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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6 de agosto de 2024
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obras son amores y no buenas razones. Este sabio refrán confundió a la directora Jeanne Herry que habría tenido que renunciar a la obra de haberlo entendido prudentemente y antes de soltarnos su peculiar sermón, quiero decir, su peculiar drama carcelario. Sensu contrario, la directora nos machaca con tropecientas “buenísimas” y pesadas razones, bien cargadas de ideología progre francesa, para vendernos su espejismo carcelario, razones que son excusa para plantarnos una obra laudatoria y de parte que bien podría haberse ahorrado, en nuestra humilde opinión. Un coñazo tremebundo, para resumir y si quieren evitarse las largas explicaciones que siguen y que demuestran, más allá de toda duda razonable, la impotabilidad de la película.

Nacida en el 78, Jeanne es hija de la actriz Miou Miou, que aquí interpreta a una anciana atracada, ole ese detalle que tiene Jeanne con su mamá, lo aplaudimos sinceramente. Es también hija por parte de padre de Julien Clerc, un cantautor que hizo fama en los años 70, de los muy ñoños. Hay temitas suyos en Youtube, que no aplaudimos tanto. Julien y Miou Miou, Miou Miou y Julien (¡Cómo mola escribir y decir Miou Miou!¡Qué bien suena!), ricos y famosos ya, los muy burgueses padres de Jeanne crían y educan a su hija en la muy desarrollada Francia de su época, son los treinta gloriosos. En los mejores colegios de París, entre vajillas de porcelana, sábanas de hilo, guitarras cantarinas, el humo de la pipa de Papá, los veranos en la costa azul, trajes de Prada y perfumes de Chanel en frascos de cristal, la directora, digo, una jipija pues de manual, se va haciendo mayor y sueña despierta con la felicidad. Nos da en la película mil y una razones para sentirnos felices. Felices cuando nos presenta unas chapas antológicas que gravitan sobre el vago concepto de reinserción mutua; siempre felices si nos arenga sobre la conveniencia indubitable del perdón y la reconciliación deseable entre víctimas y victimarios que ríete del concepto cristiano de poner la otra mejilla; felices finalmente, al soltarnos su utopía carcelaria, menos creíble que la teoría de la próxima llegada y conquista terrestre inminente por el muy malvado, hostil y no por ello menos inexistente pueblo de los temibles y feroces saturnianos arácnidos de las profundidades abisales de los océanos de Titán. Poco creíble, vamos. El film es menos creíble que el libro de JJ Benítez en el que afirmaba haber encontrado y recuperado el santo grial mientras paseaba por La Comarca, sí, donde los hobbits. Más falso y más perdido que un duro de seis pesetas dejado por un chorizo ateo en el cepillo de una parroquia perdida en Aldealpobre, provincia de Teruel. Un film feliz, eso sí. Felicidad que no falte. Felicidad desbordante para todos.

La justicia restauradora parece el concepto con el que quedarse, aunque no tenemos muy claro en qué consiste exactamente. La película tampoco nos lo explica y nos muestra más bien un estado de aplicación ideal e idealizado. A poco que reflexionen y si investigan un poco el tema, la idea fuerza sólo se sostiene en el paraíso creado exprofeso y para la ocasión, dentro de la propia película y es impensable o inaplicable en el mundo real, donde no deja de ser una extravagante y minoritaria ocurrencia de una Francia que parece querer olvidar su pasado y el de sus famosos presidios de ultramar. Una ocurrencia importada reciente y curiosamente desde las excolonias británicas: Canadá o Australia, esta última, destino final de los convictos británicos de peor ralea, curioso ejemplo histórico que imitar en materia penitenciaria. Una ocurrencia que cuenta con 12 empleados para toda Francia, como dato también curioso y orientativo. Ocurrencia que se puso en marcha para poner a raya y como rápida reacción ad hoc hacia un Sarkozy enloquecido, que tildaba por aquella época con soltura y naturalidad de “racaille”, un término muy ofensivo, que significa literalmente escoria a los jóvenes y multiétnicos criminales franceses, en la deriva autoritaria y racista que acabó tomando el exministro del interior y luego presidente de Francia. Con 800 y pico proyectos abiertos desde el 2014, en un país con 550.000 crímenes anuales, la política es un fracaso, sin medios, simple propaganda gubernamental y de partido. En la película, que es pura imaginación de la directora, pues, se nos presenta una cárcel de angelitos metidos con calzador donde todo es demasiado endeble, blandito y fantasioso. Los hijos de la “gauche divine”, en este caso, una hija, haciendo cine protesta social en plan documental, falsísimo documental, para que el mensaje cuele mejor, si cuela. Moralina sin moraleja. Forraje barato, pienso para engordar patos.

