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Uma
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Críticas 215
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
17 de diciembre de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil identificar con precisión de dónde surge el magnetismo de las películas de Rohmer, especialmente esta, que como la rodilla de Claire en Jerome, ejerce una particular fascinación en el espectador atento y curioso. Existe una empatía con el protagonista que surge posiblemente de una cierta admiración por personajes como Jerome, que no disocian la realidad de la reflexión intelectual que de la misma se deriva, con lo que son personajes que resultan inevitablemente interesantes, e intentan vivir de acuerdo con ello. Son personajes que invitan al propio espectador a observarse, a entenderse, a conocerse.

A partir de personajes como esos, a partir de Jerome, en este caso concreto, le resulta muy fácil a Rohmer trasladar al espectador las contradicciones, las obsesiones de su criatura. Y también los éxitos y los fracasos que de todo ello se deriva. Los cuentos morales de Rohmer, también "La rodilla de Claire", son montañas rusas para los protagonistas, para Jerome en este caso, momentos de subidón, momentos de incertidumbre, de suspense, y también momentos en los que el personaje no tiene otro remedio que escaparse discretamente con el rabo entre las piernas. Es una exposición transparente de las virtudes y los defectos de esos personajes, que son comunes en todos nosotros. Posiblemente no haya modo de alcanzar tanta transparencia como la que consigue Rohmer, porque pone a sus criaturas en juego con una coherencia interna - su propia coherencia, que muchas veces no es la del mundo en la que Rohmer les situa -, que hace comprensibles todos los matices de los tropiezos y equívocos a los que ellos mismos se conducen.

Esta película es especialmente atinada en todo esos aspectos, además de hacer uso de unos espacios y de unos colores que potencian y acompañan el ánimo de los personajes. La película es sencillamente una maravilla, porque los personajes son una maravilla, creaciones llenas de detalles que el espectador tiene todas las facilidades para captar. Jerome, anuncia cada paso que va a dar, y luego justifica el resultado que de él se deriva, que muchas veces no es el esperado. Este juego entrañable resulta inagotablemente atractivo, al menos para un Rohmeriano como el que suscribe, a quien películas como esta se le hacen cortas..

La rodilla de Claire, esa preciosa parte del cuerpo de la muchacha, y la obsesión que desencadena en Jerome, es una magnífica metáfora que permite a Rohmer hacer algo muy habitual en él, naturalizar a sus personajes y ponerles en contradicción con la construcción intelectual que han hecho de sí mismos, lo que los lleva a tambalearse, para regocijo del espectador. Nadie pone tan sutilmente a la vista las pequeñas miserias del ser humano. Esta película en particular, hace una interesante reflexión sobre las distancias generacionales y el modo que desde una generación se atisba hacia la otra, con nostalgia en un caso, con admiración en el camino inverso, aunque la mayoría de las veces con indiferencia absoluta de unos en relación a otros, como en un amor no correspondido.

Las obsesiones y derivas de Jerome son las del propio Rohmer, quizá más en esta película que en cualquier otra, porque el origen de la misma es un relato de Rohmer escrito años atrás, titulado "La rosaleda", en la que un personaje, un tanto pagado de sí mismo, adultera los hechos para conseguir un propósito que no le pertenece, que moralmente debe serle ajeno, pero hacia el cual se siente atraído de un modo primitivo y esencial, aunque pretenda intelectualizarlo. A su vez, "La rosaleda", se inspira libremente en algunos pasajes de la obra "Confesiones", de Rousseau, en concreto "El huerto de las cerezas". En todas hay un hilo de unión, que hace de esta película una de las más hondas y reflexionadas de Rohmer, sin que haya un solo diálogo, una sola imagen, un solo gesto que no signifique algo importante. Obsesiones que ya trataba Rousseau, en su observación liviana de la juventud, raíz esencial de esta película.

