabalgar 20 millas más, y luego se lo come".
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