Y es que Jeanne nos toma por un palmípedo cualquiera (a mí me gusta imaginarme cisne, que para todo hay clases) y se dispone a hacer Foie con nosotros. Nos ponemos en posición y abrimos el pico. Nos van a meter una moralina purísima y lo sabemos. Hay que estar muy preparado. Hay que tener una cierta tolerancia también con el cine francés subvencionado que además triunfa comercialmente. Son drogas duras, muy peligrosas. Estamos acostumbrados a cine gabacho de festival, eso nos puede ayudar. La superioridad moral que nos caracteriza acompaña también. Dudamos a pesar de todo hasta el final de nuestra capacidad para resistir la gota malaya de humanidad inhumanamente falsa con la que nos tortura Jeanne. El cuello se nos va hinchando de humanismo new-age francés, que es si cabe más aterrador y agresivo en su estrategia de lavarte el cerebro que el original americano. Los franceses ya lo han hecho todo antes en materia de tortura, si lo piensan bien. La revolución, el terror, la guillotina. ¿Visualizan los pasos? ¿Su orden preciso? Pues esto es justo al revés. En vez de cortarte el cuello, te lo atiborran de comida basura hasta que te estallan las venas, se te salen los ojos de las órbitas y pierdes la voluntad. Sigue en spoiler por falta de espacio, sin desvelar muchos detalles del argumento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entonces viene el Terror, la alimentación forzada y directa del cerebro hasta la rendición mental. Te conviertes en un zombi. Ojo a la frase siguiente, que es complicada. La revolución es la salvación final de ti mismo, una mirada vacía y un mordisco narcisistas, reflejos, casi caníbales, de tu cerebro ya apagado, autocomplacencia gulosa, un sentirte más feliz y mejor persona a través de la fagocitación de tu propio yo embellecido, convenientemente hinchado por una mirada halagadora, que es lo que propone al fin y al cabo esta película tendenciosamente buenista, sumamente blanda y notoriamente irreal. Se nos llena el cuello de franceses muy buenos, galeotes muy poco impíos y tenemos que pasarlos como sea por el esófago convenientemente engrasado. Siempre hemos estado equivocados: la cárcel está llena de chicos muy majos ¡Qué coño! Ni la guardia suiza se porta tan bien, ¡Oiga! Ni los niños cantores de Viena. Nosotros también nos sentimos, por un momento, buenos. ¡Somos todos unos putos cracks, Jeanne!, queremos gritar, pero tenemos el pico lleno. Buena mierda. ¡Enchúfame por el embudo otra palada de felicidad de esa que pasa entre rejas, creo que ya casi estoy totalmente cebado!