Rohmer tiene su propia visión de las cosas, reconstruye una idea a su manera. Esta película es una historia de amor que no puede ser llamada como tal, es algo más allá de un amor imposible, porque es entre un hombre y una rodilla.
Uma
2 de mayo de 2022
42 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces uno tiene el privilegio de ver una película tan cercana en lo anecdótico y lingüístico como es Alcarràs para los leridanos. Lleida es una ciudad más urbana que payesa, pero todos tenemos algún pariente que nos conecta con el campo, que es de este o aquel pueblo, quizás del mismo Alcarràs (a 15 km de Lleida). Seguramente todas las personas del mundo estamos a un paso generacional del campo, pero en Lleida y alrededores, eso se siente más cerca, se respira en el aire. A modo de ejemplo: dependiendo de como sople el viento, la ciudad entera huele a purines. Hay quien lo odia, y hay quien lo adora. Mi abuela decía que eso daba lucidez.

Tocado como tantos otros del lugar, me fui a ver Alcarràs en una sala llena hasta la bandera (en los cines de Lleida, todas las salas que proyectan la película están a reventar). No veía una sala así desde "Tiburón", en los setenta.

Cinematográficamente, la película tiene un estilo muy definido que no es novedoso en absoluto. Más bien al contrario, muchos cineastas (sobre todo mujeres) están haciendo un cine contemplativo, retrato realista de situaciones, muchas veces guionizadas sobre la marcha para dar mayor veracidad a los personajes y a lo que viven. "Libertad", "Las niñas", "Seis días corrientes" y otras. También en Europa lleva haciéndose ese cine. Carla Simón ya lo ensayó con gran éxito con "Estiu 1993", y ahora repite la fórmula. Su mirada es de una honestidad abrumadora, como dice ella misma se trata de acercarse a la verdad de lo que está contando. La simplicidad de las anécdotas, de los diálogos, tiene la medida justa para no perder el hilo ni de la ficción ni de la realidad. Un camino muy estrecho muy bien trazado.

Pero hay algo que diferencia el cine de Simón: el camino a un propósito. La estructura narrativa y lo que consigue con ella. Al final resulta tan sencillo que no parece posible que resulte tan original. No se trata de otra cosa que de construir ladrillo a ladrillo una emoción. Toda la película es la preparación para un momento, en el cual la empatía con los personajes ya es tal, que la película percute con una fuerza inesperada. Y lo más excepcional, percute desde la verdad de lo que se expone, desde el drama que es el propósito mismo de la película. Nadie, nadie, nadie hace eso en el cine de una manera tan nítida, tan limpia, tan transparente y efectiva como Carla Simón, nadie consigue situar al espectador tan adentro en las tripas de los personajes. El cine como camino para llegar a la emoción, como cuadro que cuenta una historia en 120 minutos, como música que calienta el alma o la hiela a base de ruido de tractores, canturreos de niña o voces de abuelo que van perdiendo fuelle lentamente. Alcarràs es el ejemplo más reciente de lo que significa el cine entendido como obra de arte. No hay nada más universal que eso.

En Lleida las expectativas eran tan altas, que un servidor temía que sería imposible que no saliera decepcionado. No salí decepcionado, salí emocionado, no solo por la película y lo que cuenta, (la parte universal del meollo) sino por ver que alguien en este mundo tan grande se ha parado a contar una historia de mi territorio. Esa parte es un privilegio reservado - ¡por una vez en la puta vida! - exclusivamente a los leridanos.
Uma
25 de marzo de 2010
37 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan bella como mala. ¿Por qué? A ver por donde empiezo...

Mala por deshonesta, por caprichosa, por tramposa, por efectista, por hacer un retrato del mundo sin contar con el mundo pero haciendo ver que sí, por snob, por pretenciosa, por sus falsos silencios, por sus dramas amañados, por maliciosa, por gratuita, por fantasma, por chula (de chulear, no de bonita), por chula (de bonita) cuando debería ser un drama sucio, por decorativa, por hacer ver que nos educa sobre la vida cuando tiene tanto que aprender, por depender de casualidades, por depender del destino impuesto por su endiosado director, por ser un engaño perpétuo, por joder al espectador innecesariamente, etc., etc., etc. Cualquiera habrá visto ya por donde van los tiros.

