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Críticas de VictorRodrigo
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Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
6
6 de octubre de 2022
9 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jaume Balagueró es sinónimo de calidad en el género de terror. Tras flirtear de forma irregular con la acción y el thriller más superficial, el director catalán ha inaugurado el Festival de Sitges 2022 con Venus, una cátedra del horror más divertido que puede llegar conseguir el cineasta, pero sin las dosis de litros de sangre, prótesis, sustos y cuchilladas que tanto le caracterizan. Puede ser un disfrute permanente para los fans del género, aunque el guion requiera un compromiso tácito de no entrar mucho a rubricarse en él. Sitges necesitaba un bocadillo de oxígeno, dejar atrás el sufrimiento provocado por los años de pandemia y abrir las puertas del festival con el sello del cineasta catalán.

Grata sorpresa la de Ester Expósito, que se estrena en un papel protagonista principal huyendo de todos los registros que conocíamos de la popular miembro del reparto de Élite. Su evolución como actriz es palpa en esta película, donde se puede ver a la maestra de Balagueró a la hora de desarrollar el personaje de Lucía y sus capacidades para salir de una zona de confort que la había encasillado durante muchos años. En un lejano paralelismo, la actriz inicia un camino digno de un gigante de la industria como Mario Casas: romper los clics pegados a su figura y demostrar con hechos sus capacidades.

Expósito es capaz de construir un personaje veraz en una historia que se tambalea por los lados en el guion, pero que resuelve con florituras situaciones inverosímiles. La historia avanza como una bola de nieve bajando a toda prisa por la ladera de una montaña, acompañada de una protagonista que entra con fuerza en el juego de Balagueró. No hay ninguna crítica negativa en el papel de Expósito, todo lo contrario, y solo existe margen de mejora. Además, la mirada del cineasta catalán rompe con el relato sexualizado que rodea la figura de la joven madrileña y permite un mayor disfrute de su interpretación.

Balagueró no se rasga las vestiduras en Venus ni tiene ninguna intención de crear una historia pretenciosa. Se nota su disfrute a la hora de hacer el filme, y el cuidado -visceral, obviamente, es terror- al dibujar la trama. Aborda muchos temas diferentes en sus 100 minutos de metraje -que pasan como una bala- y no se reduce a contar una simple historia de terror: las relaciones familiares rotas, los cuidados entre las mujeres de un mismo linaje; toma elementos de muchos subgéneros del terror y esboza pinceladas de thriller vertiginoso o de un suspense agradable. Simbología, mitos del horror y fantasías terroríficas se mezclan en una historia que se toma como un tren a toda velocidad que coges por disfrutar del paisaje, no por estarte preguntando hacia dónde se dirige. Porque da igual. Es Balagueró y ha vuelto al cine de terror para hacer chalar al espectador.
VictorRodrigo
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7
2 de marzo de 2021
25 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Todo está saliendo mal, nadie me ayuda y estoy totalmente sola”. La desesperación de Vivian (Hadley Robinson), la protagonista, es la definición que muchas chicas jóvenes podrían abanderar para definir su paso por el instituto. Una verdadera jungla de emociones, de crecimiento personal, llena de dificultades y por primera vez (muchas veces), la exposición a los grandes problemas que vive una sociedad. En esta película, pero, las tornas cambian de bando. Moxie es una verdadera joya juvenil dirigida por Amy Poehler, basada en la novela de Jennifer Mathieu i adaptada por Tamara Chestna y Dylan Meyer. La revolución feminista en un instituto, abanderada por todas aquellas chicas hartas de las prácticas machistas, sexistas y de abuso que reciben día a día, se construye a lo largo de una inteligente y empoderadora obra de consumo fácil pero de largo recorrido en su debate.

Netflix ha apostado, acertadamente, por distribuir esta obra que merece un visionado obligatorio en los institutos. A pesar de su marcada esencia estadounidense, Moxie es una declaración de intenciones de la Generación Z y es un vivo recuerdo para todas aquellas otras generaciones que sufrieron estas situaciones en el instituto. Poehler reclama la esperanza de todas estas mujeres y retrata el cambio de tendencia a muchos niveles: en relato cinematográfico, en la forma que adopta el público en el consumo de estas historias teen y en la transformación social que vive el mundo.

La directora construye una comedia atrevida, sin complejos, fácil en su recorrido pero cargada de mensajes profundos y llenos de contenido. Abraza toda la diversidad posible que se refleja en un instituto y establece el debate sobre las luchas transversales que se desarrollan hoy en día en el feminismo. De manera metafórica, Poehler, que forma parte del reparto como la madre de la protagonista, da el testimonio de su generación combativa y activista por los derechos de las mujeres a su hija, que enciende la lucha de una revolución feminista en las aulas.