Ahora y volviendo a la realidad: hay que echarle mucha voluntad para encontrar en el buenismo presentado motivos suficientes para darle una oportunidad a un melodrama tan sensiblero, tan plagado de lugares comunes y tan falto de cualquier tipo de pegada emocional o interés sociocultural. No ayuda que las dos historias principales independientes no lleguen nunca a mezclarse, lo que deja la estructura hecha unos zorros. La anticipada y anticlimática escena de Adèle con el hermano resulta muy poco emocionante… Insalvable. Adelante pues, si te van las pelis mal rodadas y con excesivos planos cortos que no llegan ni a crear claustrofobia (¿se pretende siquiera?), porque el ambiente de la cárcel es como el del patio del colegio de Heidi. Caramelos, globos y palulús parecen pulular por la pantalla, de fondo. Todo el mundo es bueno, buenísimo. Asquerosamente bueno. ¿Dónde están los bardeos, el punzón hecho con un cepillo de dientes que clavar a alguien en el cuello, las peleas en el patio, los barrotes y los pasillos interminables, las celdas canijas, con sus pósters de pin-ups y novias varias, el jabón y las duchas, las cosas de la cárcel? Un plan de fuga, algo de emoción. ¿Dónde está ese guarda seboso y sádico? ¿Una violación, un agujero en la pared, un puto ratón que amaestrar, un pajarito, algo que te implique? No hay nada de eso. Esto no es “Un prophète (2009)”. Esto no es una película, si me apuran, es más publicidad pública, del ministerio de Justicia, gouvernement de la France. Los atracadores son aquí, además de buenos, graciosos. Se ve que están en la cárcel por jugar en los suburbios a la sillita de la reina, al pilla-pilla, al escondite inglés, a la gallinita ciega y a las cuatro esquinas. ¡Abre la muralla! Cantamos exaltados, como Ana Belén, henchidos de gozo.

La poca tensión creada entre tanto buen-rollismo se resuelve en falso con monólogos estomagantes a cargo de los diferentes personajes, explosiones enrabietadas que acaban en chapas tremendas y aleccionadoras que ríete de las TedTalks más coñazo. Muy de patio de colegio, de los de pequeñajos, debates dignos de guardería. Al terminar de verla, el espectador se debate entre hacer lo de siempre, ¡Qué sé yo!, perder un poco el tiempo en Tik Tok, ver Peppa pig, hacer calceta o salir a atracar a una vieja para poder asistir al guateque que se monta después en prisión. Sales del visionado sin hígado. Jeanne se ha hecho un bocata con una baguette y se está comiendo tu hígado con mucho kétchup. Es “la nouvelle cuisine”et“le nouveau cinéma français”: canibalismo fusión postmoderno. No piquen.

Contrôle parentale: No intentar en prisiones de verdad, con presos de verdad. Puedes salir escaldado. La productora no se responsabiliza de los posibles daños físicos o de cualquier otra índole acaecidos.

FIN
6 de agosto de 2024
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un artista se gusta, le puede salir una obra maestra que conecte con el espectador o una paja mental que solo entienda y disfrute su creador. Aquí, Anderson se gusta más que la Kardashian en un photocall o que un cerdo en el lodo. En un alarde de egocentrismo con demasiados precedentes por desgracia ya, el director nos regala una vomitona de sí mismo, una chorrada de dimensiones galácticas, que ni siquiera es formalmente demasiado atractiva. A mí me han acabado saturando la paleta cromática, las composiciones preciosistas y la estética Kitsch tan propias del americano. Aunque para eso hay gustos y es lo mejor de la peli.

Intenta una estructura teatral inspirada en Ionesco o Beckett. Nada menos que el teatro del absurdo. Sí, amigos, tan grande es el ego desplegado. Divide la película en tres actos, con muchos travellings horizontales, repetitivos y progresivamente molestos, a modo de transición entre escenas. Crea rupturas de la cuarta pared aleatorias para construir una parida formal que no aporta nada en un intento de arte metafísico fallido y vacuo. A parodia no llega, en Spaceballs por lo menos peinaban el desierto.

Desde que James Joyce reinterpretara a Homero desde su narcisismo culturalmente avasallador, muchos son los artistas que se han inspirado en su narrativa. La técnica es básicamente presentarse a través de la obra creada aportando por el camino un sinfín de referencias culturales para perfilar la historia, que se entremezcla con la personalidad del autor y sus influencias. Tarantino es un ejemplo genial de director “à la Joyce”.
Wes Anderson no lo es.

Es conocido que mea colonia (groupies famosos no le faltan para tenérselo creído), pero es a Tarantino lo que el monte de mi pueblo al Everest, lo que Corín Tellado a Proust. Y aquí se marca su peor película (de las que yo he podido ver). No esperen gran cosa y se ahorrarán la sensación de estafa. Asteroid city es el triunfo de una forma mediocre sobre un fondo nulo. Una mancha blanca sobre un lienzo blanco.

