El pie forzado de que cada episodio se limite a las horas o, como mucho, un par de días de la nochevieja, parece limitar la propuesta. Pero hay que reconocer cine del bueno, con personajes y diálogos muy consistentes y creíbles, magníficos intérpretes, un guion pensado en cada detalle… en LOS AÑOS NUEVOS (Movistar+, 2024, 10 ep. 40 min.) del talentoso Rodrigo Sorogoyen. La serie me ha fascinado porque en esa historia de amor y desencuentro a lo largo de un decenio hay varias situaciones, diálogos, actitudes… con los que cualquier espectador se puede identificar, reconocer como suyos y hasta rememorar en su propia biografía. Viendo esta serie no tenemos más remedio que enterrar la consigna con la que crecimos de la televisión como «caja tonta». No quiero pasarme en los aplausos, pero me parece de lo mejor del año recién concluido.

Hay un escalón más de profundidad en la aproximación a las personas sordas en esta muy convincente película, que logra transmitir los sentimientos y frustraciones con verdad, y no solamente representar situaciones de las que se deduzcan unos y otras. Ángela es sorda, mientras su marido Héctor es oyente; ella tiene su trabajo, sus amigos y una gratificante relación de pareja. Diríase que se encuentra razonablemente integrada en la sociedad. Pero el nacimiento de un niño con quien ha de aprender a comunicarse pone en crisis lo conseguido y obliga a reformular las relaciones familiares. Para tomar conciencia: acertado primer premio del Festival de Málaga.

Leí el libro de Emmanuel Carrère para comprobar que en él no hay una película… o hay muchas, demasiadas. Y esta que se presenta ahora viene a reproducir el esquema del libro, pero el personaje filmado no tiene el atractivo ni el misterio del literario, a pesar de que el actor Ben Whishaw se ajusta a las múltiples máscaras de Limónov, un escritor bohemio, provocador y con vocación de verso suelto. En los 70 fue a Nueva York defendiendo a Stalin y, tras una estancia en Francia, vuelve a Rusia —ya excomunista— para renegar de la democratización y abanderar un partido nacionalista bolchevique. La película está bien, aunque resulta difícil empatizar con un personaje como este, probablemente representativo de muchas neuras de la era Putin, pero que nos cae muy lejos.

Como el “western crepuscular” que cuestiona los valores tradicionales atribuidos al Oeste norteamericano, la producción francesa estrenada aquí con un título demasiado parecido a “El maestro de esgrima” de Pedro Olea y Pérez Reverte —el original es “Une affaire d’honneur”— abre grietas en el mundo clasista y machista de los duelos de honor, el patriotismo, los varones heridos… para, al mismo tiempo, incluir la figura de una mujer, sufragista y luchadora contra las discriminaciones a su género. Me pareció una película interesante, con ritmo dramático y personajes sólidos (tampoco hace demasiado hincapié en espadas, sables y pistolas).

Somos más indulgentes con las películas que vemos en el tren porque, al fin y al cabo, basta con que nos hagan el trayecto más corto. Vi a bordo de un Alvia el largometraje de acción CIUDAD DE ASFALTO (Jean-Stéphane Sauvaire, 2023) que busca el público mediante “imágenes impactantes” de emergencias médicas —los atendidos son siempre gente marginada— y la presencia de Sean Penn. Especie de crónica del trabajo de los “paramédicos” plantea la tentación de abandonar a enfermos con vidas complicadas y las heridas que la profesión deja en estos sanitarios expuestos a todo. Le sobran metros y el tratamiento es bien pobre. Para el tren (sobre todo si lleva retraso).