Una película cuya buena factura, no puede disimular su pobreza moral!
Uma
22 de febrero de 2023
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Visualmente potente en muchos momentos, tremendamente divertida en un episodio muy concreto, aburrida a ratos, incluso previsible, en una crítica que no tiene nada de sutil, que más parece un cuento para niños en cuanto a su complejidad (ojo, no se confundan, la película es para adultos). Muy pocos momentos sorprenden. Todo sumado, uno interpreta que el señor Östlund piensa que es muuucho más listo que los espectadores, que sus situaciones paradójicas nos van a dejar boquiabiertos. Hay mucho de pretensión en esta película, y ello la empobrece. La humildad es una requisito imprescindible para hacer cine, a menos que seas Orson Welles. Y más en la sátira y la crítica social, que te obliga a tomar partido, que te sitúa en un espinoso plano moral de superioridad que hay que merecerse.

Por otra parte, la película es un viaje visual a ratos fascinante, casi siempre brillante. El color, la composición de los planos, los contrastes cromáticos... Östlund escribe muy bien con la cámara, y toma una posición externa a la acción otorgando un protagonismo máximo a la relación entre la acción y cómo se filma, lo que se traduce en una imagen a ratos muy rica al trasladar sus sugestivas ideas. La cámara nos hace reír, y eso tiene mucho mérito.

Es una película bien filmada, pero que sufre de una arrogancia irritante. Creo que el Sr. Östlund debería encerrarse en un cine y verse toda la filmografía de Berlanga, desde "Plácido", a "El Verdugo", pasando por "La Vaquilla" y por supuesto parándose detenidamente en la "Escopeta nacional" y sus secuelas. Además de humildad, aprendería cómo se emplea la sátira en el cine, aprendería cómo la sutileza, la discreción, el amor por los personajes (aunque se satiricen) y sobre todo la inteligencia y el respeto por el espectador, son ingredientes esenciales del género, los cuales claramente Östlund - sin duda un virtuoso de la cámara - todavía no domina, aunque probablemente el tipo se piense que sí.

Creo sinceramente que Östlund sería un estupendo personajes de sus propias películas.
Uma
28 de mayo de 2010
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bonitas eran las historias de conquistadores, de aventuras, de grandes guerreros en tierras míticas y llenas de misterios. Qué fascinantes eran aquellos seres que caían como moscas al paso de nuestras armas, que intrigantes sus civilizaciones, que cautivador el contacto entre europeos y aborígenes, qué subyugante era el nuevo mundo...

No, no lo era. Herzog nos lo enseñó. Nunca se ha hecho una película tan realista como ésta. Ni el soldado Ryan, ni En tierra hostil, ni ninguna de las que ahora me vienen a la mente. En esta película se suda, se sufre, se tiene miedo y ansiedad, pero no se empatiza con nadie... y sin embargo, todo lo que ocurre es de una humanidad que corta la respiración.

No es solo el mejor retrato de la época de las conquistas españolas (las películas españolas dejan en su mayoría bastante que desear y en cualquier caso son herederas de ésta), es además una película universal pues construye un microcosmos que no por parco deja de ser complejo, y por tanto fascinante.

Ambición, codicia, competición, jerarquía, liderazgo, miedo, amor, locura... con una puesta en escena aparentemente sencilla, pero rígida, precisa y siempre coherente (lo cual no tiene nada de sencillo), con un puñado de personajes sucios, con el silencio, con el retrato nervioso del miedo a algo invisible, a un ente que en ojos de algunos aguerridos hombres toma dimensiones morales, Herzog nos dice tanto sobre nuestra naturaleza humana, que es preciso revisar más de una vez esta película para que nada se escape. Ahí está el quid de la cuestión: la complejidad del ser humano se puede motrar desde muchos ángulos, partidendo de situaciones muy diversas. Aquí el punto de partida son hombres de otro tiempo que se nos hacen incomprensibles, pero creíbles. No empatizamos con ellos pues su rudeza y su brutalidad nos parece lejana. Pero aun así sentimos lo que sienten y entendemos sus dudas, sus conviciones, sus límites morales y lo que supone desafiarlos.

La locura tiene una dimensión psíquica, pero también física. El rostro de Klaus Kinski, su figura, el río salvaje, la amenaza silenciosa e invisible, la enfermedad, los ruidos de la selva y sus hostiles recovecos, los propios compañeros... son el rostro de la locura, que no es otra cosa, que el triunfo de uno mismo sobre sus propios límites morales.
Uma
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