Wes nos invita a apreciar su vasta cultura cinematográfica y a que alabemos su indiscutible maestría técnica. Se baja los pantalones, nos pide que le olisqueemos por allí y pongamos cara de que aquí no ha pasado nada. Algunos dicen que huele a Nenuco…

Poco importa el impresionante elenco que consigue reunir el colega Wes para su delirio de grandeza. Y es que los personajes tejen juntos un pastiche inconexo, y son por separado, unos estereotipos que tienen la profundidad de un charco. La peli es un ejercicio de estilo, aséptica, en la que es imposible empatizar con nadie y no consigue ni despertar emociones ni hacer reflexionar al espectador. Un absurdo total cuya historia nunca engancha y transcurre siempre al límite del onanismo artístico. Los diálogos van a toda hostia para parecer interesantes, pero en seguida te das cuenta de que Wes te ha dado una madeja de hilo y te está tratando como a un gatito ingenuo y tonto. Como si jugara a esconderte las pelotas. Te empiezas a mosquear con este trilero de altos vuelos.

Algún chiste puede hacerte sonreír, si el cabreo te lo permite, pero no esperen soltar carcajadas. En la ciudad del Asteroide, no hay ni vida ni humor inteligentes. La peli es de 3 (floja) pero le bajo un punto porque he soñado que visitaba a Wes en un zoo de Turquía. Era un macaco con la cara de Anderson, llevaba el típico y fotogénico sombrerito rojo y tenía el culo rosa, las pelotas hinchadas y se autofelaba frenéticamente mientras se acercaba, inexorable…

Un Edward Norton desatado me gritaba que me tenía que dormir para despertar. Me pareció una gran idea. Yo sólo deseaba despertar antes de que aquel mono tan guapo tuviera tiempo de…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No conseguí despertar y pasó lo que pasó. No olía a Nenuco…
…Y por eso le pongo la puntuación de 2 (mala).
¡Nunca te lo perdonaré, Wes!
11 de agosto de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena ambientación la de esta serie hecha por y para el lucimiento de nuestra Kate favorita. Atmósfera decadente y asfixiante sin llegar a las bondades de la Luisiana de True Detective o la Seattle de The Killing. Peor que otras muchas del género: Happy Valley, The night Of, Broadchurch…

Investigación lenta, torpe y tramposa, con poco suspense y cliffhangers baratos. Un poco más original en su vertiente dramática, tratando un buen espectro de las enfermedades mentales de este pueblo de locos. Como derivada, personajes poco estables o directamente increíbles en una trama liosa y forzada. Secundarios arquetípicos y bobalicones en su mayoría, con algunas interpretaciones desastrosas como la de su compañero.

Y luego está Kate/Mare.

Siempre me ha encantado Kate Winslet. Me parece una actriz fantástica. Guapísima, expresiva y precisa como nadie, además de inmensamente atractiva. Me enamoro de ella en cada película suya con la que me cruzo. Me enamoré de Rose en Titanic, de Hannah en The Reader y me enamoré y desenamoré de April en Revolutionary Road. Soy un soñador.

Mi colega gyzmox, tristemente fallecido, era por el contrario, un poquito cabrón. Reviso mi buzón de FA y me encuentro con una conversación en la que le comentaba mis sentimientos hacia Kate. Su respuesta me parece digna de reproducción:

Rose (Titanic): joven de buen ver, rica viajera... Adamiantada. Apatriarcada. Muy hormonada maja desnuda. Asaltacunas. Adúltera. Responsable de crímenes vicarios (su prometido quiere matar a Jack para herirla). Responsable de la muerte de su último capricho (¡¡en la tabla cabía Leonardo y toda la orquesta!!). Egoísta. Atormentada.

Hannah (The reader): madurita de buen ver, lectora empedernida, intelectual, muy liberal maestra teórica. En la práctica, nazi convencida. Asaltacunas. Incomprendida. Atormentada.