La construcción machista de los premios deportivos. Las situaciones desiguales a la hora de recibir el mismo trato desde la administración escolar. La normalización de prácticas totalmente sexistas (la creación de listas para cosificar a las mujeres es un punto de partida horroroso, si se reflexiona sobre la existencia misma de dicha lista), o el acoso que reciben las jóvenes a través de los pasillos. Todos estos reclamos, estos gritos de desesperación sistémicos, se convierten en armas de lucha para estas jóvenes que, a través de dificultades, vertebran un activismo que será un ejemplo para muchas personas que vean lo que ocurre en la pantalla.
De manera inteligente, Moxie es capaz también de exponer diversas contradicciones del feminismo, desde la integración de las mujeres racializadas a la introspección de aquellas que gozan de privilegios por ser blancas y tienen la capacidad de alzar su voz desde otra posición. La crítica furibunda a las miradas para otro lado de maestros y la directora del centro son otros fundamentos que la película, aunque desde una visión más tópica, consigue poner sobre la mesa.

Los clichés son evidentes, pero la intención es más clara aún. Llenas están las plataformas de películas sobre institutos, adolescentes y cambios en la juventud que viven de la explotación de todos estos tópicos que sexualizan, cosifican o muestran grandes líderes masculinos. En esta obra, en cambio, se pretende dar un ejemplo, una visión diferente, de lo que debería ser un chico adolescente –sin ningún premio a recibir ni cualquier otro reconocimiento- en un instituto. Es el papel de Seth Acosta (Nico Hiraga), una forma de romper de manera clara –cayendo en el cliché, pero a quién le importa- con la figura del quarterback i abusador Mitchell Wilson (Patrick Schwarzenegger).

Moxie es un grito de júbilo, rabia y cambio. El reparto de jóvenes intérpretes irradia luz en un guion y una obra claramente dirigida a un público concreto pero que atrapará diferentes generaciones de mujeres y debería ser un descubrimiento para muchos chicos, jóvenes y hombres. Es una película para disfrutar, para emocionarse viéndola, para proyectar nuestro paso por el instituto y poner sobre la mesa la nueva generación que precede. Una sonrisa de oreja a oreja al terminar de verla. No se la pierdan.
VictorRodrigo
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6
8 de noviembre de 2022
14 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marvel tiene una ardua tarea con sus personajes. Los años pasan, las tramas avanzan y sus protagonistas se pierden por el camino: sus tramas dejan de tener interés, desaparecen o, lo que es peor, mueren. La Casa de las Ideas ejecutó un final histórico para uno de sus cabezas de cartel, Iron Man (en la segunda vida y éxito de Robert Downey Jr.) en la que es la mejor película de la historia del cine comercial. Endgame dejó el listón alto, altísimo, pero Marvel no contaba con la pérdida tan sensible de Chadwick Boseman. La muerte del actor de Black Panther, víctima de un cáncer, dejaba en el aire el futuro del personaje africano, quien se había convertido en un ídolo de masas y un símbolo para millones.

En este escenario, Ryan Coogler, responsable y director de la primera entrega del superheroe de Wakanda, se dispuso a crear la segunda parte. Y su resultado es, ante todo, solvente. Black Panther: Wakanda Forever es capaz de mezclar un duelo maduro alrededor de la figura de Boseman y explorar una de las ramas más interesantes del Marvel Cinematic Universe, ampliándolo con licencias que le alejan de los cómics y que seguro que le supondran oleadas de críticas por parte de los inamovibles garantes de la integridad de los personajes imprimidos en tinta. La cuestión es simple: el cortijo es suyo y ellos hacen lo que quieren.

Wakanda Forever introduce un nuevo reino, con una nación nueva, adorada por legiones: el imperio submarino liderado por Namor, "el primer mutante". Y aquí llega la primera confrontación con los conservadores: Marvel decide modificar por completo el origen de este antihéroe -prácticamente el primero de toda la saga- y le aleja de la Atlantida para enviarlo a Sudamérica. Aquí surge la apuesta arriesgada de la Casa de las Ideas, que pone encima de la mesa el anticolonialismo como un sujeto de su universo: Wakanda, con los africanos, y Talkon, una mezcla entre mayas y aztecas. Incluso se modifica la raza de sus súbditos y su propia creación, con la mancha del imperio español en su despotismo colonial de por medio.

Su puesta en escena acaba basculando entre aquella madurez en saber darle matices a sentimientos tan complejos como el duelo familiar, las rencillas tribales, las sinergias de las colonias frente al invasor (en este caso, Estados Unidos, divertido reto para una megacompañia como Walt Disney) o la pura venganza, con una trama adolescente que acaba dando golpes de timón infantiloides para resolver una trama que solo se entiende como hilo conductor para próximas producciones. Su repertorio visual destaca por los grandes escenarios africanos y submarinos, pero de su acción se podría pedir más de aquellos que llevaron a la gran pantalla las grandes batallas de Infinity War o Endgame.

Sus 160 minutos de duración pasan rápido, con una banda sonora exquisita y unas incorporaciones interpretativas que no son sobrantes, pero tampoco pasan desapercibidas. Letitia Wright recoge el testimonio de Boseman en su liderazgo africano para introducirse en un futuro en el grupo de los Vengadores; Tenoch Huerta cumple con su función con Namor y Angela Basett siempre es un regalo interpretativo para la vista. La trama, sin muchas turbulencias, que surfea las cuestiones coloniales con una mirada pop, prácticamente adolescente, y sus complicaciones no presentan el mínimo dolor de cabeza para alguien que va a disfrutar. Que al final, para eso es Marvel: para disfrutar y dejar de lado los dolores de cabeza.
VictorRodrigo
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