April (Revolutionary road): madurita de buen ver, romántica y soñadora. Enamorada. Desenamorada. Luchadora. Mujer, sufre más que un hombre por lo mismo. Engañada por Disney (lo de Romeo y Julieta parece que lo inventó él). No sabe lo que quiere. Atormentada.

La vida no está para tormentos, tío. Pasa de Kate, terminaba su mensaje el diablillo de gyzmox.

Miedo da pensar lo que habría escrito sobre Mare Sheehan…
11 de agosto de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo lejos se adivina un tractor. Se acerca lentamente. No desviéis la mirada, está casi aquí. Ya llega. ¿Le habéis visto bien el morro? Pues ahora os enseño sus cuartos traseros hasta que se pierdan en el horizonte. ¿Alguien se ha perdido la metáfora visual? Repito escena y fuera... Tengo más. Tengo paraguayos, los llamo melocotones para despistar. Tengo conejos ahogados, disparados y muertos. Tengo caracoles, que no son metafóricos, es lo que se come en Lleida. Tengo subvención por partida doble: financiación del estado y ayuda del país (¿serán casuales los términos?). Tengo una historia que contar, bueno, una historieta, bueno no, de eso no tengo. Pero tengo actores, bueno no, tampoco. Pero sí cuento con gente que actúa y eso es relativamente original. Soy muy original y voy a hacer una peli costumbrista sin actores, sin historia, pero con alma.

Pues eso, la película es horriblemente lenta. La historieta resulta bastante maniquea y no entra en profundidades (habría que hablar de las “ayudas” de la PAC cuando se habla de la situación en el campo.) Los actores amateur no lo hacen mucho peor que los malos profesionales y eso es lo que podemos aprender con esta peli en la que no se empatiza con nadie, está todo deslavazado, y lo único que queda claro es que el progreso es una caca porque impide a los pageses seguir rompiéndose el lomo cargando fruta. ¿Sabrá Carla que esta labor la realizan inmigrantes en condiciones de semi-esclavitud? Ah no, que eso no toca, que los pageses son los buenos y el señorito el malo. Pues nos enseña recolectas de fruta idílicas, merendolas familiares en las que no trabaja ni el tato. ¿Y a esta familia y su “modus vivendi” hay que proteger o siquiera sentir lástima por ellos?

Fail absoluto. Todo el cine mirando el reloj cada cinco minutos. Por no haber no hay ni siquiera un sentido estético. La peli es fea. Después de una buena ópera prima ¿por qué? Carla ¿por qué?

-Tractores traigo.
11 de agosto de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estaba un poco hasta el gorro de las últimas de Spielberg. Desde Munich (2005), no había rodado el bueno de Ohio nada reseñable. Recordemos que sus películas posteriores incluyen bodrios importantes como el regreso de Indiana Jones en el Reino de la Calavera de Cristal o la muy olvidable Ready Player One.

En the Fabelmans, Spielberg nos cuenta una historia pequeña, la suya. Te preguntarás si la vida de uno de los directores más aclamados y exitosos de la historia del cine es interesante y si da para peli. Pues, por increíble que parezca, da. No es demasiado entretenida, no es demasiado dramática. La juventud del director y su familia no es la de Tarzán, Aquiles o cualquier héroe de novela que se te ocurra. Aun así, asistes hipnotizado a un bonito espectáculo cinematográfico, si no artístico. (Abstenerse, eso sí, diabéticos y gente que se sienta oprimida por la cultura hegemónica yanki.)

Y tiene mérito.

Tiene un montón de mérito que este producto con oficio, grandes interpretaciones, en el que la fotografía, ambientación, giros de cámara, encuadres y en general todo el lenguaje cinematográfico consigan embelesarte por momentos y hacerte olvidar la menudencia de historia contada.

El flautista de Cincinnatti tuvo (¿tiene?, ¿tendrá?) mejores cuentos que contar, pero yo, como rata cinéfila, le sigo adonde quiera llevarme, porque siempre es un placer ver una peliculilla amable, tierna y bien rodada.

Querido Steven: a ver si tocas alguna realmente buena próximamente y te seguimos ya como niños.
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